Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

25 de abril de 2012

LECTURAS DEL DÍA 25-04-2012


TIEMPO DE PASCUA
MIÉRCOLES III SEMANA DE PASCUA 25 de Abril del 2012. 3º semana del Salterio. (Ciclo B) 
Fiesta de San Marcos evangelista.
TIEMPO DEDICADO A LA VIDA PUBLICA  DE JESÚS
SS. Marcos ev, Pedro de Betancur rl, Aniano ob, Franca ab. Santoral Latinoamericano. SS. Marcos.


TEXTOS COMPLEMENTARIOS A LA LECTURA DEL DÍA: (pulsar para ir al enlace)

LITURGIA DE LA PALABRA
1Pe 5,5b-14: “Los saluda Marcos, mi hijo”
Sal 88: Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. .
Mc 16,15-20: “Proclamen el Evangelio a toda la humanidad”

El evangelio de hoy tiene un profundo sentido misionero. La comunidad reunida está viviendo la alegría de la Resurrección. Jesús se aparece a sus discípulos para reiterarles el encargo y misión de anunciar la Buena Noticia. A quienes acojan el mensaje y se bauticen les promete la salvación y les da el poder de hacer señales prodigiosas. Se trata de ser Buena Noticia.

El contexto social y político en que nacen estas comunidades misioneras es hostil. Las persecuciones y desprestigios no se hicieron esperar. Y esa tensión no se puede ocultar; por eso, la comunidad tendrá que buscar formas creativas para el anuncio de la Buena Nueva.

Las primeras comunidades que decidieron hacerse portadoras y anunciadoras del mensaje salvador de Jesucristo, incorporaron en su discernimiento el tema de la identidad. No les resultaba fácil desprenderse del judaísmo en el que habían nacido y crecido; sin embargo sabían que la propuesta de Jesús era diferente. En ese marco se irá abriendo la posibilidad de romper las fronteras geográficas y culturales, para ser y hacer comunidad con otras culturas.

Oremos hoy por la diversidad cultural que hay sobre la tierra, porque es muestra de la riqueza de la humanidad. Oremos para que los conflictos culturales, raciales, políticos, religiosos, puedan ver en el otro no a un adversario o enemigo, sino a un grupo humano diferente, con derechos, responsabilidades y, sobre todo, semillas de evangelio que han de crecer sin afanes ni totalitarismos.

PRIMERA LECTURA.
1Pedro 5,5b-14
Os saluda Marcos, mi hijo

Queridos hermanos: Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros. Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en el mundo entero pasan por los mismos sufrimientos. Tras un breve padecer, el mismo Dios de toda gracia, que os ha llamado en Cristo a su eterna gloria, os restablecerá, os afianzará, os robustecerá. Suyo es el poder por los siglos. Amén.

Os he escrito esta breve carta por mano de Silvano, al que tengo por hermano fiel, para exhortaros y atestiguaros que ésta es la verdadera gracia de Dios. Manteneos en ella. Os saluda la comunidad de Babilonia, y también Marcos, mi hijo. Saludaos entre vosotros con el beso del amor fraterno. Paz a todos vosotros, los cristianos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 88
R/.Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.

El cielo proclama tus maravillas, Señor, y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles. ¿Quién sobre las nubes se compara a Dios? ¿Quién como el Señor entre los seres divinos? R.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo. R.

SANTO EVANGELIO
Marcos 16,15-20
Proclamad el Evangelio a toda la creación

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos."

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Palabra del Señor.


Reflexión de la Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 6,1-7. Os saluda Marcos, mi hijo

Los discípulos de Jesús no han de buscar los padecimientos, pero tampoco han de temerlos hasta el extremo de abandonar al maestro.

Al contrario, deben estar contentos de padecer los padecimientos de Cristo, es decir, aquellos que sobrevienen por su fidelidad al evangelio. Los que padecen con Cristo, resucitarán con él; esta esperanza se hace paciencia y levanta el corazón en medio de las dificultades.

Ser ultrajado por "el nombre de Cristo" es padecer por la causa de Cristo, por la misión de Cristo (el nombre significa en lenguaje bíblico la misión recibida de Dios). Los que padecen así deben considerarse dichosos, pues en sus mismos dolores tienen la prueba de que el Espíritu de Dios (que resucitó a Jesucristo, Rom 1, 4) está ya sobre ellos. La hora del testimonio, del martirio, es siempre la hora de la exaltación del testigo del evangelio.

