En el Sagrado Corazón Eucarístico
de Jesús,
laten al unísono
el amor humano
y el Amor divino del Hombre-Dios,
donados sin reserva
a la creatura que comulga
¿Qué
simboliza el Sagrado Corazón? Mucho más de lo que simboliza un corazón
meramente humano, puesto que se trata del corazón del Hombre-Dios. El
Corazón de Cristo, por lo tanto, encierra una doble simbología, humana y
divina.
Según
un autor, el corazón es el análogon de lo más íntimo de la vida divina:
así como en el hombre, el corazón es símbolo de la plenitud de la vida y
del amor, así en Dios Trino se puede decir que su Corazón único es la
plenitud infinita de amor y de vida.
En
otras palabras, si en el hombre el corazón simboliza la totalidad de
vida y de amor de la criatura –si no hay corazón latiendo, no hay vida, y
si el corazón es “duro” o “frío”, lo cual equivale a decir que ese tal
“no tiene corazón”, no hay amor-, en Dios, la infinita plenitud de vida y
de amor que brotan del Ser de Dios, forman el corazón único del Padre y
del Hijo.
Y
como en el ser sensible, el aliento del corazón es la espiración de
amor el latido del corazón expresa el amor, porque el corazón late por
el amor y exhala amor-, así del corazón único del Padre y del Hijo,
procede el Espíritu Santo, espiración mutua de Amor del Padre y del
Hijo.
Es
decir, si el aliento del corazón humano es el amor, el aliento del
corazón único del Padre y del Hijo, es el Amor mutuo, el Espíritu Santo,
el cual procede del poderosísimo latido del corazón infinito de Dios .Y
el Espíritu Santo, el Amor de Dios, exhalado por el corazón único de
Dios, es efundido en la criatura, para comunicarle a esta los misterios
insondables del Amor divino, y para elevar a la criatura hasta el
corazón de Dios.
La
simbología del Sagrado Corazón, es signo real en la Eucaristía, puesto
que en la Eucaristía se dona el Sagrado Corazón en su totalidad y en su
doble simbología y realidad humano-divina: en la Eucaristía late el amor
humano divinizado del corazón humano del Hombre-Dios, y el Amor
infinito del Corazón único del Padre y del Hijo, el Espíritu Santo.
Ambos amores, el humano y el divino, laten al unísono, por amor al
hombre, en la Eucaristía, en el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús.
Ambos
amores, que no son sino uno solo, se donan en la Eucaristía, en su
totalidad, en su plenitud infinita, en su expansión sin límites, a la
criatura que comulga.
Las espinas del Sagrado Corazón de Jesús
Las espinas que rodean
al Sagrado Corazón
representan a los bautizados,
que olvidándose de Jesús Eucaristía,
prefieren los placeres del mundo,
a los consuelos del Amor divino.
En
las imágenes del Sagrado Corazón, el corazón de Jesús aparece,
obviamente, estático y sin movimiento, pues se trata de una
representación, ya sea en una lámina, o en una estatua, lo cual puede
contribuir a dar una idea un tanto alejada de la realidad, ya que si se
piensa que no se mueve, las espinas que lo rodean no le provocan ningún
daño ni dolor.
En
la realidad, por el contrario, el Sagrado Corazón está vivo, y porque
está vivo, late, y late de modo continuo, como late el corazón de todo
ser humano vivo -Jesús es el Hombre-Dios, es decir, verdadero Hombre y
verdadero Dios-, y como está rodeado de espinas, porque la Pasión de
Jesús está en Acto Presente –es decir, es misteriosamente actual, y lo
es hasta el fin de los tiempos-, y es por eso que, en cada latido, el
Sagrado Corazón es punzado por dolorosas espinas, minuto a minuto,
centenares y miles de veces, las cuales le provocan un dolor continuo y
una amargura permanente.
