Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados
En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO
NOTICIAS SOBRE S.S.FRANCISCO

Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

12 de febrero de 2012

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B – Mc. 1, 40-45

Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Mc. 1, 40-45)


La curación del leproso es un texto que, seguramente, caló hondo en las primeras comunidades cristianas, y por eso lo conservan los tres Evangelios sinópticos. La construcción literaria es simple, siguiendo un patrón que podría llamarse “clásico” dentro los relatos de milagros: alguien se acerca pidiendo sanación, Jesús accede con palabras y con obras (dice y toca), sucede la sanación. Pero la pregunta exegética de fondo es qué tiene de llamativo este texto para ser conservado, si su historicidad, si su situación cronológica como uno de los primeros milagros, si la lepra, si el significado ulterior que tenía para los oyentes. Algo lo hizo perdurable, reproducible.

Las diferencias entre los tres relatos sinópticos existen, a veces imperceptibles, pero están allí. Hoy nos centramos en la perícopa de Marcos, más dramática que la de Lucas y Mateo, más cargada de sentimientos. Aquí el leproso suplica (Mc. 1, 40), Jesús siente algo en su interior (Mc. 1, 41a) (compasión según algunas traducciones y cólera según otras) y luego lo despide rápidamente prohibiéndole severamente (Mc. 1, 43) no decir nada al respecto. En Mateo (Mt. 8, 2-4), por ejemplo, el relato más corto de los tres, no salen a la luz los sentimientos de los personajes, sino que todo sucede muy mecánicamente, casi como un milagro más. En Lucas (Lc. 5, 12-16), la atmósfera es más mística, con el leproso que pone su rostro en tierra (Lc. 5, 12), la fama de Jesús que se extiende mientras la gente se acerca para oírlo y para ser curada (Lc. 5, 15), y la retirada de Jesús a lugares solitarios para orar (Lc. 5, 16). Definitivamente, el relato marquiano es crudo, como si tuviese la intención adrede de no ocultar nada, de no endulzar la situación. Aquella imagen típica de un Jesús que se acerca a los marginados sin preocupación, que toca a todos, que disfruta la compañía de la gente, que no aparta a nadie de su lado, parece desmoronarse. ¿Es el mismo Jesús de la multiplicación de los panes? ¿Es el mismo Cristo de la cruz? Sí lo es. Para algunos comentaristas bíblicos, la base histórica del relato está en la línea de las primeras curaciones que habría realizado Jesús; curaciones que lo ponían en un dilema de tipo ético-moral-religioso entre su herencia israelita y su concepción del Reino de Dios. Si continuamos el pensamiento que vinimos esbozando sobre el principio del Evangelio según Marcos, donde contaríamos con dos panoramas previos o dos resúmenes (el primero entre Mc. 1, 1 a Mc. 1, 13 respondiendo a la pregunta quién es Jesús, y el segundo entre Mc. 1, 21 y Mc. 1, 39 respondiendo a cuál es el mensaje de Jesús), la curación del leproso sería el inicio del desarrollo propiamente dicho de la historia, y nos encontraríamos con el Jesús que ha iniciado la predicación, pero aún no ha terminado de resolver las coincidencias y disidencias de la Alianza de Moisés con el Reino. El leproso es, con creces, una de las figuras más desestabilizadoras a la hora de congeniar lo viejo y lo nuevo.

El capítulo 13 del libro del Levítico contiene la legislación sobre el diagnóstico de la lepra. Para la época de redacción, los avances médicos no eran los actuales, y lo que hoy llamamos “lepra” es específico y es producido por el bacilo de Hansen; la lepra bíblica, en cambio, engloba muchas enfermedades de la piel no catalogadas en ese entonces, y agrupadas todas bajo el mismo tópico. Padecer lepra, para la Antigua Alianza, es ser impuro: “El afectado por la lepra llevará la ropa rasgada y desgreñada la cabeza, se tapará hasta el bigote e irá gritando: `¡Impuro, impuro!´. Todo el tiempo que le dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y vivirá aislado; fuera del campamento tendrá su morada” (Lev. 13, 45-46). Quien se acerca a Jesús, entonces, es un ser impuro, una persona que debería vivir aislada del resto, que debería gritar su impureza a los cuatro vientos para que nadie se le acerque. El leproso es un marginado, pero por la ley divina, por la disposición de la Palabra de Dios que así lo ha determinado. 

