Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

7 de mayo de 2024

MARTES DE LA VI SEMANA DE PASCUA. 2º semana del Salterio. (Ciclo B) TIEMPO DE PASCUA. Memoria obligatoria. MES DEDICADO A LA VIRGEN MARÍA.

 


LITURGIA DE LA PALABRA



Hch 16,22-34. Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia.
Salmo 137.R/. Señor, tu derecha me salva.
Jn 16,5-11. Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor.


Jesús anuncia su vuelta al Padre, pero no dejará solos a sus discípulos: les enviará el Espíritu. Más allá de la tristeza que la ausencia de Jesús provoque, que incluso impide que le pregunten a dónde va, la presencia del Espíritu Santo es la que hará que lleguen a comprender plenamente a Jesús. El Espíritu será quien mediante su obra y el testimonio inspirado de los discípulos mostrará la verdad. El mundo, que no puede ver, no por indiferencia sino por hostilidad, es responsable del Pecado al no haber reconocido la Justicia de Dios en Jesús. Esto constituye en sí la sentencia al príncipe de este mundo, por lo tanto es sentencia a la Maldad del mundo en su persona, que acusó y llevó a Jesús a la muerte.



 

Jesús vence al mal y a la muerte mediante la resurrección. El Espíritu Santo otorga el discernimiento necesario para ver la victoria de Jesús, revelando a la comunidad la presencia de Jesús que está junto al Padre. Esa convicción dada a los discípulos hará que marchen a dar testimonio, desafiando al mundo en la concreción de las fuerzas históricas del mal.

 

 

REFLEXIÓN DE LA PRIMERA LECTURA: HECHOS DE LOS APÓSTOLES 16,22-34 CREE EN EL SEÑOR JESÚS Y TE SALVARÁS TÚ Y TU FAMILIA



Pablo y Silas están en la cárcel por haber expulsado el espíritu de adivinación de una esclava: «El espíritu salió de ella en aquel mismo instante, pero sus amos, al ver que habían desaparecido sus expectativas de lucro, echaron mano a Pablo y a Silas y los llevaron a la plaza pública ante las autoridades» (vv. 18b-19) acusándoles de turbar el orden público.

Los “estrategas” de Filipos, sin hacer demasiadas averiguaciones, ordenan que azoten con varas a los acusados y encargan al carcelero que los vigile con cuidado. Por eso, al día siguiente, cuando los magistrados querían liberar a los prisioneros, Pablo protesta de manera vivaz y, haciéndose fuerte en su ciudadanía romana, les exige explicaciones por su acción ilegal. Lucas se muestra solícito también en esta ocasión en sacar a la luz el derecho romano, que favorece la libre circulación de la Palabra. Las persecuciones todavía están lejos.

Entre ambos episodios «policíacos» se inserta la clamorosa conversión narrada en nuestro pasaje: el testimonio sereno de los prisioneros, su lealtad, la serie de acontecimientos extraordinarios, conmueven al carcelero y le hacen plantear la pregunta: « ¿Qué debo hacer para salvarme?».

La respuesta no consiste en una serie de preceptos, sino en la presentación de una persona: «Si crees en el Señor Jesús, os salvaréis tú y tu familia». Así, a la «prosélito judía» se añade un «funcionario romano»: dos conversiones que entran a formar parte de una comunidad muy querida por Pablo. En efecto, los cristianos de Filipos le habían «robado» a Pablo el corazón.



REFLEXIÓN DEL SALMO 137  SEÑOR, TU DERECHA ME SALVA.



El salterio nos ofrece este bellísimo poema en el que el salmista, en nombre de todo el pueblo, saca de su corazón un dolor, unos lamentos, que conmueven las más escondidas e inescrutables fibras del alma.