¿Qué
significan esas espinas? Las espinas que punzan el Sagrado Corazón,
representan, ante todo, a los consagrados -sacerdotes, religiosos,
religiosas-, que olvidándose del Amor del Sagrado Corazón, se desvían en
busca de placeres terrenos y mundanos; las espinas representan también a
los niños, que prefieren sus juegos y sus diversiones, a la oración y a
la penitencia; representan a los jóvenes, que prefieren seguir los
impulsos del instinto, antes que considerarse como templos del Espíritu
Santo; las espinas representan a los adultos, que han claudicado desde
su juventud en el seguimiento de Cristo, y se han acomodado a los
placeres del mundo, dejando en el más completo olvido el culto debido a
Dios; las espinas representan a los ancianos, que viven la última etapa
de su vida sin ofrecer sus sufrimientos, y sin pensar que les falta poco
para encontrarse con su Creador.
El
Sagrado Corazón está rodeado de espinas, pero su dolor más grande no se
debe a ellas, sino a la frialdad y a la indiferencia de aquellos
llamados a reparar, con actos de amor y adoración a su Presencia
Eucarística, los horribles sacrilegios con los que es ofendido día a
día.
Las llamas del Sagrado Corazón de Jesús
al Sagrado Corazón,
representan al Ser divino,
que es Amor en Acto Puro.
Jesús comunica de estas llamas
en cada comunión eucarística,
y si el alma no se enciende
en el fuego del Amor divino,
es porque el fuego
no puede encender
la roca dura y fría.
El
Sagrado Corazón, según los relatos de Santa Margarita María de
Alacquoque, aparece envuelto en llamas. Las llamas son figura del Ser
divino, que es Amor celestial, espiritual y perfecto, en Acto Puro, cuyo
ardor sólo puede ser representado adecuadamente por medio del fuego,
porque así como el fuego abrasa y envuelve, así el Amor de Dios abrasa y
envuelve a aquellos a los que ama, tomando posesión de ellos por la
eternidad.
El
significado de las llamas que envuelven al Sagrado Corazón es develado
por el mismo Jesús en Persona, a Santa Margarita: “Mi Divino Corazón,
está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que,
no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es
menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para
enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los
cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para
separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de
indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía”.
Lo
que quiere hacer el Sagrado Corazón es tomar el corazón de cada persona
–su ser, su alma, su cuerpo, su vida toda-, e introducirla en ese horno
ardiente de caridad, para hacerlo arder en el fuego de su amor, y
convertirlo así en una llama viviente del Amor divino: “Luego” -continúa
Margarita-, “me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y lo
cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo
hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del
suyo, de donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón,
poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado,
diciéndome al propio tiempo: “He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda
de mi amor, que encierra en tu costado una chispa de sus mas vivas
llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último
instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal forma te
marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que
consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no
es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará
para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre
de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado
Corazón”.
En
la comunión eucarística se da, de manera real y mística, algo más
grande que en las apariciones del Sagrado Corazón: más que pedirnos
nuestro corazón, Jesús nos entrega su Corazón Eucarístico, envuelto en
las llamas del Amor divino, para que al tomar contacto el alma con la
Eucaristía, el corazón humano se encienda en el fuego del Amor de Dios,
de modo que el alma quede toda encendida en la caridad divina. Si esto
no sucede, se debe únicamente a que el fuego no puede prender en la fría
y dura roca.
La cruz del sagrado corazon
La Cruz está en el Sagrado Corazón
porque por la Cruz latió
durante su vida terrena;
en la Cruz dejó de latir;
y por la Cruz comenzó a latir
en la eternidad.
Además
del fuego y las espinas, el Sagrado Corazón posee una cruz, que está
implantada en el extremo superior del Corazón, y en su base está
envuelta en llamas.
¿Por
qué la cruz en el Sagrado Corazón? Si el Corazón es la sede del amor,
entonces la cruz en el Corazón de Jesús simboliza el amor a la cruz del
Corazón de Jesús. La cruz está en el Sagrado Corazón, porque es la cruz
que acompaña toda la vida terrena del Hombre-Dios, desde el primer
instante de su Encarnación, hasta su muerte; es la cruz que fue empapada
con su sangre; es la cruz con la que habrá de salvar a la humanidad; es
la cruz por la cual Jesús nació, vivió y murió; es la cruz deseada por
Jesús, como objetivo y meta de su existencia terrena; es la cruz por la
cual los hombres ascenderán a los cielos, al seno del Padre; es la cruz
que se convertirá en cátedra de la Verdad, que enseñará a los hombres el
destino de vida eterna.
