1. Recojámonos en oración - Statio
Ven, Tú, refrigerio,
delicia y alimento de nuestras almas.
Ven y quita todo lo que es mío,
e infunde en mí sólo lo que es tuyo.
Ven, Tú que eres el alimento de todo casto pensamiento,
círculo de toda clemencia y cúmulo de toda pureza.
Ven y consuma en mí todo lo que es ocasión
de que yo no pueda ser consumada por ti.
Ven, oh Espíritu,
que siempre estás con el Padre y con el Esposo,
y repósate sobre las esposas del Esposo.
2. Lectura orante de la Palabra – Lectio
Del evangelio según Juan
1
Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente
Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. 2
Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús
se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. 3 Judas, pues,
llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos
sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas.4 Jesús, que
sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A
quién buscáis?» 5 Le contestaron: «A Jesús el Nazareno.» Díceles: «Yo
soy.» Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. 6 Cuando les
dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. 7 Les preguntó de
nuevo: «¿A quién buscáis?» Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».8
Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí,
dejad marchar a éstos.» 9 Así se cumpliría lo que había dicho: «De los
que me has dado, no he perdido a ninguno.»
10
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo
del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba
Malco. 11 Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que
me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?»
Jesús ante Anás y Caifás. Negaciones de Pedro.
12
Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron
a Jesús, le ataron 13 y le llevaron primero a casa de Anás, pues era
suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. 14 Caifás era el que
aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el
pueblo.
15
Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era
conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el atrio del sumo
sacerdote, 16 mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta.
Entonces salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a
la portera e hizo pasar a Pedro. 17 La muchacha portera dice a Pedro:
«¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» Dice él: «No lo
soy.» 18 Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque
hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos
calentándose.
19
El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.
20 Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he
enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos
los judíos, y no he hablado nada a ocultas. 21 ¿Por qué me preguntas?
Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que
he dicho.» 22 Apenas dijo esto, uno de los guardias, que allí estaba,
dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
23 Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero
si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»
24 Anás entonces le envió atado al sumo sacerdote Caifás.
25
Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también
de sus discípulos?» Él lo negó diciendo: «No lo soy.» 26 Uno de los
siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había
cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con él?» 27 Pedro
volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
Jesús ante Pilato.
28
De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada.
Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer
la Pascua.29 Salió entonces Pilato fuera hacia ellos y dijo: «¿Qué
acusación traéis contra este hombre?» 30 Ellos le respondieron: «Si éste
no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado.» 31 Pilato
replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley.» Los judíos
replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.» 32 Así se
cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a
morir.
33
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo:
«¿Eres tú el rey de los judíos?» 34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu
cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» 35 Pilato respondió: «¿Es
que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a
mí. ¿Qué has hecho?» 36 Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo.
Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no
fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.»
37
Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres rey?» Respondió Jesús: «Sí,
como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al
mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz.»
38
Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir
hacia los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él. 39
Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la
Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al rey de los judíos?»
40 Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!» Barrabás
era un salteador.
19:
1 Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. 2 Los soldados
trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le
vistieron un manto de púrpura; 3 y, acercándose a él, le decían: «Salve,
rey de los judíos.» Y le daban bofetadas.
4
Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que
sepáis que no encuentro ningún delito en él.» 5 Salió entonces Jesús
fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles
Pilato: «Aquí tenéis al hombre.» 6 Cuando lo vieron los sumos sacerdotes
y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Les dice Pilato:
«Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo no encuentro en él ningún
delito.» 7 Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según
esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»
8
Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. 9 Volvió a
entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no
le dio respuesta.10 Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que
tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?» 11 Respondió
Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de
arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.»
Condena a muerte.
12
Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron:
«Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se
enfrenta al César.» 13 Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y
se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo
Gabbatá. 14 Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora
sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro rey.» 15 Ellos
gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro
rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más
rey que el César.» 16 Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
La crucifixión
.
Tomaron,
pues, a Jesús, 17 y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar
llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, 18 y allí le
crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19
Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo
escrito era: «Jesús el Nazareno, el rey de los judíos.» 20 Esta
inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido
crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo,
latín y griego. 21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
«No escribas: `El rey de los judíos', sino: `Éste ha dicho: Yo soy rey
de los judíos'.» 22 Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he
escrito.»
Reparto de los vestidos.
23
Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos,
con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la
túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo.
24 Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a
quién le toca.» Para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis
vestidos, han echado a suertes mi túnica. Y esto es lo que hicieron los
soldados.
Jesús y su madre.
25
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre,
María, mujer de Clopás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y
junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí
tienes a tu hijo.» 27 Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y
desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Muerte de Jesús.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice:
«Tengo sed.»
29
Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo
una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. 30 Cuando
tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la
cabeza entregó el espíritu.
La lanzada.
31
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los
cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne-
rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. 32
Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del
otro crucificado con él. 33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya
muerto, no le quebraron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le
atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. 35
El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice
la verdad, para que también vosotros creáis. 36 Y todo esto sucedió
para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. 37 Y
también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
La sepultura.
38
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque
en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para
retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y
retiraron su cuerpo. 39 Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente
había ido a verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien
libras. 40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con
los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. 41 En el lugar
donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro
nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. 42 Allí, pues,
porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba
cerca, pusieron a Jesús.
3. Rumiar la Palabra – Meditatio
3.1 Clave de lectura:
- Jesús dueño de su suerte
Quisiera
proponeros el recogernos con el espíritu de María, bajo la cruz de
Jesús. Ella, mujer fuerte que ha penetrado todo el significado de este
acontecimiento de la pasión y muerte de Señor, nos ayudará a tener una
mirada contemplativa sobre el Crucificado (Jn 19,25-27). Nos encontramos
en el capítulo 19 del evangelio de Juan, que comienza con la escena de
la flagelación y la coronación de espinas. Pilatos presenta a Jesús a
los sumos sacerdotes y a los guardias: “Jesús Nazareno, el rey de los
Judíos” que gritan su muerte en la cruz (Jn 19,6). Comienza así para
Jesús el camino de la cruz hacia el Gólgota, donde será crucificado. En
la narración de la pasión según Juan, Jesús se revela dueño de sí mismo,
controlando así todo lo que le sucede. El texto juanista abunda en
frases que indican esta realidad teológica, de Jesús que ofrece su vida.
Los sucesos de la pasión él los sufre activamente no pasivamente.
Traemos aquí sólo algunos ejemplos haciendo hincapié sobre algunas
frases y palabras. El lector puede encontrar otras:
Entonces
Jesús, conociendo todo lo que le iba a suceder se adelanta y les
pregunta: “¿A quién buscáis?”. Le contestaron: “A Jesús el Nazareno”.
Díceles: “¡Yo soy!”. Judas, el que lo entregaba estaba también con
ellos. Cuando les dijo: “Yo soy” retrocedieron y cayeron en tierra. Les
preguntó de nuevo: “¿A quién buscáis?”. Le contestaron: “A Jesús el
Nazareno”. Jesús respondió “Ya os he dicho que yo soy; así que si me
buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Así se cumpliría lo que había
dicho: De los que me has dado, no he perdido a ninguno” (Jn 18, 4-9).
“Entonces Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura” (Jn 19,5).
A Pilatos le dice: “No tendrías ningún poder sobre mí, si no te hubiese sido dado de lo alto” (Jn 19,11).
También
sobre la cruz Jesús toma parte activa en su muerte, no se deja matar
como los ladrones a los cuáles les son destrozadas las piernas (Jn
19,31-33); al contrario entrega su espíritu (Jn 19,30). Son muy
importantes los detalles apuntados por el evangelista: “Jesús entonces,
viendo a su Madre y allí junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a
la Madre: "¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Luego dice al discípulo: “¡He
ahí a tu Madre!” (Jn 19, 26-27). Estas sencillas palabras de Jesús
llevan el peso de la revelación, palabras con las cuáles, Él nos revela
su voluntad: “ he ahí a tu hijo” (v.26); “he ahí a tu Madre” (v. 27).
