Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

14 de julio de 2011

LECTURAS DEL DÍA 14-07-2011


Jueves 14 de Julio de 2011.XV semana del tiempo Ordinario. 3ª semana del Salterio. (Ciclo A). Feria. o San Camilo de Lesli, presbítero, Memoria libre. SS. Francisco Solano pb, Tuscana vd rl. Beato Mariano de Euse pb.Santoral Latinoamericano: SS. Enrique. Francisco Solano, misionero franciscano. camilo de lelis.

Jesucristo es el Evangelio viviente del Padre. No tenemos otro nombre ni otro camino mediante el cual podamos salvarnos. Pero no podemos falsear el Evangelio, ni podemos hacer una relectura del mismo conforme a nuestros intereses".


LITURGIA DE LA PALABRA.

Éx 3,13-20: Soy el que soy. "Yo- soy" me envía a vosotros
Sal 104: El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
Mt 11,28-30: Soy manso y humilde de corazón
Tenemos hoy el tercer y último tema del capítulo 11 de Mateo. Hay un contraste muy fuerte que a veces no somos capaces de captar en su genialidad. Ante la propuesta y vivencia del judaísmo, con sus leyes, reglas y “mandamientos”, que se convierten en un peso para la gente que los asume o en un imposible para los pobres y pecadores, Jesús lanza una nueva propuesta: “Vengan a mí los que están cansados y agobiados”. Si bien es cierto que el camino de Jesús es difícil e implica sacrificio, entrega, persecución y martirio, también es cierto que él se ofrece como alivio, consuelo, esperanza para los que han asumido con radicalidad la cruz. Propone la mansedumbre y la humildad como criterios esenciales para el seguimiento. Sin estos dos elementos, el sufrimiento que comporta seguir a Jesús se convierte en arrogancia, resentimiento o soberbia. Pero esto no significa que Jesús proponga una actitud de resignación pasiva ante el sufrimiento. El dolor y el sufrimiento no son ideales de vida. Al contrario, se pueden considerar como antivalores. Pero la propuesta del Maestro es una invitación a llenar de sentido salvífico y liberador el sufrimiento humano, sobre todo el que se desprende del anuncio del Evangelio. Así lo han demostrado muchos mártires, confesores y testigos a lo largo de la historia, en especial de nuestra América latina
PRIMERA LECTURA.
Éxodo 3,13-20
Soy el que soy. "Yo-soy" me envía a vosotros
En aquellos días, Moisés, después de oír la voz del Señor desde la zarza ardiendo, le replicó: "Mira, yo iré a los israelitas y les diré: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros." Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?" Dios dijo a Moisés: ""Soy el que soy"; esto dirás a los israelitas: "'Yo-soy' me envía a vosotros.""

Dios añadió: "Esto dirás a los israelitas: "Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación." Vete, reúne a los ancianos de Israel y diles: "El Señor, Dios de vuestros padres, de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me ha aparecido y me ha dicho: 'Os tengo presentes y veo cómo os tratan los egipcios. He decidido sacaros de la opresión egipcia y llevaros al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel.'" Ellos te harán caso, y tú, con los ancianos de Israel, te presentarás al rey de Egipto y le diréis: "El Señor Dios de los hebreos nos ha encontrado, y nosotros tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios." Yo sé que el rey de Egipto no os dejará marchar si no es a la fuerza; pero yo extenderé la mano, heriré a Egipto con prodigios que haré en el país, y entonces os dejará marchar."
Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 104
R/.El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, / dad a conocer sus hazañas a los pueblos. / Recordad las maravillas que hizo, / sus prodigios, las sentencias de su boca. R.

Se acuerda de su alianza eternamente, / de la palabra dada, por mil generaciones; / de la alianza sellada con Abrahán, / del juramento hecho a Isaac. R.

Dios hizo a su pueblo muy fecundo, / más poderoso que sus enemigos. / A éstos les cambió el corazón / para que odiasen a su pueblo, / y usaran malas artes con sus siervos. R.

Pero envió a Moisés, su siervo, / y a Aarón, su escogido, / que hicieron contra ellos sus signos, / prodigios en la tierra de Cam. R. 

SANTO EVANGELIO.
Mateo 11,28-30
Soy manso y humilde de corazón
En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera." 
Palabra del Señor.



Comentario de la Primera Lectura: Éxodo 3, 13-20. Soy el que soy. "Yo- soy" me envía a vosotros
La huida de Moisés, buscado en Egipto, hacia Madián traslada ahora el escenario de la acción a esta tierra, que no sabemos ubicar con precisión. Es un escenario importante en la tradición de Israel, como cuna del yahvista y lugar de la alianza. Moisés aparece muy enraizado.