Israel está en Babilonia. Exiliado en una nación extraña y gentil, vaga desconsolado por su nuevo desierto; y la terrible nostalgia de habitar lejos de la Ciudad Santa, de la que, al igual que su templo, no quedan sino despojos, aviva su dolor como si un hierro candente atravesara de parte a parte todo su ser: «Junto a los canales de Babilonia nos sentamos y lloramos, con nostalgia de Sión. En los sauces de sus orillas colgamos nuestras arpas».

Los habitantes de Babilonia, conocedores de la belleza de las liturgias que Israel celebraba en su Templo santo, piden a los judíos que les canten algunos de los maravillosos himnos de alabanza con los que bendecían y alababan a Yavé, su Dios. Los israelitas consideran esta solicitud como algo irreverente e insultante. Es ofensivo que un pueblo que alaba con sus himnos al Dios que manifiesta su gloria en su Templo santo, acceda a degradarlos con el fin de alegrar el corazón de los gentiles que nunca le han conocido: «Allí, los que nos deportaron pedían canciones, nuestros raptores querían diversión: “¡Cantadnos un cantar de Sión!”. “¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!”.

El profeta Jeremías, dotado de una sensibilidad poco común, es probablemente quien con mayor intensidad ha expresado el dolor de su pueblo ante la hiriente realidad del destierro, Escribe el libro de las Lamentaciones que manifiesta, en toda su crudeza, su dolor incomparable por el abatimiento a que ha llegado el pueblo santo: «Ha cesado la alegría de nuestro corazón, se ha trocado en duelo nuestra danza. Ha caído la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! Por eso está dolorido nuestro corazón, por eso se nublan nuestros ojos» (Lam 5,15-17).

No obstante, el profeta nos deja abierta una puerta a la esperanza: suplica a Yavé para que vuelva a ser propicio con su pueblo: « ¿Por qué has de olvidarnos para siempre, por qué toda la vida abandonarnos? ¡Haznos volver a ti, Yavé y volveremos! Renueva nuestros días como antaño» (Lam 5,20-21).

El tema bíblico del destierro nos plantea un interrogante. ¿Cómo es posible que Dios, cuya misericordia y bondad sean ilimitados, castigue con tanta severidad al pueblo de sus entrañas a causa de su infidelidad? No es difícil aventurar que Israel se hiciese esta pregunta, tan cruel y descarnada, cuando se vio sumido bajo el dominio del rey de Babilonia. Parece como si aflorase una terrible duda: ¿es posible creer en medio de tanta desolación?

Tenemos que distinguir entre castigo y corrección. El castigo, la punición, no son buenos en sí mismos, podría entenderse como pagar por un mal que se ha hecho. En este sentido no podemos hablar del destierro como castigo de Dios. La corrección viene en ayuda del hombre, es un corregir para enderezar lo que se ha torcido. La corrección está en función de la madurez. Sabemos que durante su destierro, Israel desarrolló una madurez espiritual impensable. El pueblo había cerrado sus oídos a las palabras de los profetas enviados por Dios, y adulaban servilmente a los falsos profetas que nunca les pusieron en la verdad.

Es en el destierro cuando Israel valora la palabra de los verdaderos profetas. Se multiplican los lugares de culto en los que la Palabra es predicada, bendecida y alabada. Además, su relación con Yavé se hace desde la verdad, sin esconder su pecado, cosa que antes hacían y muy elegantemente, amparándose en el esplendor de sus liturgias.

Como expresión de la nueva dimensión espiritual del pueblo, recogemos unos textos de Daniel, profeta que vivió como pocos el exilio de Babilonia. Daniel bendice a Yavé en este pueblo extraño porque no por ello deja de ser el Dios de sus padres: «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, loado, exaltado eternamente. Bendito el santo nombre de tu gloria, loado, exaltado eternamente. Bendito seas en el templo de tu santa gloria...» (Dan 3,5 1-53).

