Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
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Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

21 de agosto de 2014

EL EVANGELIO CON OJOS Y CORAZÓN MISIONEROS (20 ORDINARIO A)

Mateo 22,1-14
   En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo: - El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
- La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: - Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta? El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: - Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.  

COMENTARIO
En algunos hogares aún se conserva una hermosa tradición. Aunque los hermanos se han casado, y se han ido a vivir a hogares diferentes, mientras viven los padres y especialmente la madre, se reúnen con cierta asiduidad los domingos o determinadas fiestas en torno a una mesa común.

Es frecuente, sobre todo los fines de semana, encontrar por la calle señoras que vienen de hacer la compra en el supermercado, y te dicen que van cargadas, porque tienen a comer a sus hijos y nietos. Y lo dicen con orgullo, con el rostro radiante, porque no reparan en el trabajo que acarrea el preparar las cosas para numerosas personas, sino en el gozo la alegría, la felicidad que supone para ella el ver a toda la familia que ama, reunida en armonía y fraternidad, compartiendo esos momentos.

Y es que, si hay algo que hace feliz a un padre, a una madre, es ver felices a los que ama, sobre todo cuando los ve fraternizando. Todos los hijos, aunque hayan seguido caminos diferentes, aunque uno tenga más dinero que otro, aunque uno haya estudiado más que otro y tenga más títulos o un puesto mejor en la sociedad, todos conviviendo y compartiendo, porque ante todo y sobre todo son hermanos... 

Cuánto sufrimiento cuando uno de los hijos, por determinadas causas, se desgaja del árbol familiar y vive su vida con total indiferencia y al margen o, lo que es peor, con resentimiento contra el resto de la familia, sin querer saber nada de padres y hermanos.    

Pues un poco esto que se a en el plano familiar humano, podemos multiplicarlo y proyectarlo en un Dios Padre y en un mundo que habitamos sus hijos. Un Dios que es feliz viendo que todos como hijos, compartimos y somos felices, porque ante todo somos y nos sentimos hermanos.  Es lo que hoy nos quieren inculcar las lecturas.

En la Primera Lectura el profeta presenta a Dios como un mesonero que va a preparar en el monte Sión, centro del mundo según los judíos, un festín de los mejores manjares y de vinos añejados. Es decir, va a repartir felicidad a manos llenas, haciendo que desaparezca de en medio de la humanidad todo lo que hace sufrir a los hombres, enjugará las lágrimas de los ojos, hará desaparecer la muerte y todo oprobio o deshonra. Y eso para todos los pueblos, para todas las gentes sin distinción. Qué lejos está nuestro mundo de convertirse en copia fiel del proyecto de Dios.

Y Dios puso este proyecto en manos de un Jesús, que lo intentó hacer realidad: hacer presente ese Reino de Dios del que desapareciera toda injusticia, toda opresión, toda infamia, todo oprobio, todo lo que hace sufrir a las gentes. Si alguien enjugó lágrimas fue él, que pasó tendiendo la mano a todo el que encontraba en el camino, sufriendo por una causa o por otra. Y él intentó dejar bien claro que lo que pretendía era una fraternidad universal, un mundo regido por el amor como norma suprema.

Pero se encontró con los escribas y fariseos que rechazaban de plano ese proyecto, porque tenían el suyo propio y sus propios planes, montados según sus caprichos y ambiciones. Y no querían entrar en el plan de Jesús, de Dios. Y por eso Jesús les dirige hoy esa parábola que hemos escuchado...  Un rey da un banquete por la boda de su hijo: “banquete y bodas nos hablan de alegría, fiesta, amor, felicidad para todos los invitados. Pero resulta que algunos ya tenían montada su propia felicidad, su propio reino, su mundo aparte: tenían quién sus amores, quién sus posesiones, quién sus negocios... Y no quisieron acudir a encontrarse con los demás. Individualistas al máximo, no quisieron saber nada de fraternidad, de compartir, de estar en comunión con otros porque no eran de su rango, de su clase, de su misma situación o posición social, de sus mismas ideas... Y era mejor no complicarse la vida.

Entonces el rey mandó que llenaran la casa y participaran del banquete todos los que estuviesen por los caminos, “malos y buenos”.  Y se llenó la sala del banquete. Es quizás la gente sencilla, de a pie, la que está más preparada para vivir la fraternidad, la comunión y acepta la invitación de Dios con más facilidad.

Qué denuncia para nuestro mundo de hoy, cada vez más individualista, donde cada uno está en sus negocios, en sus afanes, en su vida de amoríos, y es ajeno a la realidad de que los otros son hermanos, y esperan su presencia para compartir. Los señores invitados que ponen sus disculpas para no participar del convite podemos traducirlos por esos pueblos, naciones y gentes que hoy se sienten satisfechos y orondos con lo que tienen, y viven con total indiferencia para con los otros pueblos, naciones y personas. Gentes que valoran más sus bienes, su comodidad de vida, su bienestar que la fraternidad. Gentes que quieren ser felices ellos solos...  y no quieren saber nada de hacer una mesa común con todos, desde una igualdad de hermanos.

     Finalmente hay uno que entra en el banquete sin traje de fiesta y que es rechazado por el rey. No es sino aquel que quiere ser partícipe del reino, pero no quiere aceptar las condiciones del mismo, el estilo de vida nuevo que Jesús ha venido a imponer, un estilo de vida propio del todo cristiano, para no desdecir de esta condición. Quien entre en el Reino tiene que vivir el estilo de Jesús, tiene que llevar el traje de fiesta que Jesús exige, marca “Jesús” y diseñado y confeccionado con telas de justicia, paz, amor, solidaridad, verdad, perdón, libertad...

Qué bien entendió Teresa de Jesús este mensaje de fraternidad. Deseaba que sus conventos fuesen encarnación en pequeño de este ideal de Dios, donde desapareciese toda diferencia de rango, de posición social, de razas, de linajes, de honras, de dineros... “Aquí todas han de ser hermanas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar...”

Frente a este mundo cada día más individualista a nivel de países y de personas, nosotros los cristianos estamos llamados a proclamar y vivir la fraternidad universal de forma gozosa, por encima de diferencias o al margen de deseos de gozar en solitario de nuestra pequeña felicidad, en nuestro reducido reino.

“Salid a los caminos, y a todos los que encontréis invitadlos…” Cumplidores de este mandato son nuestros misioneros, que sabiendo que hay un mundo satisfecho ya con “sus bienes y negocios”, y volviendo la espalda a Dios y a los hermanos, van a otros lugares (Asia, África, Sudamérica) llevando esperanzados la invitación del Padre a esa mesa común.  Y esas gentes sencillas no faltan a la cita.
   
 ORACIÓN FINAL:
   Gracias, Señor, por hacernos partícipes del banquete de la Eucaristía.
   Te bendecimos, Padre, con los pobres de la tierra porque nos reservaste un puesto de honor en la vida y en la mesa abierta y fraternal del banquete de tu reino, donde el cuerpo de Cristo es nuestro pan familiar.
  Bendito seas, Señor, por Jesucristo, tu hijo, que es el novio de tus bodas con la humanidad y la Iglesia, a quienes regala constantemente su amor generoso.
   Líbranos de la locura de rechazar tu invitación deferente con las ridículas excusas de nuestra miope insolidaridad.

   Revístenos de la condición nueva de nuestro bautismo, como hombres y mujeres nacidos en Cristo por el Espíritu, para ser dignos de sentarnos a tu mesa para siempre. 

Amén.

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