El esta tierra y hasta emparentado con el jefe de un grupo seminómada, que tiene su morada ahí: los madianitas (Éx 2, 11-21). El papel de éstos en el origen del culto Yahvista no se deja precisar, pero parece haber sido importante (Ex 2-3; 18; Núm 10, 29-32).

En este capítulo, fusión de las versiones yahvista y elohísta, se habla de acontecimientos acaecidos en Madián, aunque la mirada se mantiene simultáneamente en Egipto en donde está el pueblo y desde donde se ha adelantado Moisés, para volver allí a reunirse con su pueblo.

Hay en el relato cuatro temas: manifestación de Dios monte santo a Moisés; Moisés encargado de llevar a los oprimidos la noticia de su liberación; revelación del nombre divino Yavé y un adelanto del proceso de la actuación de Moisés.

La manifestación de Dios a Moisés, que pastorea en el monte, es en forma de fuego, un fuego que no se apaga y desde el cual Dios habla. Es el recurso preferido del yahvista para presentar una teofanía (Gén 15, 17; Ex 19, 18). El encuentro allí con Dios hace que Moisés caiga en la cuenta del carácter sagrado del lugar. Dicho de otro modo, tenemos aquí la etiología de un santuario, es el Sinaí-Horeb, semejante a la de los santuarios patriarcales. Moisés presenta aquí rasgos claros de la figura de un patriarca. Pero los tiene también de un profeta, en cuanto que recibe palabra de Dios y el encargo de llevarla a su pueblo: es la noticia de su liberación. Dios se autopresenta como el Dio de los padres, que en este momento escucha el clamor de sus descendientes. Con ello la liberación anunciada no se presenta como acción sin precedentes, sino como muestra de la fidelidad de Dios a la promesa hecha a los padres.

La vocación y la misión de Moisés constituyen el verdadero centro del capítulo. Son la legitimación de Moisés como mediador de una liberación que es salvación de Dios. Para expresar esta dimensión el relato no da a Moisés relieve de verdadero protagonista. Es como un profeta que escucha el propósito de Dios y lleva como mensajero su noticia al pueblo oprimido y al pueblo opresor. El mismo se retrae y se confiesa radicalmente incapaz de esa empresa. Ello fuerza la aclaración de que Dios estará con él y de que será él quien realice esa obra. Si por momentos parece que se atribuye a Moisés el papel de «sacar», es que se le considera como la encarnación de la fuerza de Dios, que ha comenzado por sacarlo a él primero. Todo el relato del éxodo afirma una sola cosa: Dios libró a su pueblo de servidumbre en Egipto. Dios es, en efecto, según el relato proclama, quien ve la opresión, quien escucha el clamor, quien se comprometió con este pueblo en sus padres, quien desciende y quien salva. La promesa a los padres es el fundamento de esta obra.

La tradición elohista sitúa en este contexto (Madián, monte santo, Moisés, éxodo) la revelación del nombre propio con el que Israel conoce e invoca a su Dios: Yavista. En la contextura del relato esta revelación tiene el objeto de legitimar al mediador. Moisés hará con ese nombre creíble su misión, pues en el nombre le acompaña la realidad del Dios nombrado. También viene a marcar el salto, históricamente grande, entre la tradición de los patriarcas y la tradición mosaica.

El relato no se contenta con el dato del nombre, inseparable del contexto madianita y de la persona de Moisés, sino que intenta también dar una explicación de lo que el nombre significa. Con esta explicación crea el relato problemas al intérprete, porque el sentido dado no se deduce con claridad de la contextura morfológica del nombre. Sin duda que la explicación del nombre es posterior al nombre mismo, que seguramente era ya conocida y usado por otros grupos nómadas y no original de este momento ni conocido en primer lugar por Israel. Pero la explicación aclara lo que el nombre vino a significar o a revelar a Israel, y en ello está su valor y también su originalidad.

La explicación supone que el nombre Yavé deriva de la raíz hayah, ser, en su forma verbal de imperfecto. A tenor de ello interpreta: «Seré el que seré» o, puesto en presente, «Yo soy el que Soy». Cual sea el matiz preciso de esta frase es objeto de discusión. No parece, en todo caso, que deba entenderse como una salida evasiva para rehusar revelar el nombre, fundándose en que Yavé no tiene contextura nominal; en el contexto no se entiende como evasiva, sino como nombre. Tampoco parece que el nombre sea una afirmación del ser en el sentido ontológico: el ser por esencia; ni siquiera que deba entenderse en el sentido de él que causa el ser (forma hifil), pues esas honduras filosóficas están aquí fuera de verosímil lugar. Más bien parece que el nombre quiere afirmar el ser en el sentido existencial y de presencia: estar efectivamente con y para.

