Por nuestros frutos se nos conoce. Pegados a Jesús, podemos conocer
la voluntad de Dios, poder cumplirla, y querer cumplirla.
«Guardaos bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros
disfrazados de oveja, pero por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los
conoceréis: ¿acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así
todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol
bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol
que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Por tanto, por sus frutos
los conoceréis.» (Mateo 7, 15-20)
1. -“Cuidado con
los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de oveja, pero por dentro
son lobos rapaces”. Parecen predicar la buena doctrina y moral... pero son
de hecho, "lobos" rapaces, incluso cuando pretenden hablar en el
nombre de Dios. “El falso profeta suele predicar una doctrina más racional, más
aceptable, más sentimental, tratando de evitar lo que es cruz o sacrificio, y
lo que es sobrenatural. Se presenta como una religión más humana y asequible,
una religión a la medida del hombre actual: más consensuada, más democrática,
más «humilde»” (Pablo Cardona).
Jesús, te pido que sepa distinguir esas voces que no llevan verdad,
ni amor, que es la prueba de que aquello es tuyo, pues como dice el himno,
“donde hay verdad y amor, allí está Dios”: «Examina con sinceridad tu modo de
seguir al Maestro. Considera si te has entregado de una manera oficial y seca,
con una fe que no tiene vibración; si no hay humildad, ni sacrificio, ni obras
en tus jornadas; si no hay en ti más que fachada y no estás en el detalle de
cada instante..., en una palabra, si te falta Amor.
”Si es así, no puede extrañar te tu ineficacia. ¡Reacciona
enseguida, de la mano de Santa María!» (J. Escrivá, Forja 930).
“Jesús, me pides que dé buen fruto, de modo que los que me rodean
puedan conocer la bondad del árbol al que pertenezco, que es la Iglesia, pues
«todo árbol bueno da frutos buenos.» Por ser cristiano, estoy obligado a dar
buen fruto” (P. Cardona).
La gente juzga a la Iglesia por sus frutos, y de mí depende esa
autenticidad del apostolado: “¿Es mi fe «una fe que no tiene vibración,» que no
siente la necesidad de acercarte a los demás? ¿Es mi jornada un «ir tirando», sin
sacrificio, sin oración, sin obras? ¿Hago mi trabajo lo mejor que puedo,
estando en el detalle de cada instante y ofreciéndotelo por alguna intención?
¿Busco cada día ocasiones para servir a los demás con pequeños servicios que
pasen desapercibidos? Si me falta Amor, si no hago las cosas por Ti y por los
demás, si mi entrega es «oficial y seca,» haciendo lo mínimo indispensable,
entonces también mi fruto será seco y vacío.
Jesús, nos das la clave para conocer las personas: “por sus
frutos los conoceréis”. Eres realista. "Mirad y ved cómo actúan..."
El verdadero valor de una persona se manifiesta por lo que hace. La persona no
es lo que dice ni lo que piensa, sino en primer lugar lo que se define por sus
frutos: si sus hechos son buenos, es una buena persona… en cambio, los falsos
profetas saben engañar un tiempo, se presentan como la solución a todos los
problemas, pero luego se ven sus frutos malos.
La docilidad al Espíritu y la humildad son los frutos por los que
se reconoce al profeta auténtico. –“¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos
de los cardos? Así los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan
frutos malos”. ¡Un "buen" fruto! La calidad de una fruta
depende de la calidad del árbol. Te pido, Señor, que mi árbol sea bueno porque
esté unido a ti, y que dé frutos buenos pues quiero ayudar a los demás.
-“Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado
dar frutos buenos”. Se conocen las instituciones, las personas, por
los frutos que dan, pues todo se relaciona y la vida no depende de un momento,
sino del conjunto, así los momentos serán fructíferos también.
-“Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego”. Esto
me hace pensar en la viña que no da fruto, en la higuera seca…. Señor, quiero
estar unido a ti como el sarmiento a la vid, para tener vida y dar fruto.
”La Virgen supo estar en los detalles, vivir pendiente de los demás
y sacrificarse por ellos como una buena madre, sin que se note.
Por eso su fruto es el mejor fruto: «bendito es el fruto de tu
vientre» (Lucas 1, 42): Tú mismo, Jesús. Madre, ayúdame a vivir mi vida
cristiana con la responsabilidad que tengo de dar buen fruto, de ser santo. De
esta manera, los que me rodean conocerán la belleza de la Iglesia, el buen
árbol plantado por Cristo para darnos su gracia y hacernos hijos de Dios” (P.
Cardona).
2. -«He hallado el
libro de la Ley en el Templo del Señor...» En 622, bajo el reinado del rey
Josías, unos obreros, que trabajaban en el Templo, «descubren» un libro -es el
Deuteronomio-, que había sido perdido -o «escondido»- en ese lugar unos años
antes. Parece a veces «perderse la Palabra de Dios»... y en otros, se «la
encuentra de nuevo»... como tantas imágenes de la Virgen, que son “encontradas”
después de tiempo, por ejemplo en España después de la invasión mora, durante
la cual habían escondido las imágenes. A veces pasan cientos de años, y
murieron mientras los que sabían el lugar del escondite.
El pueblo había olvidado la Ley de Dios. Pero si nosotros nos
olvidamos de Dios, Dios no nos olvida jamás. En una película, sale un diálogo
entre dos hombres: “no sé si creo en Dios”, dice triste uno. Y el otro responde
optimista: “-lo importante no es que tú creas en Dios, sino que Dios cree en
ti”.
El pueblo de Israel se une para celebrar el encuentro del Libro
santo: ¿Me preocupo de hacer partícipes a los demás de mis propios
descubrimientos? ¿Tengo que comunicar una «buena nueva» a todos los que amo?
-“Leyó ante ellos todo el contenido del libro de la alianza,
hallado en el templo”. Josías organiza pues una especie de gran liturgia,
una celebración de la Palabra. El secretario había leído el texto al rey. Ahora
el rey lo lee a todo el pueblo.
-“El rey estaba de pie junto a la columna, y concertó ante el
Señor la «alianza» que le obligaba a seguir al Señor, y a guardar sus
mandamientos con todo el corazón y toda el alma...” Comienza una reforma,
una nueva fase de vida. «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma...» (Noel Quesson).
3. El salmo (118) nos
invita a esta actitud: " Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
/ y lo seguiré puntualmente. / Enséñame a cumplir tu voluntad / y a guardarla
de todo corazón”. Porque con tu gracia, Señor, podré vivir lo que solo no
puedo; no basta saber qué hacer, hay que poder hacerlo, querer hacerlo: “Guíame
por la senda de tus mandatos, / porque ella es mi gozo. / Inclina mi
corazón a tus preceptos, / y no al interés. / Aparta mis ojos de las vanidades,
/ dame vida con tu palabra. / Mira cómo ansío tus decretos: / dame vida con tu
justicia.”
Llucià Pou Sabaté
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