Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

7 de octubre de 2010

Lecturas del día 07-10-2010

7 de Octubre 2010. JUEVES DE LA XXVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. FERIA MAYOR (Ciclo C) 3ª semana del Salterio. AÑO SANTO COMPOSTELANO. MES DEDICADO A LAS MISIONES. NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DEL ROSARIO. Memoria obligatoria. SS. Justina vg mr, Martín Cid ab, Marcelo mr.


LITURGIA DE LA PALABRA.

Gá 3,1-5. ¿Recibisteis el Espíritu por observar la Ley o por haber respondido a la fe?.
Salmo Interleccional: Lc 1,69.70.71-72.73-75. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
Santo Evangelio Lc 11,5-13. Pedid y se os dará.

PRIMERA LECTURA
Gá 3,1-5.
¿Recibisteis el Espíritu por observar la Ley o por haber respondido a la fe.
"Consolad, consolad a mi pueblo -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados."

Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca del Señor-." Dice una voz: "Grita." Respondo: "¿Qué debo gritar?" "Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre."

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: "Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres."

Palabra de Dios.

Salmo Interleccional: Lc 1,69.70.71-72.73-75
R/ Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria. R.

Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Decid a los pueblos: "El Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente." R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, R.

delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R.


SANTO EVANGELIO:
Lc 11, 5-13
Pedid y se os dará 


En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos:
-«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle:
"Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle."
Y, desde dentro, el otro le responde:
"No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos."
Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿0 si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿0 si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? »
Palabra del Señor.

Palabra de Dios.

Comentario de la Primera lectura: Gálatas 3,1-5, Dios salva al hombre no por cumplir la ley, sino a través de la fe. 
Para comprender la invectiva de Pablo, tan airado con los gálatas, es preciso recordar que este padre y maestro de su fe vive para comunicar su convicción fundamental: «Sabemos, sin embargo, que Dios salva al hombre no por el cumplimiento de la Ley, sino a través de la fe en Jesucristo. Así que nosotros hemos creído en Cristo Jesús para alcanzar la salvación por medio de esa fe en Cristo y no por el cumplimiento de la Ley. En efecto, por el cumplimiento de la Ley ningún hombre alcanzará la salvación» (2,16). Pablo interpela a los gálatas para que reflexionen sobre su insensatez: la de volver a ser deudores de la Ley como si no hubieran conocido «a Jesucristo clavado en una cruz» (3,1), fuente única de la salvación. Pablo sabe que es posible vivir en este mundo, que es posible vivir en la carne (o sea, plenamente encarnados en la propia realidad física, psíquica y socio- cultural), aunque viviendo al mismo tiempo «creyendo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (2,20). Y el horizonte cambia por completo. Es como pasar de una cámara en la que estamos obligados a accionar una manivela para poder respirar a un lugar abierto inundado por el sol y por el vivificante aire del mar.

Precisamente por eso el Dios que concede el Espíritu y obra maravillas (cf. 3,5) también entre los gálatas obra en orden a un creer que se vuelve operativo, a continuación, en la caridad, aunque nunca en virtud de un voluntarista «justificarse» por las obras prescritas por la Ley. Está claro que el hecho de que los gálatas crean en Cristo y en su Evangelio, anunciado por Pablo, no significa que deban omitir el cumplimiento de los mandamientos de la Ley (no robar, no levantar falso testimonio, no atentar contra nuestra propia vida ni contra la de los otros, etc.). Creer significa —como dice Pablo— ser crucificados en nuestra propia parte egoísta hasta poder decir: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (2,20). Es evidente, por tanto, que, en virtud de él y con él, no sólo omitiremos hacer el mal, sino que intentaremos, con el amor del Espíritu, realizar todo el bien posible.

Comentario del Salmo interleccional: Lc 1,69.70.71-72.73-75. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente: Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida. Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

“Benedictus.” Bendito sea el Señor

Este fragmento del evangelio de san Lucas, nos presenta a Zacarías, padre de Juan Bautista “lleno del Espíritu Santo,” y con palabras dichas “Proféticamente”, es decir, Zacarías habla inspirado y movido por la acción divina. Zacarías, es iluminado proféticamente y con la luz del Espíritu de Dios descubre la realidad, escondida en su hijo, esto le mueve a alabar a Dios, por la proximidad de la venida del Mesías, el que viene a libertar a los hijos de Dios.

