Dios es la fuente de la verdadera alegría
En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las
pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios,
aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno,
es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en
aquellos que Él ama y que le aman. Dios nos ha creado a su imagen por amor y
para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su
gracia.
Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con claridad y certeza que es bueno que yo sea, que exista.
Del Mensaje de Benedicto XVI para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud (2012)
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