Santos: Juan
Crisóstomo, Doctor de la Iglesia; Amado de Luxeuil, obispo. Dedicación de la
Basílica del Santo Sepulcro.
Vísperas
I del domingo: 4a semana del Salterio. Tomo IV: pp. 1076 y 220. Para los
fieles: pp. 722 y 415. Edición popular: pp. 289 y 479. Memoria (Blanco)
FORMAMOS
UN SOLO CUERPO
1 Co
10,14-22; Lc 6, 43-49
El criterio que proporciona el
Evangelio de san Lucas para distinguir a los cristianos genuinos de los que no
lo son, es el de los frutos. No es posible escuchar distraídamente la Palabra
de Dios y tomar al vuelo algunas "buenas intenciones" para cumplirlas
en un hipotético futuro. El oyente atento de la Palabra pasa de inmediato a la
acción. En ese sentido la carta a los Corintios no puede aprobar que un
cristiano viva con el corazón dividido, pretendiendo servir a Dios y dejándose
arrastrar por las prácticas idolátricas. Son opciones totalizadoras que
implican a toda la persona. El que se vincula a través del bautismo con Cristo
Jesús, no puede estar al servicio de prácticas religiosas que propagan el
servilismo, la alienación y la pérdida del autocontrol de la voluntad, para
dejarse arrastrar por alguna pasión egoísta.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Dn 12, 3)
Los guías sabios brillarán
como el esplendor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia,
resplandecerán como estrellas por toda la eternidad.
ORACIÓN
COLECTA
Dios nuestro, fortaleza de los
que en ti esperan, que quisiste que el obispo san Juan Crisóstomo brillara por
su admirable elocuencia y por su firmeza en las tribulaciones, concédenos que,
instruidos por sus enseñanzas, nos fortalezca el ejemplo de su invencible
paciencia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.
De la
primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 10, 14-22
Queridos hermanos: Huyan de la
idolatría. Me dirijo a ustedes como a hombres sensatos; ustedes mismos juzguen
lo que voy a decir: El cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿no nos
une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan que partimos, ¿no nos une a
Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos
muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan. Consideren
al pueblo de Israel: ¿no es cierto que los que comen de la víctima sacrificada
en el altar quedan unidos a él?
Con esto no quiero decir que el ídolo represente algo real, ni que la carne
ofrecida a los ídolos tenga algún valor especial. Lo que quiero decir es que,
cuando los paganos ofrecen sus sacrificios, se los ofrecen a los demonios y no
a Dios.
Ahora bien, yo no quiero que ustedes se asocien con los demonios. No pueden
beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios. No pueden compartir la
mesa del Señor y la mesa de los demonios. ¿O queremos provocar acaso la
indignación del Señor creyéndonos más poderosos que Él?
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Comentario:
La Iglesia Nace de la
Eucaristía
La primera lectura de
hoy ilumina profundamente la frase que tomamos como título de esta sección: lo
que somos como cuerpo de Cristo nace del cuerpo de Cristo. Del cuerpo físico,
flagelado, torturado, muerto y luego glorificado, hemos nacido todos nosotros,
que, en lo que padecemos y en lo que hemos hecho padecer, en lo que manifestamos
y en lo que habremos de manifestar de la gloria del Padre, somos cuerpo suyo.
Su Cuerpo nos hace cuerpo.
Ya hemos mencionado en
otros comentarios cómo los fieles de Corinto eran propensos a las divisiones y
partidismos. Su ciudad, un populoso puerto repleto de comerciantes tanto como
de maestros de toda clase de teorías y doctrinas, era terreno abonado para una
especie de continua competencia y búsqueda de adeptos y discípulos. Es natural
que esto engendrara una mentalidad propensa a los grupos, a las polémicas y a
las divisiones. Pablo era consciente de las causas profundas de este modo de
pensar y de obrar y quiere sanarlas llevando l atención de aquellos cristianos
hacia la raíz misma de su ser; por eso escribe: "El cáliz de la bendición
con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan
que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así
nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos
del mismo pan."
Una consecuencia
importante de esta enseñanza es que nuestra unidad radica en Cristo y no en
otras cosas, por bellas o plausibles que nos parezcan. La unidad no la dan ni
la darán las clases sociales, los estilos litúrgicos, las preferencias
teológicas, los temperamentos o el pasado nacional o cultural. Más bien: todas
esas cosas, que en su medida pueden ayudar, también pueden interrumpir o
dificultar la unidad entre los cristianos. Ser pobre o ser francés o alemán,
preferir el canto gregoriano o la teología apofática, tener un talento muy
contemplativo o un modo de ser modesto y educado, todo ello puede definir modos
de ser cristiano pero no puede definir el cristianismo. Sólo quien busca a
Cristo por encima de toda versión existente o posible de cristianismo podrá
trabajar eficazmente en la unidad entre los redimidos por una misma Sangre y
congregados por un mismo Cuerpo.
Del salmo
115 R/. Señor, te ofreceré con gratitud un sacrificio.
¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de
salvación e invocaré el nombre del Señor. R/.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis
promesas al Señor ante todo su pueblo. R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 14, 23) R/. Aleluya, aleluya.
El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y
vendremos a él. R/.
¿Por qué me dicen 'Señor,
Señor', y no hacen lo que yo les digo?
Del santo
Evangelio según san Lucas: 6, 43-49
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: "No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo
que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen
higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos.
El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el
hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca
habla de lo que está lleno el corazón.
¿Por qué me dicen 'Señor, Señor', y no hacen lo que yo les digo? Les voy a
decir a quién se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en
práctica. Se parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación
profunda, para echar los cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el
río contra aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente
construida.
Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un hombre que
construyó su casa a flor de tierra, sin cimientos. Chocó el río contra ella e
inmediatamente la derribó y quedó completamente destruida".
Palabra
del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
Hacer lo escuchado
La pregunta de Jesús en el evangelio de hoy no pierde actualidad:
"¿Por qué me dicen: Señor, Señor; y no hacen lo que yo les digo?". El
Génesis nos relata con primorosa belleza el poder que reside en la Palabra de
Dios: "dijo Dios... y fue así" (Gén 1,6-7.9.11). Lo propio de la
creación es precisamente eso: no hay ruptura, no hay solución de continuidad
entre la palabra pronunciada y la obra realizada.
Cristo, en cambio, detecta ahora una situación diferente. Ahora sucede que
Dios habla y nada sucede. Es ante todo una afrenta a Dios. Nuestra rebeldía es
como un modo de decirle que él no es nuestro creador o nosotros no somos sus
creaturas.
Hay otra cosa interesante en el texto de hoy. El mismo Señor nos hace ver
que hay una continuidad entre el corazón y la boca, pues enseña que "la
boca habla de lo que está lleno el corazón". Esto, que es verdad en el
hombre, semejanza de Dios, es verdad de modo eminente en Dios, de quien el
hombre ha sido hecho imagen. Es decir: la boca de Dios no habla otra cosa sino
lo que tiene su corazón.
Es lo mismo que leemos en el evangelio de Juan: " Nadie ha visto jamás
a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, El le ha dado a
conocer" (Jn 1,18). Cristo, Palabra del Padre, es también la expresión del
ser íntimo del Padre, de modo que nada más cabe conocer de Dios sino lo que
podemos saber a través de Cristo y en Cristo.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que te agrade, Dios
nuestro, el sacrificio que alegres te presentamos en la conmemoración de san
Juan Crisóstomo, por cuyas enseñanzas te alabamos y nos entregamos enteramente
a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. 1 Co 1, 23-24)
Nosotros predicamos a
Cristo crucificado: a Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concede, Dios misericordioso, que
el sacramento que recibimos en la conmemoración de san Juan Crisóstomo, nos
haga crecer en tu amor y nos haga fieles testigos de la verdad. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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