Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento,
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.
A primera vista, el texto que comentamos hoy nos parece aterrador. Más parece una amenaza que paraliza a una recomendación del cariñoso Jesús que nos gusta recordar.
Mateo nos cuenta que, de cara a su futura misión, Jesús plantea a sus discípulos un panorama a la vez de peligro, de confianza. Con metáforas como: “ovejas entre lobos”, “astutos como serpientes”, y expresiones de un caos familiar, les hace ver el mundo de situaciones peligrosas con el que se encontrarán; por otra parte, con la expresión “Yo los envío”, expresa protección”.
Y, ¿Quién dijo que este mensaje del Evangelio no es actual?
En la portería del colegio donde se educan mis nietos me llamó la atención un cartel que decía en grandes letras “¿Y tú, como vas a cambiar el mundo?” De inmediato se puso en marcha mi mecanismo de defensa y mi primera reacción fue decirme a mí misma: “Bueno, eso es para los jóvenes que tienen un mundo por delante, pero no para mí, que avanzo rápido por mi tercera edad.
Pero, la pregunta me quedó dando vueltas en mi cabeza y la segunda reacción fue: “¿y por qué no?”
Los obstáculos que Jesús presenta a los discípulos se parecen a muchas realidades del mundo actual. No es fácil hoy dar testimonio coherente de nuestra fe, como tampoco es fácil distinguir a los “lobos” de hoy. Corremos el riesgo de ser etiquetados en forma despectiva; de caer en las presiones aparentemente fuertes de la sociedad, incomprensiones, odios, rechazo, acusaciones, etc. Podemos reconocer a esos “lobos” presentes en todos los ámbitos de nuestro mundo: en elementos de poder, de presión, en la política, la ambición del dinero, la cultura de la vanidad, la soberbia, el egoísmo y tantas organizaciones o personas a las que el mensaje de Jesús les provoca molestia, porque no pueden soportar un mundo en el que reine la paz, el amor, la fraternidad, la solidaridad, el respeto a la vida, en definitiva la dignidad del hombre.
Jesús recomendó a sus discípulos que fueran “prudentes como serpientes” y “sencillos como palomas”. A mi modo de ver, hay pocos preceptos más difíciles de cumplir con acierto que éste. Vislumbro dos extremos y se necesita mucho tino para determinarlos. Uno, y el más fácil, consiste en guardar silencio y no revelar nuestras convicciones para evitarnos problemas. El otro, en querer imponer nuestras convicciones, sin considerar el lugar, ni las circunstancias. Pienso que al que estamos más expuestos es al primero. Fácilmente la “prudencia” puede confundirse con la cobardía, la indiferencia o el miedo, donde surge la disculpa de la indiscreción y el temor de causar molestias innecesarias, es decir, exceso de respeto. Recordemos que existe una virtud muy distinta de la astucia o la sagacidad: la prudencia cristiana.
Pero el mismo texto nos revela que no estamos solos. Los continuadores de la tarea encomendada a los apóstoles somos nosotros y, dentro de nuestra cultura y con los parámetros que nos toca vivir, las recomendaciones de Jesús están igualmente vigentes y podemos estar seguros que su Espíritu nos acompañara siempre.
Y tú ¿cómo vas a cambiar el mundo de hoy?
Isabel Margarita Garcés de Wallis
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