Hch 18,1-8: “Se quedó a trabajar en su casa. Todos los sábados discutía en la sinagoga”
Sal 97: El Señor revela a las naciones su victoria.
Jn 16,16-20: “Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría”
Aparece la oposición entre tristeza - alegría. La presencia de Jesús siempre es motivo de alegría. Su ausencia es causa de tristeza y confusión. El contraste se establece entre los discípulos y el mundo (el ambiente adverso a Jesús y sus seguidores). Mientras los discípulos estén tristes por la muerte de Jesús, el mundo estará alegre. Pero cuando ellos tengan la experiencia de la resurrección del Señor, su corazón se llenará de gozo, alegría y paz. Entonces el mundo estará triste, porque no ha reconocido en Jesús al Salvador. La garantía de la alegría es la presencia del Espíritu Santo. El produce en el creyente el gozo, la paz y la alegría. El llanto y la lamentación serán la consecuencia del seguimiento. No se puede seguir a Jesús sin asumir la cruz. Pero la cruz sólo puede ser llevadera con presencia constante del Espíritu Santo. Sólo quien sabe interpretar la
aflicción y la persecución en clave de esperanza podrá vencer los obstáculos que se presentan a la vida de fe. Ahí radica la fuerza de tantos hombres y mujeres que han dado la vida por la causa de Jesús a lo largo de la historia.
REFLEXIÓN DE LA PRIMERA LECTURA: HECHOS DE LOS APÓSTOLES 18,1-8 SE QUEDÓ A TRABAJAR EN SU CASA. TODOS LOS SÁBADOS DISCUTÍA EN LA SINAGOGA
Desde Atenas, y seguramente con una cierta sensación de fracaso, a pesar de que
se ha constituido un pequeño núcleo de cristianos, Pablo pasa a Corinto, de
momento sin acompañantes.
Corinto era una ciudad muy movida, de ambiente romano, capital de la provincia
de Acaya, activa en su comercio, de mala fama por sus costumbres. Aquí va a
estar Pablo un año y medio (entre los años 49 y 51), fundando una comunidad
cristiana a la que luego escribirá dos cartas.
El pasaje nos da detalles muy expresivos del estilo evangelizador de Pablo:
- ante todo, trabaja para su propia manutención, al menos hasta que vienen
Silas y Timoteo, que le permiten dedicarse de lleno a la predicación,
- lo hace colaborando con Áquila y Prisca, un matrimonio que acaban de ser
expulsados de Roma por el decreto de Claudio (por tanto, el año 49 ó 50), y que
son fabricantes de tiendas, como él;
- los sábados empieza a ir a la sinagoga, a predicar a Jesús como el Mesías
esperado;
- pero los judíos no le aceptan, lo que provoca la ruptura de Pablo (rasgándose
las vestiduras): ellos serán responsables de lo que les pueda venir por no
haber sabido reconocer al Mesías enviado por Dios;
- y se dedica a predicar a los paganos, que en buen número se convierten,
- como también acepta la fe nada menos que el jefe de la sinagoga, Crispo.
b) En un ambiente dificil como Corinto, Pablo cosecha éxitos y fracasos a la
vez. Los judíos le rechazan, salvedad hecha de Crispo, el jefe de la sinagoga.
Unos cuantos paganos van convirtiéndose y constituirán el primer núcleo de la
comunidad.
Nunca ha sido fácil acoger y vivir la fe en Cristo, sobre todo cuando la
sociedad está claramente predispuesta en contra, como sucedía en la pagana
Corinto y sigue sucediendo en tantos ambientes neopaganos de hoy. El ejemplo
que nos da Pablo, permaneciendo un tiempo prolongado en esta ciudad, para consolidar
la comunidad que se está formando, nos estimula también a nosotros. No podemos
pretender que en un grupo o en una parroquia las cosas lleguen a cuajar a las
primeras de cambio. Muchas veces la evangelización exige esfuerzos prolongados.
Entre la siembra y la cosecha puede pasar mucho tiempo: y puede ser también que
recoja el que no ha sembrado. Y no por eso ha sido inútil la siembra, sino al
contrario.
