"Oye, Madre, yo te quiero
más que a todas las criaturas de la tierra y del cielo... después de Jesús,
claro. Te quiero tanto… Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte… Sí, eres hermosa, Madre mía… Si no hubiera fe los hombres te llamarían
diosa. Tus ojos resplandecen más que el sol. Eres hermosa, Madre: ¡te
quiero!"
Siguiéndola, no te extravías. Invocándola, no te desesperas. Pensando en ella,
no divagas. Apoyado en ella, no caes. Guiado por ella avanzas tranquilo.
Escudado con ella, no temas. Con su favor, llegas hasta el fin.
Amén
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