En la primera parte, se nos habla que la obra de la redención ya esta comenzada. Dice “Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo”. Zacarías expresa que en esta oportunidad Dios le ha dado una gran visita a su pueblo, y que esta visita de bendición, ha traído liberación. Estas obras de redención habían sido prometidas a Abraham y alcanzaban todo el pueblo de Israel. Para ello levantó el gran poder salvador en la casa de David. Aquí evoca la promesa hecha por los profetas a través de toda la historia previa de Israel, con su promesa a Abraham, Isaac, Jacob, las que se concretan en la casa de David. Es decir, con este “poder,” el Mesías levantado en la casa de David, se cumple la promesa hecha por Dios a Abraham y su “alianza” (Gen 12:3).

Con esta obra mesiánica los salvará de los “enemigos” y del poder de los que aborrecen a Israel. Se piensa en los romanos y en la dinastía herodiana, que quitaba la libertad teocrática a Israel, lo cual era, conforme a la ley, castigo (2 Sam 7:14). Por eso buscan esta “liberación” por obra del Mesías, para poder más libremente “servir” a Dios en “santidad” , es decir con disposición interior del alma, y “justicia” es decir, con el cumplimiento de los preceptos legales, esto siempre: “todos nuestros días.”

En consecuencia, en este relato hecho con elementos tradicionales, se está enseñando la acción de “redención” espiritual del Mesías. El liberará, conforme a las promesas bíblicas, del castigo enemigo, por el poder del Mesías: siempre por él y en función de él, como por él aún a siglos de distancia, las catástrofes de Israel, tenían que ser episodios. Entonces Israel será santo y libre, y podrá servir en plenitud a su Dios. Pero en esta formulación se está cantando, en su fondo, la providencia espiritual de esta obra mesiánica: liberación de castigos, por liberación espiritual de pecado y enemigos, según los planes de Dios hecha por el Mesías.

En la segunda parte de este fragmento, no habla que su hijo será el Precursor del Mesías. Zacarías, dirigiendo el pensamiento a su hijo, le anuncia lo que va a ser, conforme el ángel le dijo en el templo. “Será llamado,” con el que se indica lo que se es y el reconocimiento en que todos le tendrán, “profeta del Altísimo.” Juan Bautista tan “profeta” fue del Altísimo, (nombre con que los gentiles conocían al Dios de Israel), que lo presentará a Israel. Por eso, “irás delante del Señor.” Es la alusión ambiental a Malaquías. Este pasaje, puesto en función del, hace ver que el evangelista presenta a Cristo como Dios.

La misión de Juan Bautista era “preparar” la venida del Mesías, logrando un pueblo “dispuesto” a recibirle. Esto es lo que dirá en su predicación en el desierto: “convertíos” .Por eso, su misión es enseñar la “ciencia de la salud” a su pueblo, para “la remisión de sus pecados.” Es la preparación espiritual del pueblo para recibir al Mesías en su mesianismo espiritual.

Todo ello es obra de la “misericordia” de Dios. Del cielo nos visitará: el Mesías viene del cielo y su misión es “iluminar” con la luz de la verdad a los que “están sentados en tinieblas y sombras de muerte” (Is 9:2). A su luz se podrá caminar verdaderamente “por el camino de la paz.”

Juan Bautista, se preparó para cumplir su misión. Pasando varios años en una vida austera de penitencia y soledad. Así es, como con el recogimiento y la oración, como en el ejercicio de la penitencia es donde podemos encontrarnos con Dios, allí es donde podemos decir, que hayamos la eficiencia de nuestro apostolado. Porque el apostolado se prepara con la lectura de la Palabra de Dios, con la meditación de su contenido, con la reflexión y luego, se acompaña de la oración y el sacrificio por las cosas de Dios.