Nadie se cuestionaba, entre los judíos, lo bueno o lo malo de este sistema de discriminación, pues las cosas estaban dadas así. El leproso, más allá de su marginación, tampoco podía cuestionar demasiado su situación de aislamiento, porque significaría cuestionar la ley divina, cuestionar los preceptos religiosos. ¿Hacían mal los israelitas piadosos expulsando de sus ciudades a los impuros? ¿No cumplían acaso las condiciones de la Alianza? ¿No era Jesús parte de esa Alianza también? Bajo esta perspectiva, las actitudes del Maestro comienzan a ser menos inentendibles. El leproso que ha osado acercarse sin gritar su impureza está trasgrediendo el Levítico por un lado, pero al mismo tiempo está reclamando una sanación en forma justa, porque el Reino de Dios es justicia, paz, gozo, ausencia del mal, fraternidad, igualdad. Que Jesús se sienta airado, según la palabra de algunos manuscritos y la traducción de algunas Biblias, parece más lógico que su supuesta compasión. O mejor dicho, es lógico que haya sentido las dos cosas, y que ese movimiento interno de sentimientos sea el que guíe la segunda reacción, la de Mc. 1, 43. El leproso trasgredió las normas, y eso enoja a cualquier judío, pero el leproso quiere y necesita curación, y eso conmueve a cualquier ser humano. Jesús entiende que la ley divina existe, que es parte de la Alianza y del acervo cultural de su pueblo, pero entiende también, desde sus entrañas, que ese hombre está oprimido por una enfermedad, está agobiado, disminuido, maltratado en su dignidad. Ese hombre le solicita algo que Él puede hacer, y que sería un bien, pero que lo pondría en paralelo al Levítico, o si se quiere, fuera de la ley.

Finalmente, Jesús lo toca, como si la compasión ganase la partida, como si un sentimiento superior lo arrastrase más allá de su judaísmo, más allá del Levítico, más allá de la AntiguaAlianza. La barrera se ha roto, y Jesús sabe que no hay vuelta atrás. Ha tocado al impuro, ha obedecido el mandato del Reino, ha realizado un signo de igualdad que devuelve la dignidad a un pobre marginal. La prédica de un sistema igualitario es bonita, y los exorcismos nunca dejan de ser una manifestación de poder sobrenatural que otorga status, pero tocar un leproso, tomar contacto con la impureza, aunque fuese para limpiarla, es volverse impuro. El Maestro no ha hecho sólo una obra de caridad; se ha jugado una opción, se ha puesto en la vereda de enfrente, se ha encarnado en el último escalón de la sociedad. No podemos admitir tajantemente que el encuentro histórico con el leproso ha dado el giro decisivo en el ministerio de Jesús, pero sí nos arriesgamos a decir que ha significado mucho para Él, y que las primeras comunidades conservan el relato porque, significando mucho para el Mesías, debe significar mucho para ellas. El absolutismo del Reino supera cualquier legislación, los valores del Reino exceden por mucho las preceptivas de pureza.

