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Maria Beatriz.



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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

30 de septiembre de 2014

LECTURAS DEL DÍA 30-09-2014

MARTES, SAN JERÓNIMO, presbítero y doctor. Memoria obligatoria. 30 de Septiembre del 2014 . 2º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE..SS. Jerónimo pb dc, Eusebia vg, Antonio mr, Honorio ob. Santoral Latinoamericano. SS. Jerónimo, Gregorio.


LITURGIA DE LA PALABRA 

Job 3, 1-3. 11-17. 20-23 . ¿Por qué dio luz a un desgraciado? 
Salmo responsorial: 87. Llegue hasta ti mi súplica, Señor. 
Mt 18,1-5.10. Loa ángeles están siempre viendo en el cielo el rostro de mi Padre

Jesús en el evangelio nos muestra que no tiene miedo a los grandes del mundo. Camina hasta Jerusalén, para enfrentarse a la muerte, y así se cumplirá el plan de Dios, ya que su mensaje también será rechazado como el de los demás profetas. El templo será destruido, pero antes Jesús deberá hacer su entrada triunfal en Jerusalén. Jesús muestra tiernamente cómo cuidará y protegerá a su pueblo, como la gallina a sus polluelos. El pueblo estaba sólo, abandonado, rodeado de injusticias, de oposiciones, de mentiras y maldición; él les enseña y les protege. Hoy, el evangelio nos invita a actuar en consecuencia, a estar atentos y a entender que Dios es y será siempre el defensor de los más necesitados.

PRIMERA LECTURA. 
Job 3, 1-3. 11-17. 20-23 
¿Por qué dio luz a un desgraciado? 

Job abrió la boca y maldijo su día diciendo: "¡Muera el día en que nací, la noche que dijo: "Se ha concebido un varón"! 

¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas? ¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar? 

Ahora dormiría tranquilo, descansaría en paz, lo mismo que los reyes de la tierra que se alzan mausoleos, o como los nobles que amontonan oro y plata en sus palacios. 

Ahora sería un aborto enterrado, una criatura que no llegó a ver la luz. 

Allí acaba el tumulto de los malvados, allí reposan los que están rendidos. 

¿Por qué dio luz a un desgraciado y vida al que la pasa en amargura, al que ansía la muerte que no llega y escarba buscándola más que un tesoro, al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir sepultura, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la salida?" 

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: 87 
R/. Llegue hasta ti mi súplica, Señor. 

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; /llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor. R. 

Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido. R. 

Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano. R. 

Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo; tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas. R. 

SANTO EVANGELIO
Lucas 9,51-56
Tomó la decisión de ir a Jerusalén
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Palabra del Señor.

Reflexión de La Primera Lectura: Job 3,1-3,11-17.20-23. ¿Por qué dio luz a un desgraciado? 

Tras los siete días con sus siete noches durante los que los amigos de Job estuvieron sentados junto a él en silencio, éste «abrió la boca y maldijo el día de su nacimiento» (v. 1). La lectura litúrgica de hoy desarrolla precisamente este contenido: «Maldijo el día de su nacimiento». Job maldice el día en que nació y se pregunta por qué no murió ese mismo día y por qué no le fue arrebatada la vida en aquel momento. El continuo sufrimiento le lleva a la desesperación. No hay que extrañarse de que intente expulsar lejos de sí la memoria de su nacimiento: «que se apodere de él la oscuridad; que no se compute entre los días del año» (v. 6). Job desea que el día permanezca siempre noche, porque cada alba trae consigo el peso de nuevos sufrimientos.

En el capítulo precedente no se ve que Job maldiga a Dios o invoque la muerte. Veíamos más bien que Job resistía, dócilmente, a la violencia de la prueba. Este desahogo que le suponen las imprecaciones y los lamentos, en efecto, no los encontramos con frecuencia en la Escritura. Al contrario, en ella se alaba la vida y se habla con profusión del amor desinteresado. Sin embargo, encontramos en Jeremías una página célebre que recuerda a nuestro texto: « ¡Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito!» (Jr. 20,14).

Hay un cambio respecto a la meditación precedente. Aparece un nuevo modo de afrontar el problema del sufrimiento. Este ya no es considerado simplemente como una prueba que evalúa la gratuidad de la fe, sino como una experiencia que nos lleva a penetrar en la intimidad del abandono, la angustia y la noche del Hijo de Dios crucificado. El hecho de que estas expresiones las encontremos ahora en la Escritura, como palabra revelada, resulta consolador. Significa que Dios no rechaza a quien, en medio de la prueba y de la experiencia de la oscuridad y de la desolación, habla sin saber lo que dice. Significa, por tanto, que la lamentación tiene un sentido, que no es inútil. Efectivamente, la Escritura acoge estas experiencias como oraciones. Las llama «oraciones de lamentación». Job, en la plenitud de su lamentación, no se aleja de Dios. No se esconde de su rostro. No busca otro Dios que no le oprima ni le aplaste. Al contrario, se confía profundamente al Dios que le ha decepcionado. Y siempre es así: la lamentación sacude el corazón y lo libera.

