Jesucristo nos dejó la oración del padrenuestro cuando le preguntaron claramente: "Señor, enséñanos a orar" (Lc. 11,1). El padrenuestro es, por tanto, la oración por excelencia, el resumen y modelo de toda oración cristiana y una fuente abundante de reflexiones, enseñanzas y consejos.
Rezar el padrenuestro no es cualquier cosa, como no lo es decirle a nuestra
madre "te amo", "te quiero", "te extraño". No si
se dice desde dentro. Nos exige ubicarnos. Cuando rezamos esta oración y la
rezamos con el corazón conviene tener ciertas actitudes: adoptar la posición de
niños necesitados y cariñosos con un Padre que nos quiere, con humildad,
disposición de alabarlo y sabiendo que unimos nuestra oración a la de Cristo y
a la de todos mis hermanos.
Rezar el padrenuestro es pensar en el cielo, en el lugar que nos aguarda donde
estaremos al lado de la persona que más nos ama; rezar el padrenuestro es
detenerse de vez en cuando para gustar por un momento las palabras "que
estás en el cielo", para imaginar a Dios Padre esperándonos allá arriba;
es mirar hacia abajo otra vez y ver que el camino hacia el cielo es largo y
escabroso y reemprender la marcha.
Rezar el padrenuestro es reflexionar un segundo en la frase "santificado
sea tu nombre" para recordar lo que esto significa: ¿cuándo santifico tu
nombre, Señor? santifico tu nombre cuando reconozco tu bondad y tu poder,
cuando me maravillo al ver tus obras, cuando te alabo, te canto y celebro tus
dones. Es saber que no soy yo el que santifico a Dios sino que Dios es santificado
en mí cuando lo reconozco, lo bendigo y obro según su voluntad.
Por otro lado ¿Cuántas veces no hemos rezado el padrenuestro? ¿Cuatro mil, diez
mil, treinta mil veces? ¿Cuántas veces entonces no hemos pedido "hágase tu
voluntad", "perdona como perdonamos", "venga tu
reino"? ¡Imaginate pedir diez mil veces el mismo favor! Pero ¿sabemos bien
lo que pedimos?
Cuando pedimos que venga su Reino estamos pidiendo que venga Cristo y todo su
Reino, su vida, sus intereses, sus amores a mí. Que se realice el Reino en cada
uno de nosotros, como expresaba Orígenes. En otras palabras, estamos pidiendo
ver, pensar, actuar y ser como Cristo y así hacer realidad sus palabras
"el Reino de Dios está entre ustedes" (Lc. 17, 21).
Cuando pedimos que se haga su voluntad pedimos, en definitiva, que seamos
santos porque solo sus creaturas libres, nosotros, podremos hacer la voluntad
de Dios con perfección y amor, como la hizo María Santísima con su hágase. En
realidad pedimos ser fuertes. En relación esta frase "hágase tu voluntad
aquí en la tierra como en el cielo" te recomiendo esta oración, una bella
forma de meditar y rezar que se cumpla siempre su voluntad.
Cuando pedimos el pan lo hacemos como necesitados, como un mendigo extendiendo
la mano y que pide lo indispensable para vivir: techo, alimento y vestido.
También pedimos como mendigos en el espíritu: pedimos la gracia, la Eucaristía,
la Palabra de Dios y el Espíritu Santo.
Cuando pedimos perdón pedimos libertad, liberación y paz; pedimos misericordia
y comprensión y pedimos una verdadera capacidad para perdonar y olvidar:
"perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos". Esta
breve oración te podrá ayudar también a alcanzar y pedir perdón.
Y finalmente "no nos dejes caer en tentación" sino "líbranos del
mal" que nos regresa a esa actitud filial y humilde. Nos recuerda que
tenemos tentaciones, que caemos a veces en ellas pero que tenemos a un Padre
fuerte que nos puede proteger y cuidar.
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