Este mundo es el lugar donde el hombre pasa un momento de su existencia- que es eterna- y en el cual él mismo determina su destino definitivo y eterno. Es esta la realidad que nos enseña hoy el evangelio. Una verdad indiscutible y que nos debería alegrar enormemente.
Jesús nos advierte del riesgo de perder la felicidad eterna porque quiere que
no la perdamos. Él ha sufrido tanto en carne propia que no quiere que ninguno
pierda su felicidad eterna. Él sabe que sólo amando la alcanzaremos y que por
ello no se puede forzar a una persona a amar. El amor es libre. El amor es del
corazón y de toda la persona.
Es por eso que podemos elegir no amar en esta vida. Podemos elegir amarnos a
nosotros mismos en lugar de amar a los otros. Es un hecho de la vida humana que
puede llegar a ser parte de nuestra eternidad y sin embargo Cristo no quiere
que sea así. Por eso vino a este mundo, para predicar y buscar a cada hombre en
particular. No en vano nos dice estas palabras “escuchad mis palabras y
ponerlas en práctica. Es mejor que fundamentemos sobre roca en el hoy de
nuestra vida. No vaya ser que sea demasiado tarde para poner los cimientos y
llegue la lluvia y destruya nuestra casa.
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