Señor mío y Dios mío, hoy quiero continuar contigo, ya que, indudablemente, quiero seguir tus planes, no los míos; son mejores los tuyos. No dudo de tu fidelidad, pues entras en mi mente y en mi corazón, escudriñas en las profundidades de mi alma, me enseñas lo que está mal y me das una mano para que lo cambie.
Tú me das la alegría de tu salvación. Sé que mientras tenga vida hay esperanza,
por eso te pido que me conduzcas por el camino del bien, ese camino que hace
parte de tu propuesta de vida, ese camino que me lleva a la felicidad duradera
y trascendente. Cuando yo leo mi vida y mi caminar de tu mano, Señor, comienzo
a entender cuán grande es tu amor por mí, que en verdes praderas me hiciste
reposar, con tu mano poderosa y suave a la vez, entre los momentos de
dificultad y los momentos de gozo, entiendo lo hermoso que fuiste y serás
conmigo.
Que nada me distraiga. Ningún objeto que brille me aparte de tu fuego abrasador.
Amén.
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