LITURGIA DE LA PALABRA
Hch 17,15.22-18,1. Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo.
Salmo 148. R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu Gloria.
Jn 16,12-15. El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena.
Quedan muchas cosas por decir. Pero los discípulos no están preparados aún para comprender todo lo que Jesús debe decir. La solución viene dada por la venida del Espíritu Santo. Él dará plena comprensión de todo lo dicho y ocurrido durante el ministerio de Jesús, quien es en sí mismo la revelación del Padre, la Palabra de Dios.
Esta comprensión profunda de la voluntad del Padre y del Hijo acarrea cargas muy duras, como la persecución o la muerte mencionadas unos versículos antes. Pero el Espíritu irá mostrando a los discípulos el camino a lo largo de la historia y el estilo de vida que han de llevar en conformidad con la enseñanza de Jesús. El Espíritu proviene tanto del Hijo como del Padre. Él continúa a través los discípulos y discípulas haciendo visible el Reino, en la reinterpretación del mensaje de Jesús que harán las generaciones venideras, generando un conocimiento cada vez más profundo de lo que significa Jesús para cada época. A la vez, ayuda en el discernimiento y la interpretación de los signos tiempos, de manera que podamos encontrar el sentido profundo de lo que va sucediendo en el mundo y las señales del Reino que Dios nos va regalando
REFLEXIÓN DE LA PRIMERA LECTURA: HECHOS DE LOS APÓSTOLES 17,15.22-18,1 ESO QUE VENERÁIS SIN CONOCERLO, OS LO ANUNCIO YO
De todos los discursos misioneros dirigidos a los paganos, el más largo es el
de Pablo a los atenienses. Pablo demuestra cómo el apóstol adapta su mensaje al
auditorio ante el que se encuentra.
Por ello solo escoge tema bíblico susceptibles de ser comprendidos por los
paganos. Sin duda no era el primero en confrontar las ideas de dos mundos
diferentes, sino que varonilmente se aprovecha de las búsquedas y de la
experiencia de algunos autores sapienciales y helenistas.
a) El conocimiento de Dios es el tema fundamental del discurso.
¿Cómo puede un pagano conocer a Dios? Para el judío, la ignorancia considerada
culpable del paganismo para con el verdadero Dios era el fruto de las pasiones
desatadas (Rom 1, 18-32; Sab 13, 14; Ef 4, 17-19). Pero Pablo abandona el tono
severo de la Escritura para descubrir en la piedad, incluso de los paganos, una
suerte de confesión de su ignorancia de Dios: la dedicación de un altar al
"Dios desconocido". En efecto, el apóstol manipula un poco el
epitafio que estaba en plural y que expresaba un sentimiento de temor ante los
maleficios de los dioses que los atenienses habrían podido olvidar. Pablo
manifiesta, pues, una cierta simpatía por las ideas paganas, pero entendiéndolas
con su mentalidad bíblica, cree poder presentarse a los paganos como quien
viene a colmar una ignorancia de la que ellos no tienen conciencia.
b) Segundo tema: Dios no habita en templos construidos por hombres (v.
24). Pablo recoge una corriente del pensamiento griego, pero que era igualmente
una idea bíblica que Esteban había ya defendido ante un auditorio judío (Act 7,
48) y que se remonta a las antiguas polémicas de Israel contra la idolatría (v.
29; cf. Sal 113/115; Is 44, 9-20; Jer 10, 1-16). Pablo presenta, pues,
hábilmente, argumentos típicamente bíblicos, pero conocidos por el paganismo
griego, y subraya también que el cristianismo, tanto para los paganos como para
los judíos, es una llamada a la espiritualización de su concepción de Dios y
del culto que le es debido.
c) Pablo presenta la pertenencia a la raza de Dios a partir de la cita
de un filósofo griego (v. 28), pero comprendida a la manera bíblica (v. 26),
como un anuncio del reagrupamiento de la humanidad tras el nuevo Adán (Rom 5,
12-21; 1 Cor 15, 21-22) y en la filiación divina.
d) Los últimos versículos del discurso provocan la ruptura. En ellos
Pablo acumula una serie de expresiones totalmente incomprensibles para los
griegos: la idea de un "ahora" (v. 30), es decir, de un momento
privilegiado en una historia que, por tanto, tendría sentido, la noción de un
juicio de Dios (v. 31), demasiado directamente vinculado a un sentido
escatológico de la historia poco en armonía con las concepciones paganas, la
idea de resurrección sobre la que, además, se pedirá a Pablo que se detenga,
concepción que incluso numerosos judíos se negaban a admitir (cf. vv. 31-32).
Puede ser instructivo criticar el discurso de Pablo a la luz de las
dificultades encontradas por los cristianos modernos para explicitar su fe ante
los ateos. Ciertamente, el contexto ha cambiado profundamente y no se trata de
menoscabar al apóstol: Pablo y los griegos se encuentran todavía en un ambiente
sacralizado; cristianos y ateos se encuentran hoy en un mundo secularizado,
pero los puntos de fricción siguen siendo los mismos, tanto desde el punto de
vista doctrinal como psicológico.