Reflexión al Salmo 87. Llegue hasta ti mi súplica, Señor. 
SOLEDAD, ENFERMEDAD Y MUERTE.

«Has alejado de mía mis conocidos, me has hecho repugnante para ellos». «Alejaste de mí amigos y compañeros: mi compañía son las tinieblas».

El peso de la soledad me abruma. Me encuentro solo en el mundo. No me siento cercano a nadie, no hay nadie a quien de veras pueda considerar de los míos. Veo multitudes y me muevo entre la gente, pero todos me son extraños en un mundo hostil. No veo caras, no escucho saludos. La humanidad tiene prisa, y los hombres se evitan unos a otros en la actividad frenética de un trajín sin sentido. Estoy rodeado de gente, pero no siento cordialidad. Hablo con los demás, pero no hago contacto. Dicen que en el futuro los robots sustituirán a los hombres. ¿Es que no lo han hecho ya?

«Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo. Tu cólera pesa sobre mí, me echas encima todas tus olas».

Me siento abandonado, rechazado, traicionado. Todas mis esperanzas se han desvanecido como el humo. Mis sueños se han estrellado en la desesperación. Repito oraciones que antes me decían mucho, pero hoy me suenan a vacío. Pronuncio el santo nombre de Dios, pero muere en mis labios. Nada resulta, nada tiene sentido. Sólo queda la oscuridad y el vacío. Dejadez y apatía. Enfermedad y muerte.

«Mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo; ya me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido, tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro, de los cuales ya no guardas memoria, porque fueron arrancados de tu mano».

No tengo voluntad de vivir. Y no tengo valor para morir. La muerte me aterra con el negro interrogante de lo que me espera al otro lado de la tumba. Cuando mi fe lucía en toda su brillantez, disfrutaba yo de la vida y desafiaba a la muerte, porque vivir era caminar hacia ti, Señor, y morir era encontrarte en el abrazo final de una eternidad feliz. Pero ahora mi fe se ha oscurecido, y me encuentro odiando la vida y temiendo la muerte. ¿Qué me espera después de ese momento fatídico? Si no estoy seguro de mí mismo en esta vida, ¿cómo lo voy a estar para la siguiente? Si mi existencia se ha hecho una carga en este mundo, ¿qué será en el Reino de las Sombras?

« ¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias? ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte? ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla, o tu injusticia en el país del olvido?».

¿A dónde me enviarás, Señor, cuando me despida yo de esta existencia que es la única que conozco, por miserable que sea? ¿Me enviarás al «País del Olvido»? ¿Es que mi existencia no es más que un tránsito de la nada a la nada? ¿Soy yo menos que los pájaros que hienden el azul del cielo con la alegría de sus alas, menos que las flores del campo que tienen al menos su día de gloria en el esplendor de sus colores? ¿No cuento para nada ante ti? Y tú, ¿te quedas tan tranquilo contemplando indiferente la agonía de .mi alma?

« ¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro? Desde niño fui desgraciado y enfermo, me doblo bajo el peso de tus terrores; pasó sobre mí tu incendio, tus espantos me han consumido: me rodean como las aguas todo el día, me envuelven todos a una».

Esa es la historia de mis sufrimientos, Señor, y a nadie se la contaría más que a ti. Lo que sí te pido es que veas la fe que se esconde tras mis propias quejas, mi confianza en ti que se expresa en la misma libertad con que te hablo. No me hubiera atrevido a hablarte así si tú mismo no hubieras puesto las palabras de tu salmo en mi boca. Gracias por haberme dado esa libertad, Señor. Gracias por tu salmo, que es tuyo en la divina inspiración de tu palabra, y mío en la agonía de mi experiencia. Ahora te ruego que acortes la prueba y me devuelvas la vida.

«Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor».
Reflexión primera del Santo Evangelio Lc 9, 51-56. Tomó la decisión de ir a A JerusalénComienza aquí la parte más característica de la obra de Lucas, el gran viaje hacia Jerusalén (Lc 9,5 1—19,28).
Lucas nos sitúa de inmediato frente a un episodio en el que se rechaza a Jesús. El texto griego podría ser traducido de un modo más literal así: “Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, endureció su rostro para ir a Jerusalén. Envió, pues, mensajeros delante de su rostro...”. La partida de Jesús hacia Jerusalén es considerada desde la perspectiva de la misión profética, que requiere decisión para hacer frente a los peligros, con la seguridad de la ayuda del Señor (cf Jr 1,18; Is 50,7: «Endurecí mi rostro como el pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado»). Se aproxima el tiempo de su «asunción», elevación paradójica que contrasta con la lógica del hombre y que nos hace comprender que este viaje de Jesús es un viaje sin retorno, hacia la muerte. Como ya les ocurriera a los profetas, Jesús experimenta un clima de rechazo, de hostilidad; es el rechazo de los samaritanos (Lc 9,53).

Obsérvese la ironía del texto: a primera vista, el rechazo se atribuye a la hostilidad de los samaritanos hacia el culto de Jerusalén, pero yendo más al fondo la oposición al viaje remite a la arraigada dificultad humana para aceptar el plan divino cuando éste incluye dolor y fracaso. En consecuencia, es rechazado por todos: por los suyos y por los samaritanos, por los de dentro del pueblo y por los de fuera. Sin embargo, el plan de Dios no se interrumpe por el rechazo humano. Por eso, él v. 56 afirma que «se marcharon a otra aldea»:
la Buena Nueva, rechazada por unos, será acogida por otros.

Por otra parte, el camino de Jesús encuentra incomprensión hasta por parte de los mismos discípulos. El evangelista refiere, en efecto, el episodio de la violenta indignación de Santiago y de Juan por la injusticia cometida al Maestro (v. 54) y, en consecuencia, a Dios, que es quien le envía, una indignación que traiciona la incapacidad para comprender lo que Jesús va a vivir.

Jesús se lo reprocha con aspereza (v. 55), precisamente porque quiere invitarles a abandonar la idea errónea que tienen sobre la misión de Jesús y sobre la misión de ellos.

La primera lectura y el pasaje evangélico parecen mantener, en apariencia, dos visiones opuestas. Por una parte, está el mensaje de Zacarías, con la perspectiva optimista de la conversión de los gentiles y de una peregrinación universal, en la que Israel va en cabeza de la procesión que sube hacia Sión. En el evangelio, en cambio, nos las vemos con la cerrazón de Israel, que está implicada en el rechazo de Jesús, y con la incredulidad de los samaritanos, que niegan toda hospitalidad al Nazareno y a sus discípulos.

En realidad, ambas visiones no son contradictorias, sino que están profundamente coordinadas en el plan de la salvación. En el pecado de incredulidad, que conduce a excluir a Jesús de la vida humana, están implicados tanto Israel como los samaritanos y cada uno de nosotros. Todos estamos necesitados de la salvación, que nos viene precisamente del hecho de que Jesús hizo frente con valor a su destino de pasión y muerte en obediencia al plan del Padre.

La salvación que Jesús ofrece a todo el mundo es el cumplimiento de las antiguas profecías de una redención universal, y entre esas profecías figura precisamente como un ejemplo fulgido el presente oráculo de Jeremías. A buen seguro, el Evangelio sigue sufriendo todavía hoy rechazo y oposición, pero al discípulo dócil le está prohibida toda impaciencia, dado que ésta, más que celo amoroso, muestra una fe pequeña y representa un obstáculo para un testimonio auténtico de la obra de Cristo.

Reflexión segunda del Santo Evangelio Lc 9, 51-56. Tomó la decisión de ir a A JerusalénLos estudiosos afirman que en este pasaje empieza toda una larga sección, propia de Lucas, a la que llaman "el viaje a Jerusalén". En Lc 9,51 se nos dice que "Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén", y este largo viaje durará diez capítulos del evangelio, hasta Lc 18,14.

Ha llegado para Jesús la hora "de ser llevado al cielo". Ha terminado su predicación en Galilea, y todo va a ser desde ahora "subida" a Jerusalén, o sea, hacia los grandes acontecimientos de su muerte y resurrección. De paso va a ir adoctrinando a sus discípulos sobre cómo tiene que ser su seguimiento.

El primer episodio en el camino les pasa cuando tienen que atravesar territorio samaritano y no les reciben bien (porque los samaritanos no pueden ver a los judíos, sobre todo si van a Jerusalén). La reacción de Santiago y Juan es drástica: ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos? Se repite la reacción del profeta Elías, que hace bajar fuego del cielo contra los sacerdotes del dios Baal. Jesús, una vez más, les tiene que corregir, y duramente: "no sabéis de qué espíritu sois".

b) Una primera interpelación de este pasaje es, para nosotros, la decisión con que Jesús se dirige a cumplir la misión para la que ha venido. Sabe cuál es su camino y se dispone con generosidad a seguirlo, a pesar de que le llevará a la cruz.