También nos da Pablo un ejemplo de desinterés económico. Aunque el que trabaja
por la comunidad podría hacer valer el derecho de ser ayudado por la misma
comunidad (es lo que recuerda precisamente a los corintios: 1 Co 8), él
prefiere trabajar, para no ser gravoso a nadie. Los que trabajan en la
evangelización deberían evitar siempre toda sospecha de que lo hacen por amor
al dinero. Aunque reciban la conveniente ayuda para poder dedicarse a su
trabajo.
REFLEXIÓN DEL SALMO 97 EL SEÑOR REVELA A LAS NACIONES SU VICTORIA
Las expresiones «el Señor rey» (6b) y «viene para gobernar la tierra. Gobernará
el mundo...» (9) caracterizan este texto como un salmo de la realeza del Señor.
Tiene dos partes (lb-3 y 4-9), en cada una de las cuales podernos hacer dos
divisiones: la primera presenta una invitación y la segunda, introducida por la
conjunción «porque...», la exposición de los motivos de estas invitaciones. La
primera invitación, ciertamente dirigida al pueblo de Dios, es: «Cantad al
Señor un cántico nuevo» (1b). ¿Por qué hay que cantar y por qué ha de ser nuevo
el cántico? Los motivos comienzan con el primero de los «porque...». Se
enumeran cinco razones: porque el Señor ha hecho maravillas, porque ha obtenido
la victoria con su diestra y con su santo brazo (ib), porque ha dado a conocer
su victoria, ha revelado a las naciones su justicia (2) y se ha acordado de su
amor fiel para con su pueblo (3). El término «victoria» aparece en tres
ocasiones; se trata de la victoria del Señor sobre las naciones, en favor de
Israel.
Si la primera invitación es muy breve, la segunda, en cambio, es más bien larga
(4-9a) y se dirige a toda la creación: a la tierra (4), al pueblo congregado
para celebrar (5-6), al mar, al mundo y sus habitantes (7), a los ríos y a los
montes (8). Se invita al pueblo a celebrar acompañándose de instrumentos: el
arpa, la trompeta y la corneta (5-6). A todo esto vienen a sumarse el estruendo
del mar, el aplauso de los ríos y los gritos de alegría de los montes. Cada
elemento de la creación da gracias y alaba a su manera. ¿Por qué? La razón es
una sola: porque el Señor «viene para gobernar la tierra. Gobernará el mundo
con justicia y los pueblos con rectitud» (9b). Si antes se decía que el Señor
es rey (6b), ahora se celebra de manera festiva el comienzo de su gobierno
sobre la tierra, el mundo y las naciones (tres elementos). Su gobierno está caracterizado
por la justicia y la rectitud.
Se observa una evolución de la primera parte a la segunda o bien, si se quiere,
podemos decir que la segunda es consecuencia de la primera. De hecho, la
victoria del Señor sobre las naciones a causa de su amor y fidelidad para con
Israel tiene como consecuencia su gobierno sobre todo el universo (la tierra,
el mundo y las naciones). El reino de Dios va implantándose por medio de la
justicia y la rectitud.
Este himno celebra la superación de un conflicto entre el Señor e Israel, por
un lado, y las naciones, por el otro. El amor de Dios por su pueblo y la
fidelidad que le profesa le han llevado a hacerle justicia, derrotando a las
naciones (2-3a), de manera que se ha conocido esta victoria hasta los confines
de la tierra (3b). El salmo clasifica este hecho entre las «maravillas» del
Señor (1b). ¿De qué se trata? El término «maravilla» es muy importante en todo
el Antiguo Testamento, hasta el punto de convertirse en algo característico y
exclusivo de Dios, Sólo él hace maravillas, que consisten nada más y nada menos
que en sus grandes gestos de liberación en favor de Israel. Por eso Israel (y,
en este salmo, toda la creación) puede cantar un cántico nuevo, La novedad
reside en el hecho extraordinario que ha llevado a cabo la diestra victoriosa
de Dios, su santo brazo (1b). La liberación de Egipto fue una de esas
maravillas. Pero nuestro salmo no se está refiriendo a esta gesta. Se trata,
probablemente, de un himno que celebra la segunda gran liberación de Israel, a
saber, el regreso de Babilonia tras el exilio. El Señor venció a las naciones,
acordándose de su amor y su fidelidad en favor de la casa de Israel (3a).
