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Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

28 de marzo de 2024

Liturgia y Comentario del Evangelio del: Jueves Santo (Misa vespertina de la Cena del Señor)

 

Primera lectura

 

Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14

 

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.

Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.

Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.

Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.

La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.

Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis».

 

Salmo 115, 12-13. 15-16. 17-18

 

R/. El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo

 

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.

 

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R/.

 

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.

 

Segunda lectura

 

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

 

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

 

Evangelio del día

 

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».

Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

 

Reflexión del Evangelio de hoy

 

Jesús, consciente que su fin está próximo, se dispone a vivir su especial Pascua. El momento elegido es la celebración de la Pascua judía en la que se conmemoraba la liberación de la esclavitud del antiguo Egipto. La ocasión escogida no es casual, por el contrario, es la celebración del acontecimiento más decisivo de la fe de Israel. El hecho histórico en el que experimentó cómo Dios, al escuchar su clamor y liberarlo de la opresión, era fiel a la Alianza establecida con los padres. Celebrando cómo Dios había salvado antiguamente a su pueblo, Jesús nos dejará el memorial eucarístico de su vida y entrega hasta la muerte. El sacramento que actualiza y rememora el misterio de nuestra salvación definitiva.

 

La lectura del libro del Éxodo nos da el encuadre del misterio que empezamos a celebrar el primer día del Triduo pascual. El comentario de la Biblia de Jerusalén al texto que leemos hoy, lo expresa con estas palabras: La Pascua judía preparaba propiamente la fiesta cristiana. Cristo, cordero de Dios, es inmolado (en la cruz) y comido (en la Cena), en el marco de la Pascua judía (la Semana Santa). Cristo (y nosotros con Él) va a “pasar” de este mundo, cautivo del pecado, al Padre, la Tierra Prometida. Esta es la Pascua de Cristo que va a sustituir a la Pascua de los judíos. El misterio central de nuestra fe cristiana.

 

Dios, con la Pascua de Jesús nos libera de las consecuencias del pecado, va a la raíz misma de donde brota toda esclavitud humana que genera muerte, dolor y sufrimiento. Al igual que el Padre, también Jesús escuchó los gemidos de los que sufren, vio la aflicción de su pueblo, tuvo compasión de él. No pasó indiferente ante el dolor humano. Experimentó en propia carne los efectos del pecado. Con su entrega confiada en las manos del Padre será causa de redención para la humanidad.

 

El amor es lo que posibilita la entrega. “Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). El amor como el de Jesús salva, libera, redime. El pecado es el empeño arcaico para que no reine en el mundo un tipo de amor como el de Jesús. El Jueves Santo nos invita a acoger el amor que Jesús nos ofrece. A dejarnos lavar los pies por Él, para limpiar todo aquello que hay en nosotros que nos impide amar como Jesús amó. Guiados por su amor, podremos participar en su obra redentora y en su gloria pascual.

 

Celebrar la Cena del Señor no puede reducirse a un simple cumplimiento de un precepto eclesial. “Haced esto en memoria mía” implica la decisión personal de querer repetir este memorial de entrega y servicio a los demás en forma sacramental y vital. Jesús nos dio ejemplo tomando la función propia del esclavo para que también nosotros nos dispongamos a lavarnos mutuamente los pies por amor. La cruz de Jesús, asumida por amor, nos redime. Es el amor desinteresado, que busca el bien y la felicidad del otro, que no es egoísta, que perdona y se reconcilia, que es capaz de renunciar y sacrificarse por los demás, es a lo que estamos invitados los seguidores de Jesús y lo que puede salvar al mundo. 

 

El tipo de amor del que toda comunidad cristiana ha de ser modelo y testigo. Como nos dice Pablo en la segunda lectura, si los que compartimos el banquete eucarístico no estamos realmente unidos en el amor, no anunciamos “la muerte del Señor, hasta que venga”. Al adorar la Sagrada Eucaristía hoy, dejémonos amar por Jesús a la vez que renovemos nuestro vínculo de amor a Él y con Él, a los demás.

 

Jesús también nos prepara para vivir nuestro propio “paso” por este mundo con la misma actitud interior con que Él vivió el suyo. El Triduo pascual que iniciamos este Jueves Santo configura la espiritualidad cristiana que ha de marca nuestra existencia en este mundo. Creemos que la muerte no tiene la última palabra sobre nosotros y nuestros seres queridos, la humanidad entera y la obra creacional de Dios. Como hijos e hijas suyos, ponemos confiadamente en sus manos nuestra vida y proyectos por un mundo más justo y fraterno. Optamos porque el amor a Dios y al prójimo sea el eje entorno al cual giren nuestras relaciones. Conscientes de que, al mismo tiempo, reproduciremos la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

 

Celebramos este Jueves Santo el “paso” liberador de Dios por nuestra historia que Jesús quiso simbolizar sacramentalmente con la institución de la eucaristía. ¿Qué ha generado el “paso” de Dios por mi vida? ¿Cómo queremos que sea nuestro “paso” por esta vida? El misterio pascual es quien puede llenar de sentido y valor nuestra existencia, con sus contradicciones, límites y aciertos. “El amor de Dios derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5), finalmente, es el único que nos puede dar plenitud.

 

Fr. Rafael Colomé Angelats O.P.
Convento San José. Buenos Aires (Argentina)

 

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