¿Somos conscientes de dónde venimos y a dónde vamos, en nuestra vida? Nuestro seguimiento de Cristo ¿es tan lúcido y decidido, a pesar de que ya nos dijo que habremos de tomar la cruz cada día e ir detrás de él?

También podemos dejarnos interrogar sobre nuestra reacción cuando algo nos sale mal, cuando experimentamos el rechazo por parte de alguien: ¿somos tan violentos como los "hijos del trueno", Santiago y Juan, que nada menos que quieren que baje un rayo del cielo y fulmine a los que no les han querido dar hospedaje? ¿reaccionamos así cuando alguien no nos hace caso o nos lleva la contra? La violencia no puede ser nuestra respuesta al mal.

Jesús es mucho más tolerante. No quiere -según la parábola que él mismo les contó- arrancar ya la cizaña porque se haya atrevido a mezclarse con el trigo. El juicio lo deja para más tarde. De momento, "se marcharon a otra aldea". Como hacía Pablo, cuando le rechazaban en la sinagoga y se iba a los paganos, o cuando le apaleaban en una ciudad y se marchaba a otra.

Si aquí no nos escuchan, vamos a otra parte y seguiremos evangelizando, allá donde podamos. Sin impaciencias. Sin ánimo justiciero ni fiscalizador. Sin dejarnos hundir por un fracaso. Evangelizando, no condenando: "porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder, sino a salvar".

"Queremos ir con vosotros, pues hemos oído que Dios está con vosotros" (1ª lectura I)

"De noche grito en tu presencia, me has colocado en lo hondo de la fosa: llegue hasta ti mi súplica, Señor" (salmo II)

"El Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos" (evangelio)

JESUS SE DECIDE A ENCARARSE CON LA INSTITUCION JUDÍA

Dándose cuenta Jesús de que los Doce, que él había elegido como los representantes del nuevo Israel, se negaban rotundamente a aceptar que el Mesías tuviese que fracasar, ve llegado el momento de atajar el problema de cara, ya que de otro modo no logrará nunca hacerlos cambiar. El comienzo de la nueva sección es muy indicativo: "Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran" (9,5 la). Esta determinación temporal sirve para relacionar la decisión que toma acto seguido con el doble éxodo que emprenderá de inmediato fuera de la institución judía (muerte) y hacia el Padre (ascensión). De hecho, el término griego empleado por Lucas (lit. "Cuando se iban a cumplir los días de su arrebatamiento") es un término técnico: tan pronto dice relación con el arrebatamiento de Elías (4Re [2Re LXX] 2,9.10.11; Eclo 48,9; 49,14; 1Mac 2,58) como con la ascensión de Jesús al cielo (Hch 1,2.11.22).

Con una serie de determinaciones análogas, Lucas irá indicando el acercamiento progresivo de este momento histórico (18,35; 19,11.29.37.41; 22,1.7.14), la hora de la muerte de Jesús, que acaeció figuradamente el día de la Pascua judía, figura del Exodo definitivo del Mesías fuera de Jerusalén. Por eso continúa: "Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran, también él decidió irrevocablemente ir a Jerusalén" (9,51b). La frase contiene una referencia clarísima a una actitud semejante narrada en el Antiguo Testamento. Literalmente dice que "también él (Jesús evidentemente) plantó cara a la situación encaminándose hacia Jerusalén".

En el libro del profeta Ezequiel, en la versión griega llamada de los Setenta, hallamos una serie de expresiones análogas, en las que Dios invita al profeta a encararse con una serie de situaciones (once pasajes). En concreto, el pasaje a que aquí se hace referencia es Ez 21,7: "Por eso profetiza, hijo de hombre, y planta cara a Jerusalén, fija la mirada contra su santuario y profetiza contra la tierra de Israel. " (El original hebreo contiene algunas variantes: "Hijo de hombre, gira tu cara contra Jerusalén y haz gotear tu palabra contra el santuario y profetiza contra la tierra de Israel".)

Jesús, como en otro tiempo Ezequiel, toma la decisión irrevocable de encararse con la institución judía simbolizada aquí por el término sacro "Jerusalén", término que empleaban los judíos y, casi de forma exclusiva, los escritores del Antiguo Testamento. (Cuando Lucas quiere designar simplemente la ciudad de Jerusalén, como lugar geográfico, se sirve del término "Jerosólima", término neutro empleado exclusivamente por los paganos y por los otros evangelistas, si exceptuamos el logion de Mt 23,37.)

