Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Respondió Pedro:
"El Mesías de Dios". Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo
dijeran a nadie.
Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que
sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea
entregado a la muerte y que resucite al tercer día".
Comentario:
La pregunta de Jesús –que Lucas presenta en un contexto de oración-
es susceptible de diferentes respuestas. Para la mayoría de la gente, es
un "profeta"; para los discípulos, el "Mesías" –lo más grande que un
judío podía decir de un ser humano-; pero la respuesta "definitiva"
–probablemente la que Jesús estaba asumiendo y viviendo en su oración-
es la que dará Dios mismo en el relato de la transfiguración, que se
narra a continuación: Jesús es el "Hijo amado" (9,35).
Me parece importante notar que aquella cuestión no pierde nunca
actualidad para los creyentes en Jesús: "Y vosotros, ¿quién decís que
soy?". Es una pregunta para la que no valen tópicos ("un profeta") ni
respuestas aprendidas (aunque sean dogmáticamente impecables), porque
remite a la vivencia personal y única de cada cual. ¿Quién es Jesús para
mí? Tampoco vale responder ¿quién me gustaría que fuese?, ni siquiera
¿quién pienso que es? ¿Quién es hoy –qué "peso" tiene realmente- en mi
vida?
La respuesta dependerá de muchos factores, fundamentalmente del nivel de conciencia en el que la persona se encuentre.
§ Para el creyente que se halle en un nivel mágico-mítico de
conciencia, Jesús será el "salvador celeste" que, viniendo a este mundo y
muriendo en la cruz por culpa de nuestros pecados, nos abre las puertas
del cielo.
-Para el creyente identificado con las "creencias", Jesús será, literalmente, lo que de él dicen los dogmas cristológicos.
- Para el que se encuentre en un nivel "racional" (o "existencial")
de conciencia, Jesús será el "hombre realizado", en quien se ha revelado
la Divinidad.
- En una perspectiva transpersonal, Jesús es visto en la
no-separación (no-dualidad) de todo, como Manifestación del Misterio de
lo que es y Expresión de lo que somos.
En ese sentido, la respuesta de los discípulos se halla aún en un
nivel egoico: "Mesías" es un título de un ser percibido como separado.
"Hijo de Dios", sin embargo, o "Dios" –aunque también puede leerse desde
la creencia- apunta a la identidad más honda de Jesús y de todos
nosotros. Porque no somos el yo particular que creemos ser, sino la
Conciencia que en él se expresa.
Tras las preguntas, el autor pone en labios de Jesús el primer
anuncio de su pasión. Se trata, obviamente, de un vaticinio "ex eventu",
es decir, un anuncio que se plasma por escrito después de que los
hechos ya habían ocurrido. Eso no significa que Jesús no viera venir su
muerte –contaba con datos más que suficientes para ello-, sino que el
modo de narrarlo deja entrever que quien lo escribe, conocía ya lo
sucedido.
Y la escena se cierra con unas palabras de sabiduría: "El que quiera
seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se
venga conmigo. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el
que pierda su vida por mi causa, la salvará".
De entrada, se advierte que Lucas –que sigue la narración de Marcos-
introduce un elemento propio, al añadir la expresión "cada día". Es un
detalle que nos hace ver, probablemente, la distinta sensibilidad de
cada autor.
Pero, más allá de estas cuestiones menores, ¿cuál es el significado
de esas palabras? Una lectura superficial de las mismas –más todavía
cuando fueron leídas desde una mentalidad dolorista- presentó al
cristianismo como la religión que preconizaba, hasta sublimarlo, el
dolor y la negación propia. Como si fuera el propio dolor el que, por sí
mismo, reportara lo más valioso a quien se mortificaba. En
consecuencia, la cruz ocupó el primer plano y todo se tiñó de negro.
Pero Jesús ni buscaba el dolor ni negaba la vida. Sus palabras no son
una exaltación del sufrimiento, sino que expresan una gran sabiduría:
Buscan "despertar" a la persona para que pueda percibir la actitud
acertada ante la vida.
"Negar la vida" –el griego original no dice "bios" ni "zoos", sino
"psyché": yo psicológico- no es otra cosa que no reducirse al yo
superficial o ego. Se trata de negar la "ilusión del yo", para acceder a
la Vida, que es nuestra verdadera identidad. Porque sólo cuando nos
desidentificamos del yo, tomamos conciencia de la Vida que somos. Ésa es
la Vida de que habla el evangelio, la misma Vida que vivió Jesús, con
la que estaba él mismo identificado ("Yo soy la Vida") y la que buscaba
despertar en nosotros.
Podemos verlo más claramente, cuando leemos en el original: "El que
ama su alma [psyché] la pierde; el que odia su alma [psyché] en este
mundo, la guardará para la vida [zôén] eterna". "Alma" (psyché) sería
equivalente a "ego".
Con ello, parece claro que –como ha escrito Roberto Pla-, para Jesús,
"la vida en la que reside nuestra conciencia cotidiana y que llamamos
vida, no es vida, sino muerte. La vida es la «vida eterna», originada en
el Padre" (R. PLA, El hombre, templo de Dios vivo. Exégesis oculta de
la religión de Cristo, a partir de comentarios al evangelio según Tomás,
Sirio, Málaga 1990, p.748).
Nuestra tarea consistiría en "pasar de la muerte a la vida": a eso es a lo que invitan las palabras de Jesús.
El texto habla de "renunciar a sí mismo". El modo más sencillo de
traducirlo parece ser éste: "deja de vivir para tu yo", "no gires en
torno a tu ego", porque ese modo de vida te aprisionará cada vez más, y
tu vida será vacía y estéril. Dicho en positivo, es una invitación a ir
más allá del ego y descubrir nuestra verdadera identidad, aquella
"identidad compartida", en la que el propio Jesús se hallaba. Por eso –y
a pesar de lo mal que se ha presentado en ocasiones-, estamos ante una
buena noticia: ¡Despierta!, ¡reconoce quien eres!
En síntesis, morir (renunciar) a sí mismo es morir a la sensación de
identidad separada o independiente del yo, dejar de percibirte a ti
mismo como el "yo individual" que tu mente cree que eres. Ese es,
justamente, el modo de encontrarse. Como decía Jean Klein, "acostúmbrate
al hecho de morir y sabrás lo que es la vida".
Con todo ello, lo que está en juego –dice el texto- es nada menos que
"salvar la vida". ¿Qué es salvar la vida? ¿Cómo se logra? Para quien se
halla identificado con el yo, la respuesta no puede ser otra que la de
vivir para él.
Lo que ocurre es que el destino del yo es la muerte: vivir para el yo
equivale a perder la vida. Por el contrario, quien empieza a descubrir
su verdadera identidad, ya está muriendo a su yo, porque ha descubierto
que es "otra cosa": la Vida que no muere. Y, a partir de esta nueva
percepción, toda la visión se modifica.
Se niega la identificación con el yo "por mí y por la buena noticia",
es decir, porque hemos empezado a ver lo que el propio Jesús veía, y
que le llevaba a hacer de toda su vida una "buena noticia". Este
planteamiento no tiene nada de "alienante", ni siquiera de heterónomo,
como si hubiéramos de buscar, "fuera" de nosotros, el patrón de lo que
debemos ser.
En la perspectiva no-dual, no existe nada separado de nada. Por eso,
cuando se accede a la visión, la "causa de Jesús" es nuestra misma
causa, "su" buena noticia es la buena noticia de la totalidad.
¿Cómo avanzar en la dirección a la que apuntan las palabras sabias de
Jesús? Aunque haya que hacer un trabajo de integración psicológica –en
ese admirable proceso de integración y trascendencia que es la
evolución-, no hagas del "yo" el centro de tu existencia ni de tu
identidad.
No te estés buscando a ti mismo/a como "yo", tampoco luches contra
él: ambas cosas no logran sino fortalecer la estructura egoica y
mantenernos reducidos en ella, "perdiendo la Vida". Basta que sepas que
el yo es sólo una ficción o, como decía Einstein, "una ilusión óptica de
la Conciencia".
Cesa de buscarte como "yo" y déjate reposar en el Silencio, en la
Conciencia que anima todo lo que es. Lo que entonces queda es pura
Atención, pura Conciencia, desnudo Estar, Plenitud, Presencia..., la
Vida de la que habla Jesús y a la que se refieren los místicos.
Enrique Martínez Lozano
www.enriquemartinezlozano.com
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