Así como reconoce que Yavé es bendito, también le reconoce como justo y fiel por la corrección que están sufriendo. Pone delante de sus ojos el pecado del pueblo: «Juicio fiel has hecho en todo lo que sobre nosotros has traído y sobre la ciudad santa de nuestros padres, Jerusalén. Sí, pecamos, obramos inicuamente alejándonos de ti, sí, mucho en todo pecamos» (Dan 3,28—29). Hecha esta confesión, el profeta sabe que puede pedir a Yavé clemencia: «Trátanos conforme a tu bondad y según la abundancia de tu misericordia. Líbranos según tus maravillas, y da, Señor, gloria a tu nombre» (Dan 3,4 1-42).

La súplica del profeta alcanza su cumplimiento y plenitud en Jesucristo, enviado por el Padre para liberar, y para siempre, a todos los hombres, Escuchemos: «Los judíos dijeron a Jesús: Nosotros somos descendencia de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: os haréis libres? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo... Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres» (Jn 8,33 -36).



REFLEXIÓN PRIMERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,5-11. SI NO ME VOY, NO VENDRÁ A VOSOTROS EL DEFENSOR



El tema fundamental que nos propone el evangelista es el Espíritu Santo, testigo de Jesús y acusador del mundo. Los versículos introductorios recogen el tema de la tristeza de los discípulos. Jesús ha hablado de las persecuciones que deberán padecer los suyos, y éstos se sienten turbados frente a esos acontecimientos. Las palabras dirigidas por Jesús a los discípulos, recogidas en los vv. 5-7, sacan a la luz su cierre. Los discípulos, atemorizados por el inminente futuro de sufrimiento que les espera, son incapaces de confiarse al que es el único que puede hacerles superar toda tristeza y angustia.

Por eso les reprocha Jesús el hecho de que ninguno le pregunte qué significa su partida al Padre y su próxima pasión y muerte, de las que ya les ha hablado otras veces (cf. 7,33; 13,33; 14,2-5.12). Si hubieran comprendido el sentido de su misión de sufrimiento redentor, se habrían tranquilizado con el pensamiento de que su «ascenso» al Padre tendría como consecuencia la venida del Espíritu, quien reforzará su convicción en torno a la victoria de su fe y les dará la comprensión plena de la verdad del Evangelio.

¿Cuál será, entonces, la tarea del Espíritu? Dar testimonio contra el mundo, que está en pecado por haber rechazado a Cristo. Él, como abogado en un proceso, revelará a los creyentes, a lo largo del desarrollo de la historia, el error del mundo. Lo pondrá en situación de acusado por su pecado de incredulidad. Probará al mundo la justicia de Cristo. Demostrará que el juicio de condena contra Jesús es inconsistente; más aún: que se ha resuelto con la condena para siempre del «que tiraniza a este mundo», sobre el que ha triunfado Cristo con su muerte-exaltación (v. 11).

Mientras el mundo condena a los discípulos porque siguen a Cristo, el Espíritu dará la vuelta a la situación, revelando el verdadero ser del mundo, su error, su nulidad. Es una luz que procede del criterio del juicio divino, diferente e incluso opuesto al del mundo. Los discípulos, perseguidos y condenados por los tribunales del mundo, pueden juzgar y condenar en lo íntimo de su conciencia al mundo, en espera del juicio final, que pondrá de manifiesto los términos exactos de la eterna lid.

De este Espíritu que refuerza los corazones, que hace evidentes las razones del creer, que da el valor necesario para oponerse a la mentalidad de este mundo, de este Espíritu —decía— tenemos hoy una extrema necesidad. Y tenemos tanta necesidad porque se trata de un mundo cada vez más seguro de sí mismo, más persuasivo, más seductor. Tenemos necesidad, sobre todo, de este Espíritu que muestra al corazón y a la mente de cuantos creen que sectores completos del mundo «mundano» tienen en sí mismos componentes diabólicos, que la batalla entre Cristo y el Príncipe de este mundo continúa, que nosotros participamos en esta lucha decisiva, dentro de nosotros, entre nosotros y en el ambiente que nos rodea.