En este caso el nombre hace referencia a la obra y a la acción; es en éstas en donde Dios revela su ser, su nombre. La definición que Dios da de sí mismo sería, por lo tanto, la obra que va a realizar y por la cual le van a conocer. Para poner la discutida expresión en una glosa muy larga, leeríamos: «Yo soy el que me manifestaré ser en la obra que haga, por la cual sabréis quien soy». En el contexto esta obra es la liberación de servidumbre. Y así toda la historia del éxodo, con sus señales de presencia y de poder salvador de Dios, se torna la verdadera explicación de lo que significa para Israel la palabra Yavé: ése es el nombre de Dios revelado a Moisés. Dios no tiene otro nombre que su misma obra salvadora. Así viene también a ser aclaración del nombre el estribillo repetido en la gesta del éxodo. «Sabréis, sabrán los israelitas, sabrán los egipcios, que yo soy».

La obra de Dios es la revelación de su nombre Yavé. Este nombre no se queda así anclado en una forma nominal, que sería una imagen prohibida o un ídolo, sino que en esa forma verbal dinámica se afirma como el que se está siempre descubriendo a quienes ven la obra de Dios. Si es así, el nombre de Dios no terminaría nunca de revelarse, pues está para revelarse siempre de nuevo en su presencia activa a la fe de los creyentes, los cuales lo están conociendo siempre de nuevo en su acción salvadora.

El final del capítulo adelanta el plan y el proceso de la liberación que va a tener lugar. Es un pronóstico de alcance mayor al que suponen las circunstancias, por su dimensión ejemplar y significativa Los israelitas reconocerán en Moisés al mediador de la salvación de Dios; los egipcios se opondrán a ella y darán lugar a la manifestación de su poder en signos que remiten hacia él (las Plagas); por encima de todas las resistencias Dios traerá a su pueblo a su encuentro, fuera de la opresión en el ámbito de la libertad.
Comentario del Salmo 104: El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
En los versículos iniciales tenemos los rasgos típicos de un himno de alabanza. No obstante, no cabe duda alguna de que nos encontramos ante un salmo histórico. Como el salmo 76 y el 106, esta cuenta parte de la historia del pueblo de Dios, desde su formación hasta la conquista de la Tierra Prometida.

El salmo consta de introducción (1-7) y cuerpo (8-45). La introducción presenta las características de un himno de alabanza. Podemos contabilizar un total de diez invitaciones en imperativo dirigidas al pueblo: «dad gracias», «invocad», «anunciad>’ (1), «cantad», «recitad» (2), «gloriaos» y «alégrese» (3), «buscad» —dos veces— (4) y «recordad» (5). Los instrumentos musicales (2) acompañan esta manifestación de alabanza. Se mencionan siete acciones del Señor: «hazañas» (1), «maravillas» (2), «fuerza» (4), «maravillas», «prodigios», «sentencias» (5) y «gobierno» (7). «El Señor», designando a Dios, aparece cinco veces (la.3b.4a.7a). Además se habla de su «nombre» (la), de su «nombre santo» (3a), de su «rostro» (4b) y de su «boca» (5b). Todo esto (acciones, nombre propio y partes del cuerpo) irán cobrando sentido a medida que se vaya desarrollando el salmo. El pueblo de Dios, al que se dirigen estas diez invitaciones, es llamado «descendencia de Abrahán, hijos de Jacob», a los que se califica respectivamente como «siervo» y «elegido» del Señor (6). Al margen de todo esto, la introducción especifica quién es este Dios y qué es lo que hace (7): es el aliado de Israel («nuestro Dios») y Señor de toda la tierra.

El cuerpo del salmo (8-42) explica y desarrolla lo que se ha dicho en la introducción. Es una especie de profesión de fe de Israel. Este bloque puede dividirse en cinco partes que se corresponden con distintos momentos o fases de la historia del pueblo: la época de los patriarcas (8-15), los tiempos de José (16- 22), la esclavitud en Egipto (23-36), éxodo y desierto (37-43) y entrega de la tierra (44-45).

La época de los patriarcas (8-15) se caracteriza por la alianza que conlleva la promesa de la tierra. La palabra «alianza» aparece tres veces (8.9.10), y se afirma que fue establecida con Abrahán, Isaac (9) y Jacob (también llamado Israel, y. 10). La alianza garantiza la conquista de la tierra. En este período, el pueblo era poco numeroso y aún se podía contar (12). Todavía no se había cumplido la promesa que el Señor le hiciera a Abrahán de que se convertiría en un pueblo tan numeroso como la arena de la playa (compárense los versículos 12 y 24).

