“La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.”
ESTÁ TRISTE, PORQUE LE HA LLEGADO SU HORA
El Señor escoge la figura más adecuada para hacernos entender lo que estamos viviendo. Es como el embarazo de una madre, que espera el nacimiento inminente de su hijo. Lo espera con ansias; a ratos con desesperación. Quiere tenerlo ya en sus brazos.
Todo lo que ocurre en torno al parto, más aun cuando este es completamente natural, como ocurría en aquellos tiempos, combina una serie de emociones que van desde la angustia hasta la alegría plena.
No como ahora, todo parto implicaba un riesgo para la madre y por eso sus resultados eran muy esperados por todos. Padres, hermanos y familia en general hasta hace no muy pocos años prestaban especial atención y cuidado a las mujeres que iban a ser madres.
“La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.”
El trance del parto es necesario para la nueva vida, para el nuevo ser que habrá de nacer y vivir entre nosotros. Pero toda la incertidumbre y todos los temores se disipan una vez que nace el niño y la madre puede cogerlo entre sus brazos.
Nadie ha vuelto al vientre de la madre como adulto para saber lo que siente un bebe en ese trance, pero es algo que podemos intuir por las evidencias. Es obvio que la creatura es sumamente frágil y pequeña y que tiene que superar una serie de retos para finalmente salir a la luz.
No todos lo logran siempre. Y es esta la incertidumbre que nos tiene pendientes, además de las molestias y los dolores de parto de la madre, cuya intensidad varía por distintos factores. Pero no hay otra forma de nacer ni ser padres que esta.
“La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.”
Fijémonos en la potencia de esta idea que Jesucristo nos transmite hoy. La espera del Reino que habrá de instaurarse con la Resurrección de Cristo es similar. Nosotros hemos sido salvados. Pero habrá que pasar el trance de la muerte para alcanzar la Vida Eterna.
Falta muy poco; es nada comparado con la Eternidad. Eso es lo que está ante nuestros ojos. Esa es nuestra perspectiva. Hay que pasar por los dolores de parto que son los que enfrentamos en esta vida para alcanzarla.
Con todo lo dolorosos que puedan ser algunos momentos, con toda la tragedia que podamos vivir en algunos instantes e incluso por algunos años, ello no será nada comparado con las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
“La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.”
Su sacrificio en la Cruz lo ha hecho posible. Era necesario que el muriera en la cruz y luego resucitara de entre los muertos para tender este puente, para abrir esta puerta que hace posible, para nosotros, que alcancemos la Vida Eterna.
Él da sentido a la vida. Sin esta perspectiva, ¿qué razón habría para vivir? ¿Qué sentido tendría la Creación? Esto es lo que Jesucristo nos revela. Que Dios es Amor. Que nos ha creado por amor para que seamos felices y vivamos eternamente.
Estamos en el momento del parto. Todos nuestros temores y angustias quedarán disipados. Por lo tanto, estemos alegres por la perspectiva que nos espera y contagiemos esta alegría con nuestro ejemplo.
“La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.”
Compartamos esta buena noticia para que todos vivamos según el amor, alegres y propagando esta misma alegría a todos nuestros hermanos. Estamos aquí con este propósito. Hemos de esperar un poco todavía. Vivamos y esperemos con fe y esperanza, amándonos unos a otros como Él nos ha amado.
Oración:
Padre Santo, danos la Gracia de creer y vivir como creyentes, contagiando nuestra alegría y esperanza a los demás, amándonos unos a otros como Tú nos has amado. Danos la templanza, la fortaleza, la lucidez necesaria para vivir cristianamente. ¡Envíanos Tu Espíritu Santo Creador! Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…
Amén.
roguemos.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario