Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



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En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

30 de octubre de 2010

Lecturas del día 30-10-2010

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido
30 de Octubre 2010. SÁBADO DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. (Ciclo C) 2ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A LAS MISIONES. Feria o SANTA MARÍA EN SÁBADO. Memoria libre. SS.Marcelo, Claudio, Lupercio y Victorico mrs, Germán ob, Gerardo ob.
En esta narración Lucas nos pone en la tónica con uno de los temas vitales de la comunidad de su tiempo: el del prestigio y el honor de ocupar los primeros puestos. En la mesa de los fariseos hay disputas por esos primeros puestos. Todos los invitados los desean. ¡Los primeros en ocuparlos son los distinguidos, los supuestos elegidos! ¡Ocupar los últimos puestos, es una vergüenza! Se muestra en este escenario, en el contexto de la mesa y de la comida, el reflejo de la estratificación y exclusión social del tiempo de Jesús. Sin embargo, en la mesa del reino de Dios los invitados buscan el último puesto. En la mesa de Jesús los últimos suben y los primeros deben estar dispuestos a bajar de manera que se llegue a conformar una mesa en la equidad, donde no haya jerarquías opresoras y delimitadoras de la dignidad humana. Los invitados a la mesa del reino, es al banquete abierta a todos, en especial, a los más pobres, necesitados, los marginados, los considerados los “últimos”. El verdadero honor y prestigio evangélicos del discípulo de Jesús tiene que pasar por el permanente servicio desinteresado a los demás. Estos son los rostros y las coordenadas del reino.

LITURGIA DE LA PALABRA.

Filipenses 1, 18b-26. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.
Salmo responsorial: 41. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
Lucas 14, 1. 7-11. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

PRIMERA LECTURA.
Filipenses 1, 18b-26
Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.

Hermanos: De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.

Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger.

Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.

Palabra de Dios

Salmo responsorial: 41
R/.Mi alma tiene sed del Dios vivo.

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. R.

Tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. R.

SANTO EVANGELIO.
Lucas 14, 1. 7-11
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

En aquel tiempo, entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo: "Cuando te conviden a una boda, no te sientes en puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: "Cédele el puesto a éste". Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba". Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido".

Palabra del Señor.

Comentario de la Primera Lectura: Filipenses 1, 18b-26. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.
Pablo es informado en la cárcel de que muchos cristianos anuncian la Palabra de Dios (Cf. Flp 1,14ss). Algunos lo hacen por envidia y desacreditando al apóstol (vv. 15a.17), pero esto le duele menos que lo que le alegra la predicación del Evangelio, que es lo que cuenta de verdad (v. 18b). El Espíritu del Señor y la oración de los fieles de Filipos le sostienen y le confirman en la viva esperanza de que esas situaciones dolorosas no serán para él ocasión de decepción, sino de salvación (vv. 19-20a), ya que cree firmemente que Cristo recibirá gloria tanto en el caso de que él siga vivo y continúe la evangelización como si muere (v. 20b).

Por otra parte, Pablo considera la muerte como la ganancia suprema, porque le introduce en la plena comunión con Cristo, que ya desde ahora es su vida (v. 21; cf, Jn 14). De ahí que el apóstol se sienta como tenso entre dos realidades que le atraen y motivan profundamente: el deseo de la unión total con Cristo, sólo posible después de la muerte, y la constatada necesidad de su presencia y de su palabra en las comunidades cristianas (vv. 22-24). Si bien Pablo, por su parte, optaría por la primera posibilidad (v. 23b), considera, sin embargo, más probable que se realice la segunda. La fe de los filipenses recibirá así un nuevo impulso y crecerá su alegría gracias a la presencia del amado apóstol, cuya visita será para los filipenses un motivo para gloriarse de la comunión que les ha sido dada en Cristo (vv. 25ss).

Comentario al Salmo 41. Mi alma tiene sed del Dios vivo.
En su origen, este salmo formaba unidad con el siguiente, el salmo 43, que es, claramente, un salmo de súplica individual. Tomado de forma aislada, el salmo 42 puede clasificarse como de confianza individual. Nosotros lo consideraremos un salmo de súplica individual. 

Tiene dos estrofas (2-5 y 7-11) y un estribillo (6 y 12). La tercera estrofa es el salmo 43 (vv. 1-4), que concluye con el mismo estribillo (43,5) del salmo 42.

