“En aquel tiempo,
Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en
Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha
que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio
habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta
el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os
escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y
quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado»(Lucas 10,13-16).
1. Ayer, al final del "envío en misión", Jesús daba una
última consigna: "Cuando no seáis recibidos, salid a las plazas y
decid: -"Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los pies nos
lo limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos sabed: que ya llega el reino de
Dios". En Galilea ha habido contrariedades, quedan recuerdos amargos.
De paso por Samaria no les han querido hospedar. En Jerusalén habrá cosas aún
peores. Hoy día también vemos dificultades. Tantas veces oímos: "yo creo
en Cristo, pero en la Iglesia, no". Sería bueno que la Iglesia fuera
siempre santa, perfecta, y no débil y pecadora como es (como somos). Pero ha
sido así como Jesús ha querido ser ayudado, no por ángeles, sino por hombres
imperfectos. Jesús, nos hablas de que en el mundo hay trigo y cizaña hasta el
final, pero también nos aseguras que el juicio, a su tiempo, dará la razón y la
quitará (J. Aldazábal).
-“"Yo os
digo: El día del Juicio le será más llevadero a Sodoma que a ese pueblo"”.
Y estallan las maldiciones de los labios de Jesús: -“"¡Ay de ti
Corazoín, ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los
milagros que en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia cubiertas de
sayal y sentadas en ceniza”. Las ciudades de Corazoín, Betsaida y
Cafarnaun, al nordeste del Lago de Tiberíades, delimitan el triángulo, el
"sector" en el que más trabajó Jesús. Esas ciudades recibieron
mucho... Serían ricas de grandes riquezas espirituales si hubiesen querido
escuchar. Si se las compara a las ciudades paganas de Sodoma, Tiro y Sidón,
éstas son unas "pobres" ciudades que no han tenido la suerte de oír
el evangelio: pues bien, una vez más, Jesús se queda con éstas, prefiere las
pobres. Esas amenazas hay que escucharlas en nuestros días. Las "riquezas
espirituales", de ningún modo constituyen una seguridad: cuanto más
abundantes son las gracias recibidas, tanto más hay que hacerlas fructificar.
-“Por eso, en el
Juicio, habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras.” Es
difícil ver el juicio de Dios, y muchas veces lo suplantamos con falsas
seguridades…
-“Y tú Cafarnaún,
¿piensas encumbrarte hasta el cielo? No, te hundirás en el abismo”. Cafarnaún
es donde Simón Pedro tenía su casa y su oficio. Es la ciudad más nombrada en el
evangelio -dieciséis veces-. Jesús hizo en ella numerosos milagros… pero no
aceptaron la Palabra…
-“Quien os
escucha a vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a
mí”. Esas palabras nos hacen ver que la tarea apostólica o misionera es una
participación a la misión misma de Jesús. Dios necesita de los hombres. Hay
hombres por los cuales habla Dios... ¿Con qué amor, con qué atención estoy
delante de los "enviados" de Dios? Y en principio, acepto yo que Dios
me envíe otros hombres, hermanos débiles como yo, pero con el peso de esta
responsabilidad? (Noel Quesson).
Hay un sentimiento
de tristeza en el corazón del Señor, al ver que esos sitios queridos piensan
que se encumbran, cuando en realidad se hunden. Pienso que nos puede pasar en
el “Estado de bienestar” que provoca crisis económicas, por culpa de una suma
de egoísmos de las personas que llevan los centros neurálgicos de la banca,
bolsa, comercio… parece que prosperan esas culturas, cuando en realidad se
están hundiendo.
«Quien a vosotros
os escucha, a mí me escucha» (Lc 10,16). Estas palabras con la que concluye
el Evangelio son una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos
la voz de Jesús aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor
supere progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo
siempre inacabado (Jordi Sotorra i Garriga). San Máximo nos dirá: «No hay
nada más agradable y amado por Dios como el hecho de que los hombres se
conviertan a Él con sincero arrepentimiento».
El Catecismo nos
explica esta penitencia que reclama el Señor: “La penitencia interior es una
reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con
todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con
repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo,
comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la
misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión
del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron
"animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio
cordis" (arrepentimiento del corazón) (1431)”.
Pidamos a la Virgen
por este mundo nuestro que continúa dominado por tantos egoísmos y tantos males
provocados, incluso, por personas que se confiesan cristianas. Que no nos
quedemos con la profesión de fe hecha con los labios, por mera costumbre o
tradición familiar, mientras nuestro corazón está lejos del Señor. Que sepamos
sustentar en la oración y la caridad nuestra vida de seguidores de Jesús, y la alegría
desbordante se comunicará en esa misión apostólica a nuestro alrededor.
2. Después de las preguntas y la fe de Job sobre el dolor... Dios, a
su vez, toma la palabra. Y no es para condenar a Job como le sugerían sus
amigos, sino para aprobarlo.
-“Desde el seno
de la tempestad, dijo el Señor a Job: «¿Has mandado una vez en tu vida a la
mañana, has asignado a la aurora su lugar?»” Job, lo había dicho ya. Dios
es grande y misericordioso. ¡Cuán presuntuosa es la inteligencia humana que
quisiera penetrar todos los misterios, incluso el secreto del mal, siendo así
que no hace más que rozar el misterio de las cosas! ¿Quién manda salir el sol?
dice Dios. Ayúdanos, Señor, a saber contemplar tu obra. Ayúdanos a saber
admirar. Ayúdanos a reconocer nuestros límites y nuestras ignorancias, danos
esta humildad radical que nos viene de la constatación de nuestra «condición
humana»: soy "criatura", y Tú eres mi «Creador», y no al revés...
dependo totalmente de Ti, y no... a la inversa.
-“¿Has penetrado
hasta las fuentes del mar? Has explorado el fondo del abismo? ¿Has descubierto
las puertas de la muerte? Dime... ¿dónde está la morada de la luz? Y ¿cuál es
el sitio de las tinieblas? ¿Puedes conducirlas a su casa?” Se pone en
boca de Dios esta Palabra de Dios… que «interroga al hombre». Concédenos,
Señor, que sepamos someternos a la realidad y aceptarla.
-“Job contestó al
Señor: «Soy muy poca cosa para replicar. Taparé mi boca con la mano y ya no
insistiré...»” Las cosas no existen solamente en vistas a satisfacer
sus necesidades: un misterio sigue subsistiendo en ellas, incluso cuando cree
haberlas pesado, disecado, medido, analizado, definitivamente. Danos, Señor, el
sentido del misterio: lo que comprendo de los seres, y de las personas no agota
su insondable misterio. Concédenos ser capaces de callar y de admirar en
silencio (Noel Quesson).
3. Nosotros tampoco sabemos explicar el misterio, por ejemplo, de la
muerte prematura e injusta, tenemos mayores motivos para confiar en los
designios de Dios. Él no es el que quiere el mal, ni lo permite -el mal no es
de él- sino que saca bien para nosotros incluso del mal.
Tampoco parecía
tener sentido la muerte del Inocente por excelencia, Jesús, pero resultó ser la
salvación para todos. Dios ha asumido el dolor y le ha dado un valor de
redención y de amor (J. Aldazábal).
¡Qué serenidad nos
infunde el salmo 138, invitándonos a poner toda nuestra confianza en el Dios
que nos conoce y nos ama!: "Señor, tú me sondeas y me conoces... tú has
creado mis entrañas... te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras".
Llucià Pou Sabaté
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