La «maravilla», sin embargo, no se limita a la vuelta de los exiliados a Judá.
También se trata de una victoria del Señor sobre las naciones y sus ídolos,
convirtiéndose en el único Dios capaz de gobernar el mundo con justicia y los
pueblos con rectitud. La salida de Babilonia tras el exilio llevó a los judíos
a este convencimiento: sólo existe un Dios, y sólo él está comprometido con la
justicia y la rectitud para todos. De este modo, se justifica su victoria sobre
las naciones (2), hecho que le confiere un título único, el título de Rey
universal: sólo él es capaz de gobernar con justicia y con rectitud. Por tanto,
merece este título y también el reconocimiento de todas las cosas creadas y de
todos los pueblos. El no los domina ni los oprime. Por el contrario, los
gobierna con justicia y con rectitud.
El rostro con que aparece Dios en este salmo es muy parecido al rostro de Dios
que nos presentan los salmos 96 y 97. Principalmente, destacan siete acciones
del Señor: ha hecho maravillas, su diestra y su santo brazo le han dado la
victoria, ha dado a conocer su victoria, ha revelado su justicia, se acordó de
su amor y su fidelidad, viene para gobernar y gobernará. Las cinco primeras nos
hablan de acciones del pasado, la sexta anuncia una acción presente y la última
señala hacia el futuro. La primera de estas acciones («ha hecho maravillas») es
la puerta de entrada: estamos ante el Señor, Dios liberador, el mismo que
liberó en los tiempos pasados (cf el éxodo). La expresión «amor y fidelidad»
(3a) recuerda que este Dios es aquel con el que Israel ha sellado la Alianza.
Pero también es el aliado de todos los pueblos y de todo el universo en lo que
respecta a la justicia y la rectitud. Es un Dios ligado a la historia y
comprometido con la justicia. Su gobierno hará que se instaure el Reino.
En el Nuevo Testamento, Jesús se presenta anunciando la proximidad del Reino (Mc
1,15; Mt 4,17). Para Mateo, el Reino se irá construyendo en la medida en que se
implante una nueva justicia, superior a la de los fariseos y los doctores de la
Ley (Mt 1,15; 5,20; 6,33).
A los cuatro evangelios les gusta presentar a Jesús como Mesías, el Ungido del
Padre para la implantación del Reino, que dará lugar a una nueva sociedad y una
nueva historia. No obstante, conviene recordar que Jesús decepcionó a todos en
cuanto a las expectativas que se tenía acerca de este Reino. La justicia y la
rectitud fueron sus principales características. Según los evangelistas, el
trono del Rey Jesús es la cruz. Y en su resurrección, Dios manifestó su
justicia a las naciones, haciendo maravillas, de modo que los confines de la
tierra pudieran celebrar la victoria de nuestro Dios. (Véase, también, lo que
se ha dicho a propósito de los salmos 96 y 97).
Conviene rezar este salmo cuando queremos celebrar la justicia del Señor y las
victorias del pueblo de Dios en su lucha por la justicia; cuando queremos que
toda la creación sea expresión de alabanza a Dios por sus maravillas; cuando
queremos reflexionar sobre el reino de Dios, sobre la fraternidad universal y
sobre la conciencia y condición de ciudadanos, cuya puerta de entrada se llama
«justicia»; también cuando celebramos la resurrección de Jesús.
REFLEXIÓN PRIMERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,16-20 ESTARÉIS
TRISTES, PERO VUESTRA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA
Jesús consuela a los suyos de la tristeza por su partida. Les asegura que esa
tristeza durará poco: «Dentro de poco dejaréis de verme, pero dentro de otro
poco volveréis a verme» (v. 16). ¿Qué significan estas enigmáticas afirmaciones
de Jesús? Se refiere a los dos tiempos a los que Jesús está a punto de dar
cumplimiento. El primero se refiere a su vida terrena, que está a punto de
acabar; el segundo se refiere a su vida gloriosa, inaugurada con la
resurrección. Su retorno posterior no se limita a las apariciones pascuales,
sino que se prolonga en el corazón de los creyentes mediante su presencia en
ellos.