En primer lugar hemos de reconocer en Pablo una preocupación real por estar
atento a la mentalidad de sus interlocutores. En efecto, Pablo abandona la
argumentación clásica del kerigma apostólico, basado sobre una cultura
demasiado bíblica para los paganos. Además se tomó el trabajo de conocer las
principales corrientes espirituales del paganismo griego y especialmente la
concepción de una paternidad universal (v, 28), así como la de una religión
liberada del materialismo y del formalismo (v. 29). He aquí dos actitudes
particularmente importantes en el diálogo contemporáneo entre cristianos y
ateos: la conciencia común de la dignidad humana y de una superación del
fenómeno religioso y mítico constituyen excelentes plataformas de comunión y de
diálogo.
Por el contrario, dos puntos del discurso de Pablo son bastante chocantes para
sus oyentes. El primero es la larga exposición sobre el Dios desconocido.
Dejemos el mismo procedimiento por el que Pablo utiliza a favor de su Dios el
culto pagano al Dios desconocido. Es un argumento táctico bueno. Pero lo que
parece más grave es el hecho de que Pablo, como buen judío, convencido de que
los otros son ignorantes, se presenta como "el que sabe" (a pesar de
los correctivos del v. 27), frente a gentes que "no saben".
El otro punto donde el discurso de Pablo revela alguna debilidad es la
concepción de una historia que tiene un sentido más allá de sí misma en la
voluntad de Dios que la lleva a su realización.
Ciertamente, esta concepción de la historia pertenece muy directamente a la fe
para ser minimizada, pero qué puede significar para los atenienses convencidos
del desarrollo cíclico y fatal de la historia y para los ateos de hoy
convencidos de que la historia, lo mismo que la naturaleza, se explica por sí
misma sin recurso a lo divino.
Pero, en realidad, ¿es mediante discursos cómo el cristiano debe abordar el
mundo pagano o ateo? ¿No es importante comenzar por insertarse en el mismo
corazón de las actividades humanas y vivirlas de tal manera que se descubra en
ellos progresivamente su significación para Dios? Es claro que el ateo será
siempre para el creyente alguien que no sabe, pero ¿no habrá de situarse en el
mismo terreno en que el hombre cree poder afirmar la inutilidad de Dios y el
absurdo de la historia para purificar su fe y ser capaz de dar cuenta de ella?
-Los hermanos que escoltaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas.
Después de Filipos, ahora Atenas, la capital de Grecia.
Si Roma es la capital administrativa del Imperio, Atenas sigue siendo la
capital filosófica: ¡en ella se discuten las grandes corrientes del
pensamiento!
Atenas. Pablo, con dos o tres cristianos, llega a Atenas.
Sin entrar en el detalle de una evocación histórica, vale la pena de considerar
lo que Atenas significa. Es una ciudad de un medio millón de habitantes, es una
ciudad inhumana en la que los esclavos y los pobres constituyen los dos tercios
de la población. Una ciudad cosmopolita en la que se mezclan y se enfrentan
todas las razas. Una ciudad depravada donde alardean cínicamente todos los
vicios.
Y con todo, guiado por el Espíritu, es a esas grandes ciudades que Pablo se
lanza prioritariamente.
A nosotros, que tan a menudo nos encontramos también ante la angustia de dar a
conocer el evangelio a un mundo masivamente paganizado, danos Señor tu
Espíritu.
Concédenos poder introducir el evangelio en el corazón del mundo.
-Pablo, de pie en medio del Areópago dijo: «Atenienses... al pasar he
contemplado vuestros monumentos sagrados...»
El Areópago es la «plaza» central de Atenas. El lugar donde se reúnen los
filósofos y los estudiantes para discutir.
Imagino a Pablo en ese contexto. Lo veo paseando por esa gran ciudad, lo veo en
la Acrópolis, en medio de templos y de estatuas de mármol, de dioses y diosas:
«¡vuestros monumentos sagrados!»
En su predicación, parte de la vida y de las preocupaciones de sus oyentes.
-«Pues bien, ese «Dios desconocido» que vosotros veneráis sin conocerlo, yo
vengo a anunciároslo...» Había visto también un altar con esta inscripción: «Al
dios desconocido».
Es decir, a la multitud y variedad de todo lo que pudiera existir.
-«Los hombres buscan a Dios y van a tientas esforzándose en alcanzarlo...»
San Pablo no rechaza el esfuerzo de los hombres para encontrar a Dios. Todas
las religiones, en cierto modo, son una búsqueda titubeante de Dios. Eso es
respetable. El Concilio trató ese tema: «La Iglesia Católica no rechaza nada de
lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.... Considera con sincero
respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más
que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, aportan sin embargo, no
pocas veces, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.»
(_Vat-II.Nostra aetate, 2).
Ayúdanos, Señor, a mirar siempre con benevolencia las costumbres y gustos
diferentes de los nuestros.
-Dios no está lejos de nosotros, pues en El vivimos, nos movemos y somos.
Y Pablo cita entonces a un poeta griego. Entra en el universo cultural de
aquellos a quienes se dirige.
-Dios, pues, anuncia ahora a los hombres... que ha designado a un hombre, que
habiéndolo resucitado de entre los muertos...
