Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

29 de agosto de 2014

LECTURAS DEL DÍA 29-08-2014



LITURGIA DE LA PALABRA. 

Jer 1, 17-19: “Diles que yo te mando” 
Sal 70: Mi boca contará tu auxilio 
Mc 6,17-29: “Dame la cabeza de Juan el Bautista” 

La ubicación del relato sobre el asesinato de Juan podría tener como primera intención de Marcos prevenir a los discípulos sobre las consecuencias que puede tener el anuncio del Evangelio cuando implica también la denuncia. La reacción del malvado que se siente desenmascarado es casi siempre la misma: el maltrato y hasta la muerte de quien denuncia sus maldades. Esa fue la suerte que acompañó a los profetas del Antiguo Testamento, y Juan no es la excepción. No en vano la liturgia de hoy nos presenta también a Jeremías en el momento de su vocación y envío. El profeta no es alguien que habla porque sí, porque se le ocurra hablar; él trasmite a su pueblo un mensaje, pero en estricto sentido sus palabras tienen la característica de ser mensaje divino, Palabra de Dios. 

La otra intención de Marcos es precisamente mostrar a Juan como el último de los profetas con quien se cierra el ciclo de la Antigua Alianza. A partir de ahora no hay lugar para confundirse: es sólo Jesús quien ocupa el centro de la narración evangélica; Juan y su predicación pasan a ser lo que él mismo había dicho a sus seguidores: “viene uno con más autoridad que yo…” (Lc 3,16). “El debe crecer, y yo disminuir” (Jn 3,30). 

PRIMERA LECTURA. 
Jeremías 1, 17-19 
Diles que yo te mando. No les tengas miedo 

En aquellos días recibí esta palabra del Señor: "Ciñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y principes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte." Oráculo del Señor. 

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial 70 
R/.Mi boca contará tu auxilio 

A ti, Señor , me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame. R. 
Sé tu mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío, líbrame de la mano perversa. 
R. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú mje sostenías.

R. Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R. 

SANTO EVANGELIO. 
Marcos 6,17-29 
Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista 

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. 

La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron. 

Palabra del Señor.


Reflexión de la Primera lectura: Jeremías 1,17-19 Diles que yo te mando. No les tengas miedo
Hoy, festividad del nacimiento de san Juan, nada más apropiado que leer la narración de la vocación de Jeremías. Se prescinde de las visiones y se lee la parte del diálogo vocacional entre el profeta y Yahvé. Empieza con la afirmación de Yahvé de que es él quien escoge a su profeta; esto queda claro cuando dice: «Antes de formarte en el vientre te escogí, antes de salir del seno materno te consagré» (v 5). El profeta pone entonces sus dificultades, y es confortado y confirmado por Dios, que le promete su asistencia continuada, a pesar de anunciarle ya ataques y dificultades (6-10.17-19). Yahvé aparece, pues, como quien quiere, sea como sea, comunicar a su pueblo y a todas las naciones su voluntad y sus planes de salvación. El profeta es presentado como el instrumento, la boca de este Dios. Pero, al mismo tiempo, como una persona plenamente humana, llena de debilidad y de miedos y que necesita sentir la fuerza y la ayuda de Dios en su persona.

Gracias a eso empieza un camino de fidelidad a Yahvé y a sus hermanos que le conducirá a investigar y a anunciar la voluntad del Señor en cada momento. El profeta es, pues, la persona que sabe que sólo es profeta, instrumento, medio de Dios y que, al mismo tiempo, está llamado a no retroceder en su papel, a pesar de prever las dificultades y persecuciones que su deber le reportará. De ello tenemos un claro testimonio en el NT respecto al personaje del precursor, que fue muy consciente de su papel, importante y limitado, y que aceptó el riesgo de la persecución y de la muerte violenta con su predicación constante de la voluntad de Dios.

También el cristiano se siente llamado a ser hijo del Padre y a luchar para que todos los hombres lleguen a serlo. Sabe que tendrá obstáculos y que le puede costar la vida, pero es consciente también desde el momento de su vocación, de que Yahvé lo llama y le da fuerzas para cumplir la tarea encomendada.

Sólo esto da fuerza en la debilidad, seguridad en la inseguridad, vida en la muerte. Sólo siguiendo la vocación fielmente se vive integralmente, aunque exista el peligro de morir víctima del cumplimiento y del seguimiento de la vocación.