Las palabras del Maestro no son comprendidas por los discípulos, que se
plantean varias preguntas (vv 17s). Jesús, que conoce a los suyos por dentro y
los acontecimientos que les esperan, intenta remover, a partir de las preguntas
que le plantean, su tristeza, infundiéndoles la confianza en él con una nueva
revelación: “ Vuestra tristeza se convertirá en gozo” (v. 20).
La comunidad cristiana tendrá que hacer frente a todo un cúmulo de pruebas.
Especialmente cuando le sea arrebatado el Esposo. Con su muerte, experimentará
el llanto, la aflicción y el desconcierto, mientras que el mundo se sentirá
alegre pensando que ha extirpado el mal. Estos momentos serán, para la
comunidad, momentos de duda, de oscuridad y de silencio de Dios. Pero la
historia se tomará su revancha y, cuando esto llegue, la comunidad de los
discípulos experimentará el gozo. Jesús no habla de sus sufrimientos —y tenía
motivos para ello—, sino que piensa en los suyos más que en él, como el buen
pastor en su rebaño.
El tiempo de la Iglesia es el tiempo en el que el discípulo se encuentra cogido
entre dos gozos: el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo está ligado a
la consecución de valores efímeros, como un saber puesto al servicio de
intereses materiales; de una carrera social, científica; de la fama; de la
rentabilidad económica de nuestras opciones. Sin tener en cuenta la
exasperación de la sensualidad y de las sensaciones fuertes e impulsadas al
extremo. Con estas cosas suele gozar el mundo.
El gozo que viene de Jesús deriva de ser sus discípulos, de saber que él está
cerca en todo momento, que gastar la vida por él y por los hermanos es una
inversión ventajosa y un honor grande; que lo único necesario es no perderle a
él, sentir su proximidad, estar seguros de caminar hacia su posesión.
Nuestro corazón se encuentra cogido entre estos dos gozos: el primero es más
inmediato, aunque fugaz: el segundo es más paciente, pero, sin embargo, no
decepciona. A veces ambos gozos se enlazan; otras, se oponen. El corazón del
discípulo debe estar orientado siempre hacia el “todavía no”, hacia el decisivo
«dentro de otro poco volveréis a verme», cuando el gozo, frecuentemente querido
y creído, se volverá felicidad plena y sin sombras.
Te doy gracias, Señor, por tus visitas, que me llenan de alegría. Te doy
gracias también por tus ausencias, que me hacen desear tu alegría. Bendito
seas, ahora y siempre, porque sabes cómo gobernar mi corazón y atraerlo a ti.
Permíteme pedirte hoy que no me dejes demasiado solo a merced de los gozos de
este mundo, para que no quede conquistado por ellos. Que no me dejes tampoco
demasiado solo en las pruebas que el mundo me procura, para que no desespere de
tu consuelo.
Sé que debería estar siempre alegre, “en todo tiempo”, que siempre debería
bendecirte y darte gracias. Sé que un discípulo tuyo no debería estar nunca
triste. Pero tú socórreme cuando este mundo me parezca demasiado dulce, para
que no me embriague, y también cuando me parezca demasiado amargo, para que no
me aplaste. Ayúdame a buscar mi consuelo y mi gozo en ti. Y no dejes de hacerte
sentir por este pobre corazón mío, tan frágil y titubeante.
REFLEXIÓN SEGUNDA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,16-20 ¿HAY UN TIEMPO
BREVE Y UN TIEMPO LARGO?
Dentro de poco ya no me
veréis. ¿Hay un tiempo breve y un tiempo largo? Medimos el tiempo según el
reloj, el calendario, pero también según nuestro estado de ánimo. Hay un tiempo
cronológico y otro psicológico; y, de hecho, el tiempo pasa rápido cuando nos
divertimos y, por el contrario, la noche es larga para un enfermo que sufre.