¡Aquí está lo esencial!: ¡La resurrección de Jesús! Después de los preliminares
de orden cultural o filosófico, llega a hablar de «Jesús» en su misterio
principal. ¡Su predicación, sobre este punto, será un fracaso!
REFLEXIÓN DEL SALMO 148 LLENOS ESTÁN EL CIELO Y LA TIERRA DE TU GLORIA.
Es un himno de alabanza, que forma parte del conjunto de salmos que los judíos
rezan por las mañanas (el tercer Hallel o la «alabanza de la mañana», Sal
146-150). Está basado en el cántico de las criaturas de Dan 3,5 2-90.
Este salmo comienza y termina con la misma exclamación: « ¡Aleluya!» (Término
hebreo que significa «alabad al Señor»). Podemos dividirlo en dos partes: 1-6 y
7-14. Cada parte tiene una serie de invitaciones a la alabanza de las que se
exponen las razones o motivos. En la primera, se alaba al Señor en el cielo; en
la segunda, la alabanza tiene lugar en la tierra. Para el pueblo de la Biblia,
la expresión «cielo y tierra» abarca la totalidad del universo. Estamos, pues,
ante una alabanza cósmica, universal.
En la primera parte (1-6), tenemos ocho invitaciones a la alabanza,
introducidas por el imperativo «alabad». El ámbito de esta alabanza es el
cielo. Se mencionan siete elementos cósmicos a los que se invita a la alabanza:
los ángeles (mensajeros), los ejércitos (los astros celestes), el sol, la luna,
los astros lucientes (es decir, las estrellas), los cielos de los cielos y las
aguas que están por encima de los cielos. Estos seres sin voz son despertados
por el deseo humano de alabar. La invitación a hacerlo supone ya una forma de
alabanza. Hay que tener presente el modo en que el pueblo de la Biblia
imaginaba la constitución del espacio que hay por encima de nuestras cabezas.
Se supone que existen de tres a siete cielos, siendo el más alto de ellos la
morada de Dios. También creían en la existencia de las aguas superiores (4b),
de donde provenían las lluvias.
El motivo de la alabanza viene introducido con un «pues» (5b): todas estas
cosas han sido creadas por el Señor. Tenemos aquí un foco de tensión con las
religiones paganas, sobre todo las de Babilonia, en las que se adoraba al sol y
la luna. Aquí, los seres celestes son obra de Dios y se les invita a
reconocerlo como su creador, obedeciéndole en todo (6).
En la segunda parte (7-14), la invitación a la alabanza se hace en la tierra
(tenemos un esquema muy parecido al de Dan 3,52- 90). El salmo recorre algunos
sectores de la tierra, con la intención de abarcar todas las cosas creadas que
contiene: los mares (abismos), los fenómenos atmosféricos, los accidentes
geográficos, el reino vegetal, el reino animal, la gente —sin distinción— y,
sobre todo, el pueblo íntimo del Señor, Israel. Tenemos una secuencia
extraordinaria y progresiva de veinticuatro grupos (12 más 12) a los que se
invita a la alabanza, que culmina con el pueblo de Israel, cumbre y corona de
toda esta alabanza cósmica: monstruos marinos y abismos (los océanos y sus
habitantes), rayos, granizo, nieve, niebla y huracán (fenómenos atmosféricos),
montes y colinas (accidentes geográficos), árboles frutales y cedros (reino
vegetal, en general), fieras y animales domésticos, reptiles y pájaros (reino
animal, sin distinción), reyes y pueblos, príncipes y jueces (el pueblo y sus
líderes), los jóvenes y las doncellas (sin discriminación sexual), ancianos y
niños (sin discriminación por motivo de edad), pueblo íntimo (Israel).
Las razones de la alabanza son las siguientes: el nombre del Señor es el único
nombre sublime (13a; comparar con 5a); la majestad de este nombre está por
encima de la tierra (segunda parte) y más allá del cielo (primera parte). El
salmo reconoce, a pesar de todo, los límites de la alabanza humana y universal.
Pero el hecho de alabar este nombre refuerza el vigor del pueblo. Como ya hemos
dicho, la cúspide de estas invitaciones a la alabanza se encuentra en la
última, el vigésimo cuarto elemento llamado a la alabanza: los fieles del
Señor, los hijos de Israel, el pueblo íntimo de Dios.
Este salmo es una alabanza cósmica al Dios creador, cuyo nombre (Yavé, «el
Señor») es sublime y majestuoso y es mucho más elevado que toda la orquesta
sinfónica del universo que canta sus alabanzas. Hay algunos puntos de tensión
por detrás de la fraternidad de todas las cosas creadas por el Señor. En primer
lugar, el recuerdo de que los seres celestes, sobre todo el sol y la luna (3a),
son criaturas de Dios y obedecen eternamente sus leyes. No son dioses. En
segundo lugar, la mención de los líderes —reyes, príncipes y jueces (11) —, tan
habituados al poder y sometidos fácilmente a la tentación de ponerse en el
lugar de Dios. En tercer lugar, este salmo critica las discriminaciones de
raza, convocando a Israel (14b) y a los pueblos (11a) a la misma alabanza. En
cuarto lugar, el salmo está en contra de la discriminación por razones de sexo
o de edad (12-13a).
