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Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

29 de octubre de 2012

El simbolismo del Sagrado Corazón de Jesús


En el Sagrado Corazón Eucarístico
de Jesús,
laten al unísono
el amor humano
y el Amor divino del Hombre-Dios,
donados sin reserva
a la creatura que comulga

¿Qué simboliza el Sagrado Corazón? Mucho más de lo que simboliza un corazón meramente humano, puesto que se trata del corazón del Hombre-Dios. El Corazón de Cristo, por lo tanto, encierra una doble simbología, humana y divina.

Según un autor, el corazón es el análogon de lo más íntimo de la vida divina: así como en el hombre, el corazón es símbolo de la plenitud de la vida y del amor, así en Dios Trino se puede decir que su Corazón único es la plenitud infinita de amor y de vida.

En otras palabras, si en el hombre el corazón simboliza la totalidad de vida y de amor de la criatura –si no hay corazón latiendo, no hay vida, y si el corazón es “duro” o “frío”, lo cual equivale a decir que ese tal “no tiene corazón”, no hay amor-, en Dios, la infinita plenitud de vida y de amor que brotan del Ser de Dios, forman el corazón único del Padre y del Hijo.

Y como en el ser sensible, el aliento del corazón es la espiración de amor el latido del corazón expresa el amor, porque el corazón late por el amor y exhala amor-, así del corazón único del Padre y del Hijo, procede el Espíritu Santo, espiración mutua de Amor del Padre y del Hijo.

Es decir, si el aliento del corazón humano es el amor, el aliento del corazón único del Padre y del Hijo, es el Amor mutuo, el Espíritu Santo, el cual procede del poderosísimo latido del corazón infinito de Dios .Y el Espíritu Santo, el Amor de Dios, exhalado por el corazón único de Dios, es efundido en la criatura, para comunicarle a esta los misterios insondables del Amor divino, y para elevar a la criatura hasta el corazón de Dios.

La simbología del Sagrado Corazón, es signo real en la Eucaristía, puesto que en la Eucaristía se dona el Sagrado Corazón en su totalidad y en su doble simbología y realidad humano-divina: en la Eucaristía late el amor humano divinizado del corazón humano del Hombre-Dios, y el Amor infinito del Corazón único del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo. Ambos amores, el humano y el divino, laten al unísono, por amor al hombre, en la Eucaristía, en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.

Ambos amores, que no son sino uno solo, se donan en la Eucaristía, en su totalidad, en su plenitud infinita, en su expansión sin límites, a la criatura que comulga.


Las espinas del Sagrado Corazón de Jesús


Las espinas que rodean
al Sagrado Corazón
representan a los bautizados,
que olvidándose de Jesús Eucaristía,
prefieren los placeres del mundo,
a los consuelos del Amor divino.

En las imágenes del Sagrado Corazón, el corazón de Jesús aparece, obviamente, estático y sin movimiento, pues se trata de una representación, ya sea en una lámina, o en una estatua, lo cual puede contribuir a dar una idea un tanto alejada de la realidad, ya que si se piensa que no se mueve, las espinas que lo rodean no le provocan ningún daño ni dolor.

En la realidad, por el contrario, el Sagrado Corazón está vivo, y porque está vivo, late, y late de modo continuo, como late el corazón de todo ser humano vivo -Jesús es el Hombre-Dios, es decir, verdadero Hombre y verdadero Dios-, y como está rodeado de espinas, porque la Pasión de Jesús está en Acto Presente –es decir, es misteriosamente actual, y lo es hasta el fin de los tiempos-, y es por eso que, en cada latido, el Sagrado Corazón es punzado por dolorosas espinas, minuto a minuto, centenares y miles de veces, las cuales le provocan un dolor continuo y una amargura permanente.

¿Qué significan esas espinas? Las espinas que punzan el Sagrado Corazón, representan, ante todo, a los consagrados -sacerdotes, religiosos, religiosas-, que olvidándose del Amor del Sagrado Corazón, se desvían en busca de placeres terrenos y mundanos; las espinas representan también a los niños, que prefieren sus juegos y sus diversiones, a la oración y a la penitencia; representan a los jóvenes, que prefieren seguir los impulsos del instinto, antes que considerarse como templos del Espíritu Santo; las espinas representan a los adultos, que han claudicado desde su juventud en el seguimiento de Cristo, y se han acomodado a los placeres del mundo, dejando en el más completo olvido el culto debido a Dios; las espinas representan a los ancianos, que viven la última etapa de su vida sin ofrecer sus sufrimientos, y sin pensar que les falta poco para encontrarse con su Creador.

El Sagrado Corazón está rodeado de espinas, pero su dolor más grande no se debe a ellas, sino a la frialdad y a la indiferencia de aquellos llamados a reparar, con actos de amor y adoración a su Presencia Eucarística, los horribles sacrilegios con los que es ofendido día a día.


Las llamas del Sagrado Corazón de Jesús

Las llamas que envuelven
al Sagrado Corazón,
representan al Ser divino,
que es Amor en Acto Puro.
Jesús comunica de estas llamas
en cada comunión eucarística,
y si el alma no se enciende
en el fuego del Amor divino,
es porque el fuego
no puede encender
la roca dura y fría.

El Sagrado Corazón, según los relatos de Santa Margarita María de Alacquoque, aparece envuelto en llamas. Las llamas son figura del Ser divino, que es Amor celestial, espiritual y perfecto, en Acto Puro, cuyo ardor sólo puede ser representado adecuadamente por medio del fuego, porque así como el fuego abrasa y envuelve, así el Amor de Dios abrasa y envuelve a aquellos a los que ama, tomando posesión de ellos por la eternidad.