Desde la Última Cena hasta la primera aparición de Cristo resucitado sólo
pasaron tres días. Cronológicamente es un tiempo breve, pero a los
entristecidos discípulos probablemente se les hizo muy largo.
En la vida espiritual se habla de desolación. Son períodos o momentos en los
que parece que Cristo nos ha abandonado, que nos ha dejado psicológicamente
solos, Entonces, la oración nos parece inútil, la lectura espiritual aburrida,
la liturgia no nos gusta, toda la vida espiritual parece una ilusión.
¿Cómo comportarse entonces? Hay que animarse y creer firmemente que estas
pruebas durarán sólo un breve tiempo. Todos, incluso los grandes santos, han
tenido esta experiencia.
Y dentro de otro poco me volveréis a ver. Después de la Cuaresma, los días de la semana pascual son momentos de grandes encuentros gozosos con el Resucitado. También en la vida espiritual hay un ritmo parecido, y después de la desolación viene la consolación. En un determinado momento todo parece fácil, la oración da gusto, el ejercicio de la caridad nos llena de alegría. ¿Podemos fiarnos de estos estados de ánimo? Los autores espirituales aconsejan que no se tomen decisiones importantes en estos momentos, porque se trata de un entusiasmo pasajero. Pero tenemos que dar gracias a Dios por el consuelo que nos da. Es como una parada durante un paseo por la montaña: nos descansa, nos relaja, pero sin hacernos olvidar que el camino todavía es largo, y que la subida será nuevamente fatigosa. Este es el ritmo de la vida, y aceptándolo se puede sentir gozo en la consolación y en la desolación.
Porque voy al Padre. La subida por la montaña es también símbolo de otra experiencia de la vida. Desde el valle hasta el pie de la montaña el camino no suele ser escarpado, pero parece largo. Después se hace más escarpado y fatigoso, y aunque la última etapa sea la más difícil, el escalador acelera el paso y ya no quiere detenerse. La visión de la cima le impulsa a proseguir.
También en la vida terrena, las últimas etapas son las más difíciles. La edad trae enfermedades, el trabajo desilusiones, pero se empieza a vislumbrar la cima: vamos a la casa del Padre. Los rostros avejentados de la gente devota tienen una fascinación especial. Y los pintores los representan de buena gana en sus lienzos. En su expresión hay una mezcla de sufrimiento y de consolación por la cercanía del fin de la vida: el tiempo que queda es corto, pero la eternidad está cerca.
REFLEXIÓN TERCERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,16-20 UN POCO Y NO ME
VERÉIS.
Un poco y no me veréis.
Otro poco y me veréis. Las frases son, al menos, ambiguas. Puede entenderse, y
a primera vista así debe hacerse, de los acontecimientos que se avecinan:
muerte-resurrección-apariciones. Jesús desapareció de entre ellos y, en la
Pascua, volvió a encontrarse con ellos. Esta sería la interpretación normal.
Podría también referirse a la Ascensión y su retorno al final de los tiempos.
El lector del evangelio debe saber que con esta frase ambigua se hace
referencia a la muerte-resurrección de Cristo, su glorificación por el Padre,
la venida del Espíritu y el nuevo orden de cosas creado por todo el
acontecimiento de Jesús: el creyente se sentirá unido con el Padre y el Hijo.
El evangelista Juan recurre al fenómeno de la incomprensión de, los discípulos
para provocar una aclaración ulterior de las palabras ambiguas de Jesús.
El contenido o significado de la frase «un poco y no me veréis » en los
evangelios sinópticos se halla expresado con mayor claridad Jesús ha anunciado
que el hijo del hombre será arrestado maltratado y muerto y, al tercer día
resucitará (Mc 9, 9 y demás predicciones y anuncios de la Pasión).
La frase «dentro de poco» formaba parte del vocabulario corriente de cualquier
maestro judío que estuviese convencido de tener cierta visión del futuro. Todo
aquél que creyese que el mundo tiende hacia una consumación —es la fe judía de
la que participan igualmente los cristianos y que Dios intervendría no
tardando, de una manera definitiva en la historia, al ser preguntado por el
cuándo de todo esto respondía con la frase «dentro de poco».