REFLEXIÓN SEGUNDA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,5-11. OS CONVIENE QUE ME VAYA.



La presencia de un “ausente” La muerte de los testigos presenciales, enlace entre el Cristo histórico y la comunidad, produce inquietud en muchas comunidades cristianas. ¿Podrán subsistir después de la muerte del último testigo, Juan? Éste es el problema de fondo que el evangelista vive y quiere prevenir para después de su muerte. Quiere curar a sus contemporáneos de la nostalgia por la ausencia física del Maestro. También ellos la sintieron equivocadamente. La intención de Juan es avivar la fe en la presencia viva del Señor resucitado que actúa mediante su Espíritu. No son necesarios los apóstoles como no fue necesaria la continuación de la presencia física de Jesús.

Como resulta patente, el Espíritu ha obrado maravillas en aquel puñado de torpes y rudos pescadores. Queda también patente en el relato de los Hechos en los que Pablo y Bernabé dan testimonio y hacen prodigios de conversión. Y se seguirán obrando a través de los siglos. Los discípulos de hoy necesitamos también avivar la conciencia de la presencia dinámica de Jesús en el Espíritu entre nosotros. Con frecuencia no vivimos sus fecundas consecuencias.

Jesús señala: “Os conviene que yo me vaya”. Cuando Jesús habla de “irse”, hay que entender “ocultarse”; porque él mismo les ha asegurado: “No os dejaré huérfanos” (Jn 14,18); “sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Y Marcos testifica: “El Señor cooperaba confirmando el mensaje con las señales que les acompañaban” (Mt 16,20). Mientras vivía en Palestina, él mismo se veía limitado por el tiempo y el espacio, y muy pocos pudieron gozar de la fuerza liberadora de su presencia; pero la resurrección hizo posible el milagro de que todos los hombres de todas las latitudes y tiempos pudieran sentir su presencia confortadora.

Jesús está en el Padre, en el “lugar” de donde salió. Pero, aun ausente, está presente; es la ausencia de un presente o, tal vez mejor, la presencia de un ausente. Nos convenía que “se fuera”. Al no estar presente en carne mortal, sino en su Espíritu, su presencia se universaliza. Al mismo tiempo que nosotros celebramos la Eucaristía, la celebran los antípodas. Al mismo tiempo que Francisco Javier lo sentía a su lado en la India, también lo sentía presente Teresa de Jesús en España.

“Os conviene que yo me vaya” porque de este modo ya no estará su presencia circunscrita por su cuerpo físico, por el espacio y el tiempo, y ya no será una presencia, sino una omnipresencia. Gracias a su Espíritu (omnipresencia) está con los que se reúnen en su nombre (Mt 18,20), en la Palabra que se proclama en todos los rincones de la tierra y no sólo en algún lugar de Palestina; está en los panes consagrados de todo el mundo y en todos los pobres de la tierra. Jesús, con su presencia en el Espíritu, que actúa en sus enviados, denuncia, arguye al mundo, que le ha crucificado y le sigue crucificando en sus enviados, de su pecado, de su injusticia, de su ceguera.

El Espíritu en acción. Al libro de los Hechos se le llama “el evangelio del Espíritu” porque muestra a Cristo actuando por su medio. El Espíritu es el que impulsa, ilumina y da fuerza a los enviados y el que abre los corazones para que acojan la Buena Noticia.

En la lectura de ayer decía Lucas que a Lidia “el Señor le abrió el corazón para que hiciera caso a lo que Pablo decía” (Hch 16,14). Lucas brinda hoy un relato vibrante, en el que se pone de manifiesto la acción del Espíritu. Por orden de la autoridad, a Pablo y a Silas “los molieron a palos”; con todo, “a medianoche, oran cantando a Dios”; están gozosos como Pedro y Juan, por haber padecido algo por el Señor, Pablo da testimonio numerosas veces de esta alegría en el sufrimiento: “Somos los afligidos siempre alegres” (2 Co 6,10). He aquí una manifestación de la presencia y la acción del Espíritu en sus enviados, y también en los destinatarios de su misión, porque la conversión del carcelero y su familia es también obra del Espíritu.