En el original hebreo, el nombre propio de Dios —Yavé, que aquí traducirnos por
«el Señor»— aparece cuatro veces (algunas traducciones, como la que estamos
siguiendo, repite en más ocasiones la denominación de Dios como «el Señor»). Se
cita tres veces el «nombre». Parece que el rostro de Dios en este salmo depende
en buena medida de estas dos palabras, muy relacionadas entre sí, pues su
nombre es el Señor. «El Señor» está fuertemente vinculado a la alianza con
Israel, en primer lugar. Pero aquí, esta alianza se establece con todo el
universo, pues todas las cosas provienen del mismo y único creador. Hay una
especie de fraternidad cósmica. Todas las cosas, seres y pueblos, animados por
Israel, despiertan a un coro universal de alabanza de la fuente común de la
vida que nos convierte, al mismo tiempo, en hijos y hermanos. No obstante, este
salmo nos enseña a ser humildes ante Dios, pues su nombre es sublime y su
majestad se eleva por encima de la tierra y el cielo, Por tanto, él es más
grande que nuestras palabras y que nuestras alabanzas.
Este salmo resuena de distintas maneras en la vida de Jesús, hermano de toda la
humanidad y de todas las cosas. El nos enseñó el nuevo y definitivo nombre de
Dios: «Padre». Y nos enseñó también a reconocerlo como fuente y origen de la
vida de todo lo que existe: Padre Nuestro (Mt 6,9ss). En este sentido, vale la
pena leer el evangelio de Juan prestando atención a la relación que Jesús tiene
con su Padre. Jesús luchó contra cualquier tipo de discriminación (por motivos
de raza, sexo o edad) y recordó que de la boca de los niños de pecho sale una
alabanza a Dios (cf. Mt 21,14-17).
Para rezar este salmo como se merece, conviene tener un corazón ecuménico en el
que quepan todos sin distinción, también las criaturas más sencillas, pues
incluso los reptiles que se arrastran o los pájaros con su vuelo constituyen
una silenciosa y misteriosa alabanza de Dios...
REFLEXIÓN PRIMERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,12-15 EL
ESPÍRITU DE LA VERDAD OS GUIARÁ HASTA LA VERDAD PLENA.
El texto incluye la quinta promesa de la misión del Espíritu, maestro y guía
hacia la plenitud de la verdad. Tras una introducción al tema (v. 12), el
fragmento, de valor teológico, se desarrolla en tres pasajes paralelos, que
concluye cada uno con la misma fórmula (“Os lo revelará”: vv. 13.14.15) y con
una progresión temática doctrinal sobre las tres personas divinas: el Espíritu,
Cristo, el Padre.
Jesús querría revelar a los suyos muchas otras cosas, mas por ahora no pueden
entenderlas. Antes tendrán que recibir el Espíritu. El Paráclito será la ayuda
de los discípulos y les introducirá en «la verdad completa» (v. 13), esto es,
inaugurará un período nuevo del conocimiento de la Palabra de Jesús. Su
instrucción se desarrollará en lo íntimo del corazón de cada discípulo, y con
ella conocerán los secretos de la verdad de Cristo y le podrán hacer entrar en
ellos. La tarea del Espíritu será semejante a la de Jesús, aunque dirigida al
pasado y al futuro. Del mismo modo que el Hijo, en su vida terrena, no hizo
nada sin el consenso y la unidad del Padre, así el Espíritu, en el tiempo de la
Iglesia pos pascual, actuará en perfecta dependencia de Jesús y «dirá
únicamente lo que ha oído» (v. 13c). Guiará en la comprensión interior de la
Palabra de Jesús; más aún: de Jesús mismo, «y os anunciará las cosas venideras»
(v. 13d), es decir, os hará ver la realidad de Dios y de los hombres, como el
Padre y el Hijo la ven; os hará conocer, de modo verdadero, los acontecimientos
del mundo y de la historia desde la perspectiva de la novedad iniciada por la
muerte y la resurrección de Cristo, siempre nueva y creativa interiormente.
El Espíritu prometido permitirá a los discípulos comprender las cosas de Dios
tal como han sido reveladas por Jesús. El Espíritu hará la exégesis de las
palabras del Señor para que puedan caminar a través de la historia con la
«mente de Dios», con su modo de ver y de juzgar, de sentir y de obrar. También
expresa la alteridad del discípulo y de la Iglesia respecto al mundo. El
sentido de las cosas, de la historia, de los acontecimientos, está reservado a
los que tienen el Espíritu. Ahora bien, es preciso que el Espíritu pueda
hablar. La tradición ha hablado de la necesidad de disponer de un corazón
«purificado» para comprender las cosas de Dios tal como son sugeridas por el
Espíritu. El Oriente cristiano ha meditado largamente sobre la bienaventuranza:
«Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios». La visión de Dios
y de sus cosas, la comprensión de las palabras de Jesús, su actualización a las
distintas situaciones en diferentes momentos de la historia personal o general,
están reservadas a aquellos que dejan hablar al Espíritu, en un corazón
purificado, progresivamente liberado de los apegos y condicionamientos
mundanos. Las épocas más creativas para la fe han sido las épocas en las que se
nos obligaba a la liberación interior, a la oración, a la santidad. Es en los
santos donde las palabras del Señor se realizan al máximo. A ellos es a quienes
se da la comprensión profunda de las cosas de Dios, así como una comprensión
particular del momento histórico. Conocer la realidad según Dios es algo
distinto al conocimiento necesario típico de la racionalidad: es dejar que el
Espíritu hable en un corazón desalojado de las cosas demasiado terrenas.