El significado de las llamas que envuelven al Sagrado Corazón es develado por el mismo Jesús en Persona, a Santa Margarita: “Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía”.

Lo que quiere hacer el Sagrado Corazón es tomar el corazón de cada persona –su ser, su alma, su cuerpo, su vida toda-, e introducirla en ese horno ardiente de caridad, para hacerlo arder en el fuego de su amor, y convertirlo así en una llama viviente del Amor divino: “Luego” -continúa Margarita-, “me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo: “He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus mas vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón”.

En la comunión eucarística se da, de manera real y mística, algo más grande que en las apariciones del Sagrado Corazón: más que pedirnos nuestro corazón, Jesús nos entrega su Corazón Eucarístico, envuelto en las llamas del Amor divino, para que al tomar contacto el alma con la Eucaristía, el corazón humano se encienda en el fuego del Amor de Dios, de modo que el alma quede toda encendida en la caridad divina. Si esto no sucede, se debe únicamente a que el fuego no puede prender en la fría y dura roca.



La cruz del sagrado corazon


La Cruz está en el Sagrado Corazón
porque por la Cruz latió
durante su vida terrena;
en la Cruz dejó de latir;
y por la Cruz comenzó a latir
en la eternidad.


Además del fuego y las espinas, el Sagrado Corazón posee una cruz, que está implantada en el extremo superior del Corazón, y en su base está envuelta en llamas.

¿Por qué la cruz en el Sagrado Corazón? Si el Corazón es la sede del amor, entonces la cruz en el Corazón de Jesús simboliza el amor a la cruz del Corazón de Jesús. La cruz está en el Sagrado Corazón, porque es la cruz que acompaña toda la vida terrena del Hombre-Dios, desde el primer instante de su Encarnación, hasta su muerte; es la cruz que fue empapada con su sangre; es la cruz con la que habrá de salvar a la humanidad; es la cruz por la cual Jesús nació, vivió y murió; es la cruz deseada por Jesús, como objetivo y meta de su existencia terrena; es la cruz por la cual los hombres ascenderán a los cielos, al seno del Padre; es la cruz que se convertirá en cátedra de la Verdad, que enseñará a los hombres el destino de vida eterna.

Es la cruz a la cual Jesús habla, en los escritos de Luisa Piccarreta: “Cruz adorada, por fin te abrazo… Tú eras el suspiro de mi Corazón, el martirio de mi Amor; pero tú, oh Cruz, tardaste hasta ahora, en tanto que mis pasos siempre se dirigían hacia ti… Cruz Santa, tú eras la meta de mis deseos, la finalidad de mi existencia acá abajo. En ti concentro todo mi ser; en ti pongo a todos mis hijos… Tú será su vida y su luz, su defensa, su protección, su fuerza… Tú los sostendrás en todo y me los conducirás gloriosos al Cielo. Oh Cruz, cátedra de Sabiduría, sólo tú formarás los héroes, los atletas, los mártires, los santos… Cruz hermosa, tú eres mi trono, y teniendo Yo que abandonar la tierra, quedarás tú en mi lugar… A ti te entrego en dote a todas las almas: ¡Custódiamelas, sálvamelas… te las confío!”

La Cruz está en el Sagrado Corazón porque por ella el Corazón de Jesús latió y suspiró de amor, desde su Encarnación, y durante toda su existencia terrena; en ella dejó de latir, cuando ya muerto, dio hasta la última gota de sangre; la Cruz está en el Sagrado Corazón, porque muriendo en ella, comenzó a latir en los cielos, en donde late por la eternidad.



La herida abierta y la sangre del Sagrado Corazón


Así como un montaña herida
deja escapar el torrente impetuoso
de la ardiente lava,
porque ya no la puede contener
en sus entrañas,
así el Sagrado Corazón,
al ser herido por la lanza,
deja escapar
el río de fuego
que arde, incandescente,
en su interior,
porque ya no lo puede contener más.


Un volcán en erupción es una montaña con una herida abierta, por donde escapa el fuego de sus entrañas. Tal vez esta imagen, tomada de la naturaleza, sirva para graficar, aunque sea muy imperfectamente, la herida del Corazón de Jesús. Así como la lava ardiente brota sin freno y es expulsada por las entrañas de la montaña, porque ya no la puede contener más, así el fuego ardiente del Amor divino, que late impetuoso en el Corazón de Jesús, es arrojado con ímpetu por medio de la Sangre que se derrama a través de la herida abierta por la lanza. Y de la misma manera, a como la lava del volcán, la montaña herida, al deslizarse por la ladera, incendia todo a su paso, incluso a las rocas más duras, haciéndolas arder en las llamas incandescentes, así, de la misma manera, ante el torrente impetuoso de la Sangre divina, que contiene el Fuego del Amor divino, el Espíritu Santo, las almas y los corazones, aún los más duros y fríos, se derriten como la cera al fuego, cuando son alcanzados aunque sea por la más pequeñísima gota de esta Sangre del Cordero.

Y así como un volcán, cuando hace erupción en la noche, ilumina las tinieblas con el resplandor del fuego, así la efusión de sangre y fuego del Sagrado Corazón, ilumina las tinieblas del mundo y de las almas humanas.

Por último, cuando un volcán arroja su lava, los hombres se aterrorizan, ante la posibilidad de ser abrasados y quemados vivos por el contacto con la lava incandescente, y todos huyen lo más lejos posible.

Pero cuando el río de fuego del costado abierto de Jesús irrumpe al abrirse la brecha en ese dique de Amor infinito que es el Sagrado Corazón, los hombres no deben temer ni apartarse, sino dejar que los inunde y que los abrase, porque es el Espíritu Santo en Persona.

http://apostol-totustuus.blogspot.com.es

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