Reflexión del Salmo 70 Mi boca contará tu auxilio 
Es un salmo de súplica individual. Alguien, que tiene que enfrentarse con un conflicto mortal, se encuentra sin fuerzas y, por eso, recurre a Dios, con la esperanza de no quedar defraudado. Son muchas las peticiones que encontramos: “sálvame”, “libérame”, «inclina tu oído» (2), etc. En medio de esta situación, esta persona se acoge al Señor (1), espera en Dios (14) y promete ensalzarlo (22-24a).

Resulta difícil proponer una estructura plenamente satisfactoria, pues esta oración mezcla la súplica con los recuerdos y las promesas. Podemos dividirla en dos partes: 1-13a; 13b-24. Las dos empiezan y terminan con la cuestión de la vergüenza. Hay investigadores que ven una especie de estribillo en 1.13.24b, lo que obligaría a dividir el salmo de una forma distinta. En la primera parte (1-13a) el salmista hace varias cosas: comienza afirmando que se acoge al Señor (1) y por eso expone una serie de peticiones (2-3); habla de sus enemigos (4.10-11) y recuerda algunas de las etapas de su vida (antes de nacer, juventud y ancianidad, 5-6.9). La dimensión temporal está presente: siempre ha confiado en Dios (6), todo el día lo alaba (8) y espera no quedar avergonzado jamás (1). Se concede mucha importancia a las partes del cuerpo como instrumentos de opresión (mano, puño, 4), de escucha (oído, 2), de alabanza (boca, 8). Llama la atención lo que se dice en el versículo 6: entre esta persona y Dios había una «alianza» anterior al nacimiento de la primera pues, ya en el seno materno, el nascituro se apoyaba en Dios, y el Señor lo sostenía. Podríamos resumir esta primera parte titulándola «los conflictos en la tercera edad». Es intensa la presencia de los enemigos; también son fuertes sus proyectos contra el justo.

«La esperanza de la tercera edad», este podría ser el título de la segunda parte (13b-24). El autor vuelve a hablar de la época de su juventud y del momento en que vive (17-18); promete muchas cosas, entre otras, que volverá a tocar para Dios (22); retorna el tema de los conflictos (20); nos dice algo de su anterior posición social (21), Mientras que en la primera parte (6) recordaba el seno materno como su morada antes de nacer, en la segunda menciona el seno de la tierra, una intensa imagen empleada para hablar de su situación al borde de la muerte (20b). También en esta parte se valora el cuerpo corno instrumento de liberación (18b) y de alabanza (19.23.24a).

Este salmo surgió a partir de los conflictos con los que tuvo que enfrentarse una persona anciana. Parece ser que el sufrimiento constituía su pan cotidiano. Se puede decir que lo suyo era un «milagro» (7). En la segunda parte, todo esto se le atribuye a Dios. Probablemente se trataba de una persona con una posición social elevada. Esto es lo que podemos imaginar a partir de la expresión: «Aumentarás mi grandeza, y de nuevo me consolarás» (21). La grandeza nos sugiere una situación pasada que se ha perdido y que el salmista pretende recuperar con creces.

¿Qué es lo que habría pasado? El salmista siempre confió en Dios, incluso en momentos inimaginables, como cuando estaba en el seno materno (6). Pero ahora esta esperanza está a punto de desvanecerse, pues ya se siente en el seno de la tierra. Podría decirse que ya «tiene un pie en la tumba». ¿Por qué? El salmo habla de la «mano del malvado» y del «puño del criminal y del violento». También menciona a los enemigos, que hablan mal del fiel, de los que vigilan su vida y hacen planes (10); hay quienes persiguen la vida de este anciano y tratan de hacerle daño (13.24b).

El salmista se siente viejo, está sin fuerzas (9), su pelo está canoso (18) y tiene miedo de que Dios lo abandone y acabe sumido en la vergüenza (1) y la confusión. Si Dios no interviene inmediatamente, la confianza de este anciano va a caer en picado. Su vida no será más que confusión y vergüenza.

