La figura de María está íntimamente unida al cristiano común…
Dueña de un espíritu profundamente abnegado, hizo de su vida un testimonio
elocuente de fidelidad al plan de Dios. Pero esto fue realizado en la
vida cotidiana. Su entrega se forjó y realizó en el esfuerzo diario, ordinario
de la vida hogareña, en la dulce tarea de educar, y más tarde acompañar, a su
hijo.
Su espiritualidad puede, pues, ser calificada como una espiritualidad de la vida cotidiana, inserta en el acontecer diario del mundo, y que por lo tanto parte de una valoración positiva de la realidad temporal y de la acción del ser humano en Ella.
María resulta así modelo ideal para el laico contemporáneo, cuya inserción en
el mundo le plantea, aún, no pocos interrogantes, e incluso le produce
rupturas.
La figura y el papel de la Virgen no se detiene ahí Además de ser modelo,
lo que podría dejarla en un rol estático, Ella está por decisión de su Hijo
activamente presente en la vida del cristiano.
Ella como Madre, nos va guiando hacia la conformación con su hijo. Una
espiritualidad para el laico contemporáneo no puede pues dejar de mirar a la
Madre y de recurrir a Ella.
Su tarea no se redujo al “fiat” por el que nos vino la salud, ni sólo a
la educación del hijo, o sólo a acompañarlo durante toda su vida hasta el
momento final del Gólgota. Junto a la Maternidad física del Salvador, María, ya
desde la misma Anunciación-Encarnación empieza a desarrollar su misión de Madre
de la Iglesia. Desde la Cruz, el Señor explicita esta misión Maternal.
Extracto de “María y los laicos” - Vida y Espiritualidad
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