Comentario del Santo Evangelio: Lc 11, 5-13. La oración petición nuestra a Dios.
Nuestra oración es ciertamente petición, pero nada tiene que ver con un regateo mercantil, o con una victoria que alcanzar. En ella pedimos, invocamos: es decir, apelamos a una realidad reconocida y -¿me atreveré a decirlo?- a un derecho. "Acuérdate, Dios Padre, de lo que has realizado por tu Hijo amado". Esa es la razón profunda de nuestra audacia y de nuestra temeridad: nos atrevemos a "asediar" a Dios, ya que no hacemos más que enfrentarlo -una vez más me atrevo a decirlo- con su responsabilidad. Dios ha caído en la trampa que El mismo se ha fabricado: nos atrevemos a correr el riesgo de pedirle algo, precisamente porque El mismo ha establecido con nosotros vínculos de familiaridad.

"Juntos, nos atrevemos a decir": ésta es la invitación que propone el misal antes del Padrenuestro. Nuestra audacia no es la insolencia de unos hijos mal educados, sino la prerrogativa de unos hijos que pueden permitírselo todo, porque "son de casa". Nuestra oración puede hacerse insistente, porque Dios mismo nos da la seguridad del corazón renovado por el Espíritu.

-Si uno de vosotros tiene un amigo...

"¿Sabéis qué es la amistad? ¿Sabéis qué es tener un amigo?" La enseñanza de Jesús es a menudo interrogativa...

-... que llega a mitad de la noche para pedirle: "Préstame tres panes".

Es concreto. Sencillo. Jesús acaba de aconsejarnos "pedir a Dios el pan nuestro de cada día", el necesario.

-... un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y si, desde dentro, el otro le responde: "¡Déjame en paz! la puerta está cerrada; los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a darte el pan".

Escena viva. El visitante llegó tarde; aprovechó el fresco de la noche para viajar; hace calor en Palestina. Las viviendas de entonces, en el país de Jesús, constaban de una sola pieza; eran casas sencillas para gente sencilla. Todo el mundo duerme en el suelo, sobre una alfombra o una estera. Levantarse supone molestias para todos ¡y es complicado!

Dejadnos en paz.

-Yo os digo: que acabará por levantarse y darle lo que necesita, si no por ser amigos, al menos para librarse de su importunidad.

El amigo no ha cedido por amistad, sino para que le deje en paz, como el juez del que hablará Jesús más tarde. (Lucas 18, 4-5) Eso no significa que Dios sea así, que ceda por cansancio: pero esta conducta pone de relieve "con mayor razón" la actitud del Padre que es bueno. "Si pues vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas... cuanto más vuestro Padre del cielo..."

-Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá.

Jesús afirma solemnemente que ¡Dios atiende la oración! Lo repite incansablemente y de diferentes modos.

-El que pide recibe. El que busca encuentra. Al que llama le abren.

Hay que ir a Dios como pobre en la necesidad. La plegaria es ante todo una confesión de la propia indigencia: Señor, yo a eso no alcanzo... Señor, ando buscando... Señor, no comprendo... Señor, te necesito...

-¿Qué padre, si su hijo le pide pescado, le ofrecerá una culebra? y si le pide un huevo ¿le dará un alacrán? Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos...

Sería impensable que una madre no reaccionara así. Siguiendo la invitación de Jesús, voy a contemplar detenidamente el amor del corazón de las madres y de los padres de la tierra: tantas "cosas buenas" son "dadas" cada día, por millones de padres y madres, bajo el cielo de todo el orbe de la tierra.

EI calificativo "malos" no parece ser usado aquí para subrayar la corrupción del hombre, sino para valorar, a fortiori, la "bondad" de Aquel que da tantas "cosas buenas" a sus hijos.

-¡Cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden! Mateo solamente hablaba de "cosas buenas" (Mateo 7, 11) Lucas se atreve a hablar del "don del Espíritu", que es para él, el don por excelencia, ese don maravilloso del cual tanto hablará en su libro Hechos de los Apóstoles (53 citas). La mejor respuesta a nuestras oraciones, es recibir todo un Espíritu Santo.

¡Ah, no! Dios no se mofa de nosotros. ¡Nos da, nada menos que su propio Espíritu! El que pide, recibe. Pedid y recibiréis.

