Querido Dios:
Te escribo porque así resulta más fácil hablarte. Y es que no es tan sencillo.
Algunas veces te haces sentir, pero en otras ocasiones callas. A veces me
incendias por dentro, pero otras me dejas muy solo. A veces me llenas de canto,
pero no siempre... No es fácil quererte bien. No hay forma de darte una
caricia, un beso, un abrazo. Y Tu tampoco nos lo das… o, si lo haces, es de forma tan sutil que siempre queda un resquicio para la ausencia.
Escribirte ahora, hablarle a un “tu” difícil, es otra forma de encontrarnos,
¿no? Aquí estamos… Tu y yo. Tu, Dios, yo pequeño. Tu Misterio, yo lleno de
preguntas. Tu, amor. Yo, sed. Tu, llamada. Yo, duda. Tu, camino. Yo, peregrino.
Tu, fuente. Yo, agua. Tu, unión. Yo, hermano… de tantos.
Hoy el mundo se estremece, Dios, con el dolor de muchos hijos tuyos. Las
víctimas de la última tragedia mediática... Y las otras víctimas, que ya ni
siquiera salen en las noticias. ¿Y tu? ¿Estás llorando también con ellos?
¿Estás susurrando en mis oídos palabras de compromiso? ¿Estás queriendo, con
esa pasión primera, el bien de los seres humanos? De algo estoy seguro, y es
que quieres que la gente esté bien. Lo querés tanto que te vaciaste por ello.
La respuesta a la tragedia no puede ser otra que el amor. Eso sí nos lo
enseñás. Pero un amor a Tu manera, que no es siempre fácil…
Dios bueno. Yo me siento poca cosa. Muy desbordada por lo concreto. Por los
males del mundo, y también por mis historias pequeñas, que a veces me pesan más
(perdonáme si sueno egoísta al decir esto, pero así me ocurre). Por eso esta
carta de hoy es un ruego. Dame fuerza, Señor, esa que tú sacás de lo débil.
Dame un corazón generoso capaz de amar a Tu manera. Dame fe para vivir Tu
Evangelio. Dame luz para no perder el sentido cuando lo concreto muerde. Dame
hondura para no perder la dirección….
Querido Dios, aquí me tienes. Te ofrezco lo que soy. Lo hago con la boca
pequeña, porque sé que muchas veces se me queda solo en palabras. Pero te lo
ofrezco deseoso de acertar, de vivir de verdad, de compartir bien, de ser Tu
nombre en este mundo.
Te amo mi Señor.
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