Santos: Regina de Francia, mártir; Juan de Lodi, obispo. Beato Juan
Bautista Mazzuconi. Mártir. (Verde)
LES DARÁS LA ALARMA
Ez 33,7-9; Rm 13,8-10; Mt 18,15-20
El profeta Ezequiel conocía la función del vigilante o atalaya, éste debía
estar atento a las señales que aparecieran en el horizonte, para comunicarlas
de forma oportuna, alertando al pueblo del peligro de posibles amenazas
militares. Ezequiel no necesitaba levantar una torre en el Monte de los Olivos
para desentrañar las señales de peligro que amenazaban al pueblo. Bastaba
mirarlo con atención y advertir si vivía conforme a la voluntad de Dios o no.
Como profeta que era, tenía una mirada diestra para leer los entretelones de la
convivencia cotidiana y descubrir qué valores movían a sus contemporáneos. El
Evangelio de san Mateo anima a los discípulos a establecer mecanismos eficaces
para alcanzar la reconciliación. En las primeras comunidades cristianas los
conflictos eran tan comunes como lo son en las nuestras. La condición humana es
la misma hoy y siempre. El diálogo y la palabra son las herramientas que pueden
aproximar a las personas. La fuerza y la presión solamente agudizan los
conflictos.
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 118, 137. 124)
Eres justo, Señor, y rectos son tus mandamientos; muéstrate bondadoso con
tu siervo.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, de quien nos viene la redención y a quien debemos la filiación
adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, para que todos los que
creemos en Cristo obtengamos la verdadera libertad y la herencia eterna. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Si no amonestas al malvado, te pediré cuentas de su vida.
Del libro del profeta Ezequiel: 33, 7-9
Esto dice el Señor: "A ti, hijo de hombre, te he constituido centinela
para la casa de Israel. Cuando escuches una palabra de mi boca, tú se la comunicarás
de mi parte.
Si yo pronuncio sentencia de muerte contra un hombre, porque es malvado, y
tú no lo amonestas para que se aparte del mal camino, el malvado morirá por su
culpa, pero yo te pediré a ti cuentas de su vida.
En cambio, si tú lo amonestas para que deje su mal camino y él no lo deja,
morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
COMENTARIO
El profeta Ezequiel anuncia lo que leeremos en el evangelio de hoy:
advertir, corregir y no condenar... Ayudar a salvar la vida del hermano es la
tarea primera. Sólo por consecuencia, un modo también de protegernos a nosotros
mismos.
Del salmo 94 R/. Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquémonos a Él, llenos de júbilo, y démosle gracias. R/.
Vengan, y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos
hizo, pues Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, Él nuestro pastor y
nosotros, sus ovejas. R/.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como
el día de la rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque
habían visto mis obras". R/.
Cumplir perfectamente la ley consiste en amar.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 13, 8-10
Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el
que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley. En efecto, los mandamientos que
ordenan: "No cometerás adulterio, no robarás, no matarás, no darás falso
testimonio, no codiciarás" y todos los otros, se resumen en éste:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo", pues quien ama a su prójimo no
le causa daño a nadie. Así pues, cumplir perfectamente la ley consiste en amar.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
COMENTARIO
Toda norma queda condicionada frente a la ley del amor. En este mundo
globalizado y competitivo: ¿cuántas deudas hay porque se olvida vivir la
esencia del amor? Mirando la primera lectura y el evangelio de este domingo, ya
la luz de esta carta a los romanos, subrayemos al perdón como el gesto más
grande del amor cristiano.
ACLAMACIÓN (2 Co 5, 19) R/. Aleluya, aleluya.
Dios reconcilió al mundo consigo por medio de Cristo, y a nosotros nos
confió el mensaje de la reconciliación. R/.
Si tu hermano te escucha, lo habrás salvado.
Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 15-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si tu hermano comete un
pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si
no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se
diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso,
díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como
de un pagano o de un publicano.
Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo,
y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para
pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde
dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
Comentario:
El texto del Evangelio, tomado del
capítulo 18 de san Mateo, dedicado a la vida de la comunidad cristiana, nos
dice que el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad
recíproca, por lo cual, si mi hermano comete una falta contra mí, yo debo
actuar con caridad hacia él y, ante todo, hablar con él personalmente,
haciéndole presente que aquello que ha dicho o hecho no está bien.
Esta forma de actuar se llama corrección
fraterna: no es una reacción a una ofensa recibida, sino que está animada por
el amor al hermano.