Comentario del Santo Evangelio: Lucas 11,5-13, para nuestros Mayores. El Padrenuestro, oración por excelencia de cristiano.
No es casualidad que Lucas inserte esta reflexión de Jesús sobre la oración inmediatamente después del Padre nuestro, la oración por excelencia del cristiano. En efecto, ahora se trata de aprender cuál debe ser la actitud interior del que se dirige a un Dios que es Padre y profundamente amigo del hombre. La enseñanza está coloreada con dos pequeñas, aunque vivaces, parábolas: la primera es la del que va a media noche a casa de un amigo. La petición a esa hora, en condiciones incómodas para quien debe abrir la puerta de su casa, no puede ser atendida de inmediato. El acento del relato está puesto en la insistencia de quien sabe que llama al corazón (más que a la puerta) de un gran amigo con confianza, con la certeza confiada de obtener. El mensaje está aquí.

La segunda parábola profundiza en la categoría de la paternidad usando vivas imágenes de contraste: pan/piedra, pez/serpiente, huevo/escorpión. El pez, como el pan, es símbolo de Cristo; la serpiente evoca a la serpiente de Gn 3, el enemigo por excelencia del hombre. El huevo es símbolo de la vida; el escorpión, que lleva el veneno en la cola, evoca la muerte. La serie de verbos, fuertemente correlacionados entre sí, que aparecen después de la primera parábola —“Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán”— quiere persuadirnos a fondo de que la oración nunca es una pérdida de tiempo ni un desafío a un dios lejano y sordo. La oración tiene siempre una respuesta positiva. Con todo, debe ser perseverante (cf. Lc 18,1).

La pregunta de Jesús que aparece después de la segunda parábola supone una interpelación a nuestra sensibilidad más profunda. Sabemos que no somos buenos por naturaleza; sin embargo, el vínculo de la paternidad es tal que un padre, por el hecho de serlo, no puede más que dar cosas buenas y positivas a su hijo. ¡Ojo! Lo más positivo, el bien por excelencia, es el don de los dones: el Espíritu Santo, que se concede siempre a quien ora. Eso es lo que dice Lucas, a diferencia de Mateo, que habla, en cambio, de «cosas buenas» (Mt 7,11). Aunque la oración parezca no tener respuesta según nuestra lógica, siempre excesivamente «terrena», en realidad siempre es escuchada. Y el hecho de que Dios dé su Santo Espíritu a quien ora significa que el don incluye todo verdadero bien en orden a la salvación.

Un exasperado antropocentrismo y un secularismo que gesticula sin resultado alguno dentro de un afanoso «traficar» exclusivamente humano marcan en nuestros días un ambiente sociocultural en el que faltan puntos de referencia y los ejes estructurales del pensamiento y de la acción. Pablo la emprendería también con nosotros cuando, según las imposiciones de los medios de comunicación en que estamos sumergidos, creemos salvarnos a fuerza de correr para hacer esto o lo otro, proyectando y verificando por nosotros mismos, ciegos seguidores con excesiva frecuencia de un mundo avanzado en la ciencia, pero no iluminado, penetrado y sostenido por el Espíritu del Señor y por sus tiempos de oración.

Sin embargo, es posible —y urgente— renovar ahora este rancio y pernicioso abdicar de la autenticidad del propio Evangelio dilatando el corazón a una fe que sea un confiado y confidente gritar a Dios. Lo que nos hace falta para vivir esa novedad de vida, que se juega toda ella en el «no» a las perspectivas del egoísmo y en el «sí» a la verdadera expansión de nuestro «sí», que es el compromiso de amar, sólo lo obtendremos si nos mostramos decididos y serios a la hora de tener tiempos precisos de oración. Querer ser realistas y concretos constituye precisamente la aportación de lo que predica también, hoy, el mundo del materialismo más asfixiante. La realidad es creer que, si busco junto a Dios, encontraré ciertamente; si le pido a él, que es Padre, obtendré; si llamo a la puerta de su corazón, me abrirá y entraré en las perspectivas de su Espíritu, que consisten en creer de verdad que «él nos amó primero» (1 Jn 4,19), que me salvó con independencia de mi santidad y de mis fallos.