Estamos en los días de las andanzas de los patriarcas: Abrahán —y después Isaac— bajó a Egipto; Jacob emigré a casa de su tío... Días de andanzas y de peligros. El Génesis, a partir del capítulo 12, se ocupa de estas cuestiones. Este salmo asegura que el Señor no permitió nunca que nadie oprimiera a los patriarcas, castigando a reyes para protegerlos (14). Resulta interesante señalar que a los patriarcas se les llama «ungidos» y «profetas» (15).

A continuación, tenemos la época de José (16-22) cuya historia se narra a partir de Gén 37. El Faraón nombré a José «señor de su casa» y «administrador de todos sus bienes» (21). De modo y manera que, por su causa, todo el pueblo de Dios emigró a Egipto.

El tiempo de la estancia en Egipto (23-36) se caracteriza por la esclavitud de un pueblo numeroso. Surgen las figuras de Moisés y Aarón (26), que realizan «signos», lo que tradicionalmente conocemos como «las plagas de Egipto». En el libro del éxodo, las plagas son diez. En este salmo sólo aparecen siete y se ven como pruebas que demuestran que el Señor defiende a su aliado y mantiene las promesas; son las siguientes: las tinieblas (28), el agua convertida en sangre (29), las ranas (30), los mosquitos (31), el granizo (32-33), las langostas (34-35) y la muerte de los primogénitos (36).

Del tiempo de la salida de Egipto y de la marcha por el desierto (37-43) se recogen los recuerdos más hermosos: el pueblo salió rico (37), de día lo protegía la nube y, de noche, el fuego (39), comieron las codornices y el maná, y bebieron el agua que brotó de la roca (40-41), es decir, dispusieron de comida y de bebida a capricho. No se menciona nada negativo, pues este salmo tiene una orientación positiva y rezuma optimismo. Se recuerda la promesa hecha a Abrahán (42) y la alegría con que el pueblo salió de Egipto (43).

El último período (44-45) se ocupa del cumplimiento de la promesa hecha a los patriarcas, a saber, que tomarían posesión de la tierra: «Les dio las tierras de las naciones y se adueñaron del trabajo de los pueblos» (44). No obstante, hay un estrecho compromiso que se expresa en las cláusulas de la alianza (45 a).

Para el pueblo de Dios, contar la historia significa beber en la fuente de la experiencia vital de los antepasados. El que bebe de esa agua es más feliz y ve cómo se incrementa su vida. Sin embargo, podemos preguntarnos: ¿Acaso esto ha sido siempre así? Parece que no. Este salmo habría surgido para reavivar la memoria histórica de las hazañas del Señor y de los compromisos del pueblo de la alianza. Expresiones como «entre los pueblos» (ib) y «él gobierna toda la tierra» (7b) permiten suponer que este salmo surgió en una época en que el pueblo de Dios ya había perdido la tierra (época del exilio en Babilonia o posterior). Así pues, podemos entender que el cuerpo del salmo comience con la promesa de la tierra (11) y termine mostrando su toma de posesión (44), en una época en la que la tierra está en manos de pueblos extranjeros Este salino, por tanto, pretendería sacudir las conciencias, para que el pueblo se preguntara: ¿Por qué hemos perdido la tierra? La respuesta parece tener que ver con el cumplimiento (o, más bien, incumplimiento) de lo que se dice al final del salmo: «Para que guardaran sus decretos y cumplieran sus leyes» (45 a). Este salmo, por tanto, oculta un terrible conflicto: la pérdida de la tierra, de la libertad y de la vida...

El pueblo había perdido la tierra. ¿Quién tiene la culpa? El salmo 105, al contrario que el salmo 106, con su visión pesimista, se muestra extraordinariamente optimista. ¿Por qué? Porque focaliza las acciones de Dios. El siempre se ha mantenido fiel a la alianza y a las promesas hechas a los patriarcas. Si el pueblo ha perdido la tierra, la culpa es sólo suya, y no de Dios. El ha obrado siempre correctamente, todo lo ha hecho bien. Basta mirar sus siete acciones en la introducción. Conviene, por otro lado, examinar el cuerpo del salmo e ir anotando las innumerables acciones que el Señor hizo en favor de su pueblo. El se ha mostrado, siempre y constantemente, como el aliado fiel. Si el pueblo presta atención a las invitaciones que se le dirigen en la introducción, descubrirá el rostro del Dios de la alianza y volverá a poseer la tierra, porque Dios es fiel.

Jesús es presentado como fiel reflejo del Padre (Jn 1,17-18). El pertenece a la historia del pueblo de Dios y también es su culminación (Mt 1,1-17; Lc 3,23-38). Lucas, en su Evangelio, lo presenta como aquel que inaugura una sociedad y una historia nuevas. Mateo, por su parte, quiso presentarlo como un nuevo Moisés, como aquel que da lugar a un nuevo éxodo de vida y de libertad para todos (Mt 2, l3ss).