FRACASO ESTREPITOSO DE LOS MISIONEROS ENVIADOS A SAMARIA

"Envió mensajeros delante de él" (lit. "delante de su cara o persona") (9,52a). Los mensajeros que envía Jesús tienen que realizar una misión precursora en Samaría, semejante a la que había llevado a cabo Juan Bautista en el país judío: "Habiéndose puesto en camino, entraron en una aldea de samaritanos para prepararle (la acogida de la gente)" (9,52b). Judíos y samaritanos eran enemigos mortales. Era necesario, por tanto, que los mensajeros preparasen convenientemente los ánimos de los Samaria nos, a fin de que éstos recibieran a Jesús de buen grado. Si los misioneros les anuncian que Jesús se dirige a Jerusalén para plantar cara a la institución judía, no hay duda de que será bien recibido. Precisamente lo que no podían soportar era que el Mesías fuese el rey destinado por Dios como caudillo del pueblo judío y que desde Israel debiese dominar a los demás pueblos. Si ahora resulta que aquel de quien habían oído decir que era un gran profeta o hasta puede que el Mesías, no iba a Jerusalén a tomar el poder, sino a hacer frente al sistema teocrático judío, los samaritanos le darán masivamente la bienvenida.

"Pero como él se dirigía en persona a Jerusalén, (los samaritanos) se negaron a recibirlo" (9,53). ¿Qué les han contado los mensajeros? Literalmente han ido proclamando con aires triunfalistas que "su persona se dirigía a Jerusalén", ¡para coronarse rey de los judíos! Jesús les había dicho que "iba a plantar cara a la institución encaminándose hacia Jerusalén", ellos silencian lo más importante y dicen simplemente que "su cara / persona se encamina a Jerusalén". No es extraño que le cierren todas las puertas. La misión precursora de los misioneros ha sido un fracaso rotundo.

Un filtrado parecido del mensaje, según las conveniencias de cada uno o de un grupo o comunidad determinada, lo hacemos con frecuencia. Cuanto más fanáticos seamos y más cerrados estemos sobre nosotros mismos, más filtros interpondremos entre la Palabra que nos quiere interpelar y el mensaje que dejamos rezumar. "Profeta" es precisamente aquel mensajero "por cuya boca habla" Dios o el Señor Jesús. Y lo es cuando el contenido de la palabra que pronuncia no es lo que él piensa, sino aquello que, desde lo más profundo, experimenta de manera irresistible que debe comunicar.

SED DE VENGANZA

"Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le propusieron: "Señor, si quieres, decimos que caiga fuego del cielo y los aniquile"" (9,54). Santiago y Juan, en representación del grupo de los Doce, después de haber comprometido con sus tejemanejes el viaje de Jesús a través de Samaria, lanzan ahora el grito al cielo y claman venganza. La propuesta que le hacen, la formulan con palabras del libro de los Reyes, donde se dice que Elías, en un caso parecido en que el rey Ocozías de Samaría le envió unos mensajeros pidiéndole que acudiese para librarlo de la muerte con que Dios lo había castigado por culpa de su idolatría, "hizo bajar fuego del cielo" que consumió a los cincuenta hombres que había enviado (4Re [2Re] 1,1-14 LXX). Piden, por tanto, a Jesús que actúe al modo de Elías y se vengue de la mala acogida de los samaritanos. No les basta con tergiversar el mensaje, sino que exigen un castigo en nombre de Dios contra sus enemigos mortales.

"Jesús se volvió y los increpó" (lit. "conminó", como si estuviesen endemoniados) (9,55). De hecho, están "poseídos" por una ideología que les impide actuar como personas sensatas: están repletos de odio, de intolerancia religiosa y de exaltación nacionalista. Jesús "se vuelve": esto quiere decir que él no se había inmutado y que proseguía su camino, mientras que los discípulos se habían quedado atrás, esperando la venganza del Mesías contra aquellos canallas samaritanos. El conjuro que les lanza debía ser sonado. "Y se marcharon a otra aldea" (9,56).


Reflexión tercera del Santo Evangelio Lc 9, 51-56. Tomó la decisión de ir a A Jerusalén

Este episodio evangélico, nos presenta el viaje de Jesús, hacia Jerusalén, la ciudad que era el centro del poder político y religioso del judaísmo. El viaje se vuelve conflictivo al pasar por Samaria.


Lucas, como Marcos, enfatiza la decidida voluntad con que Jesús emprendió ese viaje, aún con la oposición de los Doce, que, según Marcos, protestaron por esta decisión y lo siguieron a regañadientes (Mc 10, 32). Seguir a Jesús, no es un viaje fácil; puede convertirse en un "viaje sin retorno", y aunque tiene como meta el encuentro definitivo con el Padre, no se puede olvidar -como Jesús nunca lo olvidó- el duro y cruel trance de la cruz. A medida que Jesús se acerca a la hora definitiva de la cruz, los seguidores del Maestro, más que acercarse al punto de vista de Jesús, parecen alejarse de él. Los apóstoles entran en una confusión mental de incomprensión, miedos y dudas.