Los motivos que predominan en la primera estrofa (2-5) son la cierva, el agua, la sed, las lágrimas, el pan y la nostalgia del templo de Jerusalén y sus celebraciones festivas. Ausencia de agua y nostalgia son elementos que se tocan y se funden entre sí. Encontramos una imagen enérgica, la de la cierva que brama de sed en busca de corrientes de agua. La persona que compuso este salino siente una feroz sed de Dios. A esto viene a añadirse la pregunta maliciosa: « ¿Dónde está tu Dios?», El estribillo (6.12) se pregunta por el motivo de la aflicción del salmista e invita a la esperanza de volver a encontrarse con Dios en el templo.

La segunda estrofa (7-11) desarrolla la cuestión planteada en el estribillo: « ¿Por qué te afliges, alma mía, gimiendo en mi interior?». Los elementos más importantes son las montañas, las aguas violentas, los huesos quebrantados a causa de la pregunta malintencionada de los opresores: “¿Dónde está tu Dios?”. El salmista se dirige a Dios con la invocación «roca mía».

La persona que compuso este salmo estaba vinculada al templo de Jerusalén, sus ritos y sus celebraciones litúrgicas. Esto es lo que podemos ver en el versículo 5: «Empiezo a recordar y mi alma se desahoga en mi interior: cómo marchaba al frente del grupo, hacia la casa de Dios, entre gritos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta». También el estribillo (6.12) va en este mismo sentido.

¿Qué es lo que había sucedido con esta persona? Había sido exiliada, probablemente en la alta Galilea, cerca del macizo del Hermón. Es un lugar árido, con poca agua. El deshielo de las nieves del Hermón da lugar al comienzo del Jordán que, más abajo, forma cascadas (7-8). El salmo habla del enemigo que oprime (10) y de los opresores que insultan al salmista preguntando: “¿Dónde está tu Dios?” (4,11). El salmista lo ha perdido todo: su vinculación a la tierra de Israel, en la que se encuentra su Dios; ha perdido la libertad, la alegría de estar en el templo participando de sus celebraciones, y, a cambio, ha recibido una profunda nostalgia de Dios. Dios se hace presente en su vida en forma de ausencia sentida, de añoranza. La nostalgia es un dolor maldito y bendito al mismo tiempo. Es maldito porque acusa una ausencia; es bendito porque la persona amada está presente, aunque en forma de morriña…

La nostalgia es muy grande. Para hablar de la ausencia de Dios, se sirve de la imagen de la cierva que brama de sed (2). El alma del salmista (es decir, su garganta) está seca a causa de la sed (3). Es un modo de decir que todo su ser, sin la presencia de Dios, además de perder líquido (las lágrimas del versículo 4), se seca y muere. Más duro resulta aún tener que escuchar el regocijo de los opresores que, irónicamente, le preguntan si su Dios no ha tomado ninguna precaución (4). El recuerdo de lo que hacía en el templo le inunda de nostalgia y de tristeza (5). Todo esto hace que su alma se aflija y gima, que se encuentre postrada del mismo modo que se postraba ante Dios en el templo (6). Esta es la nostalgia maldita.

La segunda estrofa (7-11) hace referencia al lugar en el que probablemente se encuentra exiliada esta persona (7); recuerda los rápidos y cascadas que dan origen al río Jordán, pero el salmista entiende todo esto como un torrente de desgracias que se abaten sobre él (8). Los montes del Hermón son imponentes, pero él prefiere esa «humilde montaña» que es el monte Sión, sobre la que se alza el templo de Jerusalén (versículo 7) y se dirige a Dios diciéndole «roca mía» (10). Tiene confianza, pregunta, reza, no se hace a la idea de tener que vivir lejos de Dios. Dios está presente en forma de nostalgia. En esta ocasión, la nostalgia se convierte en bendición, como signo de una presencia. 

Comentario al Santo Evangelio: Lc 14,1.7-11. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Jesús toma pie en la vida cotidiana, con las ocupaciones que la caracterizan y con los acontecimientos que marcan su curso, para hacer comprender unas verdades que abren, a quienes las acogen, los horizontes de la «vida nueva» de los hijos de Dios. Así ocurre cuando, habiendo sido invitado a casa de un jefe fariseo (cf. Lc 14,1), nota el afán que anima a los invitados por ocupar los primeros puestos (v. 7).