Los malvados lo persiguen, afirmando que Dios no se preocupa por los viejos que le permanecen fieles. Debe resultar muy duro para una persona mayor, que ha confiado en Dios toda su vida, escuchar estas cosas de quienes quieren verlo muerto: «Dios lo ha abandonado. “¡Podéis perseguirlo y agarrarlo, que nadie lo salvará!” (11).

Así pues, este es el salmo de una persona anciana víctima de los malvados, criminales y violentos que atentan contra su vida. Una persona vieja y sin fuerzas (9) contra un grupo de poderosos bien organizados que traman planes y vigilan la vida del justo para acabar con ella (10).

Este anciano no tiene a quién recurrir fuera de Dios. Suplica, confía, promete. Promete diversas cosas, entre otras, vivir todo el día (8.15.24a) alabando la justicia de Dios, ensalzarlo con el arpa y con la cítara (22), lo que indica que sabía manejar estos instrumentos. La promesa más importante consiste en contar las proezas del Señor, describir su brazo y anunciar sus maravillas a muchachos y jóvenes, a la siguiente generación (16-18). Como anciano que es, juega un importante papel pedagógico y catequético: educar en la confianza en el Dios que escucha, libera y hace justicia. Pero, para ello, el Señor tiene que responder e intervenir sin tardanza. En caso contrario, la vida de este hombre será pura confusión, vergüenza, muerte...

Son muchos los detalles que, en este salmo, componen un rostro extraordinario de Dios. A lo largo de su vida, este anciano ha confiado siempre en el Señor y, si ahora suplica, es porque sigue confiando en el aliado que nunca falla. También resulta interesante constatar la existencia de esta alianza desde el seno materno (6). Los versículos iniciales (2-3) presentan a Dios con las imágenes tradicionales de roca de refugio y alcázar o ciudad fortificada. Son signos de la confianza inquebrantable en el compañero de alianza y en el amigo fiel.

Una pregunta, planteada por el salmista, nos muestra quién es Dios: « ¿Quién como tú?» (19b). El es el único que salva y que libera, como hiciera antaño en Egipto. La experiencia del éxodo es el motor que impulsa a este anciano a confiar, pedir, esperar y celebrar. El salmo fuerza la intervención de Dios. Si no escucha el clamor de este anciano, los malvados, criminales y violentos tendrán razón cuando dicen: «Dios lo ha abandonado. Podéis perseguirlo y agarrarlo, que nadie lo salvará» (11). En este salmo, Dios recibe diferentes nombres que dan a entender que se mantiene fiel a lo largo de todo el camino del pueblo de Dios.

Como ya hemos visto a propósito de otros salmos de súplica, Jesús escuchó todos los clamores y no defraudó a quienes habían depositado en él su confianza. Salvó todas las vidas que corrían peligro, venciendo incluso al mayor de los enemigos, la muerte.

Las situaciones que se han presentado al comentar otros salmos de súplica individual, también sirven aquí. Pero el salmo 71 brilla con luz propia, pues es la oración de la ancianidad con sus dificultades, conflictos, necesidades y, sobre todo, sus deseos de colaborar en la construcción de una sociedad más humana. El anciano de este salmo tiene una experiencia de la vida por transmitir. Por desgracia, nuestra sociedad valora poco el papel de la tercera edad, sin permitirle comunicar toda su sabiduría a propósito de la vida.

Reflexión primera del Santo Evangelio: Marcos 6,17-29. Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista
El relato evangélico del martirio de Juan el Bautista está situado en el camino de Jesús hacia Jerusalén como una etapa fundamental. Con él no sólo se concluye el ciclo de la vida del Bautista, sino que también es preludio del martirio de Jesús.

No debemos dejarnos impresionar sólo por los detalles narrativos, muy sugestivos por otra parte, que nos presenta esta página de Marcos. Al evangelista no le interesa poner de manifiesto ni el vicio de Herodes ni la malicia de Herodías, ni siquiera la ligereza de su hija. Su intención es proporcionar el debido relieve a la figura de Juan el Bautista, el «mentor» —podríamos decir— del Nazareno, y mostrar cómo este gran profeta pone término a su vida del mismo modo y por los mismos motivos que morirá Jesús.

Éste es el pequeño «misterio pascual» de Juan el Bautista, el cual, tras haber conocido la adversidad de los enemigos del Evangelio, conoce ahora el silencio del sepulcro en espera de la resurrección.