La actitud de Santiago y de Juan pone en evidencia que los apóstoles no han entendido plenamente a Jesús. Ellos, por su intolerancia, no encuentran otro camino para tratar a los samaritanos sino el camino de la violencia. Jesús los reprende y les pide enérgicamente que se comporten de acuerdo al proyecto que Él mismo les ha enseñado.

La actitud de Santiago y Juan sigue estando presente en muchas religiones del mundo. Por todos los medios los seres humanos a lo largo de la historia hemos buscado la forma de acabar con los que piensan, actúan o viven de forma diferente.

Solamente, por poner algunos ejemplos de esta intolerancia tan cruel, patrocinada muchas veces por la religión, pensemos un momento en la relación entre católicos y protestantes durante cuatro siglos; o la relación entre cristianos y musulmanes. No podemos olvidar esta cruel historia de intolerancia y de irrespeto que hemos tenido unos con otros. Pero frente a esta cruda realidad, la intervención de Jesús sigue siendo válida hoy: "¿Acaso no saben de qué espíritu son?". Los cristianos estamos llamados a comportarnos con la misma altura y responsabilidad con que se comportó Jesús de Nazaret. Estamos obligados a ser respetuosos con los demás y hacer posible la paz entre las religiones, que traerá como fruto la paz universal. Y para la paz entre las religiones, primero debe haber diálogo entre las religiones, y, antes aún, debe haber un "intradiálogo" en cada religión
Este episodio evangélico, nos presenta el viaje de Jesús, hacia Jerusalén, la ciudad que era el centro del poder político y religioso del judaísmo. El viaje se vuelve conflictivo al pasar por Samaria.

Lucas, como Marcos, enfatiza la decidida voluntad con que Jesús emprendió ese viaje, aún con la oposición de los Doce, que, según Marcos, protestaron por esta decisión y lo siguieron a regañadientes (Mc 10, 32). Seguir a Jesús, no es un viaje fácil; puede convertirse en un "viaje sin retorno", y aunque tiene como meta el encuentro definitivo con el Padre, no se puede olvidar -como Jesús nunca lo olvidó- el duro y cruel trance de la cruz. A medida que Jesús se acerca a la hora definitiva de la cruz, los seguidores del Maestro, más que acercarse al punto de vista de Jesús, parecen alejarse de él. Los apóstoles entran en una confusión mental de incomprensión, miedos y dudas.

La actitud de Santiago y de Juan pone en evidencia que los apóstoles no han entendido plenamente a Jesús. Ellos, por su intolerancia, no encuentran otro camino para tratar a los samaritanos sino el camino de la violencia. Jesús los reprende y les pide enérgicamente que se comporten de acuerdo al proyecto que Él mismo les ha enseñado.

La actitud de Santiago y Juan sigue estando presente en muchas religiones del mundo. Por todos los medios los seres humanos a lo largo de la historia hemos buscado la forma de acabar con los que piensan, actúan o viven de forma diferente.

Solamente, por poner algunos ejemplos de esta intolerancia tan cruel, patrocinada muchas veces por la religión, pensemos un momento en la relación entre católicos y protestantes durante cuatro siglos; o la relación entre cristianos y musulmanes. No podemos olvidar esta cruel historia de intolerancia y de irrespeto que hemos tenido unos con otros. Pero frente a esta cruda realidad, la intervención de Jesús sigue siendo válida hoy: "¿Acaso no saben de qué espíritu son?". Los cristianos estamos llamados a comportarnos con la misma altura y responsabilidad con que se comportó Jesús de Nazaret. Estamos obligados a ser respetuosos con los demás y hacer posible la paz entre las religiones, que traerá como fruto la paz universal. Y para la paz entre las religiones, primero debe haber diálogo entre las religiones, y, antes aún, debe haber un "intradiálogo" en cada religión

Reflexión cuarta del Santo Evangelio Lc 9, 51-56.En el plan de Lucas, con el pasaje que leemos hoy comienza una nueva parte de su evangelio, que irá hasta el capitulo 18-4.

-Primero Jesús comenzó su ministerio en Galilea.

-Luego, sube a Jerusalén para morir allí y resucitar...

-Como se acercaba el tiempo en que Jesús fuese llevado de este mundo...

La fórmula es solemne.

