1) Oración inicial
Te pedimos, Señor de misericordia, que los dones recibidos en
esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida. Por Jesucristo nuestro Señor.
2) Lectura
Del santo Evangelio según Juan 16,5-11
Ahora
me voy a aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros
me pregunta: ‘¿A dónde vas?' Sino que por haberos dicho esto
vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la
verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a
vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré; y cuando él
venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a
la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente
al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia,
porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio,
porque el Príncipe de este mundo está juzgado.
3) Reflexión
•
Juan 16,5-7: Tristeza de los discípulos. Jesús, a partir de
la comunicación artificiosa de su separación, provoca que la
tristeza que los discípulos guardaban en el corazón aflore en ellos:
“Ahora voy a aquel que me ha enviado y ninguno de vosotros me
pregunta: ¿A dónde vas?”. Es evidente que separarse del estilo de
vida aprendido junto a Jesús comporta para los discípulos un
sufrimiento. Jesús insiste: “Es más, porque os he dicho esto,
vuestro corazón se ha llenado de tristeza” (v.6). San Agustín
explica así este sentimiento de abandono que invadía a los discípulos:
“Les daba miedo el pensamiento de perder la presencia visible
de Jesús… Su afecto humano se entristecía al pensar que sus ojos no
experimentarían más el consuelo de verlo” (Comentario al evangelio de
Juan, XCIV, 4). Jesús intenta disipar esta tristeza,
causada por la disminución de su presencia, al revelar la finalidad
de su marcha. Es decir, que si él no parte, el Paráclito no vendrá a
ellos; pero si él muere para retornar al Padre, lo podrá
enviar a los discípulos. La partida y la separación son condición
previa para la venida del Paráclito: “pues si no me voy, no vendrá a
vosotros el Consolador…” (v.7).
•
Juan 16,8-11: Misión del Paráclito. Jesús continúa
describiendo la misión del Paráclito. El término “Paráclito”
significa “abogado”, es decir, apoyo, asistente. Aquí el Paráclito viene
indicado como el acusador en un proceso que se realiza ante
Dios, en el cual el imputado es el mundo, culpable de condenar a
Jesús: “demostrará la culpa del mundo referente al pecado, a la justicia
y al juicio” (v.8). El texto de la CEI (1967) traduce:
“él convencerá al mundo”; el verbo griego elègkein significa que
investigará, interrogará, pondrá a prueba: sacará a la luz la realidad,
ofrecerá la prueba de la culpabilidad.
El
objeto de la demostración es el pecado: él ofrecerá al
mundo la prueba del pecado que ha cometido en lo que se refiere a
Jesús y se lo manifestará. ¿De qué pecado se trata? El de la
incredulidad (Jn 5,44ss; 6,36; 8,21.24.26; 10,31ss). Además, el
haber pensado el mundo que Jesús es un pecador (Jn 9,24; 18,30)
resulta ser una culpa inexcusable (Jn 15,21ss).
En
segundo lugar, “demostrará” la culpabilidad del mundo
”respecto a la justicia”. En el plano jurídico, la noción de
justicia que más concuerda con el texto es la que conlleva una
declaración de culpabilidad o de inocencia en un juicio. En nuestro
contexto, es la única vez que en el evangelio de Juan aparece el
término “justicia”, en otros lugares aparece el de “justo”. En Jn 16,8
la justicia está unida a cuanto Jesús ha afirmado de sí
mismo, es decir, a la finalidad por la que va al Padre. Con esta
exposición explica su glorificación: Jesús va al Padre, está a punto de
eclipsarse, y por tanto, los discípulos no podrán verlo
más; está a punto de entregarse y de sumergirse totalmente en la
voluntad del Padre. La glorificación de Jesús confirma su filiación
divina y la aprobación por parte del Padre de la misión
llevada a cabo por Jesús. Por tanto, el Espíritu demostrará
directamente la justicia de Cristo (Jn 14,26; 15,26) al proteger a los
discípulos y a la comunidad eclesial.
El
mundo, que pensaba haber juzgado a Jesús condenándolo,
ahora es condenado por “el príncipe de este mundo”, porque es el
responsable de su crucifixión (13,2.27). Jesús, muriendo en la cruz, ha
sido levantado (12,31) y ha vencido a Satanás. Ahora el
Espíritu testificará a todos el sentido de la muerte de Jesús, que
coincide con la caída de Satanás (Jn 12,32; 14,30; 16,33)
4) Para la reflexión personal
• ¿Tenemos el mismo miedo y preocupación de perder a Jesús
que tenían los discípulos?
• ¿Te dejas conducir por el Espíritu Paráclito que te lleva a
identificar con verdad el error del mundo, te ayuda a adherirte a Jesús y te conduce a conocer la verdad sobre tí mismo?
5) Oración final
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
por haber escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles tañeré en tu honor,
me postraré en dirección a tu santo Templo. (Sal
138,1-2)
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