Por eso Jesús, el maestro, que ha venido a dar testimonio de la verdad, llama "hora de su glorificación" a la hora de su muerte.

Y Juan presenta la crucifixión del Señor como su "exaltación", inseparablemente unida a la gloria de la resurrección. En esa exaltación se manifiesta el "Espíritu de la gloria".

El que es cristiano de verdad no se avergüenza de comparecer ante los tribunales de este mundo y da gloria a Dios confesando el evangelio. Lo único vergonzoso para el creyente sería ser acusado de crímenes comunes y ser perseguido justamente por ellos. El cristiano que hace política no es un "entrometido", ni debe avergonzarse tampoco si hace la política que debe hacer según su conciencia y por amor a los hombres.

Con este fragmento concluye 1 Pe. Se trata de una serie de advertencias que se refieren a diversas situaciones de las comunidades a las que va dirigida la carta: quienes sufren el fuego de la persecución son exhortados a interpretarla como purificación de Dios (4,12-19); los dirigentes de la comunidad (los presbíteros) deben evitar el autoritarismo y la codicia (5,1-4); los jóvenes han de respetar la autoridad de los mayores (5); todos tienen que revestirse de sentimientos de humildad (5b-7). Por último, el autor anima a los lectores a soportar la persecución como destino común a todos los cristianos (5,8-1] ). La despedida (12-14) se hace desde Roma (Babilonia).

SFT/SEGUIMIENTO: Es interesante subrayar la motivación cristológica de todas estas exhortaciones y avisos: la persecución se comparte con Cristo; el cuidado de la comunidad se debe practicar a la luz de los sufrimientos de Jesús; la restauración prometida vendrá a través de la petición que se hace por medio de Cristo. En el fondo, para el autor, el seguimiento de Cristo da sentido a todas las obras y todos los sufrimientos, incluida la muerte. A la luz de Jesús, que carga con la cruz, muere y resucita, todo queda iluminado y lleno de sentido: la fe y la esperanza del creyente no son alienantes ni constituyen una coartada. El que sigue a Jesús está preparado para asumir como él todo lo que la vida le pueda deparar. Por eso la persecución, la enfermedad, el sufrimiento, la debilidad, la muerte... son asumidas y -hasta ahí llega la pretensión del creyente- pueden tener sentido. No es preciso espiritualizar nada ni rechazar nada; no es preciso negar la vida para poder creer. Ni siquiera se nos pide que lo manifestemos con palabras: es suficiente mostrarlo con los hechos. Dar razón de nuestra esperanza no es exponerla mediante una serie de razonamientos teóricos: basta con mostrar que nuestros pasos siguen detrás de «las huellas de Jesús» (1,21).

Está magníficamente elegido para la fiesta de un pastor este fragmento que habla a los presbíteros que vigilan (episkopoúntes = que cumplen la tarea de velar) sobre los rebaños de fieles. El texto que nos interesa es, pues, el primer fragmento (vv 1-4) al que siguen otras exhortaciones (5-11). Los presbíteros (presbyteroi) son exhortados aquí a apacentar y vigilar, dos palabras que tienen su historia en las tradiciones nómadas de Israel: Dios es el pastor (cf., p. ej., Sal 23,1), Dios vigila la tierra (Dt 11,12, en la versión de los Setenta). Por eso el enviado de Dios por excelencia, Jesús, será también pastor (Jn 10,11; Heb 13,20) y será también vigilante (episkopos: 1 Pe 2,25). De ahí la caracterización de los dirigentes de la comunidad como pastores (Jn 21,16; Hch 20,28) y vigilantes (1 Pe 5,2).