Es
la cruz a la cual Jesús habla, en los escritos de Luisa Piccarreta:
“Cruz adorada, por fin te abrazo… Tú eras el suspiro de mi Corazón, el
martirio de mi Amor; pero tú, oh Cruz, tardaste hasta ahora, en tanto
que mis pasos siempre se dirigían hacia ti… Cruz Santa, tú eras la meta
de mis deseos, la finalidad de mi existencia acá abajo. En ti concentro
todo mi ser; en ti pongo a todos mis hijos… Tú será su vida y su luz, su
defensa, su protección, su fuerza… Tú los sostendrás en todo y me los
conducirás gloriosos al Cielo. Oh Cruz, cátedra de Sabiduría, sólo tú
formarás los héroes, los atletas, los mártires, los santos… Cruz
hermosa, tú eres mi trono, y teniendo Yo que abandonar la tierra,
quedarás tú en mi lugar… A ti te entrego en dote a todas las almas:
¡Custódiamelas, sálvamelas… te las confío!”
La
Cruz está en el Sagrado Corazón porque por ella el Corazón de Jesús
latió y suspiró de amor, desde su Encarnación, y durante toda su
existencia terrena; en ella dejó de latir, cuando ya muerto, dio hasta
la última gota de sangre; la Cruz está en el Sagrado Corazón, porque
muriendo en ella, comenzó a latir en los cielos, en donde late por la
eternidad.
La herida abierta y la sangre del Sagrado Corazón
Así como un montaña herida
deja escapar el torrente impetuoso
de la ardiente lava,
porque ya no la puede contener
en sus entrañas,
así el Sagrado Corazón,
al ser herido por la lanza,
deja escapar
el río de fuego
que arde, incandescente,
en su interior,
porque ya no lo puede contener más.
Un
volcán en erupción es una montaña con una herida abierta, por donde
escapa el fuego de sus entrañas. Tal vez esta imagen, tomada de la
naturaleza, sirva para graficar, aunque sea muy imperfectamente, la
herida del Corazón de Jesús. Así como la lava ardiente brota sin freno y
es expulsada por las entrañas de la montaña, porque ya no la puede
contener más, así el fuego ardiente del Amor divino, que late impetuoso
en el Corazón de Jesús, es arrojado con ímpetu por medio de la Sangre
que se derrama a través de la herida abierta por la lanza. Y de la misma
manera, a como la lava del volcán, la montaña herida, al deslizarse por
la ladera, incendia todo a su paso, incluso a las rocas más duras,
haciéndolas arder en las llamas incandescentes, así, de la misma manera,
ante el torrente impetuoso de la Sangre divina, que contiene el Fuego
del Amor divino, el Espíritu Santo, las almas y los corazones, aún los
más duros y fríos, se derriten como la cera al fuego, cuando son
alcanzados aunque sea por la más pequeñísima gota de esta Sangre del
Cordero.
Y
así como un volcán, cuando hace erupción en la noche, ilumina las
tinieblas con el resplandor del fuego, así la efusión de sangre y fuego
del Sagrado Corazón, ilumina las tinieblas del mundo y de las almas
humanas.
Por
último, cuando un volcán arroja su lava, los hombres se aterrorizan,
ante la posibilidad de ser abrasados y quemados vivos por el contacto
con la lava incandescente, y todos huyen lo más lejos posible.
Pero
cuando el río de fuego del costado abierto de Jesús irrumpe al abrirse
la brecha en ese dique de Amor infinito que es el Sagrado Corazón, los
hombres no deben temer ni apartarse, sino dejar que los inunde y que los
abrase, porque es el Espíritu Santo en Persona.
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