Palabras que nos envían a aquellas pronunciadas por Pilatos en el
litóstrotos: “He ahí el hombre” (Jn 19,5). Aquí Jesús, desde la cruz, su
trono, revela su voluntad y su amor por nosotros. Él es el cordero
Dios, el pastor que da su vida por las ovejas. En aquel momento, en la
cruz Él hace nacer la Iglesia, representada por María, su hermana, María
la de Cleofás y María Magdalena con el discípulo amado (Jn 19,25).
- Discípulos amados y fieles
El
cuarto evangelio especifica que estos discípulos “estaban junto a la
cruz” (Jn 25-26). Un detalle éste de profundo significado. Sólo el
cuarto evangelio narra que estas cinco personas estaban junto a la cruz.
Los otros evangelistas no especifican. Lucas, por ejemplo, narra que
todos aquéllos que lo conocieron lo seguían desde lejos (Lc 23,49).
También Mateo cuenta que muchas mujeres seguían desde lejos estos
sucesos. Estas mujeres, habían seguido a Jesús desde la Galilea y le
servían. Pero ahora lo seguían desde lejos (Mt 27,55-56). Marcos, lo
mismo que Mateo, no ofrece los nombres de aquéllos que seguían la muerte
de Jesús desde lejos (Mc 15,40-41). Sólo el cuarto evangelio especifica
que la Madre de Jesús con las otras mujeres y el discípulo amado
“estaban junto a la cruz”. Estaban allí, como siervos ante su Señor.
Están valerosamente presentes en el momento en el que Jesús declara que
ya “todo está cumplido” (Jn 19,30). La Madre de Jesús está presente en
la hora que finalmente “ha llegado”. Aquella hora preanunciada en las
bodas de Caná (Jn 2,1ss). El cuarto evangelio había anotado también en
aquel momento que “la Madre de Jesús estaba allí” (Jn 2,1). Por esto,
aquél que permanece fiel al Señor en su suerte es el discípulo amado. El
evangelista deja en el anonimato este discípulo de modo que cualquiera
de nosotros nos podremos reflejar en él que ha conocido los misterios
del Señor, apoyando su cabeza sobre el pecho de Jesús durante la última
cena.
3.1.1. Preguntas y sugerencias para orientar la meditación y la actualización
•
Lee otra vez el texto del evangelio, y busca en la Biblia todos los
textos citados en la clave de lectura. Intenta encontrar otros textos
paralelos que te ayuden a penetrar a fondo el texto de la meditación.
•
Con tu espíritu, ayudado por la lectura orante del relato de Juan,
visita los lugares de la Pasión, párate en el Calvario para aprovechar
con María y el discípulo amado el acontecimiento de la Pasión.
• ¿Qué es lo que más llama tu atención?
• ¿Qué sentimientos suscita en ti el relato de la Pasión?
• ¿Qué significa para ti el hecho de que Jesús padece activamente su Pasión?
4. Oratio
¡Oh
Sabiduría Eterna!. ¡Oh Bondad Infinita! ¡Verdad Infalible! ¡Escrutador
de los corazones, Dios Eterno! Haznos entender, Tú que puedes, sabes y
quieres! Oh Amoroso Cordero, Cristo Crucificado, que haces que se cumpla
en nosotros lo que tú dijiste: “Quien me siga, no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). ¡ Oh luz indeficiente, de
la que proceden todas las luces! ¡Oh luz, por la que se hizo la luz, sin
la cuál todo es tinieblas, con la cuál todo es luz. ¡Ilumina, ilumina e
ilumina una y otra vez! Y haz penetrar la voluntad de todos los
cooperadores que has elegido en tal obra de renovación. ¡Jesús, Jesús
Amor, transfórmanos y confórmanos según tu Corazón! ¡Sabiduría Increada,
Verbo Eterno, dulce Verdad, tranquilo Amor, Jesús, Jesús Amor!
(Santa María Magdalena de Pazzis, O. Carm., en La Renovación de la Iglesia, 90-91)
5. Contemplatio
Repite con frecuencia, con calma, esta palabras de Jesús, asociado a Jesús en el ofrecimiento de si mismo:
“Padre en tus manos entrego mi Espíritu”
www.ocarm.org
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