En nuestro fragmento esta tarea directriz es definida con tres contraposiciones muy claras: «Apacentad... no con dureza, sino con suavidad...; no por una vergonzosa ganancia, sino con entusiasmo; no tiranizando a los que os han confiado sino haciéndoos modelos del rebaño». Nos interesa especialmente la última: «Vuestro pastoreo no ha de ser como el del amo (este es el sentido de katakyrieúo), sino haciéndoos modelos». En todo el NT el verbo señorear u obrar como amo (katakyrieúo) lo encontramos sólo aquí y en Mc 10,42, en que dice Jesús: «Ya sabéis que los gobernantes de los pueblos los tiranizan y que sus magnates los oprimen. No ha de ser así entre vosotros; al contrario, quien quiera ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor».

Las tareas directivas en la comunidad creyente deben tener como único objetivo ser modelo, no dominar o gobernar. Por eso el texto de Mc citado acaba con el motivo cristológico, punto culminante del mismo: «Puesto que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por todos». No deja de tener importancia el acercamiento de ambos textos.

El NT, hablando de las tareas directivas en la comunidad creyente, no usa nunca un vocabulario de poder, de dominio, de autoridad o de gobierno. Nos habla más bien de apacentar el rebaño, de cuidarlo, de servir, de hacerse modelo, de amar. Tal vez por ello resulta más sorprendente que las estructuras eclesiales que responden a esta tarea hagan pensar más en el gobierno o la autoridad que en el ejemplo y el servicio.

Reflexión del Salmo 88 Cantaré eternamente tus misericordias, Señor. 

El salterio nos ofrece hoy un salmo en el que la angustia de su autor alcanza la más despiadada de las aflicciones: «Mi alma está llena de desgracias, y mi vida está al borde de la tumba. Me ven como a los que bajan a la fosa, me he quedado como un hombre in fuerzas, tengo mi cama entre los muertos, como las víctimas que yacen en el sepulcro, de las que ya no te acuerdas, porque fueron arrancadas de tu mano».

Al salmista le fluye el dolor de lo más profundo de sus entrañas. Parece que no hay nada ni nadie, ni siquiera Dios, que abra una puerta de esperanza a su hundimiento. Nos recuerda la figura de Job, un hombre sobre quien se abate el mal en toda su crudeza a pesar de que, según él, ha caminado siempre en la inocencia y rectitud. Escuchémosle: «Asco tiene mi alma de mi vida: derramaré mis quejas sobre mí, hablaré en la amargura de mi alma. Diré a Dios: “¡no me condenes, hazme saber por qué me enjuicias... aunque sabes muy bien que no soy culpable!” (Job 10,1-6).
Hay un aspecto que nos sobrecoge: Ni Job ni el salmista tienen respuesta de parte ele Dios que pueda iluminarles acerca del mal que ceba en ellos. Su situación no puede ser más aplastante. Su tragedia consiste en que el mal ha sobrevenido sobre ellos como si fuera un buitre voraz que les arranca y descuartiza el alma.

Oímos al salmista invocar a Dios casi como advirtiéndole de que, en el lugar de la muerte y tinieblas, donde cree que esta a punto de yacer, no podrá alabarle ni cantar su misericordia y su lealtad: «Yo te invoco todo el día, extiendo mis manos hacia ti: ¿Harás maravillas por los muertos? ¿Se levantarán la» sombras para alabarte? ¿Hablarán de tu amor en la sepultura, y de tu fidelidad en el reino de la muerte?».

Más expresiva, si cabe, es la lamentación de Job. Su esperanza en Dios ha sido barrida de su alma hasta el punto de pensar que ya no es él su Padre, sino la misma muerte: «Mi casa es el abismo, en las tinieblas extendí mi lecho. Y grito a la fosa: ¡Tú, mi padre! Y a los gusanos: ¡mi madre y mis hermanos! ¿Dónde está, pues, mi esperanza..,? ¿Van a bajar conmigo hasta el abismo? ¿Nos hundiremos juntos en el polvo?» (Job 17,13-16).

Todo, absolutamente todo se ha cerrado para nuestros dos personajes. Nos ponemos en su piel y les podemos oír musitar en su interior: ¡Quién sabe si Dios no es más que una quimera, un simple deseo del hombre que le impulsa a proyectar un Ser supremo capaz de hacerle sobrevivir a la muerte!

