EL VESTIDO EN LITÚRGICO RATZINGER

Hace algún tiempo, ha causado cierta preocupación en el periodismo gustó el hecho de que la revista de EE.UU. "Esquire" en su reconocimiento anual a los personajes que encarnan el epítome de la elegancia, ha señalado Benedicto XVI como el hombre que elige su mejor accesorios de vestir. Esta elección de una frivolidad muy característica de una era que tiende a trivializar lo que no entendemos, ha ocurrido en un momento en que Benedicto XVI había despertado la atención mediática sin precedentes en tomar un poco de ropa arraigados en la tradición como el camauro papal, un sombrero de invierno de terciopelo rojo adornado con armiño, o el "Saturno", un sombrero de ala ancha que ya había sido utilizado por algunos de sus predecesores, como Juan XXIII.

En aquellos días no había un rumor generalizado de que los zapatos de cuero rojo que el Papa se suele poner en fueron diseñadas por Prada, la marca milanesa famoso. Por supuesto, la atribución es falsa; banalidad contemporánea no se dan cuenta de que el color rojo contiene un significado claro del martirio, ya que no se dan cuenta de que estos rumores eran incompatibles con el hombre sencillo y sobrio que, por su elección el papado, mostró a los fieles hacinados en la plaza de San Pedro y todo el mundo las mangas de un jersey negro modesto. Sin embargo, como siempre sucede, la frivolidad inapropiado ocultaba un núcleo de una verdad paradójica: de hecho, a veces, la confusión y estupidez puede percibir - poco a poco, confusa y distorsionada - la realidad que verdaderamente existe. Y la verdad es que Benedicto XVI es, de hecho, presentan una gran preocupación por la ropa, una preocupación, sin embargo, de naturaleza muy diferente. 

San Ireneo dijo, hacia el final de su vida, él había hecho algo más en la vida que deja crecer y madurar como fue sembrado en su alma por Policarpo, discípulo de San Juan. En un momento memorable de su autobiografía corta, Joseph Ratzinger revela cómo desde niño aprendió a vivir la liturgia, gracias a la semilla sembrada en él por sus padres, que le dio el "Schott", es decir, el misal traducido al alemán por monaco benedictino Anselmo Schott. El fragmento tiene un germen belleza comparable a la contenida en el episodio de "madeleine" más importante en la obra de Proust: "Por supuesto, siendo un niño que no entendía todos los detalles, pero mi viaje con la liturgia era un proceso de crecimiento continuo en un gran realidad que supera toda individualidad y generaciones, que se convirtió en una fuente de asombro y el descubrimiento de otras nuevas. " 

Esta concepción de la liturgia como patrimonio heredado de la tradición, enriquecida por las sucesivas inyecciones que crecen orgánicamente, en contraste con algunas visiones contemporáneas que aboga por un conocimiento atomizado, fundación huérfana y mejores conexiones, fácilmente adaptable a las circunstancias específicas, el conocimiento, en definitiva, con enojo, "original" - como si la tradición no es la forma más elevada de originalidad, ya que nos permite unirnos a la " orígenes "- que ha contaminado algunas tendencias litúrgicas, vaciando el sentido del ritual. La semilla que los padres establecen en el que el niño más tarde dado muchos frutos en obras como Dios y el mundo, donde Ratzinger tratará de mostrar el sentido de la historicidad de la liturgia como un don dado por Cristo a la Iglesia, el don que crece con él y le hace "se descubre como un ser viviente." En este ser vivo dedicaría El Espíritu de la Liturgia, un libro en el que - de acuerdo con el título del clásico Guardini - Ratzinger afirma que el concepto de Tradición, que no es estático ", pero tampoco se puede omitir una mera creatividad arbitraria ", la profundización de la comprensión de la liturgia como una participación en el encuentro de Cristo con el Padre, en comunión con la Iglesia universal. 

Al igual que su maestro Guardini, Ratzinger quiere la liturgia que se celebra "en la forma más básica". Y aquí "esencial" no significa la pobreza, al menos no en el sentido de que algunos querían que preceder a la dimensión social de la celebración litúrgica (a la que Jesús responde claramente en el Evangelio de la unción en Betania), "esencial" significa "necesidad íntima" búsqueda de la pureza interior que de ninguna manera debe interpretarse como purismo estática. 

En atención a la importancia de la liturgia debemos enmarcar - visible a cualquier persona no completamente sorprendido por la frivolidad - Benedicto XVI atribuido a inversiones y, en particular, los ornamentos litúrgicos. El sacerdote no elige tales adornos para un capricho estético: lo hace a revestirse de Cristo, la "belleza tan antigua y tan nueva" de que hemos hablado de San Agustín. Este "revestirse de Cristo", un concepto central de la antropología paulina, requiere de un proceso de transformación interior, una renovación de las profundidades del ser humano que le permite ser uno con Cristo, un miembro de su cuerpo.Los ornamentos litúrgicos representar este "revestirse de Cristo": el sacerdote trasciende su identidad para convertirse en otra persona, y los fieles que participan en la celebración recordar que el camino abierto en el Bautismo y alimentada por la Eucaristía nos lleva a la patria celestial, donde estaremos cubierto con ropas nuevas, hechas blanqueado en la sangre del Cordero. Así, los ornamentos litúrgicos son "anticipación de la nueva imagen, el cuerpo resucitado de Jesucristo", la anticipación y la esperanza de nuestra propia resurrección, la etapa final de la existencia humana y hogar permanente. 

Papa, en definitiva, no use Prada, sino Cristo. Y su preocupación no es el "accesorio", pero lo esencial. Este es el significado de los ornamentos litúrgicos que Benedicto XVI se refiere a sanar, para que sea comprensible a los hombres de nuestro tiempo el verdadero realidad de la liturgia.

Juan Manuel de Prada 

(© L'Osservatore Romano - 26 de junio de 2008)