Conviene rezar este salmo en compañía de otras personas, pues la historia de un pueblo siempre se hace en comunidad con otros; este salmo es para cuando queremos «orar» nuestra historia en clave positiva, reconociendo la fidelidad de Dios, a pesar de nuestra flaqueza. Este salmo nos anima a rezar en sintonía con los que luchan por la tierra. Después de rezarlo, podemos continuar nuestra oración trayendo a ella la historia de cada uno, de las comunidades, del pueblo...
Comentario del Santo Evangelio: Mt 11,28-30: Soy manso y humilde de corazón
En aquel tiempo, dijo Jesús: 28 Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados y yo os aliviaré. 29 Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

El canto de alabanza de Jesús anuncia la salvación para quienes acogen con estupor y admiración el amor del Padre. Jesús acaba de hablar de la imposibilidad de conocer al Padre si no es por la revelación del Hijo. Y ahora él, el Hijo, invita a todos a ir a él, a entrar en comunión de vida con él acogiendo su amor y el del Padre, fuente de reposo, satisfacción de todo deseo en el goce, en la paz. Él, el único y verdadero Maestro, dirige a todos la invitación a hacerse discípulos, y se trata de una invitación que lleva en sí misma los caracteres de la urgencia y de la alegría. Jesús, Sabiduría del Padre que se revela a los sencillos, a todos los que experimentan y reconocen la fatiga opresora de la observancia de la Ley en sí misma, manifiesta el misterio del Reino de Dios en cuanto anuncia que el amor es la plenitud de la Ley (cf. Rom 13,10; Gal 5,14) y convierte el amor en la norma, en el mandamiento supremo (cf. Jn 13,34; Mt 22,36-40).

El discípulo está invitado a ponerse junto a Jesús, a tomar su mismo yugo. Aprende del Maestro a llevarlo haciendo suyo el mismo estilo de vida: el de los sencillos y el de los humildes, el de los pobres y los pequeños, que han comprendido el mandamiento nuevo de la obediencia a Dios y del servicio a los hermanos. El yugo en sí sigue siendo pesado, pero llevarlo con Cristo es causa de suavidad: el amor reclama la fatigosa renuncia a nuestro propio instinto egoísta, pero abre de par en par los horizontes de la vida verdadera, la vida misma de Dios.

Dios cuida de su pueblo. Quiere el bien para cada uno de sus hijos creados, amados y custodiados por él. La última palabra de Dios es «vida», no «muerte», como nos mostró al resucitar a Jesús. Nuestra experiencia terrena es con frecuencia una experiencia de fatiga, de tener que cargar con pesos bajo los cuales nos abatimos: pesos físicos, pesos interiores. Cada uno de nosotros se reconoce con facilidad entre los «fatigados y agobiados» a quienes Jesús invita a ir con él. O bien entre quienes gritan en la prueba, como los judíos de la profecía de Isaías. Vale la pena preguntarse cómo vivimos las situaciones difíciles que llamamos «pruebas», cómo reaccionamos frente a lo que nos parece demasiado pesado para nuestras fuerzas o nos espanta, nos desorienta. ¿Tal vez nos limitamos a enfadarnos (contra los otros, contra el destino, contra Dios)? Se trata de una reacción comprensible, pero corremos el riesgo de que nos haga sentir los dolores, para, a continuación, dar a luz «sólo viento», usando la imagen del profeta Isaías.

Si queremos caminar con el Señor por las sendas que él en su bondad no deja de allanar, podremos cargar con su yugo, un yugo ligero, porque lo llevamos con él, y él mismo nos enseña a llevarlo con amor. De todos modos, las pruebas, las contrariedades, los sufrimientos provocados, nos hacen mal y continúan haciéndolo, pero tienen un significado: si vivimos sin cesar de amar, de dar alegría y paz a los que están junto a nosotros, venceremos como Jesús, el mal con el bien: primero en nosotros mismos y, a continuación, en nuestro entorno. Nos convertiremos en sembradores de esperanza.
Comentario del Santo Evangelio para nuestros Mayores: Mt11, 28-30. La revelación del Padre.
Meteoro procedente del cielo joánico. Así ha sido llamada esta sección de Mateo. Y no faltan razones muy serias que justifican el que se la haya bautizado así. En ella es descrito el misterio de la filiación de Jesús, Hijo de Dios, de su relación con el Padre, con la trinología y profundidad que son peculiares del cuarto evangelio. Incluso se ha dicho que esta perícopa, originariamente, no perteneció al evangelio de Mateo sino al de Juan. Estas afirmaciones sólo en parte son aceptables.

