Meditación: 1 Juan 4,19—5,4
“Todo el que cree que Jesús es el Mesías ha nacido de Dios” (1 Juan 5,1, Biblia Latinoamérica).
Cuando Nicodemo le preguntó a Jesús cómo puede uno nacer de nuevo, el Señor le respondió: “Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3,4-5). Para nacer de Dios primero tenemos que aceptar el gran don del amor que Dios nos ha dado, que es Jesucristo, muerto y resucitado. En las aguas del bautismo morimos y resucitamos con Cristo, y recibimos la vida nueva que nuestro Padre nos da. Y cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, Él viene en persona a vivir en nosotros por medio del Espíritu Santo.
Nacer de Dios significa aceptar de corazón que Jesús es el Cristo. Pero ¿cómo podemos saber que hemos llegado a ser hijos de Dios y que lo amamos? San Juan dice que basta con observar cómo estamos obedeciendo el mandamiento del amor: “Cuando amamos a Dios y hacemos lo que él manda, sabemos que amamos también a los hijos de Dios” (1 Juan 5,2). ¡Qué prueba más sencilla y práctica! Cuando amamos a Dios y obedecemos sus mandamientos nos comportamos como hijos de Dios, porque hacemos lo mismo que hizo Jesús.
Gracias a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, Dios ha venido a ser nuestro Padre y nosotros somos sus hijos. La victoria de Jesús y la presencia del Espíritu Santo nos dan las fuerzas necesarias para amar a Dios y al prójimo. Por eso, lo que nos pide el Señor no es imposible, porque si estamos “en Cristo”, hemos nacidos de Dios y hemos recibido todo lo necesario para obedecer el mandamiento del amor.
Y cuando nacemos de Dios, nos convertimos en vencedores: “Todo el que es hijo de Dios, vence al mundo” (1 Juan 5,4). En efecto, las fuerzas humanas no bastan para amar siempre; pero si somos hijos de Dios, podemos vencer el mal en nuestra vida gracias al poder divino que actúa en nosotros, y cumplir su mandamiento de amarlo a Él y al prójimo, e incluso perdonar a quienes nos hacen mal.
“Señor, te amo y me siento muy agradecido de ser tu hijo. Ayúdame, por el poder de tu Espíritu Santo, a amar a todos tus hijos, que son mis hermanos y hermanas en Cristo.”
Salmo 72,1-2.14-15.17
Lucas 4,14-22
Tomado de: la_Palabra.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario