Lecturas
Primera lectura
Salmo
Evangelio
Pedro Barranco Queridos hermanitos y hermanitas:
Debo confesar que esta lectura despierta en mi determinadas resonancias que van desde lo personal a lo eclesial.
Es bien cierto que el evangelio está dicho para cada uno. Contiene una intencionalidad que se desarrolla en cada corazón, de manera que nos habla para nuestras limitaciones y para nuestras grandezas. Viene, por la virtualidad propia de la Palabra, a hacernos crecer y mermar. Por eso, desde muy antiguo, nos han invitado a entrar en lo profundo de nosotros y nos han puesto frente a la gran tarea: la conversión. Y así ha de ser. De esta forma la lectura habla de una actitud personal, de cómo relacionarnos con los otros, de cómo situarnos. Es muy fácil saber que Jesús está hablando más de no sentirnos superiores a los demás que de arrastrarnos delante de los otros. No quiere el evangelio la pérdida de la dignidad personal, sino más bien del reconocimiento de la igualdad de todos y, más allá, la de aprender a ver en los otros su grandeza.
Pero también tiene, al menos para mí, el sentido eclesial de cuidar bien las formas y los medios que utilizamos para estar en medio del mundo. Sabemos que el evangelio choca con determinadas formas de entender la vida. También la economía, los valores o la humanidad. Y, por ende, los medios que utilizamos para hacer presente el reino de Dios. Nos lo están diciendo a voces: coherencia. El mundo por cambiar comprende nuestra realidad íntima y el mundo. También la Iglesia. Hay una invitación en esta parábola a mirar nuestras celebraciones, nuestras reuniones, nuestros grupos. A veces los más pobres no son los que ocupan el primer puesto. Y, en ocasiones, una imagen vale más que mil palabras. Puede que descuidemos la tensión a que nos somete el seguimiento de Jesús en determinados ámbitos y nos pleguemos a los usos “del mundo”. Conversión también, pues, en las estructuras.
Un fuerte abrazo en Jesús Resucitado
Pedro Barranco
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1,18b-26):
De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.
Palabra de Dios
De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.
Palabra de Dios
Sal 41
R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.
Recuerdo como marchaba a la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R/.
R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.
Recuerdo como marchaba a la cabeza del grupo
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-11):
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio
Debo confesar que esta lectura despierta en mi determinadas resonancias que van desde lo personal a lo eclesial.
Es bien cierto que el evangelio está dicho para cada uno. Contiene una intencionalidad que se desarrolla en cada corazón, de manera que nos habla para nuestras limitaciones y para nuestras grandezas. Viene, por la virtualidad propia de la Palabra, a hacernos crecer y mermar. Por eso, desde muy antiguo, nos han invitado a entrar en lo profundo de nosotros y nos han puesto frente a la gran tarea: la conversión. Y así ha de ser. De esta forma la lectura habla de una actitud personal, de cómo relacionarnos con los otros, de cómo situarnos. Es muy fácil saber que Jesús está hablando más de no sentirnos superiores a los demás que de arrastrarnos delante de los otros. No quiere el evangelio la pérdida de la dignidad personal, sino más bien del reconocimiento de la igualdad de todos y, más allá, la de aprender a ver en los otros su grandeza.
Pero también tiene, al menos para mí, el sentido eclesial de cuidar bien las formas y los medios que utilizamos para estar en medio del mundo. Sabemos que el evangelio choca con determinadas formas de entender la vida. También la economía, los valores o la humanidad. Y, por ende, los medios que utilizamos para hacer presente el reino de Dios. Nos lo están diciendo a voces: coherencia. El mundo por cambiar comprende nuestra realidad íntima y el mundo. También la Iglesia. Hay una invitación en esta parábola a mirar nuestras celebraciones, nuestras reuniones, nuestros grupos. A veces los más pobres no son los que ocupan el primer puesto. Y, en ocasiones, una imagen vale más que mil palabras. Puede que descuidemos la tensión a que nos somete el seguimiento de Jesús en determinados ámbitos y nos pleguemos a los usos “del mundo”. Conversión también, pues, en las estructuras.
Un fuerte abrazo en Jesús Resucitado
Pedro Barranco
Liturgia Viva
DÍA 4 DE NOVIEMBRE
SAN CARLOS BORROMEO. Obispo
Introducción
El santo de hoy, Carlos Borromeo, encarna y personaliza la renovación de la Iglesia. Aunque gracias a los abusos de su tiempo, por ser sobrino del Papa llegó a ser cardenal, secretario de Estado y arzobispo de Milán, todo esto cuando solo tenía 22 años. Él era muy capaz y no se dejó corromper. Jugó un papel muy importante en las etapas finales del Concilio de Trento. Finalmente, siendo obispo de Milán, puso en práctica la renovación de la Iglesia mandada por el Concilio; se esforzó con eficacia en esa tarea reformando las estructuras diocesanas, fundando seminarios para la formación del clero, haciendo frecuentes visitas pastorales a las parroquias, dando generosamente todo lo que tenía, incluyendo su ropa de cama durante una epidemia de peste. Murió muy joven, a los 46 años, consumido por el amor y celo de Cristo.
Oración Colecta
Señor y Dios nuestro: Como cristianos que somos, necesitamos ser marcados, como San Carlos Borromeo, por la vida y muerte de tu Hijo Jesucristo. Danos la fuerza para renovarnos personalmente, para que tú puedas escribir recto con las líneas torcidas de nuestras vidas y hacernos instrumentos de tu amor y testigos destacados del evangelio de Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro: Tú nos has hecho responsables en tu Iglesia de la felicidad eterna de nuestros prójimos. Acepta este pan y este vino como signos de que queremos compartir nuestra fe, nuestra esperanza y alegría, nuestro tiempo y nuestro interés con todos los que nos necesitan y cuya ayuda necesitamos. Danos esta fuerza por el cuerpo y la sangre de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Dios y Señor nuestro: Tú nos has alimentado en esta eucaristía con Jesucristo tu Hijo. Da a tu Iglesia pastores como San Carlos Borromeo que alimenten a todos sus encomendados con el don de sí mismos, que conozcan y sean conocidos por su pueblo. Inspíralos y condúcelos con el Santo Espíritu de quien se proclamó como el Buen Pastor, Jesucristo nuestro Señor.
SAN CARLOS BORROMEO. Obispo
Introducción
El santo de hoy, Carlos Borromeo, encarna y personaliza la renovación de la Iglesia. Aunque gracias a los abusos de su tiempo, por ser sobrino del Papa llegó a ser cardenal, secretario de Estado y arzobispo de Milán, todo esto cuando solo tenía 22 años. Él era muy capaz y no se dejó corromper. Jugó un papel muy importante en las etapas finales del Concilio de Trento. Finalmente, siendo obispo de Milán, puso en práctica la renovación de la Iglesia mandada por el Concilio; se esforzó con eficacia en esa tarea reformando las estructuras diocesanas, fundando seminarios para la formación del clero, haciendo frecuentes visitas pastorales a las parroquias, dando generosamente todo lo que tenía, incluyendo su ropa de cama durante una epidemia de peste. Murió muy joven, a los 46 años, consumido por el amor y celo de Cristo.
Oración Colecta
Señor y Dios nuestro: Como cristianos que somos, necesitamos ser marcados, como San Carlos Borromeo, por la vida y muerte de tu Hijo Jesucristo. Danos la fuerza para renovarnos personalmente, para que tú puedas escribir recto con las líneas torcidas de nuestras vidas y hacernos instrumentos de tu amor y testigos destacados del evangelio de Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro: Tú nos has hecho responsables en tu Iglesia de la felicidad eterna de nuestros prójimos. Acepta este pan y este vino como signos de que queremos compartir nuestra fe, nuestra esperanza y alegría, nuestro tiempo y nuestro interés con todos los que nos necesitan y cuya ayuda necesitamos. Danos esta fuerza por el cuerpo y la sangre de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Dios y Señor nuestro: Tú nos has alimentado en esta eucaristía con Jesucristo tu Hijo. Da a tu Iglesia pastores como San Carlos Borromeo que alimenten a todos sus encomendados con el don de sí mismos, que conozcan y sean conocidos por su pueblo. Inspíralos y condúcelos con el Santo Espíritu de quien se proclamó como el Buen Pastor, Jesucristo nuestro Señor.
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