Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.
Reflexión: Mt 16,13-19
Si algo cuidamos son las llaves de nuestra casa. Seguramente desde tiempos primitivos, acostumbramos almacenar en ella nuestras subsistencias. Se entiende por lo tanto, que no se las entregaremos jamás a alguien en quien no tengamos absoluta confianza. De otro modo corremos riesgos impredecibles.
Pedro da una respuesta única a Jesús, una respuesta que obviamente no podía haber elaborado solo. Por eso, sin mayor consideración adicional Jesucristo le entrega las llaves del Reino de los Cielos. Las llaves de la casa celestial, de donde salimos y a donde volveremos. ¡Qué duda cabe que Jesucristo le está dando a Pedro una responsabilidad ÚNICA!
¿Quién merece tal confianza? ¿A quién le damos las llaves de nuestra casa? ¿Qué seguridad podemos tener de lo que hay en nuestras casas si alguien más tiene la llave? ¿Qué responsabilidad implica tener la llave de una casa que no es nuestra? Solo puede ser aceptada si tenemos absoluta autoridad.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.
¿Qué autoridad le confiere a Pedro Jesús? Pedro recibe toda autoridad sobre el Reino de los Cielos. ¿Cabe tal encargo y responsabilidad? Es como autorizar a un amigo a pintar nuestra casa, a cambiar los muebles, a hacer lo que le venga en gana. ¿A quién le daríamos tal autoridad? Tal vez a nuestro padre, a un hermano, a un amigo. Este es un encargo que solo puede darse a quien merece toda nuestra confianza.
¿Es Pedro digno de tal confianza? Es la respuesta a la pregunta formulada Jesucristo la que le ha dado la certeza de merecerla. ¿Qué ha dicho Pedro que merezca tal juicio del Señor? Ha sido capaz de responder correctamente quién es Jesús. ¿Puede esta respuesta tener semejante valor? A criterio de Jesús sí, a tal extremo que la misma solo puede haber sido inspirada por Dios.
Es esta certeza la que convence a Jesús de entregar a Pedro las llaves del Reino. Solo hay un juego y quien lo tenga, tendrá todo el poder de hacer y deshacer. Jesucristo se lo concede explícitamente a Pedro. Podemos imaginar a Pedro entre pasmado e incrédulo. No llegaría a entender seguramente la magnitud del encargo en aquel momento.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.
El mundo entero estaba asombrado con Jesús. Ello lo prueba la cantidad de explicaciones que se daba la gente. ¿Estaban locos? ¿Eran ignorantes? No, simplemente estaban tratando de explicarse los sucesos extraordinarios que habían podido observar. Quedémonos con eso por un momento.
En Jesucristo, no estamos ante una persona común. Todos, de uno u otro modo, le atribuyen caracteres excepcionales, solo comparables a los más grandes. Pero Pedro lanza la explicación que hasta ahora no han sido capaces de reconocer los judíos.
Pedro era judío, sin embargo tanto por todo lo que había visto hacer a Jesús, como por revelación del mismísimo Padre, es capaz de reconocer que Cristo es el Mesías esperado, el Hijo de Dios vivo. Esta es una declaración fundamental, que nosotros debemos reconocer y hacer. Se trata de un dogma de fe básico, sin el cual no hay cristianismo posible, ni salvación.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo.
Oremos:
Padre Santo, danos la luz y la fe de San Pedro para reconocer en Cristo, Tú Hijo, a Dios mismo y seguirlo con la confianza que un niño sigue a su padre…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…
Amén.
roguemos.org
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