No es que ahora el Espíritu no esté dispuesto a actuar como entonces. Lo que ocurre es que nos falta la fe necesaria, somos miopes para ver su acción detrás de los acontecimientos. Cuando vemos cómo surgen comunidades vivas y comprometidas en todo el mundo, cuando vemos a seglares, sacerdotes, religiosos que, abandonando la vida aburguesada, se comprometen con los pobres y marginados, cuando les vemos tan alegres y felices arriesgando su vida en zonas de peligro, testificando que prefieren morir antes que malgastar sus vidas viviendo confortablemente, ahí se repite el milagro misional del Espíritu. ¿Quién no conoce a seglares, sacerdotes, religiosos, médicos, enfermeras, profesores... comprometidos en centros de acogida, de enfermos del Sida, drogadictos, alcohólicos.., cristianos que arriesgan todo por ayudar a sus hermanos, hacer crecer a la Iglesia y, por medio de ella, al Reino de Dios? Son las versiones modernas de aquellos milagros del Espíritu prometido por Jesús.

La fuerza del Espíritu. El cristiano, a partir de su fe en el Espíritu, ha de ser una persona audaz, imbatible, porque no confía en sus fuerzas, sino en las del Espíritu. Uno se vuelve intrépido cuando sabe que alguien responde por él, que el Invencible está detrás de él. “No temas, yo estoy contigo” (Jr 1,8; cf. Mt 10,20; Hch 26,16-1 7), prometía Yavé a los profetas del Antiguo Testamento y Jesús a sus discípulos del Nuevo Testamento. Esto les impulsaba a arriesgarse.

Todo el que tiene el corazón abierto, recibe el Espíritu, pero sólo los creyentes sabemos que contamos con su fuerza y con su luz; por eso estamos llamados a una audacia superior a la de los que sólo confían en sus fuerzas. Si la fe en la acción por el Espíritu no nos infunde coraje, confianza y entusiasmo, ¿para qué sirve? ¿Qué plus nos aporta frente a los que no la tienen? ¿Un camino más exigente y una moral más exquisita? ¿Y para qué nos sirve si, como testifica Pablo aludiendo a su vivencia del judaísmo, estamos desfallecidos para vivirla? Esto sólo serviría para acrecentar la propia culpabilidad (cf. Rm 7,14-20). La fe en la presencia actuante del Espíritu de Jesús es lo que explica la audacia de Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13), “Dios nos ha dado un espíritu de valentía” (2 Tm 1,7).



REFLEXIÓN TERCERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,5-11. OS CONVIENE QUE YO ME VAYA.



Os conviene que yo me vaya. La partida de Jesús no sólo era conveniente para sus discípulos, sino necesaria. Porque está hablando de su muerte por ellos. Y si él no muere, el abogado no les será enviado (ver el comentario a 14, 15-21). Ahora bien, el sentido de la muerte de Jesús sólo podía ser comprendido a la luz del Espíritu. Si ellos han de ser testigos de Cristo, lo primero que deben tener claro es quién es Jesús, qué significó su presencia entre los hombres, cuál fue el sentido de su muerte y resurrección. Y de todo esto sólo adquirirán un pleno conocimiento a la luz del Espíritu, Deberían sufrir persecuciones; ahora bien, la persecución es intolerable, si uno no está bien convencido y seguro de aquello por lo cual es perseguido.

