Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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NOTICIAS SOBRE S.S.FRANCISCO

Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

25 de abril de 2012

Miércoles, 25 de Abril de 2012. Comentarios de las Lecturas



SAN MARCOS, EVANGELISTA
Fiesta

1Pe. 5, 5-14. Dios, en Cristo, nos ha llamado a su eterna Gloria. Sin embargo para llegar a ella ya sabemos cuál es el camino: Cristo Jesús que, en obediencia amorosa a su Padre celestial, se encamina hacia Él pasando por el sufrimiento y la muerte, como el signo de su amor hasta el extremo por nosotros, para perdonarnos y reconciliarnos con nuestro Dios y Padre.

Los que aceptamos el llamamiento de Dios a participar de su Vida y de su Gloria, no podemos inventarnos un camino al margen de Cristo. También nosotros hemos de tomar nuestra cruz de cada día, y encaminar nuestros pasos hacia la gloria que nos espera después de breves sufrimientos. Por eso no podemos vivir bajo el signo del orgullo, que nos levanta en contra de Dios y en contra de nuestro prójimo, sino bajo el signo de la humildad, que nos hace estar abiertos a la voluntad de Dios sobre nosotros y sobre su Iglesia, para llevar nuestra existencia conforme al estilo de vida de Cristo.

La humildad nos hará bajar las armas, pues no podemos destruirnos unos y otros, sino que nos hemos de ver como hermanos, siempre dispuestos a vivir en paz, en santidad de vida y en un auténtico amor fraterno. Así, fortalecidos por el Espíritu de Dios y por la caridad fraterna, no seremos víctimas del maligno que, como león rugiente, quisiera devorarnos y separarnos del amor a Dios y del amor al prójimo.

Pongamos nuestra vida en manos de Dios; pero que esto no nos lleve a desligarnos de nuestras obligaciones, sino que, confiados en el Señor, trabajemos incansablemente por hacer realidad entre nosotros su Reino, afrontando, con fortaleza y humildad, todos los riesgos que por ello nos vengan, sabiendo que, al final, Dios será nuestra recompensa eterna.

Sal. 89 (88). Dios no es hoy un sí y mañana un no. Podrán acabarse el cielo y la tierra, pero la fidelidad del Señor permanecerá para siempre.

Dios nos ama. Y su amor por nosotros es eterno. Somos nosotros los que muchas veces nos alejamos del Señor. Pero, incluso, ante nuestra infidelidad, Dios permanece siempre fiel. Él nos ama y nos llama a participar eternamente de su Vida. A nosotros corresponde dejarnos perdonar y salvar por Él.

Sólo cuando nosotros experimentemos personalmente el amor y la misericordia de Dios podremos proclamar su misericordia ante todos los pueblos, pues no hablaremos de oídas, sino desde lo misericordioso que ha sido Dios para con nosotros. Caminemos a la luz del Señor; dejemos que Él disipe las tinieblas de nuestros pecados y que nos colme de su amor y de su ternura.

Que Dios, habiendo transformado nuestra vida, permita que su obra salvadora siga haciéndose realidad en favor de toda la humanidad por medio de su Iglesia. Dios sea bendito por siempre por todo eso.

Mc. 16, 15-20. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del tiempo; y hoy, en la fiesta de san Marcos, nos lo dice de un modo indirecto al indicarnos que Él confirmará nuestro anuncio del Evangelio mediante obras venidas de Él. No tengamos miedo.

La muerte en cruz despertó muchas cobardías en los apóstoles de Jesús; la inercia, consecuencia del miedo a ser rechazado y crucificado, endurece el corazón para tratar de no acudir al llamado que Dios nos hace para colaborar en la difusión de su Evangelio y en la construcción del Reino.

El creer en Cristo no puede reducirse a orar, aún en público; es necesario ir, con la Fuerza de lo Alto, a proclamar la Buena Noticia a todos los pueblos. Proclamación que no se realizará sólo con los labios, sino haciendo el bien a todos, a imagen de como nosotros hemos sido amados por Cristo.

Creer en Cristo es saber que Él confirmará nuestra predicación con obras venidas de Él, no para que nosotros seamos glorificados, sino para que se vea que, a pesar de ser personas frágiles como todos, el Señor actúa por medio nuestro para que su salvación llegue a todos. Él, ahora, intercede por nosotros para que algún día alcancemos junto con Él la posesión de la Gloria que, como a Hijo de Dios, le corresponde.

Nosotros somos responsables de que esta Buena Nueva llegue a todos y, vivida, le dé un nuevo rumbo a nuestra historia.

Reunidos en el amor fraterno elevamos nuestra Acción de Gracias (Eucaristía) al Padre Dios, porque Jesús, su Hijo hecho uno de nosotros, ha sido constituido como Cabeza, no sólo de la humanidad, sino de todo lo creado, tanto de los seres visibles como de los invisibles.

Le damos gracias porque nos ha llamado a vivir en comunión con Él, participando de su Señorío. Le damos gracias porque nos ha llamado a continuar su obra de salvación en el mundo, no esclavizados al mal, sino como un verdadero signo de liberación de la humanidad.

Nuestra voz profética no sólo denunciará las maldades e injusticias, sino que, además y principalmente, anunciará a Jesucristo, Vida Nueva para nosotros, Señor que nos une como hermanos, Salvador que nos conduce a la Glorificación del Hombre Perfecto.

Efectivamente, mediante la Eucaristía nosotros nos encaminamos hacia la posesión de los bienes definitivos, fortalecidos por el Señor, que nos comunica su Vida y su Espíritu.

La Eucaristía nos hace partícipes de la Verdad, de la Vida, del Espíritu del Señor y abre nuestros horizontes para dirigir nuestros pasos hacia donde el Señor resucitado nos ha precedido.

El Señor nos ha enviado a proclamar su Evangelio; y de ello no son responsables solos los Ministros consagrados, sino todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús.

Ciertamente escogemos la mejor parte cuando nos reunimos en torno a Cristo en el momento cumbre de la Iglesia peregrina, que es la celebración de la Eucaristía. Pero nuestra Eucaristía no tiene sentido si no tiene sentido de Misión.

Efectivamente: ¿Qué sentido tiene escuchar al Señor, alimentarnos de Él, recibir su Espíritu en nosotros, si al final continuamos igual de cobardes, y nos endurecemos para no proclamar su Evangelio con nuestras palabras y nuestras obras?

Cristo quiere continuar haciendo el bien y proclamando su Evangelio a todos los pueblos; llama a todos a la unión plena con Dios por medio de una nueva presencia suya entre nosotros: su Iglesia, que, unida a Él, es su signo visible en la historia, pues, nos dice: Ustedes y yo somos uno, como el Padre y yo somos uno.

Pensar que somos de Cristo porque le damos culto mientras destruimos a nuestro prójimo o lo despreciamos, es engañarnos y vivir hipócritamente nuestra fe.

San Marcos, discípulo de san Pedro y colaborador de san Pablo, es para nosotros ejemplo de cómo hemos de vivir, en plenitud, nuestro compromiso misionero, en el anuncio de la Buena Nueva de salvación al mundo entero.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser un signo perenne del Señor Resucitado para nuestros hermanos, cumpliendo con la Misión que Él nos ha confiado: no sólo proclamar su Evangelio, sino ser una Buena Noticia, un Evangelio viviente para todos los pueblos. Amén.

Homiliacatolica.com

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