Es una frase que tiene raíces en el Antiguo Testamento —así hablaban los
profetas hebreos y en el Nuevo aparece también en el Apocalipsis: que estuvieron
callados un «poco de tiempo…» (Ap 6, 1). Jesús, dentro de todo este contexto
está afirmando lo que espera a todos sus seguidores para un futuro no lejano.
Se refiere al tiempo inmediatamente anterior al juicio último; ese tiempo
intermedio que va desde su pasión hasta su regreso al final de los tiempos.
La referencia tanto a este tiempo intermedio como al tiempo final
necesariamente lleva consigo una oscuridad para los oyentes o lectores. ¿Quién
puede penetrar ese futuro? No obstante los seguidores íntimos de Jesús se
creían en el derecho de saber cómo serían esas Cosas. No le preguntan, pero
afirman, como sorprendidos su desconocimiento: «no sabemos qué significa» ni lo
que quiere decir.
De algo que todo el mundo estaba plenamente convencido era que ese período
estaría caracterizado por violencias y tribulaciones intensas. Las alegrías de
la «edad futura» estarán precedidas por sufrimientos tremendos, sin
precedentes. La imagen de los dolores de la mujer al dar a luz estaba indicada
para describir este período de tribulaciones. Los sufrimientos serían tales que
no habría precedente serían de forma repentina y breve. Pero, en todo caso,
estarían mitigados por la alegría que vendría a continuación.
El misterioso «dentro de Poco»… hubiese sido comprendido por los discípulos si
hubiesen sabido lo que significaba el «ir al Padre». En todo caso se afirma que
este misterio de incomprensión tiene sus raíces en la incomprensión del
misterio de Jesús. Partiendo de quién lo envía, cuál es la misión que lleva a
cabo, cuál es el futuro que anuncia… la incomprensión cesaría.
REFLEXIÓN CUARTA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 16,16-20. ME HA SIDO DADO PODER
EN EL CIELO Y EN LA TIERRA.
-Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta el fin de los tiempos.
He aquí el broche final y grandioso del evangelio según san Mateo.
- Una revelación: "Jesús es el Señor del cielo y de la tierra".
Todo el universo le está sometido. Es el término de la creación que realiza el misterio pascual.
- Una misión: id, enseñad, bautizad, guardad mis mandamientos.
El poder pascual de Jesús se manifiesta pues en la misión de la Iglesia, que es la extensión de las relaciones de las Tres personas con la humanidad.
- Una promesa: Estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Sí, Señor, "quédate con nosotros", "trabaja con nosotros". Renueva en nosotros la convicción de que Tú estás aquí, hoy en nuestro tiempo; como en todos los tiempos.
El gran proyecto de Dios se expresa en estas palabras definitivas: se refiere a toda la humanidad, a todos los hombres, a todo el universo...
Engloba toda la historia, cada minuto, y cada siglo... pone la mira en sumir a la humanidad en las relaciones de amor que unen al Padre, al Hijo y al Espíritu...
Se expresa concretamente por la observancia fiel del mandamiento del amor.
¿Estoy realmente "sumido" ("bautizado") en esto? Los que me ven vivir, los que observan los grupos donde vivo -mi familia, mi equipo de trabajo, mi grupo de amigos-, ¿pueden presentir lo que es el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu?
-Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura..
El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue elevado a los cielos y está sentado a la diestra de Dios.
Ellos se fueron, predicando por todas partes. El Señor cooperaba con ellos confirmando su palabra con las señales consiguientes.
He aquí el coronamiento del Evangelio, según San Marcos.
Lo que también es característico aquí es que Jesús confía una misión universal a los apóstoles... antes de partir como en el relato precedente se trata a la vez de una "partida" y de una "presencia que permanece".
Jesús está "sentado a la diestra de Dios", y, al mismo tiempo "trabaja con ellos" en la tierra. Esto señala bien que para expresar toda la riqueza del misterio de la ascensión, las palabras faltan. Las palabras más ajustadas son, quizá, las de "presencia escondida".
