1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a
tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté,
tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de
oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un
corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus
manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras.
Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y
las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios.
Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: - "Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre,
el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de
mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio
estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra
fe. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora
cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán
porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para
que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho."(Juan 15, 26-16).
1. Hoy Jesús nos habla de la misión del Espíritu que ha venido prometiendo a los discípulos: dará testimonio a favor de la causa de Jesús en medio de su comunidad, y certificará en el corazón de los suyos que Jesús es el Señor. Así los suyos podrán, a su vez, dar testimonio de Jesús ante el mundo: "Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio….” Con la ayuda de este Defensor muchos cristianos –a través de los siglos- han podido cumplir su misión de testigos de Jesús ante el mundo. Y ahora, también nosotros necesitamos la fuerza del Espíritu para ser testigos de Jesús. Porque, en esta sociedad tan materialista y sin amor, es peligroso ponerse de parte del evangelio. Por eso, Señor, envíanos el Espíritu, el Defensor que nos prometiste. Mira que somos cobardes y débiles, y nuestra fe se tambalea, a veces.
2. Jesús continúa preparando a los suyos para la persecución: “Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe.” El Señor lo anuncia para que no nos tome por sorpresa la dificultad y nos vengamos abajo. Ya en el evangelio del sábado pasado Jesús hablaba de que los suyos serían odiados por el mundo, porque el mundo no tolera a los que no son del mundo. Hoy dice que los suyos serán perseguidos y marginados, y no por los enemigos de la religión, sino por los mismos que se tienen como guardianes de la Ley. Estos se gloriarán de perseguir y hasta de matar a los seguidores de Jesús, pensando que hacen algo agradable a Dios: “Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.” Y es que, en el fondo, son unos farsantes, que no honran al Dios verdadero. De hecho a Jesús lo persiguieron y condenaron en nombre de la religión oficial. Y el proceso del mundo contra Jesús y su evangelio continúa en la persecución y condena de sus seguidores. Cuando lo que enseñemos y vivamos no sea del gusto del mundo, es decir, vaya en contra de los criterios egoístas, materialistas e injustos que rigen el mundo, la incomprensión, la crítica y la persecución serán seguras. ¿No lo hemos comprobado? Señor, que, cuando ocurra, recordemos que tú nos anunciaste que así ocurriría: “Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho."
3. Que entonces, Señor, recordemos la promesa que nos has hecho de que el Espíritu nos defenderá, y que, con su fuerza, podremos permanecer fieles a tu estilo de vida y dar testimonio de ti. Como lo han hecho tantos cristianos que han sido perseguidos y han sufrido martirio por el evangelio en todos los tiempos... Y hoy son muchos los cristianos que –en muchas partes- son perseguidos y hasta muertos por ser fieles a tu evangelio y ponerse, como tú, Señor, de parte de los pobres, de los marginados, de los explotados y tratados injustamente. Señor, que mirándote a ti y mirándolos a ellos, continuemos obrando el bien y luchando contra la injusticia, sin miedo a las contrariedades, a las renuncias y a los inconvenientes que ello nos acarree.
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