El texto griego es aún mucho más penetrante: "Como se iban cumpliendo los días de su asunción..." Esta muerte que se va acercando no es un azar, es un "cumplimiento". Y ¡es también un "levantamiento" una ascensión! Todo el misterio pascual, su fase sombría y su fase luminosa es evocada aquí.

-...se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén.

Lucas subraya que es una decisión muy deliberada. Jesús quiere ir hasta el fin, hasta el cumplimiento de su destino... y lo hace con "resolución".

La marcha hacia Jerusalén, ciudad de su pascua, es una partida memorable. Para Lucas, Jesús ya no regresará más a Galilea, su pequeña patria.

"Mi vida, nadie la toma, soy Yo quien la da." Contemplo ese instante decisivo en el corazón de Jesús.

Señor, ayúdanos en las decisiones valientes que a veces hemos de tomar.

-Envió mensajeros por delante; yendo de camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento, pero se negaron a recibirlo porque se dirigía a Jerusalén.

Los judíos fieles consideraron cismáticos a los Samaritanos cuando éstos construyeron un templo rival al de Jerusalén en la cumbre del monte Garetzim. Despreciados por los judíos, se tomaban su revancha ocasionando toda clase de molestias a los peregrinos que atravesaban su país para subir a Jerusalén.

Jesús no evita pasar por esa tierra en la que un racismo y un desprecio recíproco hacía estragos. Jesús quiere a todos los hombres.

-Ante ese rechazo, los discípulos Santiago y Juan le propusieron: "Señor ¿quieres que ordenemos que caiga fuego del cielo y acabe con ellos?" Era el castigo que Elías infligió a sus adversarios (2 Reyes 1, 10). El espíritu de poder está siempre ahí, en el corazón de los hombres. Y lo que es peor que todo: ¡que es de ese modo, como nosotros nos imaginamos el comportamiento de Dios! Esos pobres discípulos creían ser los intérpretes de Dios, y ¡cuán seguros estaban de poseer la verdad! Creían disponer del "fuego divino" para juzgar a esos Samaritanos. Fácilmente, también nosotros tenemos quizá deseos de ese género: que Dios intervenga y destruya de una vez a sus enemigos, que muestre su Poder.

-Jesús se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

El espíritu de Jesús es un espíritu de no violencia, de misericordia.

Jesús pide a sus discípulos que respeten los plazos de la conversión: el descubrimiento de la verdad es lento, muy lento, en el corazón del hombre.

Jesús nos da aquí la verdadera imagen de Dios. El, que siendo Todopoderoso, no interviene como potentado para doblegar a los que le están sujetos o a sus enemigos, sino que, humildemente, pobremente, espera la conversión, a la manera de un padre o de una madre.

-"Y se marcharon a otra aldea." Como hacen los pobres cuando se les despide.

Contemplo a Jesús marchándose hacia otra aldea...

Señor, me interrogo sobre mis impaciencias... Ante mis propios pecados, mis propios fracasos, ante los rechazos de los demás, ante las lentitudes o los retrasos de la Iglesia...

Danos, Señor, tu divina paciencia.


Elevación Espiritual para este día. 
¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que sea objeto de desprecio en sus miembros, es decir, en los pobres, que carecen de paños para cubrirse. No lo honres aquí, en la iglesia, con telas de seda mientras que fuera lo olvidas cuando sufre por el frío y la desnudez. El que ha dicho: «Este es mi cuerpo», confirmando el hecho con la palabra, ha dicho también: «Me vistéis hambriento y no me disteis de comer» (cf. Mt 25,35) y «Os aseguro que, cuando dejasteis de hacerlo con uno de estos pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo» (Mt 25,45).

Aprendamos, pues, a pensar en honrar a Cristo como él quiere. En efecto, el honor más agradable que podemos rendir a aquel a quien queremos venerar es el que él mismo quiere, no el que nos inventemos nosotros. Haz que los hombres se beneficien de tus riquezas. Dios no tiene necesidad de vasos de oro, sino de almas de oro. Por consiguiente, mientras adornas el lugar del culto, no cierres tu corazón al hermano que sufre. Este es un templo vivo más precioso que aquél.

Reflexión Espiritual para el día.De hecho, no es raro que, en el mundo actual, nos sintamos perdedores. Pero la aventura de la esperanza nos lleva más allá. Un día encontré escritas en un calendario estas palabras: «El mundo es de quien lo ama y mejor sabe demostrarlo». ¡Qué verdaderas son estas palabras! En el corazón de las personas hay una sed infinita de amor, y nosotros, con el amor que Dios ha infundido en nuestros corazones (cf. Rom 5,5), podemos saciarla.