¿Por qué el Espíritu no fue enviado hasta después de la muerte de Jesús? El evangelio no da razones, sólo constata el hecho (ver también 7, 39). Probablemente la imposibilidad de la presencia del Espíritu antes de la muerte de Cristo se halla en la misma mente de los discípulos. Eran incapaces de comprender el acontecimiento de Jesús. Tenía que ser vivido, experimentado, para que se sintiesen en la necesidad de ser iluminados por la luz del Espíritu.

Cada encuentro entre la Iglesia y el mundo es como el encuentro entre dos partes contendientes que se hallan ante el juez. Se necesita la presencia del abogado, porque el mundo intenta demostrar lo siguiente:
1.°) que los cristianos han obrado mal, al adoptar la nueva fe (desde el punto de vista judío la nueva fe era blasfema, porque aplicaba títulos divinos a Jesús); 2.°) que ellos no pueden tener razón alguna al poner su fe en un hombre que terminó su existencia en una cruz; 3.°) que la muerte de Jesús era inevitable según los principios del derecho y ley judíos.

La aparición del abogado demostrará exactamente lo contrario:
1.0) que la razón está a favor de los cristianos, y el error, el pecado, lo han cometido ellos, los judíos. Así lo demuestra la continuidad de los discípulos de Jesús, después de la muerte de su Maestro; su lealtad y fidelidad a él. La existencia y vida de la Iglesia siempre serán un argumento en contra de los que no creen en Jesús.

2. °) La justicia de Jesús y de aquéllos que creen en él. La Iglesia enseña, proclama y vive de la resurrección-exaltación de Jesús. Jesús está en el Padre. Ha vuelto al «lugar» de donde salió. Jesús, aun ausente, está presente, es la ausencia de un presente o, tal vez mejor, la presencia de un ausente. El Espíritu es el que garantiza que la causa de Jesús, y la de los creyentes, es justa.

3°) El juicio. La glorificación-exaltación de Jesús implica el castigo de Satanás, desposeído de su poder (ver Ap 12, 7ss), y la condenación o sentencia condenatoria contra el mundo por haber rechazado y condenado a Jesús. El Espíritu, que da testimonio de Jesús en la vida de la Iglesia, será un recuerdo permanente de ese juicio condenatorio de Dios, que espera al mundo incrédulo, al mundo cerrado en su suficiencia y arrogancia, que no admite injerencias de nadie, ni siquiera de Dios, en su vida.



REFLEXIÓN CUARTA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,5-11. "SE ACERCA EL PRÍNCIPE DE ESTE MUNDO"



Voy al que me ha enviado... Voy al Padre...

Jesús está a pocas horas de su muerte. El lo sabe. Lo ha dicho.

Lo comenta así.

Es para El algo muy simple, como un "retorno a casa". Sé a dónde voy... Alguien me espera... Soy amado... Voy a encontrar a Aquel a quien amo...

Dejo resonar en mí estas palabras.

Pensando en mi propia muerte, son también estas palabras las que he de repetir después de Jesús y con El.

Paz. Certidumbre. Gozo íntimo.

-Ninguno de vosotros me pregunta "¿A dónde vas?"

Atmósfera de partida. Como cuando en el andén del tren o en el aeropuerto, se abraza a un ser querido que se va por mucho tiempo.

-Antes, porque os hablé de estas cosas, vuestro corazón se llenó de tristeza.

Mientras Jesús estaba con ellos, era una "Presencia" reconfortante. El anuncio de su partida ahoga cualquier otra reflexión. Más tarde, quizá, llegarán a dominar su tristeza porque comprenderán la "significación" de esta partida: el retorno de Jesús al Padre, el paso a la Gloria del Padre, origen de la efusión abundante del Espíritu.

-Pero os digo la verdad: os conviene que Yo me vaya. Porque si no me fuere, el Espíritu Santo, el Defensor, no vendrá a vosotros; pero si me fuere, os lo enviaré.

Cada uno puede probar de entender estas frases misteriosas.

He aquí un intento de explicación.