Sabemos cómo Dios acompañó a Job en su terrible prueba, cómo le fue enseñando en su corazón a fin de limpiar la imagen deformada que tenía de El. Es así como pudo plasmar en su espíritu su verdadero rostro, muy lejos, o mejor dicho, totalmente otro, del que había formado con su limitada mente. De un modo u otro, todos partimos de una imagen deformada de Dios que, tarde o temprano, se convierte en un simple espejismo. Por eso nos es muy importante ver la evolución de Job.

Efectivamente, al final del libro que lleva su nombre, vemos cómo distingue entre el Dios en el que creía antes y el que conoce una vez pasado por el crisol de la prueba. Oigamos su confesión: « Si, he hablado de grandezas que no entiendo, de maravillas, que me superan y que ignoro... Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (Job 42,3-5).

En cuanto a nuestro salmista, no hay en él un final feliz como en Job. Sin embargo, sabemos que este hombre orante, como los de todos los salmos, es imagen de Jesucristo. Si todo queda cerrado y opaco para el hombre orante, no es así para el Hijo de Dios. Es cierto que en su muerte se dieron cita todas las tinieblas de la tierra: «Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona» -—es decir desde las doce hasta las tres de la tarde, hora de su muerte— (Lc 23,44).

Si es cierto que sobre el crucificado se cernieron todas las tinieblas de las que hemos oído hablar al salmista, más cierto aún es que, en su muerte, su Padre abrió los cielos para recogerle resucitándole. El Señor Jesús vivió las mismas angustias del salmista, pero su fe de que volvía al Padre, como así lo proclamó a lo largo de su vida, actuó como una espada que, al mismo tiempo que abría los cielos, golpeó mortalmente a las tinieblas.

Que el Hijo de Dios penetró los cielos dejándolos abiertos para siempre y para nosotros, nos lo cuenta san Marcos presentando unos testigos de primera mano, los mismos apóstoles: «Estando a la mesa con los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación... Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios» (Mc 16,14-19).

Reflexión primera del Santo Evangelio: Juan 6,16-21. Proclamad el Evangelio a toda la creación 

Si el milagro de los panes tiene la finalidad de revelar a Jesús como Mesías y profeta escatológico, el signo del Señor caminando sobre las aguas, destinado sólo a los discípulos, tiene como finalidad hacerles comprender la divinidad de Jesús, prevenirles ante el escándalo de la muchedumbre e impedir su defección.

Los discípulos están en la barca, ya es de noche. Han remado fatigosamente y luchado contra las dificultades del momento, cuando ven a Jesús caminando sobre el lago, y les entra mucho miedo (v. 19). La confrontación con el Maestro constituye para ellos un examen de conciencia y una llamada a superar sus cortas miras y a confiar en el misterio del hombre-Jesús. Con las palabras «Soy yo. No tengáis miedo» (v. 20), Jesús los tranquiliza y se hace reconocer revelándose como el Señor en quien reside la presencia poderosa y salvífica de Dios; es decir, se autorrevela a sus discípulos no sólo como Mesías que sacia su hambre, sino como persona divina que, una vez más, va a su encuentro con amor. A continuación, en el momento en el que los discípulos acogen a Jesús y aceptan reconocer su identidad en un ámbito superior, llegan de inmediato a la orilla a la que se dirigían (y. 21). Jesús es el lugar de la presencia de Dios entre los hombres. Bajo el rostro humano de Jesús se ocultan su misterio y su identidad. Quien sabe leer en la persona del Nazareno la manifestación misma de un Dios que ama, se convierte en su discípulo y permanece unido al Profeta de Galilea, a pesar del halo inaccesible que envuelve a su persona.

El cuadro idílico de la comunidad «con un solo corazón y una sola alma», dibujado en las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles, parece oscurecerse de improviso. Surgen las primeras tensiones. Pero el realismo de Lucas sale airoso del reto: los problemas existen; hasta en las comunidades más perfectas hay problemas. Las tensiones y los problemas han de ser afrontados de una manera creativa y comunitaria. Pero, sobre todo, no deben bloquear la comunidad con disputas perennes, no deben impedir la difusión del Evangelio. Todo ha de ser considerado con una mirada positiva; hasta el descontento, que ha de ser tomado en serio porque oculta problemas serios.