Los recuerdos bíblicos relativos a Juan el Bautista nos invitan a meditar sobre el don de la profecía, en particular sobre la figura del profeta. ¿Cuál es exactamente su función en el pueblo de Dios? ¿Cuáles son las opciones que le califican claramente como profeta? ¿De qué modo se sitúa ante sus contemporáneos como signo de una presencia superior, como portavoz de una Palabra divina?

El profeta se manifiesta como tal por su modo de hablar, por el estilo que caracteriza su predicación. La palabra no lo es todo, pero ya es capaz de manifestar el sentido de una presencia, incómoda pero ineludible, con la que todos deben contar. El profeta se manifiesta como tal, también y sobre todo, con las opciones de vida que lleva a cabo. De este modo demuestra que ha percibido que el tiempo en el que vive es precisamente aquel en el que Dios le llama a ser-para-los-otros. No se puede sustraer a esta llamada (deberíamos leer, a este respecto, el c. 17 de Jeremías), so pena de ser infiel a su misión. Por último, el profeta manifiesta la autenticidad de su misión con el valor de dar la vida por aquel que le ha llamado y por aquellos a quienes ha sido enviado. O se es profeta con la vida, con la vida entregada por amor, o no se es profeta en absoluto.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Mc 6, 14-29 (6-17-29). La Iglesia no es obra de un gran profeta.
El historiador judío Josefo Flavio narra en el libro dieciocho de su «Arqueología judía» que Herodes Antipas, por miedo a los desórdenes políticos que habría podido acarrear el movimiento suscitado por el Bautista, metió en la cárcel al profeta, en la fortaleza de Maqueronte, en el sur de Perea, donde lo mandó ejecutar. El relato del segundo evangelio refiere evidentemente el aspecto más subjetivo del acontecimiento que Josefo Flavio narra objetivamente. He aquí, pues, lo que decía el pueblo: este hombre de Dios ha sido víctima de la venganza de una mujer irritada, Con su muerte ha tenido que pagar la valentía de haber hablado claro a los grandes de esta tierra.

Por lo demás, el relato está cargado de las inexactitudes que, caracterizan historias análogas transmitidas de boca en boca. La segunda mujer de Antipas, Herodíades, no se había casado con Filipo como dice Marcos, sino con otro hermano del rey llamado Herodes, que por lo demás no tuvo nada que ver en el asunto. Es también posible que este Herodes tuviera el sobrenombre de Filipo; en este caso, nuestro texto no contradiría lo que sabemos de otras fuentes.

Una cosa es segura: la mujer que vemos bailar y que se llamaba Salomé —como precisamente refiere Josefo Falvio, siendo así que en los evangelios se calla su nombre era hija del primer matrimonio de Herodíades y llegó a ser mujer de Filipo, hermano de Antipas, que reinó en el norte de Palestina hasta el año 34. La incertidumbre de los datos cronológicos que poseemos no consiente establecer si ella estaba ya casada en el momento de la escena descrita. En nuestro texto es llamada «muchacha» Cuando se desarrolla la fiesta parece que tenía veinte años. Antipas había incitado a Herodíades a dejar a su hermano Herodes, y se había casado con ella, después de haber abandonado a su primera mujer, hija del príncipe árabe Aretas. Este matrimonio, por lo tanto, era el resultado de un adulterio, aunque se cubrieron las formalidades jurídicas. Además, contravenía a las prescripciones de la ley judía (Ley 18, 16), según la cual el matrimonio entre cuñados no era válido.

¿Por qué el evangelista ha incorporado este vivaz relato popular? Antes que nada porque así ponía de relieve la actitud ridícula de aquel discutidísimo monarca, esclavo, por su parte, de sus pasiones, y, por otra, interesado en la figura austera del Bautista. En fin de cuentas, aquel Herodes era más coherente consigo mismo que los fariseos bien pensantes que colaboraban con él fingiendo una extrema dignidad moral.

En segundo lugar, podemos pensar que el evangelista al insertar este pasaje en el contexto teológico de la proclamación del reino de Dios (4, 1-6, 29), ha querido presentar la liquidación del grupo de Juan Bautista, para indicar con ello que la comunidad creada por Jesús era totalmente nueva, aun conservando la veneranda memoria del gran profeta desaparecido.

Reflexión tercera del santo Evangelio, (Mc 6,14-29). Ejecución de Juan Bautista. 
Herodías le guardaba rencor
La psicología estudia los motivos de las simpatías y antipatías instintivas. Goethe creía que se trataba de un fenómeno análogo al que tiene lugar en la naturaleza: determinadas criaturas se atraen, otras son incompatibles. Sin embargo, el hombre no es sólo un fenómeno natural. Tiene una personalidad moral, que crece en la elección del bien o del mal. Y el bien y el mal, como la luz y las tinieblas, se excluyen mutuamente. Herodías, que vivía en el pecado, no podía amar a Juan Bautista, que predicaba la penitencia.

Podemos sacar conclusiones para la vida diaria. No debemos desear el mal a nadie ni considerar a nadie como enemigo, pero esto no garantiza que seremos simpáticos a todos y que no tendremos enemigos. Contra Cristo surgieron muchos enemigos, Herodías guardaba rencor a Juan Bautista y muchos santos han sido atacados por todos. Pero si los demás nos desean el mal porque hacemos el bien, el evangelio, nos proclama benditos (Mt 5,11).

Herodes temía a Juan
También Herodes vivía en el pecado, pero no quería mandar que mataran a Juan Bautista. Sentía un saludable temor por él. De hecho, la Escritura enseña que el temor es el principio de la salvación (Pr 1,7).

El temor nace cuando nos damos cuenta de que nos encontramos en presencia de alguien o de algo más fuerte que nosotros. Tememos a un ladrón armado, a una tempestad violenta, a la inseguridad de la situación política... No deseamos tropezarnos con un hombre fuerte. Quien teme a Dios ha descubierto que su mano es fuerte y aferra a quien transgrede sus mandamientos.

Con frecuencia, se escucha la objeción de que no es justo observar los mandamientos de Dios por miedo al infierno y a las penas, que ya existen abundantemente en la tierra. En cambio, la Iglesia ha defendido siempre este miedo; ciertamente, no es el estado de ánimo perfecto, pero es el principio de la salvación. El concilio de Trento dice que quien evita el mal por miedo al castigo, comienza a hacer el bien; y quien hace el bien, lentamente, pero con seguridad, crece en el bien y comienza a amarlo.

En la escalera del progreso de la vida espiritual el temor es el escalón más bajo y el amor el más alto: alcanzar el amor es el fin de todo miedo. San Antonio Abad, al final de su vida, dijo: Ya no terno a Dios.

En atención al juramento y a los convidados
Herodes, que teme a este hombre de Dios, no consigue evitar el crimen. Luchan en su corazón dos temores contrarios: el de Dios y el de la opinión de los hombres. Les tiene miedo, sospecha, ve enemigos por todas partes. Al igual que en la guerra se tiene miedo de una mirada o de un susurro de las hojas.

Los sabios de todos los tiempos ironizan sobre este tipo de miedo. En La Imitación de Cristo encontramos: « ¿Qué son las palabras sino sólo palabras? Vuelan por el aire pero no mueven una piedra. Sé una piedra». Y, sin embargo, nuestro temor al juicio de los demás es fuerte y es el motivo de muchos de nuestros actos. Vivimos en una sociedad y las buenas relaciones con los demás nos parecen fundamentales.

El mal comienza cuando el temor a los hombres se hace más fuerte que el temor a Dios. Entonces, el hombre se convierte en esclavo de todo lo que sucede a su alrededor. «Quien no teme a Dios», escribe san Juan Clímaco, «teme hasta a su propia sombra».

Reflexión cuarta del santo Evangelio, (Mc 6,14-29). Ejecución de Juan Bautista.
He aquí pues a los "doce", ellos solos partiendo hacia los pueblos. ¿Qué hace Jesús durante ese tiempo? Marcos no lo dice. Jesús debe de estar pensando en sus amigos que afrontan el rechazo del cual les había advertido, debe de rezar por ellos... Es la primera experiencia de Iglesia, ¡todo es todavía muy frágil! Esta primera "misión" ha durado sin duda algunas semanas o algunos meses, pues Marcos, antes de contarnos su retorno junto a Jesús, ha creído necesario hacer un intermedio. Y lo que nos dirá no lo intercala al azar:

Tendremos con ello una muestra del género de acogida que se hace a los "enviados de Dios"... Juan Bautista es humanamente y aparentemente el fracaso; es el ambiente dramático de la misión.

