No nos ha de bastar con sabernos amados, ¡tenemos que amar! Porque la primera revelación de Jesús es que Dios nos ama; pero la segunda es que Dios quiere ser amado.
A lo largo del Antiguo Testamento, nos vamos
encontrando con la historia de este Dios, Yahvé, que busca al hombre, que
quiere tener relaciones con él, que no se limitó a crearlo, sino que ahora lo
cuida, que corre tras él como un mendigo de amor, como un Dios que no soporta
su indiferencia; un Dios que perdona la desobediencia de Adán y que está
dispuesto a todo; incluso a la encarnación de su Hijo para reconquistar aquel
primer amor perdido por el pecado. Por eso, su primer mandamiento es ese:
“Amarás a Dios con todo tu corazón y con toda tu alma”.
Ese amor se realiza en el Nuevo Testamento por
tres caminos: por la Fe, la oración y la obediencia.
¿Qué es la fe para Jesús?
Con duras palabras reprende Jesús a aquellos
judíos que le rodean, y les llama “generación incrédula y perversa” porque
pronunciaban dos veces al día su confesión de fe judía: “Escucha Israel, sólo
hay un Dios y ningún otro fuera de Él” y, sin embargo, eran incrédulos, porque
sólo lo pronunciaban con los labios. La fe no está en palabras.
Para comprender lo que es la fe, leemos (Mt,
14,28), la narración de Pedro caminando sobre el mar…Pedro, invitado por Jesús,
se baja de la barca y se lanza al mar…La fe empuja al creyente a pisar un
terreno en el que no hace pie. La fe no es creer que el agua puede sostenernos;
es atreverse a fiarse de una palabra que invita y apostar por una realidad que
se juzga más real que la misma realidad que estamos viendo…No es apostar por la
irrealidad. Es apostar por otra realidad más sólida que el agua.
Y, como la fe es débil, no excluye el miedo ni los
gritos ni las peticiones de socorro.
La fe es un modelo de existencia que
camina entre miedos y dudas ella no es miedo ni duda. La fe para Jesús es la
convicción de que Dios está siempre cerca, mucho más de lo que aparenta y
sentimos; y, que está cerca solo con que el hombre esté dispuesto a convertirse
a Él. Porque Dios es el Todopoderoso que sólo necesita que el hombre se deje
obsequiar. La fe, de alguna manera es omnipotente: “Tened fe en Dios, dice el
Señor: “En verdad os digo que cualquiera que le dijera a este monte: quítate de
ahí y ´échate al mar, y lo dijera con su corazón: creyéndolo, el monte se
trasladaría al mar. Todo es posible para el que cree (Mc 11)
Fe es la confianza que tenemos en Dios por Cristo;
y esta confianza total es el primer paso imprescindible de todo amor a Dios.
LA ORACIÓN
La expresión de esta fe es el diálogo amoroso con
Dios. Hoy vivimos una crisis de oración. El mundo secularizado dice que la
oración supone una pérdida de tiempo; que es preferible trabajar en el mundo
para mejorarlo; y, los mismos cristianos, han puesto en entredicho la mística
contemplativa, haciendo creer que el trabajo puede ser oración; dicen algunos que
no hay una oración más verdadera que el trabajo. Algunos comprueban que no son
mejores por oír misa y rezar, y, lo dejan. Al día de hoy, se prefiere la
oración comunitaria, más por lo que tiene de comunitaria que de oración. Han
cambiado la Misa por una Asamblea que, teóricamente era del pueblo de Dios, del
pueblo con minúscula, porque Dios no estaba, como tampoco aquello era
evangélico.
Porque Jesús era un orante, para contarlo,
necesitaríamos mucho espacio y mucho tiempo: La Oración de Jesús en Getsemaní;
la oración de Jesús en el desierto después de haber sido bautizado. Se retiraba
al monte para orar. Subió al Tabor y se transfiguró. En otra ocasión se pasó
toda la noche haciendo oración,( Lc9) Pasó la noche orando y al amanecer les
dijo a los discípulos que habia una clase de demonios que por ningún medio
podía salir, sino a fuerza de oración y de ayuno.(Mc, 9, 28).
Jesús ora como un “judío piadoso”: bendice la
mesa; observa el culto sabático y ora con la comunidad; observa los tres
momentos de oración que estaban prescritos para todos los judíos. Es el primer
nivel.
En un segundo nivel lo encontramos haciendo
oración ante los momentos históricos importante de su vida: antes de ser
bautizado; antes de la elección de los Apóstoles; antes de enseñar la oración
del Padrenuestro; antes de realizar cada milagro; y, ante las horas decisivas
de su Pasión.
El nivel decisivo de la oración de Jesús es el que
afecta a su vida toda, cuando Jesús ora por orar, para estar con el Padre;
cuando descubre que toda su vida es una dulce convivencia con el Padre. En su
oración descubrimos que no se trata de una relación teórica, sino de una
convivencia íntima con Dios Padre con Quién forma una total unidad Esta es la
oración de Jesús, una oración gozosa, porque , aunque oraba solo, era la
oración del mundo entero; los “gemidos de parto” de la Humanidad entera en
espera de la redención(Rom.8 y ss)
La oración de Jesús y del cristiano es un
encuentro con Dios que pasa por nuestras almas y las despoja y las adorna y les
descubre el último y más verdadero rostro de la realidad total.
LA OBEDIENCIA AMOROSA
Después de la fe y la oración tenemos que dar un
paso más:. Porque a Dios no se le ama sólo en la actividad interior. El amor a
Dios tiene que mostrarse en toda la vida. Y, de nuevo tenemos que fijarnos en
Jesús, nuestro Modelo:: En nuestros días, cuando el hombre es más esclavo que
nunca: esclavo de las drogas, del sexo, de la pornografía y, sobre todo,
esclavo de su orgullo que le permite proclamarse libre, retóricamente; Un
parado, ¿puede sentirse libre?
El Hombre más libre de toda la historia fue Jesús.
Su obediencia fue elegida; y no era la obediencia del siervo, sino la del hijo,
la del enamorado. Cristo vivió su existencia como un embajador a quién se le
encomienda una misión que su Padre había dibujado con detalle. Él la asumió
voluntariamente. Obedeció sin salirse del plan establecido.
La vida del cristiano es obediencia a la voluntad
de Dios o no es vida cristiana. Seguir a Jesús es hacer las cosas que hacía
Jesús. Preocupándose en todo momento de interpretar la voluntad del Padre, a
través de la Palabra o de la conciencia. El amor que no de expresa de esta
forma, se queda en un sentimentalismo amoroso, no es amor.
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