Los apóstoles no consideran el descontento y la crítica como un gesto de rebelión, sino como el síntoma de un problema al que hay que hacer frente y resolverlo. Es un signo de sabiduría y de prudencia que no siempre se ha repetido en la historia de la Iglesia, con notables consecuencias. Hace falta una gran libertad y un gran desprendimiento, además de clarividencia, por parte de quien posee la autoridad, para hacer frente a las dificultades con espíritu creativo. Es preciso tener el sentido de la fraternidad cristiana, capaz de escuchar, de dialogar, de buscar juntos soluciones más avanzadas, que correspondan mejor a las nuevas situaciones. Los apóstoles nos dan aquí un ejemplo de flexibilidad y de guía sabia de la comunidad.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Mc16, 15-20. Yo estoy siempre con vosotros.

El evangelio de Marcos llega a sus últimos compases. Jesús envía a los misioneros cristianos (v. 20) y asegura la eficacia de su obra (vv. 17s); él concluye su experiencia terrena (v. 19), pero su obra y su presencia están aseguradas por la obra de los que ha enviado (v. 20).

A partir de esta página conclusiva del evangelio resulta claro que el anuncio de la salvación constituye un deber primario, algo que incumbe a toda persona a la que Cristo haya llamado. Los destinatarios de ese anuncio son todos los seres humanos; la universalidad está bien subrayada por expresiones como «por todo el mundo» y «a toda criatura». La predicación del mensaje cristiano es condición para que se pueda creer, entendiendo por «creer» la adhesión a Cristo. El encuentro con su persona tiene lugar en el bautismo, principio y causa de salvación (cf. Tit 3,5; 1 Pe 3,21). La adhesión o no a la persona de Cristo determina la vida del hombre. Las dos posibles soluciones, salvación o condena, indican la urgencia de la tarea misionera por parte de los anunciadores y la necesidad de la decisión por parte de los destinatarios. En términos simplificados: Cristo no es algo opcional.

Lo importante y transformador que es el encuentro con Cristo en la fe lo manifiestan de una manera figurada cinco ejemplos de milagros enumerados por Jesús. Son los signos de la presencia del Señor (cf. v. 20). Así como el Resucitado había intervenido antes para hacer crecer la incierta fe de sus apóstoles (cf. y. 14), así también los signos, testimonio de su obra, constituyen la ayuda ofrecida para decidirse en su favor. Los milagros no fundamentan ni, mucho menos, crean la fe; son en todo caso dones del Señor destinados a favorecer el camino de los hombres abriendo sus corazones.

El 19 es el versículo central que refiere el misterio d la ascensión, presentándolo, primero, de un modo más fotográfico, siguiendo el modelo de Elías (cf. 2 Re 2,4), y, después, de un modo más teológico, con la ayuda del Sal 110, el más citado en el Nuevo Testamento. El Jesús terreno encontrado y conocido por los apóstoles se presenta ahora como el “Señor Jesús”, expresión que le adecua al Resucitado y que sólo aparece aquí en el evangelio, mientras que está muy presente en Pablo. El significado, más que a la tosca interpretación de un alejamiento, por lo general espacial, de Cristo —y, por (consiguiente, a una distinción entre quién se va y quién se queda—, remite a una nueva presencia de Jesús y a una comunión real entre él y su Iglesia. Un mayor centra miento cristológico del hecho favorece la nueva comprensión que la comunidad tiene de sí misma, de su relación con su cabeza y de su apertura misionera. Cristología y eclesiología abren el camino a una visión más madura y completa del hombre, con lo que también la antropología resulta beneficiada.

La ascensión constituye un artículo del Credo: «Resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso». No es correcto sostener que el que estaba antes con sus discípulos ya no lo está. También nosotros, hoy, estaríamos privados de Cristo. La ascensión no celebra la separación de Jesús de los suyos, porque constituiría un contrasentido: si Jesús es la vida del creyente, ¿cómo puede vivir éste sin él? Por otra parte, ¿puede estar ausente Jesús? No, Jesús está siempre presente, aunque de formas diferentes.