Cultivar la fe porque solamente de ella procede la salvación (cf. Gal 2,16), orando siempre, sin cansarse nunca (Lc 18,1), es encontrar los ejes reales y concretos para innovar el hoy en Cristo y prever un mañana de autenticidad cristiana.

Comentario del Santo Evangelio: Lucas 11,5-13, de Joven para Joven. El amigo inoportuno.
“Siempre me escuchas” El final del capítulo 10 y el comienzo del 11 del evangelio de Lucas constituyen un pequeño catecismo sobre la oración. En el episodio de las dos hermanas de Betania, Jesús habla de la oración como escucha de su palabra, simbolizada en María; a continuación el evangelista ofrece el padrenuestro; reproduce después la parábola del amigo importunado y finalmente presenta unas observaciones sobre la confianza que hay que tener en la oración (Lc 11,9-1 3). Todo el conjunto ofrece una gran unidad y constituye un comentario de la petición: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Lc 11,3).

Este pasaje ha de llenarnos de gozo. Nos da la absoluta confianza de que el Padre y Jesús nos escuchan indefectiblemente. No es poco. Con frecuencia, cuando alguien pide audiencia a personas influyentes, ni siquiera la conceden; y si la comunicación es por carta, es muy posible que ni siquiera se la entreguen. Si llegan a contestar, generalmente no son ellas, sino su secretario/a. Jesús nos garantiza, y empeña su palabra divina, de que el Padre nos escucha; podemos decirle como él: “Siempre me escuchas” (Jn 11,42). Como infinito que es, tiene capacidad para escuchar a todos sus hijos aunque le hablen al mismo tiempo. Él no se cansa como los padres de la tierra, a los que la insistencia simultánea de dos hijos ya les aturde.

Nos cuesta comprender esa capacidad infinita de escucha por parte de Dios. Es más: hay que decir que no puede no oírnos. Más todavía: Él mismo es el que nos inspira e impulsa a orar. Esta certeza de que Dios me escucha ha de suponer una gran alegría. Nos escucha siempre, en todo momento y lugar. Nos es tan próximo que nos inhabita (Jn 14,23).

Con las manos llenas. A los hijos de Dios nos ocurre como a los hijos carnales: cuando van a visitar a sus padres nunca vuelven con las manos vacías. Tal vez no reciben lo que pedían, pero a veces reciben dones más valiosos. Por lo menos vuelven con el corazón regocijado de haber estado en su compañía, de saber que les aman y se preocupan de ellos. “¡Qué bien se está aquí, Señor!” (Mt 17,4).

La oración más fecunda es la desinteresada, la “in-útil”, la que es por el otro, la de alabanza, acción de gracias o contrición, aquella que consiste en tomar conciencia de que Dios nos quiere y debemos dejarnos querer por Él. Un himno expresa: “Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave de tu santa puerta”.
La oración, por sí sola, nos abre al Trascendente y nos ayuda a crecer en la fe. Ésta, sin oración, se apaga. Por eso Jesús y los apóstoles insisten: “Es necesario orar siempre y no desfallecer” (Lc 18,1); “orad constantemente, dad gracias en toda circunstancia” (1 Ts 5,17-18). Las oraciones fugaces, distraídas e interesadas poco pueden enriquecer.

El nivel de la fe se mide por la calidad de la oración. Los adultos en la fe gozan de estar en presencia y comunicación con Dios. Los teólogos llaman certeramente a la oración “el oxígeno del espíritu, la respiración del alma”. Los evangelios, sobre todo el de Lucas, presentan a Jesús que pasa largas horas orando (Mt 14,23; Lc 9,18) y a María como gran contemplativa (Lc 2,19.51). Pablo Vila define como “la mujer de la oración constante”. De la comunidad de Jerusalén afirma Lucas: “Eran constantes en las oraciones” (Hch 2,42).