Jesús, quiero descubrirte, quiero proclamar la buena nueva, quiero trabajar contigo.
Tú estás aquí conmigo en este momento, como Tú lo prometiste.
Gracias. ¡Que yo no te abandone!
-Lo que estaba anunciado por las Escrituras se ha cumplido: los sufrimientos del Mesías, su resurrección de entre los muertos, la conversión por el perdón de los pecados... proclamada a todas las naciones. Vosotros daréis testimonio de esto. Seréis revestidos del poder de lo alto... Luego los llevó hacia Betania, los bendijo, se separó de ellos y fue llevado al cielo... Ellos se volvieron a Jerusalén con gran gozo...
He aquí el coronamiento del Evangelio, según san Lucas.
Una meditación íntima sobre las Escrituras, una comprensión mayor del designio de Dios, un gran proyecto universal, una gran aventura que comienza, algo que es más que humano, una "presencia-ausencia"... ¡Unos hombres felices!
ELEVACIÓN ESPIRITUAL PARA ESTE DÍA.
La promesa del Señor, “dentro de otro poco volveréis a verme”, se dirige a toda la Iglesia. El Señor no tardará en cumplir su promesa: un poco más y le veremos, allá arriba, donde ya no tendremos ninguna necesidad de dirigirle ninguna oración, de exponerle ninguna petición, porque ya no nos quedará nada que desear, nada escondido que queramos conocer.
Este breve intervalo de tiempo nos parece largo a nosotros porque todavía debe transcurrir, pero cuando haya acabado nos daremos cuenta de lo breve que ha sido. Que nuestra alegría, por tanto, sea muy diferente a la que experimenta el mundo.
Que tampoco durante el trabajoso parto de este deseo nuestro permanezca nuestra tristeza completamente sin alegría, porque, como dice el Apóstol, debemos mostrarnos «alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación»
REFLEXIÓN ESPIRITUAL PARA EL DÍA.
La alegría es esencial en la vida espiritual. Si pensamos o decimos cualquier cosa de Dios y no lo hacemos con alegría, nuestros pensamientos y nuestras acciones serán estériles. Podemos ser infelices por muchas causas, pero podemos encontrar aún alegría, porque ésta procede de saber que Dios nos ama. Estamos inclinados a pensar que cuando estamos tristes no podemos estar contentos, pero en la vida de una persona que pone a Dios en el centro pueden coexistir el dolor y la alegría. No resulta fácil de comprender, pero cuando pensamos en alguna de nuestras experiencias más profundas, como asistir al nacimiento de un niño o a la muerte de un amigo, con frecuencia forman parte de la misma experiencia un gran dolor y una gran alegría, y descubrimos a menudo la alegría en medio del dolor.
Recuerdo los momentos más dolorosos de mi vida como momentos en los que he llegado a ser consciente de una realidad espiritual mucho más grande que yo, y que me permitía vivir mi dolor con esperanza. Incluso me atrevo a decir: «Mi dolor fue el lugar en el que encontré mi alegría». La alegría no es cualquier cosa que simplemente nos sucede. Debemos elegir la alegría y seguir eligiéndola cada día. Se trata de una elección basada en el conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Dios nuestro refugio y nuestra salvación, y que nada, ni siquiera la muerte, nos lo puede arrebatar.
EL ROSTRO DE LOS PERSONAJES, PASAJES Y NARRACIONES DE LA SAGRADA BIBLIA Y EL MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA: 19,1-8 (19, 1B- 6A).
Estamos ante una de las perícopas más difíciles del libro de los Hechos. Y la dificultad no proviene de la densidad y oscuridad del contenido teológico, sino de la incompatibilidad implicada en las afirmaciones sobre los discípulos que Pablo encontró en Éfeso. Allí encuentra Apóstol unos discípulos «que no habían recibido el Espíritu Santo y que «habían sido bautizados únicamentete con el bautismo de Juan». ¿Cómo puede compaginarse que alguien sea discípulo, es decir, cristiano y que haya sido bautizado únicamente con el bautismo de Juan?