Los discípulos experimentaron al menos tres presencias distintas de Jesús: una que llamaríamos ordinaria, otra excepcional y otra invisible. La presencia ordinaria es la experiencia del Jesús histórico: cuando, estando con él, tenían la posibilidad de verle, escucharle, comer con él, captar de una manera directa o indirecta algunos de sus sentimientos. Esta experiencia se prolongó cerca de tres años. A continuación, la presencia excepcional: es la experiencia del Resucitado que se deja ver algunas veces y ofrece los signos para reconocerle; a pesar de todo, la duda envuelve todavía a los discípulos. Es una presencia extraña, fuera de lo normal, decididamente excepcional: basta pensar que aparece y desaparece, se presenta sólo a alguien para reprochar, impartir órdenes, comunicar poderes. Esta experiencia dura poco, unos cincuenta días, según la cronología lucana. Por último, está la presencia invisible: es la experiencia de la comunidad tras la ascensión. Jesús sigue actuando con los suyos, que forman la comunidad fundada por él, o sea, la Iglesia. Esta no puede sostenerse ni tiene valor sin él. Los discípulos ya no le ven, no le sienten; sin embargo, le experimentan tan cerca que están convencidos de que ahora está incluso más presente. Esta experiencia durará hasta el fin del mundo.

La ascensión representa para Jesús la conclusión de su jornada terrena, su colocación a la diestra del Padre. A los cristianos se nos ofrece vivir ahora, al mismo tiempo, la triple presencia de Cristo: la presencia ordinaria está en los hermanos con los que cada uno se encuentra y a los que lleva su propio amor; la excepcional está en la gracia sacramental; la invisible, en la comunión de los santos. Podemos y debemos gozar de la eterna presencia del Señor en medio de nosotros. Con su ascensión nos ha responsabilizado, pidiéndonos un mayor compromiso de cara a una apertura al mundo. Se trata de una fase de gran progreso y de madurez. La comunidad cristiana, ayudada por el Espíritu, que es la perenne presencia del Resucitado, se hace adulta.

Reflexión tercera del Santo Evangelio: 16, 15-20. La Iglesia tiene sus responsables, pero no sustituyen al Señor.

El envío solemne de los discípulos contiene algunos acentos muy cercanos al lenguaje de Pablo. Efectivamente, Mateo dice simplemente: «Id, pues, y hacedme discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que os he ordenado» (Mt 28, 19-20). Por el contrario, el texto que comentamos habla del «mundo entero», como Rom 1, 8, y de «toda la creación», como Col 1, 23.

La amenaza contra los «incrédulos» hay que entenderla en su contexto: efectivamente, no se dice que el que no se bautiza se condena, sino solamente que serán condenados los que se nieguen a creer (apisteín). Aquí claramente se está pensando en una actitud de obstinación culpable frente al asalto de la fe, y no se alude a los «no creyentes» en el sentido moderno de la palabra.

El ambiente carismático, reflejado en el texto, hace pensar en una comunidad mucho más primitiva y menos institucionalizada que la que se ve por debajo del evangelio de Mateo. Aquí, en efecto, se habla de «hacer discípulos», de bautizar según un determinado rito litúrgico, de hacer observar los mandamientos de Jesús. Esto significa que incluso la adición final del segundo evangelio pertenece a un estado primitivo de las comunidades cristianas. Esto corresponde muy bien a la condición histórica, psicológica, etc., de una comunidad judeocristiana helenista de Cesárea en los años 50 de nuestra era.

Como en Lc 24, 51 Jesús sube al cielo inmediatamente después de haber impartido a los discípulos las indicaciones finales: para describir esto se usan expresiones del Antiguo Testamento tomadas de la historia de Elías (2Re 2, 11) y del Salmo 110.

Las apariciones en Galilea (Mt 28, 16) no tienen ya lugar alguno en esta tradición; la actividad misionera de los discípulos con el Señor que «actuaba con ellos» constituye la verdadera y propia conclusión del evangelio: la comunidad debe tener sus responsables, pero nunca serán sucedáneos del Señor, que, resucitado, sigue estando presente en medio de ellos.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Juan 6,16-21."Jesús es el Señor del cielo y de la tierra".

-Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta el fin de los tiempos.

He aquí el broche final y grandioso del evangelio según san Mateo.

1 - Una revelación: "Jesús es el Señor del cielo y de la tierra".

Todo el universo le está sometido. Es el término de la creación que realiza el misterio pascual.

2 - Una misión: id, enseñad, bautizad, guardad mis mandamientos.