Tras la curación, Jesús se dirige al sanado con tres características que vuelven a desconcertar: lo despide, le prohíbe hablar, y lo hace severamente. El proceso de resolución interna entre Alianza y Reino no se resolvió mágicamente. El Levítico (capítulo 14) exige que por el purificado se degolle un pájaro, se utilice esa sangre para asperjarlo, el purificado se lave, lave sus vestidos, se bañe, se afeite y se rape, y ofrezca dos corderos sin defecto, una cordera de un año sin defecto, tres décimas de flor de harina amasada con aceite y un cuartillo de aceite (si no tiene recursos deberá ofrecer un cordero, una décima de flor de harina amasada con aceite, un cuartillo de aceite y dos tórtolas o dos pichones). Jesús insta a que el ex-leproso cumpla lo establecido, que lo haga de inmediato y que lo haga sí o sí, por eso lo despide y lo trata severamente, obligándolo a no divulgar el hecho. Aquí ya podemos hablar de una primera síntesis entre Alianza y Reino. La compasión que llevó a Jesús a extender la mano y tocar al impuro es la misma compasión que lo obliga severamente a no olvidar sus deberes para con el Templo, sus deberes para con la Alianza, para con Dios. Ambos (leproso y Jesús) se han situado fuera de la ley, y ahora deben volver a ella, uno indicando lo que debe hacer, el otro haciéndolo. El texto no nos deja claro si el sanado llegó a ofrecer lo que debía o se desvió en el camino contando el milagro y nunca más fue al Templo. Sí sabemos que Jesús lo quería así, como comprendiendo que la ley ha de ser flexible y relativa frente al amor, pero que la ley está, y mientras lleve al hombre a la plenitud, no hay por qué evitarla. Son las primicias de las reflexiones que nos llevarán al apotegma:“El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc. 2, 27), o bien, las normas deben estar al servicio del hombre y no el hombre a servicio de ellas. Este Jesús airado, desconcertante, este Jesús de Marcos, no es un tropiezo para la fe, sino el convite a la síntesis del Reino, que es absoluto, que lo relativiza todo, pero que no lo destruye todo; si el Reino busca la plenitud del hombre y una ley sirve a esa plenitud, el Reino no la aniquilará, sino que la perfeccionará.

En las misiones, en algunas oportunidades, nos airamos con actitudes del pueblo al que misionamos. Sus formas particulares de vivir la liturgia que nos parecen herejías, sus pensamientos sobre las verdades de fe que nos aterrorizan, sus devociones populares que en nuestros círculos son simple blasfemia. Y es que, sin querer o queriendo, hemos dividido farisaicamente al mundo en puro e impuro, en católico y no católico, en verdadero y falso, en bueno y malo, determinando así un sectarismo a gran escala que nos convierte en misioneros salvadores a nosotros y pueblo ignorante al resto. Nos encoleriza el descaro de ciertos paisanos que se acercan solicitando la bendición de una figura que lejana está de los parámetros de canonización, nos enoja el pedido de explicación de algunos desconfiados que quieren saber dónde va a parar el dinero de las colectas. ¿Qué derecho tienen a preguntar? ¿Qué derecho tienen de solicitar una bendición claramente anti-católica? Tienen todo el derecho, porque ellos son impuros según nuestra legislación interna, pero iguales de dignos según el Reino.

Lograr la síntesis de compasión y cólera es difícil, mucho más en tierra de misión. Se trata de congeniar ese sentimiento visceral que nos conmueve al ver la fe pura de las devociones populares, aquellas que no encierran maldad encubierta y a las cuales adhieren hombres y mujeres desesperados porque necesitan aferrarse a algo, con el enfado de la riqueza del santoral católico que está y es ignorado. Se trata de congeniar la compasión ante aquel que fue educado bajo la idea de las riquezas abundantes de todos los católicos que se olvidan de los pobres con el desagrado de esa pregunta que hiere en lo más profundo del corazón a aquellos mártires de la pobreza que lo dejaron todo por Cristo y por los hermanos. Es tarea misionera hacer la síntesis de la ley y el Reino, de lo que hace bien y lo que plenifica, de lo que es relativo y el Reinado de Dios, siempre procurando que la misión no se deje enclaustrar por las normas, sino que sea expandida por el amor.

http://blogsdelagente.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario