1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, dijo el Señor: "¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!" Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a hostigarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras. (Lucas 11:47-54).
1. Continuamos escuchando y meditando las duras imprecaciones de Jesús contra las autoridades religiosas de Israel. Hoy les echa en cara otra mentira de su vida. Por una parte, levantan monumentos a los profetas “antiguos” que sus padres mataron, y así reconocen que sus mayores fueron asesinos de los enviados de Dios que les llamaban a convertirse; y a la vez que levantan monumentos a los profetas antiguos, rechazan a Jesús - que es el Enviado del Padre y está por encima de todos los profetas-. Y no sólo eso, sino que maquinan quitarle la vida. ¿No hacemos algo así los cristianos de hoy? Honramos a los “profetas” antiguos, es decir, a los santos y personas buenas de otros tiempos y les levantamos altares y monumentos... Pero, ¿escuchamos a los “profetas de hoy”, que denuncian nuestros pecados y nuestra vida cristiana mortecina, y nos llaman a la conversión? Pensemos, por ejemplo, en cómo recibimos las enseñanzas del Papa y de los obispos y de otras personas, a través de las cuales nos habla Dios hoy... Los fariseos rechazaban a Jesús porque su mensaje les resultaba incómodo. Y nuestras críticas y rechazos del mensaje que nos llega a través de los “profetas de hoy”, ¿no es por lo mismo, porque nos resulta incómodo y molesto? Señor, que busque de verdad a Dios y descubrir su voluntad. Que acoja tu mensaje, aunque choque con mi vida cómoda y mi cristianismo demasiado confortable.
2. Los escribas -en su orgullo y soberbia- creían tener la llave de la sabiduría. Ellos que eran los maestros de la Ley, rechazan a Jesús, porque piensa y actúa de manera distinta a ellos; a Jesús que sí tiene la llave del saber y es el único Maestro que nos revela lo que el Padre le ha confiado: “Todo me lo ha confiado mi Padre. Y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelárselo.” (Lc 10, 22) Jesús les reprocha, no sólo que no crean ellos, sino que, con su mal ejemplo, arrastren a la gente del pueblo a no creer tampoco en él: “¡Ay de vosotros, maestros de la Ley…, que no habéis entrado [en el Reino, en la comunidad de Jesús] y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar”! ¡Qué gran responsabilidad la de aquellos maestros, Señor: no te aceptan como Mesías Salvador y procuran que tampoco te acepten los sencillos. Y de nosotros, Señor, ¿no puedes decir algo parecido? Con nuestro cerrarnos a tus llamadas, y este cristianismo amodorrado, acomodaticio, y sin tensión ni entusiasmo, ¿no “cerramos” la puerta a muchos?, ¿no impedimos que otros crean? Señor, perdona la tibieza de mi vida cristiana y los malos ejemplos que doy. Ayúdame a ser más coherente con la fe que digo profesar. Que mi vida no aparte de ti a nadie, sino que sea invitación para que otros se acerquen a ti.
3. Tal vez estas imprecaciones contra los fariseos y escribas nos resultan demasiado duras en boca de Jesús que es la misma misericordia. Pero en realidad eran llamadas amorosas a la conversión. Podríamos decir que estos “¡ay!” de Jesús son como un último intento –casi desesperado- de ablandar los corazones de aquellas gentes. Sin embargo, ellos siguieron en su rechazo. Señor, que mi corazón no llegue a ese endurecimiento. Quiero escuchar tus llamadas a la conversión como llamadas de tu amor. Aunque a veces sean “duras”. Un amigo me decía que la llamada más fuerte y más llena de amor y misericordia que había experimentado de ti fue cuando le diagnosticaron un cáncer. Señor, yo quiero escucharte siempre. Quiero ver tu amor en todo. También, en los acontecimientos difíciles y dolorosos, a través de los que me hablas y me dices que tu amor está conmigo. Dame tu gracia para que así sea.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
17/10/2013
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