El poder pascual de Jesús se manifiesta pues en la misión de la Iglesia, que es la extensión de las relaciones de las Tres personas con la humanidad.

3 - Una promesa: Estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Sí, Señor, "quédate con nosotros", "trabaja con nosotros". Renueva en nosotros la convicción de que Tú estás aquí, hoy en nuestro tiempo; como en todos los tiempos.

El gran proyecto de Dios se expresa en estas palabras definitivas: se refiere a toda la humanidad, a todos los hombres, a todo el universo...

Engloba toda la historia, cada minuto, y cada siglo... pone la mira en sumir a la humanidad en las relaciones de amor que unen al Padre, al Hijo y al Espíritu...

Se expresa concretamente por la observancia fiel del mandamiento del amor.

¿Estoy realmente "sumido" ("bautizado") en esto? Los que me ven vivir, los que observan los grupos donde vivo -mi familia, mi equipo de trabajo, mi grupo de amigos-, ¿pueden presentir lo que es el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu?

-Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura..

El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue elevado a los cielos y está sentado a la diestra de Dios.

Ellos se fueron, predicando por todas partes. El Señor cooperaba con ellos confirmando su palabra con las señales consiguientes.

He aquí el coronamiento del Evangelio, según San Marcos.

Lo que también es característico aquí es que Jesús confía una misión universal a los apóstoles... antes de partir como en el relato precedente se trata a la vez de una "partida" y de una "presencia que permanece".

Jesús está "sentado a la diestra de Dios", y, al mismo tiempo "trabaja con ellos" en la tierra. Esto señala bien que para expresar toda la riqueza del misterio de la ascensión, las palabras faltan. Las palabras más ajustadas son, quizá, las de "presencia escondida".

Jesús, quiero descubrirte, quiero proclamar la buena nueva, quiero trabajar contigo.

Tú estás aquí conmigo en este momento, como Tú lo prometiste.

Gracias. ¡Que yo no te abandone!

-Lo que estaba anunciado por las Escrituras se ha cumplido: los sufrimientos del Mesías, su resurrección de entre los muertos, la conversión por el perdón de los pecados... proclamada a todas las naciones. Vosotros daréis testimonio de esto. Seréis revestidos del poder de lo alto... Luego los llevó hacia Betania, los bendijo, se separó de ellos y fue llevado al cielo... Ellos se volvieron a Jerusalén con gran gozo...

He aquí el coronamiento del Evangelio, según san Lucas.

Una meditación íntima sobre las Escrituras, una comprensión mayor del designio de Dios, un gran proyecto universal, una gran aventura que comienza, algo que es más que humano, una "presencia-ausencia"... ¡Unos hombres felices!

Elevación Espiritual para este día.

El justo, que antes sólo prestaba atención a sus cosas y no estaba disponible para cargar con los pesos de los otros y, como tenía poca compasión de los otros, no estaba en condiciones de hacer frente a las adversidades, va progresando de grado en grado y se dispone a tolerar la debilidad del prójimo, llega a ser capaz de hacer frente a la adversidad. Y, así, acepta con tanto más valor las tribulaciones de esta vida por amor a la verdad, mientras que antes huía de las debilidades ajenas.

Bajándose se levanta, inclinándose se distiende y le fortalece la compasión. Dilatándose en el amor al prójimo, concentra las fuerzas para levantarse hacia su Creador. La caridad, que nos hace humildes y compasivos, nos levanta después a un grado más alto de contemplación. Y el alma, engrandecida, arde en deseos cada vez más grandes y anhela llegar ahora a la vida del Espíritu también a través de los sufrimientos corporales.

Reflexión Espiritual para el día.

Una comunidad donde se vive con otros puede representar para el individuo el espacio vital en el que se produce un intercambio vivaz y una experiencia que hace madurar, un lugar de confianza en el que cada uno puede crecer en el amor a sí mismo y al prójimo. Una comunidad de mujeres y de hombres maduros estimula continuamente al individuo para que haga frente a las tareas cotidianas y a los conflictos y, a través de éstos, madure como persona y como cristiano.

