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Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

6 de mayo de 2024

El Santo de hoy 6 de mayo: San Pedro Nolasco, presbítero y fundador



 

Fecha de inscripción en el santoral: 6 de mayo
Fecha en el calendario anterior: 28 de enero
N.: c. 1189 - †: 1258 - País: España   

Canonización: C: Urbano VIII 30 sep 1628

 
Elogio: En Barcelona, en España, san Pedro Nolasco, presbítero, que, según la tradición, junto con san Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente, con trabajo y esfuerzo, a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos que habían caído cautivos de los infieles.

 

Pedro, que descendía de la noble familia Nolasco del Languedoc, nació hacia el año 1189. A los quince años perdió a su padre, quien le dejó en herencia cuantiosas posesiones, y el joven quedó bajo la tutela de su madre, que favoreció todas sus buenas aspiraciones. Cuando llegó a la edad de casarse, Pedro empezó a considerar seriamente la vanidad de todas las cosas terrenas. Una noche, atormentado por este pensamiento, se postró en oración hasta la mañana siguiente, consagró su castidad a Dios y prometió repartir todo su patrimonio entre los pobres. Algunos autores afirman que Pedro tomó parte en la campaña de Simón de Montfort contra los albigenses. El conde venció a los herejes, derrotó y mató a Pedro de Aragón en la batalla de Muret, y tomó prisionero al hijo de éste, Jaime, que tenía cinco años. Se cuenta que el conquistador puso al niño bajo la tutela de Pedro Nolasco, quien tenía entonces veinticinco años, y que envió a los dos a España. Pero la mayoría de los historiadores admiten actualmente que no hay pruebas suficientes para relacionar a san Pedro con la campaña contra los albigenses, ni con la educación del futuro rey Jaime.

 

En aquella época, los moros ocupaban la mayor parte de España, y una enorme multitud de cristianos vivían en la península y en África, bajo su tiranía. La compasión por los pobres había sido siempre la virtud característica de Pedro. El triste espectáculo que ofrecían esos cristianos y la idea de los peligros a que se hallaban expuestas su fe y sus virtudes, bajo tales amos, conmovió el corazón del santo, que empezó pronto a gastar su fortuna en el rescate de cautivos. En cuanto veía a un esclavo exclamaba: «Almacenemos tesoros que no se pudren». Sus fervientes exhortaciones movieron a otros a dar limosnas para rescatar a los prisioneros. Finalmente, Pedro concibió el proyecto de fundar una orden religiosa encargada de perpetuar esa obra de caridad. Las dificultades no escasearon; pero se cuenta que la Virgen se apareció a san Pedro, al rey de Aragón y a san Raimundo de Peñafort, en la misma noche, y les animó a llevar a cabo el proyecto, asegurándoles que no les faltarían su patrocinio y su protección. San Raimundo, el director espiritual de san Pedro y del rey Jaime, se convirtió en un celoso promotor de la obra. El rey se constituyó en protector de la nueva orden y, para comenzar, le cedió una estancia en su palacio.

 

El 10 de agosto de 1223, el rey y san Raimundo condujeron a san Pedro a la iglesia y le presentaron a Berengario, obispo de Barcelona, quien recibió los tres votos religiosos del santo. Este hizo ahí mismo un cuarto voto, comprometiéndose a consagrar toda su fortuna y aun su libertad, si fuera necesario, a la redención de cautivos. Sus seguidores hicieron lo mismo. San Raimundo predicó en esa ocasión, y declaró que el Todopoderoso se había complacido en revelar al rey de Aragón, a Pedro Nolasco y a él mismo su voluntad, que consistía en fundar una orden religiosa encargada del rescate de los cristianos prisioneros de los infieles [se llama ordinariamente «Mercedarios» a los miembros de la Orden de Nuestra Señora de la Merced. Actualmente se dedican a toda especie de obras de caridad y apostolado, aunque siguen haciendo el voto de redimir cautivos]. El pueblo acogió la noticia con inmenso júbilo. San Pedro recibió el nuevo hábito de manos de san Raimundo, quien le nombró superior general de la orden y redactó las reglas y constituciones. Otros dos nobles hicieron la profesión religiosa junto con san Pedro. Cuando san Raimundo fue a Roma en 1235, obtuvo del papa Gregorio IX la confirmación de la fundación y de las reglas.

 

 Después de conquistar el reino de Valencia, el rey Jaime fundó ahí algunas casas de la orden; una de ellas en la propia ciudad de Valencia. La ciudad había sido tomada con la ayuda de las oraciones de san Pedro Nolasco, cuando los soldados desesperaban ya de la victoria. El rey atribuyó todos sus grandes triunfos sobre los infieles, las conquistas de Valencia y de Murcia, a las plegarias del santo. Por lo que se refiere al fin principal de la orden, San Pedro mandó que hubiese siempre entre los infieles un par de religiosos encargados de la redención de los cautivos, llamados «redentores». Uno de los primeros religiosos dedicados a este oficio fue el mismo san Pedro, y Valencia gozó el privilegio de ser la primera ciudad en que el santo ejerció esta actividad. San Pedro no se contentaba simplemente con consolar y rescatar a multitudes de cristianos, sino que, con su caridad y buen ejemplo, se convirtió en el instrumento del que Dios se valió para que muchos mahometanos creyesen en Jesucristo. El santo hizo varios viajes a las regiones de la costa de España ocupadas por los moros, así como una travesía por Argelia, en la que fue hecho prisionero. Pero los más terribles peligros no eran capaces de hacerle desistir de sus esfuerzos por convertir a los infieles, ya que el santo religioso estaba literalmente devorado por el deseo del martirio.

 

San Pedro renunció a los oficios de superior general y «redentor» pocos años antes de su muerte, ocurrida el día de Navidad de 1256. En sus últimos momentos exhortó a los religiosos a la perseverancia y concluyó con estas palabras del salmista: «El Señor ha enviado redención a su pueblo y ha sellado su pacto para siempre». En seguida, encomendó el santo su alma a Dios, apelando a la caridad que había hecho venir a Jesucristo a redimirnos del cautiverio del demonio, y murió. Tenía entonces sesenta y siete años de edad. Dios honró sus reliquias con muchos milagros. La canonización tuvo lugar en 1628.

 

Fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

 

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