La revelación de la paternidad divina, de que Dios es Padre, sobre todo de Jesús y, a través de él, de los creyentes, constituye el centro de gravedad más acusado de la predicación de Jesús (ver el comentario a 6, 7-15). En la paternidad divina se halla resumido cuanto puede decirse de la relación de Dios con los hombres. En la filiación divina se halla resumido cuanto puede decirse de la relación del hombre con Dios. Es el mejor resumen del evangelio. Desde este punto de vista no era necesario que Mateo recurriese a Juan, Ambas tradiciones —la sinóptica y la joánica— dependen en este punto de la tradición y predicación más original.

La perícopa se halla estructurada en tres partes: a) acción de gracias al Padre por la revelación recibida; b) contenido de dicha revelación; c) invitación y llamada. Un esquema que no es nuevo. Se halla calcado en el mismo en que nos es presentada la Sabiduría (Eclo 51). La primera parte del esquema, la acción de gracias, tiene como punto de referencia el rechazo que los escribas y fariseos habían hecho de la palabra de Jesús. Eran los doctos de la época, particularmente los escribas, los profesionales de la Ley. El misterio del Reino no es accesible a esta clase de sabiduría humana. La acción de gracias significa en este caso concreto la aceptación del plan o designio de Dios. Y este plan no puede ser aceptado más que por aquéllos que se presentan ante Dios conscientes de su vaciedad y pequeñez, con la pobreza sustantiva que caracteriza al ser humano, con la actitud de humilde y «desesperada» búsqueda de algo o Alguien que sea capaz de llenar la propia vida. Características que, por lo demás, pueden darse en la gente docta, en los doctores de la Ley, como lo demuestra el caso de Nicodemo (Jn 3, Iss). Dios no admite que el hombre entre en petulante competencia con él. La autosuficiencia será el obstáculo mayor para que el misterio de Dios se abra a ellos. El plan de Dios puede ser aceptado o rechazado por el hombre, pero no puede ser discutido.

La segunda parte del esquema habla de Jesús como el único revelador del Padre. Y lo hace utilizando las categorías de «conocimiento» y «revelación», La revelación de Dios, incluso en el grado del misticismo, era descrita en las religiones de la época —particularmente en aquéllas que habían sido influenciadas por la corriente de la gnosis— con estas categorías. Se hablaba de un conocimiento superior de Dios que, mediante determinados ritos, introducía al hombre en el mundo de lo divino. En el judaísmo se hablaba también de este conocimiento de Dios. Pero se afirmaba que Dios únicamente podía ser conocido por aquéllos que él había elegido. En definitiva, era el pueblo elegido el único conocedor de Dios. Dios le había entregado su propia revelación.

Jesús se presenta a sí mismo como el revelador del Padre, la plenitud de la revelación. Y esto es posible y se justifica desde su peculiar relación con el Padre, por su vida de intimidad con él desde toda la eternidad. El evangelio de Juan lo dice con mayor claridad: «Hablamos de lo que sabemos, y de lo que hemos visto damos testimonio», «lo que ha visto y oído (el que viene de arriba) eso testifica», «el que Dios ha enviado habla las palabras de Dios», «el Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas» (In 3, 11. 3Oss).

La invitación-llamada está contenida en la tercera parte del esquema apuntado más arriba. La imagen del «yugo» perteneció en primer lugar, a la relación «esclavo-señor».

Después se aplicó a la relación «discípulo maestro» Las alianzas humanas y también la divina, se expresaban con las categorías de sumisión y obediencia. Cada maestro tenía un «yugo» que imponer a sus discípulos. Pero el yugo de Cristo es más suave que el que imponen otros maestros. El texto hace referencia, en primer lugar, al yugo de la ley de Moisés, particularmente duro en su aplicación por los escribas. Este yugo se imponía a todo judío piadoso. San Pedro lo calificará de «yugo insoportable» (He 12, 10) y Jesús lanza duras invectivas Contra los escribas por haber impuesto un fardo tan pesado a los hombres (23, 4).

Mateo ha hablado ya ampliamente de las tremendas exigencias de Jesús. ¿Cómo puede afirmarse que su yugo es suave y su carga ligera? Jesús inculca al hombre el espíritu de la Ley, liberándolo de la esclavitud de la misma; manda que pidamos al Padre y nos da la garantía de ser escuchados por él; promete el Espíritu que viene en ayuda de nuestra flaqueza. Finalmente, él mismo se presenta como manso y humilde de corazón. Su yugo nada tiene que ver con la opresión, precisamente porque él viene al hombre con humildad (21, 5), por el camino de la suprema humillación para hacerse uno de nosotros (Fil 2, 5ss) revolucionando las estructuras, sobre todo, de la autoridad.
Comentario del Santo Evangelio de Joven para Joven. Mt 11, 28-30: El yugo del pecado.