“Os dará el Espíritu Santo” Las quejas son numerosas: “A mí Dios nunca me oye. No me ha concedido nada de lo que le he pedido”. La comunicación con Dios siempre es fecunda. Jesús argumenta desde la propia experiencia de los oyentes: “¿Alguien de vosotros se atrevería a negar un pan a un amigo para socorrerlo cuando ha venido de viaje a las tantas de la noche? ¿Alguien de vosotros le negaría pan, pescado o un huevo a su hijo necesitado? Pues si vosotros, cargados de egoísmo, no lo haríais, cuánto menos Dios, que es el mejor de los padres...”. Y reafirma esto con la parábola del juez inicuo, al que termina por vencer la terquedad de la implorante (Lc 18,1-8).

Entendamos que Jesús no empeña su palabra de que el Padre nos concederá todo lo que le pidamos. Lo sabemos por experiencia. Lo supo Jesús por la suya: es “el Hijo amado” (Mt 17,5); nadie oró mejor que él; pidió “a gritos y con lágrimas” (Hb 5,7): “Padre, si es posible que pase de mí este cáliz” (Lc 22,42), pero el Padre no accedió a su petición; sin embargo, dice la carta a los Hebreos que “fue escuchado” (Hb 5,7). El Padre le envió un ángel consolador, la fuerza del Espíritu (Lc 22,43). Y así se convirtió en causa de salvación eterna para todos.

No sabemos cómo cumplirá Dios nuestras peticiones. Lo que sí sabemos, enteramente garantizado por Jesús, es que nos escucha como un Padre cariñoso y solícito. Y también sabemos con absoluta certeza que “dará el Espíritu Santo al que se lo pida”. Podemos pedirle lo que queramos; si nuestra oración es verdadera, recibiremos siempre un gran regalo: los dones del Espíritu, siempre superiores a cualquier otro don que pidamos.

Como Jesús, hemos de orar para hacer lo que Dios quiere, no para que Dios haga lo que nosotros queremos. Cuando pedimos a Dios, no sabemos si nos lo dará o no; lo que sí sabemos es que nos dará lo que es incomparablemente mejor.

Elevación Espiritual para este día.
Ser como niño ante Dios es reconocer nuestra propia nada y esperarlo todo de él, como un niño que lo espera todo de su padre; es no inquietarse por nada, no querer ganar riquezas. Ser pequeño significa también no atribuirse en absoluto las virtudes que practicamos, creyéndonos capaces de algo, sino reconocer que el buen Dios pone todo este tesoro en las manos de su hijo para que se sirva de él cuando tenga necesidad. Con todo, es siempre un tesoro del buen Dios.

Por último, no hay que desanimarse en absoluto por nuestras propias culpas, porque los niños caen a menudo, pero son excesivamente pequeños para hacerse demasiado mal.

Reflexión Espiritual para el día.
«“Quién es el más importante en el Reino de los Cielos” Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos”». ¿Quién podrá ayudarnos a hacernos de nuevo niños, a no ser María, la madre de Dios y madre de los hombres? Ante nuestra madre, nos hacemos o más bien seguimos siendo pequeños. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre... y ¡unto a ella el discípulo a quien tanto amaba, dijo a su madre: “Mujer ahí tienes a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. ¿Acaso no fue gracias a esta proximidad de María que Juan pudiera conservar hasta la vejez extrema un ánimo de niño tejido de ternura y de confianza en medio de las crisis de la Iglesia naciente?

Cristo sabe bien lo que hay en el hombre. Sabe que María es el camino más seguro para entrar en el Reino: la puerta secreta que se descubre cuando, aparentemente, ya no hay salida. Este hombre que se enarbola ante Dios y sus mandamientos, se suaviza ante María y su pureza, y después, casi sin saberlo, confiándose a ella, capitulo ante Dios. Se ha sentido tocado en un punto neurálgico que despierta toda su infancia, un punto nostálgico que suscita un deseo inconfesado de vuelta a la infancia.

María, rincón de la infancia adonde le gusta retirarse al hombre envejecido por el pecado. María, jardín cerrado donde se esconde, para pedir perdón, el hombre que se mostraba jactancioso ante los otros. ¡Qué admirable juego del amor de Dios, que, para no asustar, esconde su justicia detrás de la ternura de su Madre!

Cuando el orgullo o la vergüenza hacen casi imposible cada llamada a Dios, queda una oración al alcance del pecador más desesperado. Es la oración a la Señora, que Péguy llamaba con tanta justicia “la oración de reserva”, el avemaría: todo hombre lo puede susurrar cuando ya no se siente capaz de decir el padrenuestro. De este modo, estamos seguros de oír a María que nos entrega a su Hijo: «Jesús, aquí tienes a tu hermano, porque también soy su madre»

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia: «Vosotros habéis recibido el Espíritu Santo: ¿Ha sido porque habéis practicado las obras de la Ley, o bien porque habéis escuchado la llamada de la Fe?»

Pablo no se opuso a Pedro, el primer Papa, por prurito adolescente de contradecir la autoridad... sino porque ¡afectaba a la Fe! El criterio es «seguir la verdad del Evangelio».

Pedro acepta la voz ruda y fraterna de aquel que le recuerda la común sumisión de ambos a un evangelio que no es propiedad exclusiva de ninguno de ellos: « ¿Cómo puedo obligar a los paganos a hacerse judíos?»... pues si resulta que lo que salva a los hombres es la observancia de la Ley, entonces ¡la cruz de Cristo ha sido inútil!

-Gálatas insensatos, ¿quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?

El reproche es tajante: « ¡hombres insensatos, necios!» El ejemplo de Pedro resultó contagioso y algunos gálatas rehusaron, a su vez, comer con los cristianos, venidos del paganismo. Es grave, dice Pablo, es no haber entendido nada de la Cruz, ¡única tabla de salvación!

No, la circuncisión no aporta nada respecto a la salvación, es una costumbre que puede tener su valor cultural, es una señal perteneciente a un grupo, a una raza, a una tradición, pero no es esto lo que cuenta.

Para salvarse ¡hay que mirar a Jesucristo "crucificado"! Señor, concédenos esta gracia... la de contemplar en profundidad tu Cruz... y de penetrar el misterio que en ella se revela... Señor, danos una libertad total respecto a todas las costumbres, incluso las más venerables para que sepamos valorar lo «esencial» de la Fe, aceptando de todo corazón que otros cristianos tengan otras costumbres y otros gustos distintos a los nuestros.

-Os hago una sola pregunta: «Vosotros habéis recibido el Espíritu Santo: ¿Ha sido porque habéis practicado las obras de la Ley, o bien porque habéis escuchado la llamada de la Fe?»

Pedro, sin duda, no había considerado las consecuencias de su actitud «temerosa»... pero contagiosa a causa precisamente de su autoridad. Pablo estima que debe decirle muy alto a la cara su convicción esencial: el Evangelio no tolera acomodamientos diplomáticos... « ¿Es la Ley o es la Fe?» Decimos que es un dilema radical: «o bien esto... o bien aquello...»
Tenemos aquí el resumen mismo del evangelio de san Pablo, que se desarrollará de manera teológica en la Epístola a los Romanos. He ahí como podría expresarse: «Nosotros, los judíos, hemos sido objeto de una elección particular de Dios. Pero no es un privilegio. Para nosotros, como para los gentiles, el único medio de llegar a ser «justos» y de librarnos de nuevos pecados, es la fe en Cristo, y no la observancia de la Ley de Moisés.»

Nuestro cristianismo, no lo diremos nunca bastante, no es una moral, ni una ideología... es una persona, es «alguien».

El rigor de las fórmulas y de las definiciones doctrinales es necesario... el esforzarse para una vida moral y responsable según la propia conciencia es necesario...

Pero lo esencial es la «llamada de la Fe»: una llamada... un caminar hacia Cristo... la respuesta a esta llamada personal... el encuentro de Aquel que nos llama...

-El que os otorga el «don» del Espíritu, no obra así porque habéis practicado las «obras de la Ley», sino porque habéis escuchado «la llamada de la Fe».

Dios no salva al hombre en razón del mérito -porque ¡no tenga nada que reprocharse!-... sino por puro amor, por «donación». Hay que aceptar ser amado: Gracias, Señor.+

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