La narración de Lucas, en un intento de explicación a este fenómeno extraño, coloca este grupo de cristianos de Éfeso en relación con Apolo (ver el comentario a 18, 23-28), de quien también se afirma que solamente conocía el bautismo de Juan (18, 25). Pero esta explicación resulta insuficiente, porque la deficiencia de Apolo en su formación había sido suplida por una información completa que recibió de Priscila y Aquila. Si el grupo que ahora nos menciona Lucas dependía de Apolo, este debió también haber completado su formación cristiana. Pero hay más. Este grupo se distingue de Apolo porque no se halla vinculado a la sinagoga (v. 8), no se halla inserto en ninguna comunidad cristiana (18, 27) y no ha oído hablar del Espíritu Santo (v. 3), mientras se nos dice de Apolo que estaba lleno del Espíritu Santo (18, 25. 27).
Las afirmaciones de Lucas nos demuestran que la situación en las primitivas comunidades cristianas fue en realidad mucho más compleja de lo que pensamos y de lo que el mismo Lucas nos daría pie para creer, por lo que nos dice en el libro de los Hechos. Había mucha gente con un pie en el judaísmo y otro en el cristianismo, medio discípulos del Bautista y de Jesús. La predicación del Bautista había trascendido las fronteras de Palestina y había hecho discípulos también en la Diáspora. Estos discípulos del Bautista oyeron hablar posteriormente de Jesús y lo aceptaron como el Mesías, del que Juan había sido el precursor, pero les faltaba una información completa sobre la doctrina y exigencias del Maestro. Eran, por tanto, discípulos, cristianos, habían abrazado la nueva fe y, sin embargo, no habían recibido más que el bautismo de Juan y no habían oído hablar del Espíritu Santo. Tenían necesidad de un complemento necesario: recibir el bautismo de Jesús para quedar insertos en la comunidad cristiana.
Aquel grupo de doce discípulos no habían vivido en la comunidad de Éfeso. De haber estado vinculados a ella, tendrían una mejor formación. Hubiesen sido introducidos en la totalidad del acontecimiento cristiano, id mismo que lo fue Apolo por Priscila y Aquila. En todo caso, Pablo completa su formación, les administra el bautismo y, con él, mediante la imposición de las manos, reciben el Espíritu Santo. La cuestión o pregunta que Pablo plantea a aquellos doce discípulos da por supuesto que la recepción del Espíritu Santo iba implicada en la del bautismo.
También resulta interesante la afirmación de Pablo sobre el bautismo de Juan. Era un bautismo de penitencia, de conversión, pero con esencial referencia a Jesús. Por tanto, la verdadera conversión implica la aceptación de la fe en Jesús, hacerse cristianos. Una vez recibido el bautismo en el nombre de Jesús, y mediante la imposición de las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo. Se repite aquí la escena que tuvo lugar en Samaria cuando Pedro y Juan impusieron las manos a los que habían abrazado la fe (8, 17). Así se pone de relieve el paralelismo de la actuación de Pablo con la de Pedro. Se afirma que Pablo tiene la misma categoría que los otros apóstoles, aunque nunca se le reconozca como tal en el libro de los Hechos, que reserva ese título única y exclusivamente para los Doce. También sobre estos ex discípulos del Bautista tiene lugar el acontecimiento de Pentecostés, acompañado de los fenómenos extraordinarios que habían sido vinculados a la presencia del Espíritu: el hablar en lenguas y la profecía.
Lucas nos habla en esta escena del éxito de la actividad evangelizadora de Pablo en Éfeso. Al mismo tiempo acentúa que el Apóstol se hallaba por encima de todas las sectas y «capillismos» (pensamiento que desarrollará ampliamente el mismo Pablo en la primera carta a los cristianos de Corinto). Por otra parte, la noticia de Lucas en relación con el bautismo de Juan nos habla de la importancia que había adquirido el movimiento bautista mal provocado por la predicación de Juan. Esto, que aquí se supone abiertamente, se halla implícito en todo el cuarto evangelio, que presenta constantemente al Bautista como el «testigo» de Jesús. El mismo Juan niega ser el Mesías, Elías, el profeta... No cabe duda que sus discípulos le habían sobrevalorado. +
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