La temporada de Pascua es un
momento apropiado para recordar el inmenso gozo de María por la Resurrección de
su Hijo y redescubrir su papel de madre y maestra en nuestras vidas.
La Virgen María tiene un papel único en el plan de salvación de Dios y en la Iglesia. Ella consintió a la venida del Salvador y cooperó en el desarrollo de Su misión. Ella lo trajo al mundo, lo crió y amorosamente estuvo a su lado durante los años de Su vida oculta.
María apoyó a si Hijo Jesús durante su ministerio público de una manera tranquila, comenzando en Caná, donde por su intercesión Jesús realizó su primer milagro (Juan 2,1-12).
Nuestra Madre cooperó en Su obra, aun uniendo su propio sufrimiento con el de su Hijo, al pie de Su cruz. María fue la primera discípula de Jesús, humildemente lo siguió durante cada paso de Su viaje y misión. Ella confió completamente en Dios y vivió por Su gracia.
La virgen María es nuestro modelo de verdadero discipulado y de fe completa.
Durante la Pascua somos más conscientes de la presencia y amor maternal de María. Es quizás por esta razón que la tradición popular ha dedicado el mes de mayo, que cae durante esta temporada litúrgica, a Nuestra Santísima Madre.
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