REFLEXIÓN SEGUNDA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,12-15. ¿FUE INCOMPLETA
LA ENSEÑANZA IMPARTIDA POR JESÚS A SUS DISCIPULOS DURANTE SU MINISTERIO TERRENO?
¿Fue incompleta la enseñanza impartida por Jesús a sus discípulos durante su
ministerio terreno? La respuesta afirmativa parece deducirse claramente de las
palabras que abren esta pequeña sección. En el terreno de la enseñanza quedaban
muchas cosas que Jesús no pudo enseñar por falta de comprensión en sus
discípulos. ¿Cómo se explica esta «insuficiencia» en su función magisterial?
El evangelio nos ha dicho que algunos acontecimientos de la vida de Jesús no
fueron entendidos por los discípulos cuando tuvieron lugar, sino después de la
resurrección (2, 22, con motivo de la purificación del templo; 12, 16, a
propósito de la profecía citada con motivo de la entrada solemne en Jerusalén)
En los ejemplos mencionados estamos ante una incomprensión muy natural
Refiriéndose a predicciones del futuro es lógico que no fuesen comprendidas
hasta que tuvieron lugar.
Esta verdad «completa» no debe ser entendida cuantitativamente es decir, en el
sentido de un determinado número de verdades que Jesús no habría enseñado y que
serían dadas a conocer por el Espíritu Santo La verdad «completa» debemos
entenderla cualitativamente. Se trataría, por tanto, de una comprensión en
profundidad; penetración del misterio de la persona de Cristo y de su obra, del
sentido de su muerte, del sentido universalista de su misión salvadora… Todo
esto no podía ser comprendido entonces por los discípulos. Posteriormente, a la
luz de la resurrección, del Espíritu y de la vida de la Iglesia, iría
adquiriendo la claridad que entonces no tenía. Así lo demuestran las cartas de
Pablo, la carta de los Hebreos y los mismos evangelios, particularmente el de
Juan.
Jesús habla de la verdad completa, no de nuevas verdades; por tanto, de un
conocimiento más profundo siempre creciente, de aquello que él había dicho y
hecho. Por eso, esta novedad prometida no contradice. lo que ha afirmado
anteriormente (15, 15), cuando, al llamarles sus amigos, afirma que les ha
comunicado todo aquello que había oído a su Padre.
Os comunicaré las cosas futuras una de las formas en que la Iglesia experimentó
la presencia del Espíritu Santo fue la profecía. El espíritu de profecía que
actuaba en cristianos individuales, que predecían acontecimientos que iban a
ocurrir. Pero, evidentemente no se trata única ni preferentemente de ese
espíritu de profecía centra do en la predicción del futuro Lo esencial Para los
cristianos era conocer no exactamente lo que iba a ocurrir sino lo que estaba
ocurriendo actualmente. En realidad ésta fue la principal tarea de los profetas
del Antiguo Testamento descubrir la profundidad y dimensión total de los
acontecimientos que ocurrían para que no quedasen en un nivel superficial, sino
que fuesen vistos en esa perspectiva profética.
Jesús había dado determinadas enseñanzas al respecto, pero promete el Espíritu
para que lleve a los cristianos a esta comprensión profética de los
acontecimientos en cualquiera de las situaciones en que se encuentre la
Iglesia.
Este Espíritu será quien glorifique a Jesús. Porque, gracias a la luz del
Espíritu, los discípulos podrán comprender que la humillación de Cristo, su
muerte, fue el principio de la exaltación, de la «elevación» hacia el Padre.
Les llevaría a la comprensión total de lo que, durante el ministerio terreno de
Jesús, permaneció oculto. Era necesario caer en la cuenta de que Jesús era el
plenipotenciario del Padre, su agente enviado, para la salvación del mundo. Y
esto sólo quien está en los secretos de Dios, como su Espíritu, podrá conocerlo
y darlo a conocer.
REFLEXIÓN TERCERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,12-15 HASTA LA VERDAD PLENA.
“Me quedan muchas cosas por deciros” “El Espíritu os llevará a la verdad
completa”. Parecería que Jesús se contradice. ¿No había dado como señal de su
amistad la revelación de todos sus secretos? (Jn 15,15). ¿Cómo es que ahora les
dice: “Me quedan muchas cosas por deciros” y que “el Espíritu os llevará a la
verdad completa”?
Esta verdad completa no debe ser entendida cuantitativamente, es decir, en el
sentido de un determinado número de verdades pendientes, sino que hemos de
entenderla cualitativamente. Se trata de una comprensión más profunda de la
persona de Cristo y de su obra, del sentido de su muerte, de la universalidad
de su misión salvadora...