Pero es preciso que nuestro amor sea «arte», un arte que supera la capacidad de amar simplemente humana. Mucho, por no decir todo, depende de esto.

Yo he visto este arte, por ejemplo, en la madre Teresa de Calcuta. Quien la veía, la amaba. También en Juan XXIII, que será proclamado beato próximamente. Aunque han pasado muchos años desde su muerte, su memoria está muy viva en la gente.

Al entrar en un convento, en un centro diocesano o en nuestras oficinas, no siempre se encuentra este arte que hace al cristianismo hermoso y atrayente. Se encuentran, por el contrario, caras tristes y aburridas debido a la rutina de todos los días. ¿No dependerá también de esto la falta de vocaciones? ¿Y la escasa incidencia de nuestro testimonio? ¡Sin un amor fuerte no podemos ser testigos de esperanza!

Aunque seamos expertos en materia de religión, corremos el riesgo de tener una teoría del amor y no poseer suficientemente su arte. Como un médico que tiene ciencia pero no el arte de la relación amable y cordial. La gente le consulta porque lo necesita, pero, cuando se cura, ya no vuelve más.

Jesús era como nadie maestro en el arte de amar. Igual que un emigrante que se ha marchado al extranjero, aunque se adapte a la nueva situación, lleva siempre consigo, al menos en su corazón, las leyes y las costumbres de su pueblo, así él al venir a la tierra se trajo, como peregrino de la Trinidad, el modo de vivir de su patria celestial, «expresando humanamente los comportamientos divinos de la Trinidad»
El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el magisterio de la santa madre la Iglesia:Instalación de Josué. Los apéndices narrativos del final de Deuteronomio , son independientes del código en sí mismo. La conexión con él es artificial: radica en la ficción de que el código es un discurso de Moisés antes de morir. De las Últimas actividades del guía y del legislador hablan precisamente estos apéndices, que por lo tanto son continuación de la temática narrativa de Dt 1—3 y del final del libro de los Números. El tema de la instalación de Josué viene ya ligado desde allí con el de la muerte de Moisés antes de la retirada del pueblo en la tierra; a aquél se le espera ya como el sucesor de éste (Dt 1, 37s; 3, 23-29; 32, 48-52; Núm 27, 15-23). En el relato de su instalación se inserta una exhortación de Moisés para el pueblo (Dt 31, 3-6).

La situación histórica supuesta es la de Moisés preparando al pueblo para entrar en la tierra y despidiéndose él en Moab. La tarea inmediatamente futura pone ya en esa situación su dramatismo: es una empresa ardua que reclama valentía, pero no es azarosa porque Dios va ciertamente con su pueblo. La exhortación de Moisés, mezcla de arenga militar y de proclamación religiosa, define la empresa como una guerra santa: Dios la hace con su pueblo; Josué no es sino el mediador visible de la acción de Dios. Tanto el pueblo como el caudillo tienen que saber que Dios lucha con ellos, para no ceder al temor y a la cobardía.

En la concepción deuteronómica de la guerra santa el Arca de la alianza va delante del pueblo a la batalla: es el símbolo del Dios presente, el Dios de los ejércitos. El Deuteronomio es en este aspecto arcaizante: el pueblo en armas y la guerra santa pertenecen a la época de la conquista y de la confederación de Israel; en su lugar vino, en el estado monárquico, el ejército profesional. Esto es lo que conocieron directamente los autores del Deuteronomio. Al remontarse convencionalmente a los orígenes, intentan recuperar para el pueblo que ha fracasado en su trayectoria de instituciones nacionales el espíritu que animaba al pueblo de la confederación.

La figura de Josué está ligada a los recuerdos de la conquista, particularmente a la de las tribus del centro, Efraim, Manasés y Benjamín. La entrada de estas tribus por el este fue la que quedó como versión común de la conquista. El libro de Josué recoge esa versión común de la conquista y del reparto de la tierra, y asigna al sucesor de Moisés un papel decisivo. Esa agrandada personalidad necesitaba una legitimación desde atrás, y eso es lo que pretende el episodio de su instalación.

Este episodio tiene ya un trasfondo que muestra a Josué ligado a la personalidad de Moisés desde el desierto; ahora Moisés le transmite su misma personalidad, para realizar un cometido que él no podrá realizar. Ese cometido le sitúa a nivel supertribal, pues es el pueblo mosaico el que él debe seguir guiando hacia destino. Con la continuidad de la guía se suprime todo vacío en el proceso de la realización de las promesas. Josué es el que en cama ahora la guía del pueblo de Dios. Esta no está supeditada a la historicidad de las personas, ni de las instituciones, ni siquiera a la gran personalidad de Moisés. Dios está por encima del momento y el pueblo de Dios también. +

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