"Como trataron al maestro, así también seréis tratados."

-El rey Herodes oyó hablar de Jesús, pues su nombre iba adquiriendo celebridad.

Sobre todo en el momento en que el grupo de los discípulos se rompe, para distribuirse por seis ciudades a la vez. Se habla de Jesús un poco por todas partes: ahora tiene "representantes que actúan en su nombre... su movimiento se organiza... empieza a ser notado por las gentes.

-Y Herodes decía: "Es Juan Bautista que ha resucitado..." otros decían: "Es Elías".' Y otros: "Es un profeta como uno de tantos..."

Al principio, ya lo hemos visto, la muchedumbre iba a El simplemente por sus milagros.

Ahora las gentes sencillas hacen sus hipótesis. Mientras que los adversarios ya han resuelto la cuestión: "es un loco, un poseso", la opinión pública sigue buscando: debe ser Juan Bautista, o Elías, o un profeta. Todas estas palabras indican la estima en que se le tiene. Es un gran hombre, es un hombre de Dios, es un hombre inspirado, es "un profeta".

Y yo, ¿qué es lo que digo de Jesús? Para mí, ¿quién eres Tú, Señor? ¡La pregunta sobre Cristo sigue siendo actual hoy también! Recientemente, unas jóvenes decían a su consiliario que no llegaban a creer que "Jesús fuese Dios". ¡Esto no es nuevo! Los contemporáneos de Jesús que le veían con sus propios ojos, no llegaban tampoco a abarcar totalmente su misterio... y habitualmente se equivocaban sobre su profunda identidad. Señor, danos la Fe. Señor, aun en medio de nuestras dudas; conserva nuestras mentes disponibles y abiertas a nuevos y más profundos descubrimientos. ¡Revélate!

Arrástranos en tu seguimiento hasta tu abismo, hasta la región inaccesib1e a nuestras exploraciones humanas, hasta el misterio de tu ser.

Pero para ello se precisa una lenta, frecuente y perseverante relación. Una enamorada no descubre en un solo día todas las cualidades de la persona amada.

¿Cuánto tiempo paso cada día con Cristo? ¿Por qué me extraña pues que te conozca tan poco?

-Herodes pues habiendo oído hablar de Jesús, decía: "Juan, aquel a quien hice decapitar, ha resucitado..." A menudo es a través de la voz de la conciencia que Dios se insinúa a los hombres. Herodes no está orgulloso de su conducta: ¡ha matado injustamente!

Esto le inquieta. Jesús despierta su conciencia adormecida: ¿la escuchará? ¿Escucho yo mi conciencia?

-Relato de la muerte de Juan Bautista

Marcos se aprovecha de esto para contar el homicidio, del que todo el mundo hablaba en Palestina. Jesús acaba de decir que el éxito aparente de la misión no está asegurado: ya advirtió a sus amigos antes de enviarlos. Y los primeros lectores de Marcos, en Roma, vivían también en la persecución. Es la Pasión redentora que ha comenzado, y que prosigue hoy.

Reflexión Espiritual para el día.

Todo lo que (Juan) dijo dio testimonio de la verdad o sirvió de reproche a los que se le oponían; sus obras de justicia las respetaban incluso los que no le amaban. ¿Acaso el respeto del modo de vida de los hombres le hizo desviarse, ni siquiera un poco, a él, que llevó una vida solitaria desde niño, de la vía de la virtud? Y, sin embargo, ese hombre acabó su vida derramando su sangre, tras pasar un largo tormento de cárcel.

Predicaba la libertad de la patria celestial y fue encarcelado por los impíos; había venido a dar testimonio de la luz, había merecido que le llamaran lámpara ardiente y resplandeciente precisamente de la luz que es Cristo, y fue encerrado en la oscuridad de la cárcel; nadie entre los nacidos de mujer había sido más grande que él, y fue decapitado a petición de unas mujeres sumamente perversas, y fue bautizado con su propia sangre aquel a quien se le había dado bautizar al Redentor del mundo, escuchar la voz del Padre sobre él, ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él.

Reflexión Espiritual para el día.
«Vos estáis obligado —añadió el arzobispo de Canterbury— a deponer la duda de vuestra insegura conciencia que recusa el juramento, y a tomar el partido seguro de obedecer a vuestro príncipe, y jurar».