Hoy, el término Yugo y su significado han dejado de ser actuales. Desde hace mucho los campesinos ya no usan el arado; los abuelos de los cultivadores actuales sustituyeron el famoso yugo de madera por arreos de cuero, de modo que los animales pudieran tirar del arado sin excesivos impedimentos. Bajo el yugo, la cabeza del animal se bajaba hacia la tierra y el animal se hacía más dócil. La palabra yugo sigue indicando una condición de opresión, un pueblo obligado a obedecer sin poder levantar la cabeza, Para algunos, también la vida es un yugo; la viven como un peso insoportable. Se dice que esto es un síntoma de envejecimiento; pero tampoco los jóvenes están siempre felices de vivir. La inquietud de los jóvenes se manifiesta en la prisa que tienen: cuando sea mayor, cuando termine el colegio, cuando tenga un trabajo... Pero es precisamente este pensamiento del futuro el que distrae del presente e impide gozar de la hermosura que se encuentra. Alguien ha dicho: la juventud es un don precioso, ¡qué pena que se regale a gente imprudente como los jóvenes, que no saben aprovecharlo! Pero no sólo los jóvenes, la mayor parte de las personas vive así.

Uno de los padres espirituales del monasterio de Valaam respondió al monje que había ido a consultarle sobre la vida espiritual: Tú nunca estarás contento. En invierno piensas en la primavera, en primavera piensas en el verano, en verano meditas sobre el hecho de los días que se acortan y el hoy es siempre un peso para ti.
Así hacen muchos: viven para lo que ha de venir y, si nada llega, se desesperan.

El yugo del pecado.
En la literatura espiritual es una expresión habitual decir que los pecados pesan. ¿Cómo imaginar este peso? Normalmente, hablamos de remordimiento de conciencia, Orígenes amplía el horizonte del concepto, hasta incluir a todo el mundo.

Adán, es decir, el hombre creado por Dios, miraba hacia lo alto; en las cosas terrenas veía la imagen de las realidades celestiales y, para él, la naturaleza era escuela del espíritu. El pecado, escribe Orígenes, ha obligado al hombre a mirar hacia abajo y a ver cosas que no sirven para elevar la mente y, por eso, pesan.

El mundo es duro, pero no podemos negar la belleza de gran parte de lo que vemos: la naturaleza, los jóvenes, el arte... Aunque, después, muchas cosas hermosas cansen. ¡Qué cansado estoy de mirar cosas hermosas!, suspira el protagonista de la película de Tarkovski, Nostalgia. Es la historia de un exiliado en Italia, que ha perdido las propias raíces y, por mucho que admire las bellezas de este país, se siente oprimido, apesadumbrado.

También nosotros, con el pecado, perdemos nuestras raíces; nos convertimos en exiliados en el mundo y la vida se convierte en un peso para nosotros.

Tomad mi yugo.
Es un exiliado quien quiere escapar al yugo de los días. Y, sin embargo, si aceptara el llevarlo con Cristo, se haría más ligero.

Los autores espirituales dan cuatro posibles razones por las que el yugo podría dejar de pesar: 1) La conciencia de la propia fuerza, la confianza de conseguir llevar ese peso, porque Cristo nos asegura que nadie será probado más allá de sus fuerzas; 2) La conciencia de que este peso lo debemos llevar sólo durante un trozo del camino; la vida es breve, en comparación con la eternidad; 3) La aceptación libre de ese peso por amor: si se ama a alguien, se llevan gustosamente incluso sus pesadas maletas; 4) Cuando el peso se lleva entre dos pesa menos y, de hecho, nosotros llevamos nuestro yugo con Cristo.

Pero si estas razones se expusieran sólo así, de modo abstracto, no serían muy convincentes. Adquieren valor si vienen de la experiencia de quien las ha vivido. Santa Ludwina no conseguía soportar su grave enfermedad y pensaba en suicidarse. En un determinado momento, comprendió que estaba sufriendo con Cristo. Murió serena, diciendo: ¡Si supiera que con un Avemaría obtendría la salud, creo que no la diría!
Elevación Espiritual para este día.
Tras Jesucristo, y sin duda a la distancia que media entre lo infinito y lo finito, hubo también una criatura que fue una magna alabanza de gloria a la Santísima Trinidad, que respondió plenamente a la elección divina de la que habla el apóstol. Esta fue siempre «pura, inmaculada, irreprensible» a los ojos del Padre tres veces santo. Su alma es tan sencilla y los movimientos de su espíritu tan profundos que no podían ser advertidos. Parece reproducir en la tierra la vida propia del ser divino, del Ser simple. Al mismo tiempo, es tan transparente y luminosa que podría ser comparada con la luz. Con todo, no es más que el «Espejo» del Sol de justicia, Speculum iustitiae.

