Todos y cada uno de los hombres
pasan la vida buscando la felicidad eterna, el ser siempre felices. Se busca
algo que nunca se acabe, una felicidad infinita que sea capaz de llenarle. Esto
trae como consecuencia la necesidad de certezas, de algo en qué agarrarse.
En el interior del hombre existe un afán de felicidad y de realización, que es
parte de la naturaleza humana, las personas están llamadas a vivir en comunión
con Cristo.
Únicamente el amor de Dios puede llenar al hombre completamente. Como esta
felicidad tan ansiada, este amor que no cesa es difícil de encontrar muchos se
desvían en su búsqueda poniendo la felicidad en cosas, o personas que nunca van
a dar la satisfacción plena. Otros desisten y otros desesperan.
DIOS SE REVELA
Dios, conoce esta dificultad y ama al hombre con un amor infinito, busca al
hombre para ayudarlo a encontrar el verdadero camino hacia la felicidad, el
amor eterno. Se revela en Jesucristo invitándolos a llevar una vida de comunión
con Él. Para ello, Dios se le revela al hombre, para que lo conozca a Él y su
Plan para con Él. Se va dando a conocer a través de la Revelación.
Hay quienes piensan que el cristianismo es una ideología o una doctrina
filosófico-teológica. Otros lo equiparan con las demás religiones que son
intentos del hombre para acercarse a Dios. El cristianismo no es una creación
de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la auténtica revelación
de Dios que se hace hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida
eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál debe ser su conducta. La religión
cristiana nace por iniciativa de Dios. El cristianismo es la respuesta del
hombre a Dios que se revela en Cristo.
La Revelación comienza cuando Dios escoge a un pueblo, haciendo una alianza con
él, dándole muestras de amor. Este pueblo de Israel le servirá para manifestar
su amor. A este pueblo elegido le da alimento, bebida, pero en especial le da
los diez mandamientos, que son el camino a la felicidad, la guía para vivir en
comunión con Dios. Como a pesar de las manifestaciones del amor de Dios, el
pueblo sigue siendo infiel, Dios envía a su Hijo para que el hombre entienda.
Jesucristo es el culmen de la Revelación. En Él podemos palpar la bondad de
Dios y su Amor infinito al hombre. La persona puede y debe vivir en amistad con
Cristo, puede participar de la vida divina, por medio de la gracia de Dios, y
del Espíritu Santo que da vida y alimenta. El cristianismo es un compromiso
personal con Jesucristo.
Este seguimiento de Jesucristo, a través de la Iglesia fundada por Él es la
respuesta que el hombre le da a la iniciativa de Dios, es la respuesta a la
llamada de amor que hace Cristo.
Esta respuesta de amor debe ser real, eficaz, concreta, siempre respetando
todas las ayudas que Cristo ha dejado; sacramentos, Iglesia, normas de vida,
etc. Jn 14. 15. 21 Jn 15,14. El amor ha de manifestarse externamente a través
del comportamiento. El que se dice cristiano y no ama y vive lo que Cristo ama,
realmente no se realiza en su vida. El verdadero cristiano tiene que amar y
vivir como Cristo.
LA PERSONA ESCUCHA Y ACOGE
El hombre, ante la invitación al amor, descubre su dignidad. Catec. nn
1701-1715. Fue creado a imagen y semejanza de Dios, pero la imagen fue alterada
por el pecado, siendo regenerada y restaurada por Cristo, dándole una nueva
dignidad “ser hijo de Dios”.
La persona es aquella que posee un alma espiritual, goza de inteligencia y
voluntad, que unida a su cuerpo forma una unidad e identidad única irrepetible.
En el alma encontramos el principio de la vida, creado e infundido directamente
por Dios en el hombre. Aquí residen las facultades de la inteligencia y
voluntad. Por la inteligencia puede conocer a Dios, su Revelación, escuchar lo
que le dice su conciencia, etc. Por la voluntad tiene la capacidad de tomar
decisiones y llevarlas a cabo. El hombre es libre, es decir, es capaz de tomar
decisiones y responsabilizarse de ellas. Es capaz de amar, de luchar por
descubrir la verdad, de distinguir entre el bien y el mal.
A este hombre es a quien se le presenta el plan de salvación de Cristo, pero
todavía está herido por el pecado y no puede lograrlo por sí solo. Por ello,
para alcanzar el designio que Dios le ofrece necesita de la gracia. Solamente
en Cristo, siguiendo su ejemplo, viviendo en amistad con Él puede lograr la
santidad, la plenitud del amor.
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