Entonces, aunque yo era de la opinión de que este argumento no podía adaptarse a mi caso, se me presentó, no obstante, de improviso tan sutil y, sobre todo, sostenido por tanta autoridad, al venir de la boca de un tan noble prelado, que no pude replicar nada, a no ser que estaba íntimamente seguro de que así no habría obrado bien, porque en mi conciencia era éste uno de esos casos en que mi deber era no obedecer a mi príncipe, sea cual fuere la opinión de los otros (cuya conciencia y doctrina no habría condenado ni habría aceptado juzgar) a este respecto: en mi conciencia la verdad se me presentaba diferente.

Entonces el abad de Westminster me dijo que de cualquier modo que la cuestión apareciera en mi mente, tenía motivos para temer que precisamente mi mente estuviera en el error, con sólo que considerara que el Parlamento del reino se pronunciaba en sentido opuesto, y que, por consiguiente, debía cambiar la posición de mi conciencia. A esto respondí que si sólo fuera yo el que sostenía mi tesis y todo el Parlamento sostuviera la otra, verdaderamente tendría miedo de apoyarme en mi parecer, yo solo contra tantos. Mas, por otra parte, sucede que para algunos de los motivos por los que me niego a jurar tengo yo de mi parte —como confío tener— un consejo igualmente grande, e incluso más, y entonces no estoy ya obligado a cambiar mi conciencia y conformarla al consejo de un reino, contra el consejo general de la cristiandad.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y del magisterio de la santa Iglesia:La fuerza del «Yo estoy contigo» 
La presente lectura bíblica es el complemepto de la anterior. Su continuación lógica interrumpida bruscamente por las dos visiones de la vara de almendro y la olla hirviendo relativas a su misión.

Parece como si el profeta, consciente de su vocación, hubiera oteado el panorama a todos los niveles y se hubiera sentido acobardado. La vocación era clara. Pero ahí estaban los pueblos poderosos, cuya actuación debía interpretar teológicamente desde la fe yahvista. Sobre todo su propio pueblo. Los reyes de Judá, los príncipes, los sacerdotes, la masa del pueblo... Quizás acudió a su mente el recuerdo de su familia sacerdotal desterrada de Jerusalén a Anatot.

Humanamente su vocación era una locura. Y de nuevo siente el “Yo estaré contigo para salvarte”. No es cosa suya, es de Yavé. ¡Qué difícil resulta actuar como hombre en las cosas de Dios! Hay que arremangarse, decimos nosotros. Cíñete tus lomos, decían ellos. Es el ponerse en manos de Dios a ciegas, pero con la evidencia de la fe A una con Yavé nadie podrá derrumbarlo. Sería el fracaso de Dios. Y se siente fuerte con la fortaleza que da la presencia viva y eficaz de Dios en el hombre, comparada a una ciudad fortificada, a columna de hierro o muro de bronce. Pero esta certeza y seguridad de fe no es humana y el hombre es hombre. ¿Por qué ha de extrañarnos que Jeremías insistiera? Está convencido, pero le faltan las fuerzas. El salmista gritará en situación semejante: «El auxilio me viche del Señor».

Si comparamos la vocación de Jeremías con la de Isaías y Ezequiel, pronto constataremos las diferencias. Aquí no hay grandes teofanías sino sencilla y profunda intimidad divina. No hay ofrecimiento sino más bien reacción en contra. El profeta no actúa desde arriba, ofreciendo oráculos, sino de medianero soportando las exigencias divinas y la oposición humana.

Sin embargo, hay algo inconfundible en toda vocación, en toda misión divina de cara a los demás. Este algo es el destino de la persona desde el momento de la concepción, aunque no aflore sino en determinados momentos y circunstancias y no actúe ininterrumpidamente o del mismo modo. Este destino implica necesariamente una constante y progresiva intimidad con Dios, que lleva consigo, la historia es testigo, abandono, contradicción y persecución por parte de los hombres.

Esto es ser llamado. Jeremías es el profeta que mejor nos lo ha dejado traslucir. En medio de un ambiente de abandono social, de hostilidad religiosa y de persecución natural sentirá el «Yo estaré contigo», la fuerza de su vocación. +

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