«La Virgen conservaba estas cosas en su corazón». Toda su vida puede resumirse en estas pocas palabras. Vivía en su corazón. A tal profundidad que la mirada humana no puede seguirla. Cuando leo en el evangelio que María «recorrió a toda prisa las montañas de Judea» para ir a cumplir su ministerio de caridad junto a su prima Isabel, la veo pasar enormemente bella, con gran calma y majestuosa, recogida por completo en sí misma con el Verbo de Dios.

Su oración, como la de él, también fue siempre ésta: Ecce — “Aquí estoy”. ¿Quién? «La esclava del Señor, la última de las criaturas», ella misma, su Madre. Se mostró tan verdadera en su humildad porque se olvidó siempre de sí misma y fue siempre libre de sí misma, y por eso podía cantar: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí. En adelante, las naciones me proclamarán bienaventurada»
Reflexión Espiritual para el día.
Las distintas generaciones del Carmelo, desde los orígenes hasta hoy, han intentado plasmar su propia vida siguiendo el ejemplo de María: por eso, en el Carmelo, y en toda alma movida por el tierno afecto a la Virgen y Madre santísima, florece la contemplación de ella, que ya vive en sí lo que todo fiel desea y espera realizar en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Por eso, los carmelitas y las carmelitas han elegido justamente a María como propia patrona y madre espiritual. Ella es la Virgen purísima que guía a todos al perfecto conocimiento e imitación de Cristo. Florece así una intimidad de relaciones espirituales que incrementan cada vez más la comunión con Cristo y con María. Ella no es sólo modelo para imitar, sino también una dulce presencia de Madre y Hermana en quien confiar.
El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el magisterio de la Santa Iglesia. Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.»
Sabemos la importancia que tiene el nombre para los hebreos: indica «el ser» profundo.
Así Dios no es una realidad imprecisa, impersonal... como suelen imaginarse muchos hombres. Dios no es una cosa vaga. Tiene un «nombre», es alguien vivo. Se ha buscado mucho cuál podría ser el sentido de esta palabra «Yaveh» traducida aquí por «yo soy el que soy». Se ha pensado, a veces, que es un rechazo a definirse, una respuesta evasiva, como si Dios dijera: «Yo soy quien soy»... Y es verdad que Dios está más allá de todo nombre y no puede ser captado, porque es trascendente. Hablarás así a los hijos de Israel: «El que me ha enviado a vosotros es “Yo-soy”».
Yo soy, yo existo.

La explicación más frecuente es ésta: Dios es el «ser que posee su existencia en sí mismo», la roca sólida, el único que existe verdaderamente. Y este Nombre es una garantía. « ¡Aquél que me ha enviado a vosotros, es lo sólido, la Roca!» Es Yavé, el Señor, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob.
En Egipto en medio de toda clase de dioses era fácil que los hebreos hubiesen adoptado, en parte, la idolatría ambiental. Dios se revela como el único verdadero y se une así a la gran tradición de los patriarcas, quizá algo olvidada.

Es pues un Dios «fiel», que cumple sus promesas. Tenemos siempre la tentación de pensar que Dios se olvida de nosotros, que deja que caigamos. Es que el Señor no parece tener prisa. Israel estaba lejos de la Tierra, prometida sin embargo hacía ocho o nueve siglos antes. ¡La espera resultaba interminable!
Señor, quiero creer que Tú eres fiel, que eres el Dios de nuestros padres, y que cumplirás todo lo que nos has prometido.

Yo os he visitado y he visto lo que os han hecho en Egipto, donde se os oprime y he decidido llevaros al país de los Cananeos, país que mana leche y miel. Otra traducción posible del término Yavé es «yo seré quien seré», en futuro... como si con ello Dios anunciara que se le reconocería en lo que se preparaba a hacer. Efectivamente, el verdadero Dios es un Dios comprometido en la historia, un Dios activo que interviene para «crear», «salvar», «reunir». «He decidido liberaros de la opresión, ayudaros a vivir en una tierra donde será agradable vivir, “¡un país donde la leche y la miel manarán en abundancia para vosotros!” ¿Estamos convencidos de que Dios es siempre «ese Dios»?

Cuando los hombres sueñan en «liberación», «justicia», «desarrollo», «promoción» ¿saben que adoptan un sueño de Dios? Ya sé que el rey de Egipto no os dejará partir, sino forzado por mano poderosa. Yo extenderé mi mano... Dios se comprometerá por entero con la causa de los oprimidos.
¿Y nosotros? +

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