Durante su estancia en la tierra Jesús ha sido una "Presencia" visible de Dios. Pero esta

Presencia, tan útil para nosotros, seres corpóreos y sensibles, era al mismo tiempo, una pantalla, un límite: a causa de su humanidad, a causa de su cuerpo, Jesús estaba "limitado" a un tiempo y a un lugar. Y era consciente de ello: "os conviene que Yo me vaya".

Enviando al Espíritu, Jesús es consciente de multiplicar su Presencia: el Espíritu no tiene ningún límite, puede invadirlo todo.

"Oh Señor, envía tu Espíritu para que renueve la faz de la tierra".

El Espíritu es la Presencia "secreta" de Dios... después de la Presencia "visible" que ha sido Jesús.

Pero el "tiempo del Espíritu" es también el "tiempo de la Iglesia". Es la Iglesia, somos nosotros, los que hemos venido a ser el Cuerpo de Cristo, su "visibilidad"... con todo lo que esto comporta de "límites" y de imperfecciones... pero también con esta certeza de que el Espíritu está aquí, con nosotros, animando siempre el Cuerpo de Jesús.

-Y en viniendo éste, argüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

Mañana por la mañana, ante el Gran Consejo de la Sinagoga, y ante el Gobernador romano, Jesús sera "condenado"... y todas las apariencias irán contra El: podrá creerse que no era más que un impostor y un blasfemo, y que después de todo recibió el castigo merecido por su pecado, por su osadía en decir que era Hijo de Dios y que destruiría el Templo. Pero he aquí que la situación se invertirá: el mundo será condenado, y Jesús será glorificado.

Y el Espíritu Santo vendrá para convencer, interiormente a los discípulos de que Jesús no es el "vencido", el "pecador", sino el vencedor del mal; el muy amado del Padre.



ELEVACIÓN ESPIRITUAL PARA ESTE DÍA.



«Se acerca el príncipe de este mundo» (Jn 14,30). ¿Quién es ese príncipe de este mundo, sino aquel de quien ya había hablado antes, diciendo: “Se acerca el príncipe de este mundo? Aunque no tiene ningún poder sobre mí”, es decir, no encuentra nada que le dé derecho alguno, nada que le pertenezca, o sea, ningún pecado en absoluto. Gracias al pecado se ha convertido el diablo en el príncipe de este mundo.

El diablo no es, ciertamente, príncipe del cielo y de la tierra y de todas las cosas que están en el cielo y en la tierra, es decir, no es príncipe del mundo en el sentido en que se entiende el mundo con estas palabras: «Y el mundo fue hecho por él». Es príncipe de ese mundo del que el mismo evangelista dice inmediatamente después: Y el mundo no lo reconoció», a saber: los hombres infieles, de los que el mundo —esto es, la superficie de la tierra— está lleno, y en medio de los cuales gime el mundo de los fieles, que fueron elegidos de en medio del mundo por aquel por cuya mediación fue hecho el mundo



REFLEXIÓN ESPIRITUAL PARA EL DÍA.



¿Qué signos caracterizan a los verdaderos profetas? ¿Quiénes son esos revolucionarios? Los profetas críticos son personas que atraen a los otros con su fuerza interior. Los que se encuentran con ellos quedan fascinados y quieren saber más de ellos, porque tienen la impresión irresistible de que toman su fuerza de una fuente escondida, fuerte y abundante. Fluye de ellos una libertad interior que les concede una independencia que no es soberbia ni separación, pero que les hace capaces de estar por encima de las necesidades inmediatas y de las realidades más apremiantes.

Estos profetas críticos son movidos por lo que sucede a su alrededor, pero no dejan que eso los oprima o los destruya. Escuchan con atención, hablan con segura autoridad, pero no son gente que se incline al apresuramiento y al entusiasmo con facilidad. En todo lo que dicen y hacen parece como si hubiera ante ellos una visión viva, una visión que los que les escuchan pueden presumir, aunque no ver. Esta visión guía sus vidas y la obedecen. Por medio de ella saben cómo distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es. Muchas cosas, que parecen de una apremiante inmediatez, no les agitan, y atribuyen una gran importancia a algunas cosas a las que los otros no prestan atención. No viven para mantener el status quo, sino que fabrican un mundo nuevo, cuyos rasgos ven. Ese mundo tiene para ellos tal aliciente que ni siquiera el miedo a la muerte ejerce sobre ellos un poder decisivo.

 

EL ROSTRO DE LOS PERSONAJES, PASAJES Y NARRACIONES DE LA SAGRADA BIBLIA Y EL MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA: EXALTO DE GOZO POR HABER CREÍDO A DIOS.



La gente se amotinó contra Pablo y Silas... Les arrancaron los vestidos, les azotaron con varas... Molidos a palos, los echaron a la cárcel.

¿Por qué todo esto? Sencillamente, porque Pablo había exorcizado a una pobre muchacha, endemoniada, que daba mucha ganancia a sus amos por sus dotes adivinatorias.

Así, los azotes recibidos en Asia procedían de los judíos, descontentos de ver la creciente expansión de la nueva Fe... Pero los primeros azotes, recibidos por san Pablo en Europa, ¡proceden de una historia de brujería!
Señor, ¿qué es lo que quieres decirme, por medio de estos detalles? La violencia es de todos los tiempos. En todo tiempo se ha tratado de impedir a la Iglesia que llevara a cabo su obra. «Dichosos seréis, si, por mi causa, se dice cualquier clase de mal contra vosotros.»

Hacia la medianoche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios, y los otros prisioneros los escuchaban.
Viven esa bienaventuranza. Son felices. ¡Cantan!

Su actitud misma es una predicación del Evangelio: los otros prisioneros parecen sorprendidos: ¡Gente «molida a palos» y cantando! Esto ha de tener una explicación... Dios es el todo de su vida.

En las dificultades de la vida puede suceder que uno se rebele, y así es a veces.

O bien, de modo un tanto misterioso, uno puede aceptar la extraña «bienaventuranza»: ¡Felices los que lloran! Repítenos, Señor, como ha de ser asumido el sufrimiento para que se convierta en un valor. No es porque sí —por nada— que se está contigo en la cruz, porque no es porque sí —por nada—que Tú estuviste primero en la cruz. De hecho, ¿por qué, Señor, padeciste en la cruz?
De repente, un terremoto... las puertas de la cárcel quedan abiertas... El carcelero se despierta y quiere suicidarse creyendo que los presos habían huido.

El pobre hombre, al cuidado y servicio de la cárcel está perturbado. Se cree en falta.

Pablo le grita al carcelero: «No te hagas ningún mal, estamos todos aquí. Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y toda tu familia.»  ¡Divertida situación! Es el prisionero quien reconforta a su guardián y quien le comunica la «buena noticia»: ¡no te hagas ningún mal! ¡Dios no quiere el mal de los hombres! ¡Dios quiere que la humanidad sea feliz!

En seguida el carcelero los llevó consigo a su habitación, lavó sus heridas, preparó la mesa y exultó de gozo con toda su familia. La no-violencia desarma. Extraña escena final, en la que se ve al verdugo curando a la víctima y recibiéndola en su mesa familiar. Escena simbólica. ¿Es quizá el anuncio del mundo de mañana? ¿Cómo puedo comprometerme en esta vía ya desde hoy? ¿Con quién puedo reconciliarme?

Exaltó de gozo, por haber creído en Dios. Después de una comerciante, ahora un policía del Imperio. La fe progresa... como la alegría que la acompaña. Alegría y fe. ¡Aumenta nuestra fe, Señor! ¡Aumenta nuestra alegría, Señor! Y que la cruz no sea fuente de tristeza. +

 

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