Santa Teresa de Los Andes
San Mateo escribió su Evangelio pensando principalmente en los judíos, para demostrarles que Jesús era el Mesías prometido que el pueblo judío venía esperando durante siglos. Su método fue mostrar que la vida y el ministerio de Cristo cumplían las escrituras y profecías del Antiguo Testamento que hablaban del Ungido que vendría.
La Iglesia primitiva estuvo formada por cristianos de origen judío y gentil, y también fue perseguida tanto por judíos como por gentiles. Por eso, Jesús les dijo a sus apóstoles que los enviaba “como ovejas en medio de lobos” y les advirtió que no sería fácil ser discípulos suyos. Ellos serían perseguidos, a veces incluso por sus propios familiares, que no aceptarían su amor a Cristo ni su deseo de seguirlo.
En realidad, el discipulado no sería fácil, pero Jesús no los dejó indefensos. Les prometió que el Espíritu Santo estaría con ellos, para enseñarles y guiarlos en toda situación. Jesús sabía que si ellos permanecían fieles a su Persona y a su enseñanza, serían “astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas” (Mateo 10,16). Serían sencillos como palomas porque cada vez tendrían una menor tendencia a la crítica y al enojo, a medida que el poder y el amor de Cristo les transformara el corazón.
A veces, a nosotros también nos parece que vamos entre lobos, cuando nos ridiculizan o rechazan por nuestra fe. La gente del mundo nos tienta y quiere hacernos caer para demostrar que no somos distintos de ellos. Este hostigamiento puede llevarnos a replicar con dureza o a excluir mentalmente a dichas personas, y a veces la timidez nos hace reacios a demostrar y compartir nuestra fe.
Pero la protección y la sabiduría nos llegan del Espíritu Santo, cuando buscamos a Dios en la oración, y su fuerza nos viene de la Palabra de Dios cuando la leemos y la escuchamos en la Liturgia. Si tenemos la mente llena de la verdad de la Palabra de Dios, recibiremos fuerza y conocimiento para resistir a los que se oponen a Cristo y a nuestra forma de vida.
“Padre celestial, gracias por tu promesa de enseñarnos lo sabio y lo bueno. Ayúdanos cada día a amar a nuestros enemigos y orar por los que nos atacan, para que seamos testigos de que tu Hijo está verdaderamente vivo.”
Oseas 14:2-10
Salmo 51:3-4, 8-9. 12-14, 17
Mateo 10:16-23
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