Jesús decía a sus discípulos:
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.
¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Tres criterios educativos para un verdadero discipulado
Lucas 6,43-49
“No hay árbol bueno que de fruto malo ni árbol malo que de fruto bueno”
Por CELAM - CEBIPAL
Tres criterios educativos para un verdadero discipulado
Lucas 6,43-49
“No hay árbol bueno que de fruto malo ni árbol malo que de fruto bueno”
Terminamos hoy la lectura del “Sermón de la llanura” (Lc 6,20-49), el primer gran discurso formativo de Jesús para sus discípulos en el evangelio de Lucas.
Las últimas palabras de Jesús en su enseñanza en la llanura, frente a aquel monte donde pasó la noche en oración y escogió a sus doce, son para darnos los criterios evaluativos de este primer curso de discipulado de su comunidad. Este hecho es importante porque en la medida en que se camina con Jesús es necesario estar atento a la autenticidad del proceso que se va realizando.
Esto del “ser auténticos” es importante. Como puede notarse en una primera aproximación al texto, Jesús les insiste a sus discípulos que las solas palabras no bastan. Las tres imágenes, la del árbol que se conoce por sus frutos, la del tesoro de cuyo interior se extraen las perlas y la del edificio bien cimentado, nos invitan al compromiso, a la coherencia entre las palabras y la acción, a esforzarnos por una vida cristiana sólida.
Leyendo despacio el pasaje, vemos cómo Jesús llama la atención sobre tres puntos que deben estar presentes en toda revisión de vida:
1. La sinceridad.
Si no hay sinceridad no hay formación en los asuntos del Señor. Este evangelio entiende por sinceridad el hacer que las palabras correspondan a lo que se encuentra en el corazón.
Esto se entiende mejor con una comparación: el buen corazón da buenos frutos, el corazón malo da malos frutos (6,43). Luego se complementa con la frase: “el hombre bueno del tesoro del corazón saca lo bueno…” (6,45a).
Puesto que el discípulo ha sido llamado también para ser “profeta” y puesto que el profeta es un hombre de la Palabra (“habla de su boca”, dice 6,45b), a él se le aplica la regla del discernimiento que desenmascara los falsos profetas: ¡Examinen sus frutos!
El mejor lenguaje son los hechos, ése es el mejor indicador de qué es lo que habita en el corazón de cada uno.
2. La obediencia.
Cuando una persona habla como un discípulo del Señor pero sin serlo verdaderamente en el corazón se le aplica esta pregunta de Jesús: “¿Por qué me llaman: Señor, y no hacen lo que digo?” (6.46).
La obediencia al Maestro Jesús es el equivalente de la obediencia a la voluntad de Dios (ver el texto paralelo en Mt 7,21). Obedecer es “hacer” lo que dice la Palabra, encarnarla, integrarla en los propios hábitos de la vida. El discípulo no puede perder de vista que esto es lo esencial: asumir la enseñanza y vivir guiado por ella.
3. La solidez
Desde el comienzo del evangelio, Lucas ha dejado claro que su propósito es, como le dice a Teófilo, “que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” (1,14). La “solidez” es la consistencia de vida que se expresa en la perseverancia y en la fortaleza interior frente a las pruebas de la fe.
Con la parábola de la casa construida sobre la roca, Jesús enseña que es necesario ir a fondo para construir alto y duradero. Solo en Lucas encontramos la frase: “cavó profundamente” (6,48). Con ello señala que la Palabra tiene que ir hasta el fondo de nuestra realidad personal.
Cimentar sobre la roca es construir la vida sobre las acciones que se derivan de la enseñanza de Jesús. Esta es la clave de la solidez de vida, o sea, del discípulo bien formado que no se deja arrastrar por la violencia de la corriente cuando llega la hora de la crisis.
Retomando las lecturas de la semana
La lectura continua del evangelio de Lucas a lo largo de esta semana nos ha permitido tener una visión clara de la unidad de la Palabra en este evangelio y, dentro de ella, captar la dinámica de formación de Jesús. Poco a poco vamos aprendiendo la pedagogía de Jesús que puede y debe ser modelo para nuestros procesos de formación hoy en la familia y en la comunidad de la que hacemos parte.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué imágenes usa Jesús en el evangelio de hoy para llamarnos a la coherencia de vida? ¿A qué se refiere cada una de ellas?
2. Mi vida se desenvuelve en varios contextos: familia, trabajo, estudio, diversión, etc. ¿En cuál de ellos siento que actúo con más sinceridad y en cual no? ¿Por qué?
3. ¿Cuáles son los cimientos sobre los que he construido o estoy construyendo mi vida? ¿Cuál de ellos es el más sólido? ¿Existe alguno que es como arena movediza? ¿Qué haré?
No hay comentarios:
Publicar un comentario