Todo esto no podía ser comprendido entonces por sus discípulos debido a su
formación farisaica. Por su mesianismo político, no acaban de comprender al
Mesías-Siervo paciente, que haya de restaurar a Israel justamente con la
humillación.
Desde el punto de vista moral, la justicia es para ellos fruto del esfuerzo; la
hacen consistir en el cumplimiento legal. Interiormente están movidos por un
moralismo raquítico. Tienen unas claves equivocadas el premio, el castigo. Dios
es un amo severo. Más tarde, a la luz de la resurrección y del Espíritu, irán
adquiriendo más claridad, más profundidad. Por eso, esta novedad prometida no
contradice su afirmación de que les ha comunicado todos sus secretos (Jn
15,15). El mismo Juan nos ha dicho que no entendieron algunos acontecimientos
de la vida de Jesús cuando tuvieron lugar, sino después de la resurrección por
obra y gracia del Espíritu Santo: “Se les abrieron los ojos para comprender las
Escrituras” con respecto a la “destrucción del templo” vivo de su cuerpo (Jn
2,22), a la entrada triunfal (Jn 12,16), en las profecías que evoca a los de
Emaús (Lc 24,27).
Docilidad al Espíritu. La revelación concluyó con la muerte del último apóstol.
Pero ellos sólo desarrollaron los principios y las verdades fundamentales
proclamadas por Jesús. El Espíritu les impulsó a vivir con talante filial y
fraterno la fe en Jesús (Rm 8,15), a encarnar el Evangelio en las
circunstancias concretas de las comunidades, a traducirlo a la cultura greco-
romana, a organizar la vida del nuevo pueblo de Dios, a evangelizar con
fidelidad y abrir las puertas a los paganos, a reconocer los carismas de cada
uno. De hecho, en las primeras comunidades cristianas se suscitan discusiones
con respecto a la postura ante los paganos (Hch 15,2; Gá 2,11), en relación con
las recomendaciones para la convivencia (Hch 15,28), en lo referente al reparto
de las ayudas a los pobres (Hch 6,1).
En efecto, las primeras comunidades cristianas se ponen a la escucha del
Espíritu, que no es una actitud pasiva, iluminista, sino que se sirven de las mediaciones:
el diálogo como en el Concilio de Jerusalén, la escucha de la Palabra y la
oración en la elección de Pablo y Bernabé para la misión itinerante (Hch 13,2).
Es el Espíritu el que manifiesta los destinatarios a los que hay que dirigirse
(Hch 16,6- 10; Gá 2,9), el que abre la boca de los enviados y los corazones de
quienes lo reciben para acogerlo dócilmente (Mt 10,19-20; Hch 16,14). “Nos ha
parecido al Espíritu Santo y a nosotros...” (Hch 15,28); esta afirmación de
Pedro refleja la auténtica actitud ante el Espíritu. Es lo que corresponde a
cada persona y a cada comunidad cristiana.
¿Contamos con el Espíritu? Es muy posible que estemos en una situación similar
a la de los apóstoles antes de abrirse a la acción del Espíritu. Son muchos los
que reducen su cristianismo a hacer de su cabeza un museo de ideas desordenadas
e inconexas, como cajón de sastre, en el que se mezclan las creencias con los
grandes mensajes, los ritos mágicos con las grandes celebraciones
sacramentales. Me estoy refiriendo también a los cristianos “piadosos”.
Escuchan los relatos evangélicos, pero sin entenderlos ni digerirlos. Por eso
Juan Pablo II insistía en la nueva evangelización y en la catequesis
sistemática. Necesitamos la iluminación del Espíritu para encarnar acertadamente
el Evangelio en nuestra compleja vida personal y comunitaria. Necesitamos el
Espíritu para interpretar y comprender la Palabra; el Espíritu que inspiró a
los autores sagrados para transmitirnos la revelación, inspira a los lectores y
oyentes para que podamos captarla y dejarnos interpelar por ella. Necesitamos
el Espíritu para tener acierto en el anuncio y el testimonio que el Señor nos
ha confiado.
Para que el Espíritu nos lleve a la “verdad completa” es necesaria la humildad,
darnos cuenta de lo poco perceptivos que somos. Los apóstoles, por boca de
Pedro, quieren dar lecciones al mismo Maestro; aquél le corta el paso en su
viaje a Jerusalén (Mt 16,22), se niega dejarse lavar los pies (Jn 13,8).
Resulta iluminador cómo personas “piadosas”, cuando profundizan en la fe,
descubren con asombro sus grandes carencias.
Otra actitud indispensable para la acción del Espíritu es la fe, que no se
reduce a creer que “hizo” maravillas en al pasado, en aquellos rudos pescadores
y demás miembros de la comunidad, sino que aquellas maravillas son garantía de
las que hará en nosotros, si somos dóciles. El libro de los Hechos nos presenta
la acción del Espíritu casi siempre durante la oración o en un encuentro
comunitario; es decir, en estado de búsqueda. Nada de pasividad. Esto supone,
como en las primeras comunidades, escucha de la Palabra (Hch 2,42).
Como es obvio, la acción del Espíritu presupone docilidad para seguir sus
impulsos y obedecerle. Un teólogo oriental señala la diferencia entre un
cristianismo que ignora el Espíritu y el que se apoya en Él: “Sin el Espíritu
Santo, el Evangelio es letra muerta; la Iglesia no pasa de ser una simple
organización; la misión, mera propaganda; el quehacer de los cristianos, una
moral de esclavos. Pero, con el Espíritu Santo, el Evangelio aparece como
explosión de vida; la Iglesia, como comunión trinitaria; la misión, como un
nuevo Pentecostés y el quehacer humano, algo divino”.
REFLEXIÓN CUARTA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,12-15 EL ESPÍRITU DE LA
OS GUSTARA HASTA LA VERDAD PLENA.
Texto. Los discípulos no comprenderían ahora lo que Jesús tendría aún que decirles (v. 12). El Espíritu será guía de la verdad plena porque no lo hará por cuenta propia sino en calidad de portavoz e intérprete de Jesús (vs. 13-14) y, en definitiva, del Padre (v. 15). J/VERDAD VERDAD/J: Sentido del texto. Es importante empezar notando que el texto opera con la identificación Jesús-verdad. La verdad no es pues un concepto o una categoría sino una persona. La verdad plena es la comprensión más profunda de Jesús y de su mensaje. Pleno, pues, no en sentido de totalidad cerrada sino en sentido de más profundo. El conocimiento de una persona no se hace ni se agota una vez por todas: se va haciendo continuamente, diariamente. Facilitar este conocimiento es la tarea y la función del Espíritu: El irá llevando al grupo cristiano a un conocimiento cada vez más hondo de Jesús. Este conocimiento es el contenido de la expresión del v. 12: "muchas cosas me quedan por deciros".
"Comunicar lo que está por venir" (v. 13) significa hacer ver a las generaciones venideras el significado que para ellas posee lo que Jesús hizo y enseñó. La mejor preparación cristiana para el porvenir no es una previsión exacta del futuro sino un conocimiento profundo de lo que Jesús significa para cada época. Hay mucho terreno inexplorado en la verdad de Jesús, es decir, en su persona, que sólo puede ser conocido a medida que la experiencia coloca a la comunidad delante de nuevos hechos o circunstancias. Los cristianos deberán saber estar abiertos, por una parte, a la vida y a la historia y, por otra, a la voz del Espíritu que se la interpreta.
El Espíritu, posibilitando un mayor conocimiento de lo que Jesús significa para cada época, glorifica a Jesús es decir, manifiesta quién es, sus enormes posibilidades de vida, de amor, de fuerza transformadora para nuestro mundo. Y, en última instancia, manifiesta al fascinante, maravilloso y sorprendente Dios de Jesús, al Padre
Es cierto que Jesús ha presentado a sus discípulos la verdad de todo lo que él oye (15, 15). Pero los próximos al Jesús histórico no han llegado a captar el alcance de lo dicho. Sobre todo por lo que se refiere al fracaso de la pasión, cf. 19, 17; Lc 11, 46; 14, 27; Gál 6, 2.5). Tal vez haya que reconocer simplemente que la comprensión progresiva del evangelio es parte del querer de Dios sobre los hombres. En la fe es preciso andar sin parar, pero sin prisas.
Uno de los cometidos del Espíritu es llevar a los discípulos hasta el conocimiento pleno de Jesús. Del mismo modo que Jesús remite a su Padre (7, 17-18; 12, 49), el Espíritu remite al Hijo. Lo que en otras palabras quiere decir: la única revelación posible es el Hijo. O, dicho de otro modo: la única forma de acceso a Dios es la persona de Jesús. Cuando en la vida del cristiano esto deja de ser teoría se convierte en algo con una temible capacidad de transformación.
Esta es una expresión que indica cómo los tiempos completos, el fin último de todas las cosas, se realizará según el modelo que es el mismo Cristo.
Que el Espíritu glorifica a Cristo es realidad en la medida en que conduce a los discípulos progresivamente al conocimiento de la realidad que se manifiesta en él; y, al mismo tiempo, acaba su obra, que era la de glorificar o manifestar al Padre. Así la obra de revelación aparece coherente en lo que llamamos misterio trinitario. Una visión que solamente es comprensible desde dentro, desde presupuestos de fe.
ELEVACIÓN ESPIRITUAL PARA ESTE DÍA.
No esperéis escuchar de nosotros
las verdades que el Señor no quiso decir a sus discípulos por no estar aún en
condiciones de comprenderlas. Aplicaos, más bien, a progresar en la caridad,
que desciende a vuestros corazones por medio del Espíritu Santo que os ha sido
dado. Gracias al fervor de vuestra caridad y al amor que alimentáis por las
cosas del alma, podréis experimentar interiormente aquella luz, aquella voz
espiritual que los hombres atados a la carne son incapaces de tolerar; y que no
se presentan con signos que los ojos del cuerpo pueden ver, ni se hacen oír con
sonidos que los oídos pueden oír. No se puede amar, ciertamente, lo que nos es
del todo desconocido. Pero amando lo que conocemos en parte, por efecto de este
mismo amor se llega a conocerlo cada vez mejor, cada vez de un modo más
profundo.