Comenta san Agustín: «Quien te ha
ofendido, ofendiéndote, ha inferido a sí mismo una grave herida, ¿y tú no te
preocupas de la herida de tu hermano? … Tú debes olvidar la ofensa recibida, no
la herida de tu hermano» (Discursos 82, 7).
¿Y si el hermano no me escucha? Jesús en
el Evangelio de hoy indica una gradualidad: ante todo vuelve a hablarle junto a
dos o tres personas, para ayudarle mejor a darse cuenta de lo que ha hecho; si,
a pesar de esto, él rechaza la observación, es necesario decirlo a la
comunidad; y si tampoco escucha a la
comunidad, es preciso hacerle notar el distanciamiento que él mismo ha
provocado, separándose de la comunión de la Iglesia.
Todo esto indica que existe una
corresponsabilidad en el camino de la vida cristiana: cada uno, consciente de
sus propios límites y defectos, está llamado a acoger la corrección fraterna y
ayudar a los demás con este servicio particular.
Otro fruto de la caridad en la comunidad
es la oración en común. Dice Jesús: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en
la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque
donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
(Mt 18, 19-20).
La oración personal es ciertamente
importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la
comunidad que —incluso siendo muy pequeña— es unida y unánime, porque ella
refleja la realidad misma de Dios uno y trino, perfecta comunión de amor.
Dice Orígenes que «debemos ejercitarnos
en esta sinfonía» (Comentario al Evangelio de Mateo 14, 1), es
decir en esta concordia dentro de la comunidad cristiana.
Debemos ejercitarnos tanto en la
corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, como
en la oración, para que suba a Dios desde una comunidad verdaderamente unida en
Cristo.
Pidamos todo esto por intercesión de
María santísima, Madre de la Iglesia, y de san Gregorio Magno, Papa y doctor,
que ayer hemos recordado en la liturgia.
Se dice Credo
PLEGARIA UNIVERSAL
Formando comunidad, oremos unidos a Dios, nuestro Padre.
Después de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Por todos los cristianos. Que aprendamos a amar como Dios mismo nos ha
amado. Oremos.
Por nuestra comunidad. Que sepamos acoger a todos aquellos que se sienten
lejos de la Iglesia y aprendamos a vivir llenos de confianza, de esperanza y
comprometidos con los más débiles. Oremos.
Por nuestra sociedad. Que las relaciones entre las personas se basen en la
fraternidad, el respeto y la comprensión. Oremos.
Por la paz en nuestra patria. Que todos unamos nuestros esfuerzos en favor
de la justicia y una paz verdaderas. Oremos.
Por todas las personas que se ven obligadas a emigrar a otro país. Que
encuentren trabajo, se sientan bienvenidas y puedan vivir con dignidad junto a
sus familias. Oremos.
Por todos nosotros. Que sepamos valorar lo que hay de positivo en las
personas con las que tenemos problemas o nos sentimos en conflicto. Oremos.
Escucha, Padre, nuestra oración, y haz de tu Iglesia un hogar de confianza
y de amor mutuo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor Dios, fuente de toda devoción sincera y de la paz, concédenos honrar
de tal manera, con estos dones, tu majestad, que, al participar en estos santos
misterios, todos quedemos unidos en un mismo sentir. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Sal 41, 2-3)
Como la cierva busca el agua de las fuentes, así, sedienta, mi alma te
busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concede, Señor, a tus fieles, a quienes alimentas y vivificas con tu
palabra y el sacramento del cielo, aprovechar de tal manera tan grandes dones
de tu Hijo amado, que merezcamos ser siempre partícipes de su vida. Él, que
vive y reina por los siglos de los siglos.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Si damos una mirada autocrítica a
nuestra sociedad, y nos incluimos como parte sustancial del problema a
analizar, encontraremos hallazgos sorprendentes y dolorosos. Somos un país que
experimenta grandes dificultades para resolver los conflictos. Las
descalificaciones verbales, los enfrentamientos violentos de un bando contra otro,
han sido la constante no solo en los meses recientes, sino a lo largo de
nuestra historia. Escucharnos civilizadamente, deliberar en un clima de
civilidad y sin descalificamos es algo que se nos complica. Los calificativos y
las etiquetas sólo ahondan la disolución social existente. No alcanzamos a
construir una verdadera plataforma común donde nos reconozcamos como parte de
un nosotros. La espiritualidad del perdón y la reconciliación, que es parte de
la herencia cristiana, podrá ser el aporte que como ciudadanos cristianos,
tendremos que darle a la sociedad. Es una manera concreta de vivir como
constructores de la paz.
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