La crítica fraterna en un círculo de adultos constituye asimismo una fuerza creativa que sirve para mejorar en el conocimiento de nosotros mismos y en vistas a un proyecto propio de vida. Si la ejercemos con respeto y misericordia, nos ayuda a evitar o a protegernos de la tentación de escondernos en la casa de nuestro propio cuerpo. También los conflictos, inevitables en una comunidad espiritualmente viva, sea entre ancianos y jóvenes, o bien entre personalidades que chocan, podría convertirse en materia fértil para una provechosa cultura del conflicto, necesaria sobre todo en los conventos, donde conviven personas que no se han elegido y que no están unidas por vínculos de parentesco o de amistad. Añádase a esto que, en una comunidad de este tipo, el individuo puede y debe confrontarse también consigo mismo de un modo más radical del que lo haría si viviera solo.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Madre la Iglesia: Recomendaciones generales.

El autor de nuestra carta termina su escrito con amonestaciones generales, dirigidas a todos los miembros de las comunidades cristianas. Comienza por lo que podía llamarse el principio fundamental que debe caracterizar y determinar las relaciones entre todos los miembros de la Iglesia: la humildad. La humildad, muy recomendable ya en el Antiguo Testamento (Prov 3, 34), pero que se convertirá en el principio general de las relaciones humanas sólo en la Iglesia. Un principio que condena y destierra de la comunidad cristiana (Flp 2, 3) toda lucha por el poder y los honores, por sobresalir y ocupar los primeros puestos, Un principio que establece como base la disponibilidad verdaderamente servicial frente al prójimo. Sólo así se responde a la exigencia de nuestro Dios, que resiste a los soberbios.

Ante Dios la única actitud posible es la aceptación humilde de todo lo que nos viene de él. Un principio que es particularmente aplicable a los momentos de dificultad y prueba. Principio aceptable de forma general, pero además por sus motivaciones. Porque no se trata de una resignación pasiva y sin esperanza; no es un fatalismo que obligue a aceptar lo inevitable, sino que tiene como base sólida la esperanza en la exaltación y en la gloria (Sant 4, 10). La contrariedad no durará siempre. Aquellos que ahora participan en la humillación o sufrimientos de Cristo participarán en su gloria cuando tenga lugar la parusía. Mientras tanto debe ponerse la confianza en Dios (Sal 55, 23) no como huida de la propia responsabilidad en el esfuerzo o como pensando que Dios resolverá de modo mágico los problemas haciendo de él un «Deus ex machina», sino como ejercicio de fe profunda ya que a Dios no k es indiferente la suerte de los que confían en él (Mt 6, 25ss).

En el caminar cristiano hacia el fin se exige la sobriedad y la vigilancia. En la época en que escribe Pedro se hacía particularmente urgente ya que el fin se esperaba como inminente. Por otra parte, la mentalidad judío-cristiana esperaba para el tiempo que antecede al fin grandes tribulaciones (Mt 24, 22; Ap 3, 1O). Tiempo particularmente peligroso porque el demonio utilizaría estas tribulaciones como arma poderosa contra los creyentes Satanás es comparado aquí como un león rugiente que está dando vueltas en torno a la pieza que ha descubierto. Nadie está seguro y a salvo. El peligro es permanente y la vida cristiana se halla en tensión constante.

Ante el peligro es necesaria la vigilancia. En la lucha - imprescindible 1a fe, que será la fuerza para la lucha y garantía de la victoria (1Jn 5, 4). Una ayuda y un gran estímulo es saber que uno no se encuentra sólo en el campo de batalla; los cristianos saben que forman con sus hermanos dispersos por el mundo entero como un ejército de combatientes en el frente de la tribulación, del olor y la persecución.

El consuelo último lo ofrece el autor de todo consuelo es Dios. Dios no abandona a los suyos en el campo batalla. Él es el autor y dador de toda gracia; por eso deben temer. En última instancia se apoyan no en sí mismos, sino en la fortaleza y el poder divinos. Si los ha llamado, no les va a dejar en la mitad del camino (Flp 1,). Después de los Padecimientos de la vida presente les espera una gloria eterna (1Tes 2, 12). El mismo Dios de gracia presente Y de la gloria futura es el Dios de la fortaleza en el momento de la lucha (Ef. 6, 1O). La debilidad humana será sostenida por la fortaleza divina. +

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