REFLEXIÓN ESPIRITUAL PARA EL DÍA.
Hace varios años, tuve la oportunidad de encontrar a la madre Teresa de
Calcuta. Tenía en aquel momento muchos problemas y decidí aprovechar esta
ocasión para pedir consejo a la madre Teresa. Apenas nos sentamos, empecé a
mostrarle todos mis problemas y dificultades, intentando convencerla de lo
complicados que eran. Cuando, tras haberle expuesto elaboradas explicaciones
durante unos diez minutos, me callé, la madre Teresa me miró tranquilamente y
me dijo: «Bien, si dedicas una hora cada día a adorar a tu Señor y no haces nunca
lo que sabes que es injusto..., todo irá bien». Cuando oí estas palabras me di
cuenta de improviso de que había pinchado mi globo hinchado, un globo compuesto
de complicada auto conmiseración, y me había señalado, mucho más allá de mí
mismo, el lugar de la verdadera curación. En realidad, me quedé tan pasmado con
su respuesta que no sentí ningún deseo o necesidad de continuar.
Al reflexionar sobre este breve, aunque decisivo, encuentro, me doy cuenta de
que yo le había planteado una pregunta por lo bajo y ella me había dado una
respuesta por lo alto. De primeras, su respuesta no parecía adecuada con
respecto a mi pregunta, pero, después, empecé a comprender que su respuesta
venía desde el lugar de Dios y no desde el lugar de mis lamentaciones. La mayoría
de las veces reaccionamos a preguntas por lo bajo con respuestas por lo bajo.
El resultado es que cada vez hay más preguntas y, con frecuencia, respuestas
cada vez más confusas. La respuesta de la madre Teresa fue como una lámpara de
luz en mi oscuridad. Conocí, de improviso, la verdad sobre mí mismo.
EL ROSTRO DE LOS PERSONAJES, PASAJES Y NARRACIONES DE LA SAGRADA BIBLIA Y EL
MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA: PABLO LLEGA A ATENAS CON DOS O TRES CRISTIANOS.
Los hermanos que escoltaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Después de
Filipos, ahora Atenas, la capital de Grecia.
Si Roma es la capital administrativa del Imperio, Atenas sigue siendo la
capital filosófica: ¡en ella se discuten las grandes corrientes del
pensamiento!
.Atenas. Pablo, con dos o tres cristianos, llega a Atena Sin entrar en el
detalle de una evocación histórica, vale la pena de considerar lo que Atenas
significa. Es una ciudad de un medio millón de habitantes, es una ciudad
inhumana en la que los esclavos y los pobres constituyen los dos tercios de la
población. Una ciudad cosmopolita en la que se mezclan y se enfrentan todas las
razas. Una ciudad depravada donde alardean cínicamente todos los vicios.
Y con todo, guiado por el Espíritu, es a esas grandes ciudades que Pablo
se lanza prioritariamente.
A nosotros, que tan a menudo nos encontramos también ante la angustia de dar a
conocer el evangelio a un mundo masivamente paganizado, danos Señor tu
Espíritu. Concédenos poder introducir el evangelio en el corazón del mundo.
Pablo, de pie en medio del Areópago dijo: «Atenienses... al pasar he
contemplado vuestros monumentos sagrados...»
El Areópago es la «plaza» central de Atenas. El lugar donde se reúnen los
filósofos y los estudiantes para discutir. Imagino a Pablo en ese contexto. Lo
veo paseando por esa gran ciudad, lo veo en la Acrópolis, en medio de templos y
de estatuas de mármol, de dioses y diosas: « ¡vuestros monumentos sagrados!»
En su predicación, parte de la vida y de las preocupaciones de sus oyentes.
«Pues bien, ese «Dios desconocido» que vosotros veneráis sin conocerlo, yo
vengo a anunciároslo...»
Había visto también un altar con esta inscripción: «Al dios desconocido». Es
decir, a la multitud y variedad de todo lo que pudiera existir.
«Los hombres buscan a Dios y van a tientas esforzándose en alcanzarlo...»
San Pablo no rechaza el esfuerzo de los hombres para encontrar a Dios. Todas
las religiones, en cierto modo, son una búsqueda titubeante de Dios. Eso es
respetable. El Concilio trató ese tema: «La Iglesia Católica no rechaza nada de
lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.... Considera con sincero
respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más
que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, aportan sin embargo, no
pocas veces, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.»
(Nostra aetate, 2).
Ayúdanos, Señor, a mirar siempre con benevolencia las costumbres y gustos
diferentes de los nuestros.
Dios no está lejos de nosotros, pues en El vivimos, nos movemos y somos.
Y Pablo cita entonces a un poeta griego. Entra en el universo cultural de
aquellos a quienes se dirige.
Dios, pues, anuncia ahora a los hombres... que ha designado a un hombre, que
habiéndolo resucitado de entre los muertos... ¡Aquí está lo esencial!:
¡La resurrección de Jesús! Después de los preliminares de orden cultural o
filosófico, llega a hablar de «Jesús» en su misterio principal. ¡Su
predicación, sobre este punto, será un fracaso! +
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