El relato-parábola propuesto por Jesús (vv 8-10) es una enseñanza de buena educación, de respeto de las precedencias según la escala social. Quien ocupa un puesto que no le corresponde se expone al ridículo y a la vergüenza (v 8ss): la ambición, alterando el justo concepto de sí mismo, es un obstáculo para las relaciones con los otros. En cambio, el que no presume de ser digno de honores particulares puede encontrarse con la sorpresa feliz de recibir atenciones imprevistas por parte del señor de la casa (v. 10). El don de Dios es gratuito y no consecuencia matemática de méritos humanos, y Jesús advierte que deben recordarlo los que ambicionan recibir reconocimientos y gratificaciones. La humildad, es decir, la confianza total puesta en Dios y en su amor, es la condición que permite recibir la gloria y el honor que concede el mismo Dios (cf. 1,46-48.52; Sal 2 1,6-8), que consisten en estar unidos a él en la obra de salvación (cf. Lc 22,28-30; Mc 10,3 5-40).

La Palabra del Señor nos invita hoy a llegar a ser conscientes de nosotros mismos, a formarnos una conciencia realista, que nos haga ver el puesto que ocupamos, la responsabilidad que se nos ha confiado, la tarea que, congruentemente, estamos llamados a desarrollar. El presuntuoso, que suele mirarse en un espejo que dilata las proporciones, viene a situarse con facilidad «fuera de su sitio», en situaciones desagradables, cuando no deletéreas, para él mismo y para los que están cerca. ¡Qué provechoso, en cambio, es estar en el sitio que nos corresponde! Fuera de las lógicas de los que aspiran a hacer carrera, lejos de los delirios de protagonismo —tan en boga en nuestros días—, se experimenta que la humildad auténtica no es una mal soportada reducción de nuestras propias cualidades, sino, más bien, un ponerlas al servicio de los otros con generosidad, sin autoexaltaciones.

Hoy siento que se me dirige una pregunta: ¿Qué es lo que estás buscando? Si busco un puesto bien vistoso, si busco el predominio sobre los otros, corro el riesgo de yerme catapultado al final de la fila: construyo mi historia sobre la nada. Si busco el crecimiento del bien y la promoción de los demás, entonces —como Pablo— aprendo a celebrar todo aquello que pueda ayudarles, aunque suponga un sacrificio para mí. ¿Qué es lo que estoy buscando?

¿Cuál es hoy mi sitio, Señor? ¿Cómo puedo orientarme en las decisiones importantes, esas que expresan de modo claro mi identidad de hombre o mujer creyente?

El mundo me sacude a derecha e izquierda: con mil enseñas brillantes me atrae a sus redes, imponiéndome tomar posición. Cada una compite para hacerse con mi atención, con mi tiempo, con mi consentimiento, con mi inteligencia, con mis brazos, con mis votos y, sobre todo, con un pedazo de mi cartera... Con sonrisas amistosas, la vida de hoy me invita con los brazos abiertos a que me acomode en su banquete, hasta tal punto que es casi imposible sustraerse, hacer valer lo que más cuenta: el bien último, mi salvación y la de mis hermanos. Es más fácil desvincularse de la presa y buscar soluciones de pequeño cabotaje, volar bajo, buscar el compromiso, contentarse con vivir al día. O, incluso, tomar partido de una vez por todas: es mejor un beneficio egoísta inmediato que esperar hasta quién sabe cuándo, que ilusionarse con que un día alguien salga afuera y me diga: «Amigo, pasa más adelante! ¡Tú mereces más: eres una persona valiosa! ».

¡Pero tu Palabra no deja escapatoria! Me inquieta, me ilumina, me infunde ánimo. Me impone vigorosamente confrontarme con la verdad de mí mismo —y con la Verdad que eres tú, oh Señor—. Me llama a la humildad (que no es autodenigración), me presenta la promoción de los hermanos, me ensancha los horizontes hasta los confines escatológicos. Gracias, Señor, por esta luz que no disminuye. Permanece siempre cerca y llévame de la mano a ocupar mi sitio. 

Comentario del Santo Evangelio: Lc 14,1.7-11, para nuestros Mayores. Elección de los primeros puestos. La revolución de Jesús.
Nos hallamos en el marco del banquete al que un fariseo importante ha invitado a Jesús. El banquete representa al banquete del Reino que Jesús ha inaugurado. Estamos en el momento de llegada de los invitados. Jesús observa cómo, al irse colocando, todos tratan de ocupar los primeros puestos. Y aprovecha la escena para dar una catequesis al hilo de lo que está sucediendo.

Su mensaje va más allá de una consigna concreta para las invitaciones; lo proclama como criterio que ha de inspirar y regir toda la vida. Una vez más señala con el dedo a los escribas y fariseos para que se alejen de sus comportamientos: “Buscan los primeros puestos en los banquetes y sinagogas” y en la vida social (Mt 23,6). Los mismos discípulos están contagiados de este espíritu mundano, y por eso rivalizan por los primeros puestos en el supuesto reino político. Jesús los reprende con dureza (Lc 22,24-27; Mt 20,20-28 Mc 9,33-37). Él enseña humildad con la palabra y con la vida. Testifica: “No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28). El gesto del lavatorio de los pies lo dice todo: no es un simple gesto aislado, sino la expresión simbólica de lo que ha sido toda su vida. Pedro, personificación en este caso del espíritu mundano, no lo entiende; cree que es perder autoridad, correr el peligro de no hacerse respetar. Tanto en la sociedad religiosa judía, como en el mundo pagano, esto resultaba ininteligible. Jesús le advierte que es su estilo, lo que rige en su escuela; y si no admite ser lavado y lavar los pies no tiene nada que ver con él.

Precisamente los “primeros”, los que detentan la autoridad, han de ser los primeros en servir. El Hijo de Dios con un delantal no deja de ser chocante. Decía: “No os he llamado siervos, sino amigos” (Jn 15,15); no me he puesto por encima como autoridad, sino a vuestro lado como amigo y servidor. En esto consiste el misterio pascual: Siendo Dios, no ejerció según su categoría divina, sino que se humilló haciéndose obediente hasta afrontar la muerte ignominiosa en la cruz. Por eso Dios lo exaltó (Flp 2,5-9). Él constituye una sociedad alternativa y ha establecido una jerarquización entre los miembros de su comunidad: los primeros son los pobres, los enfermos, los marginados, los que no cuentan...

“Siéntate en el último puesto” ¡Qué viraje en los apóstoles después de la Pascua! Al fin aprendieron bien la lección del Maestro. Pedro se convierte en el hermano mayor, servidor de los hermanos. Advierte a los presbíteros: “No sometáis ni oprimáis a los hermanos (1 P 5,3). Pablo escribe: “Me he convertido en una nodriza para todos, en una criada. No he buscado la gloria de nadie” (1 Ts 2,6-7). “Me he hecho todo para todos” (1 Co 9,22). La conducta de los comensales al comienzo del banquete refleja la praxis de entonces, de ahora y de siempre dentro de la sociedad no regida por las bienaventuranzas. De ahí la consigna de Jesús: “El que se exalta será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Esto resulta chocante para la mentalidad moderna, que es la contabilidad del mérito para la recompensa y el ascenso. 

No es la humildad una virtud cotizada que digamos en nuestro mundo. No casa con la psicología agresiva y de triunfador que el hombre de hoy tiene para abrirse paso en la vida. Los codazos por los primeros puestos siguen, y no sólo en la sociedad civil, sino también en la Iglesia. Siguen existiendo pretensiones de ascender, presidir, tener algún cargo... Frente a la praxis de escalar y trepar, Jesús propone otro estilo de vida: ponerse en el último lugar y en actitud de servicio. No se trata, claro, de una argucia, una falsa humildad: ponerse en último lugar para que le pasen a uno al primero. Jesús afirma que los que en esta etapa del banquete se pongan los últimos, en el definitivo serán colocados los primeros.

¡Qué pobreza psicológica supone necesitar del prestigio que viene de fuera, de la relevancia social, para sentirse alguien, seguro, lleno! Lo importante no es parecer, sino ser. La necesidad de la fama y del prestigio social supone un complejo de inferioridad, una falta de auto- estima profunda. Porque se padece el complejo de inferioridad, por eso se necesitan tacones altos para vencer el complejo de enano. Decía san Francisco: “El hombre es lo que es ante Dios, y nada más”.

Causa de nuestra alegría. No se trata, por supuesto, de dejarse pisar por los demás. Pablo, un ejemplo perfectamente evangélico de humildad y espíritu de servicio, jamás se dejó pisotear por nadie; defendió enérgicamente su libertad y su dignidad. No se trata de cultivar una humildad fingida, que atenta contra la autoestima. Ésta es necesaria como el oxígeno para respirar; y la autoestima se apoya en buena medida en la consideración social. No se trata tampoco de ignorar los dones y las cualidades. “Flaco favor le haríamos al Dador de los bienes y dones si los negáramos”, afirma santa Teresa. “Humildad, define ella, es andar en verdad”.

Pablo no niega los dones, no niega su heroica labor evangelizadora; enumera una larga letanía de trabajos y heroísmos por la difusión de la Buena Noticia; afirma, incluso, algo que parece una osadía: “He trabajado más que nadie”, pero en seguida puntualiza: “No yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Co 15,10). La altanería, la lucha por los primeros puestos, el empeño por sobresalir genera luchas y fricciones. El ambicioso sufre y hace sufrir; ni vive ni deja vivir. Por el contrario, el que se pone en último lugar y tiene espíritu de servicio vive en fraternidad y crea fraternidad. Servir es un honor, es ponerse a la altura del Servidor. Que certera es la consigna de Pablo: “ sed humilde y tened a los demás como superiores a vosotros”.

Comentario del Santo Evangelio: Lc 14,1.7-11; 14, de Joven para Joven. Los primeros lugares y los invitados adecuados. 
Jesús había notado que los invitados habían escogido los primeros lugares. En tiempos de Jesús, los lugares de honor en la mesa estaban asignados de acuerdo al cargo y a la reputación. El texto presupone una cierta libertad en la elección de los lugares. Por regla general, los lugares de honor se ubicaban a la derecha y a la izquierda del anfitrión. Las siguientes palabras de Jesús se catalogan expresamente como un ejemplo. El ejemplo hace alusión a situaciones típicas. Ya en aquel entonces, personalidades distinguidas y de alta posición se preocupaban de no aparecer como los primeros en una boda u otros eventos festivos. Cuando alguien tiene que ceder su lugar a otro, esto equivale, para el afectado, a una deshonra y una denigración. Por el contrario, significa un honor que a alguien se le designe un lugar superior.

La imagen del banquete de boda también puede, en el concepto judío-apocalíptico, representar el banquete del final de los tiempos en el Reino de Dios. De este presupuesto a partir de la experiencia, Jesús deduce consecuencias generales. 

El convencimiento de que Dios abaja lo que está arriba y enaltece lo que está abajo se encuentra fijamente anclado en la tradición bíblica (Ez 17,24; 21,31; Job 22,29; Sir 3,18-21). Lucas ya había realzado esto al principio de su evangelio, en el cántico de María (Lc 1,52), y retorna esta convicción una y otra vez (literalmente, Lc 18,14; también Lc 16,15; 22,26-27). Pero se debe borrar la impresión de que estar arriba o abajo en el Reino de Dios es una cuestión de turnos, pues el ser enaltecido o humillado se basa en ofertas gratuitas de Dios y respuestas generosas por parte del hombre. En el resto de su evangelio, Lucas va diciendo cómo se realizan estos cambios.

En el segundo ejemplo, Jesús retorna una práctica ampliamente difundida en la sociedad y la confronta con una nueva práctica. Esta corresponde a lo que Jesús enfatizó en su discurso del llano como lo decisivamente cristiano (Lc 6,32-36): se trata de la práctica que el Reino de Dios indica acerca de los más necesitados, la cual Jesús anuncia en su discurso programático en la sinagoga de Nazaret (Le 4,18-2 1) y realiza en sus hechos (la obra de Jesús en Galilea).

La bienaventuranza es para quien se orienta hacia la práctica de Jesús: una ganancia que está más allá del umbral de la muerte.

a) Este texto nos instruye sobre las leyes del Reino, que no se basan en las grandezas humanas y en la protección que éstas dan. Quien piensa en exaltarse a sí mismo frustra el plan de Dios y roba su gloria; por eso, será humillado. Sin embargo, quien se humilla y toma la condición de siervo será exaltado.

b) El v. 11 es una reflexión sapiencial bastante general que se aplica a la situación analizada en los vv. 7-10. Pero su alcance es más amplio, porque viene a desbaratar las convenciones y convencionalismos humanos. Dios no es corno nosotros, ni tampoco su Reino. En él hay normas en las que se da su lugar a los despreciados y desafortunados entre los hombres. Dios sí les da su lugar, y quiere que el discípulo invite a quienes no puedan recompensarle y a los que vienen a su mesa por necesidad. Esto parece romper con los esquemas humanos, y el discípulo necesita nadar en contra de la corriente. Parece demasiado duro para el respeto humano, pero el discípulo no tiene otra alternativa. Pertenecer al Reino significa aceptar sus criterios a contrapelo del mundo.

Elevación Espiritual para este día.
No es lícito ni es conforme con una inteligencia racional que aquellos que aman a Dios prefieran los males a los bienes. Ahora bien, si algunos de ellos se han visto arrastrados allí a la fuerza con el pueblo, nosotros consideramos que lo han sido no por su propia deliberación, sino inducidos por las circunstancias, para la salvación de aquellos que tenían necesidad de ser llevados de la mano: por eso han dejado la Palabra más elevada del conocimiento y han llegado a la enseñanza relacionada con las pasiones. Por ese motivo juzgaba el gran apóstol que era más útil permaneciendo en la carne, esto es, en la enseñanza moral, en favor de los discípulos, aunque deseaba plenamente liberarse de la enseñanza moral y estar con Dios, mediante la contemplación simple y ultraterrena del intelecto.

Reflexión Espiritual para este día.
A los ojos del judaísmo, toda alma humana es un elemento al servicio de la creación de Dios llamada a ser, en virtud de la acción del hombre, Reino de Dios; de ahí que a ningún alma le haya sido fijado un fin interno a sí misma, en su propia salvación individual. Es cierto que cada uno debe conocerse, purificarse, llegar a la plenitud, pero no en beneficio de sí mismo, no en beneficio de su felicidad terrena o de su bienaventuranza celestial, sino en vistas a la obra que debe realizar sobre el mundo de Dios. Es preciso olvidarse de uno mismo y pensar en el mundo. El rabí Bunam vio en cierto sentido la historia del género humano en camino hacia la liberación como un acontecimiento que se desarrolla entre estos dos tipos de hombres: el orgulloso, que, tal vez bajo la apariencia más noble, piensa en sí mismo, y el humilde, que en todas las cosas piensa en el mundo. Sólo cuando cede a la humildad es redimido el orgulloso, y sólo cuando éste es redimido puede ser redimido, a su vez, el mundo.

Y el mayor de los discípulos del rabí Bunam, ese que, entre todos los zaddilc, fue el personaje trágico por excelencia, el rabí Mendel de Kozk, dijo una vez a la comunidad reunida: «Que es lo que os pido a cada uno? Sólo tres cosas: no mirar de reojo fuera de uno mismo, no mirar de reojo dentro de los otros, no pensar en uno mismo». Lo que significa: primero, que cada uno debe vigilar y santificar su propia alma en el mundo y en el lugar que le es propio, sin envidiar el modo ni el lugar de los otros; segundo, que cada uno debe respetar el misterio del alma de su semejante y abstenerse de penetrar en él con una indiscreción desvergonzada y con la intención de utilizarlo para sus propios fines; tercero, que cada uno debe abstenerse, en la vida consigo mismo y en la vida con los otros, de tomarse a sí mismo como fin.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia: Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir. San Juan Crisóstomo ob.
Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza.
¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio ellos? Y, allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad, ¿no estará presente el Señor? me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estoy con otros todos los días, hasta el fin del mundo. 

Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, o lo que tú quieres que haga». Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también. 

Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo. 

Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro. +

Busca dentro de ti la solución,

de todos los problemas,

incluso de aquellos que creas

más exteriores y materiales.

Aún para abrirte camino en la selva virgen,

aún para levantar un muro,

aún para tender un puente,

haz de buscar antes, en ti, el secreto

Dentro de ti están tendidos

ya todos los puentes

Todas las arquitecturas

están ya levantadas en tu interior.

Pregunta al arquitecto escondido;

él te dará sus fórmulas

y sabrás lo esencial de todos los problemas

y se te dará la más sólida de todas las herramientas.

Y acertarás constantemente,

pues dentro de ti llevas la luz misteriosa

de todos los secretos.

Amado Nervo

Copyright © Reflexiones Católicas.

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