LITURGIA DE LA PALABRA.
Hch 12,24-13,5: “Apártenme a Bernabé y a Saulo”
Sal 66:: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Jn 12,44-50: “Yo he venido al mundo como luz”
Estos versículos que cierran el capítulo 12 del evangelio de Juan son una bella síntesis de todo su contenido. Creer en Jesús es creer en el Padre. Jesús se declara como Luz del mundo; y queda claro que la finalidad de la Encarnación no es juicio y condenación, sino salvación y vida plena. A manera de epílogo, Jesús declara la fidelidad de su palabra a la Palabra del Padre. Queda abierta la puerta para que el creyente acepte o rechace la oferta salvífica del Padre por medio de su Hijo. Ahí radica el juicio y condenación. Dios no condena; siempre ofrece salvación y amor. Los seres humanos estamos en plena libertad para aceptar o rechazar este maravilloso ofrecimiento. Es indudable que la aceptación de la oferta salvífica tiene consecuencias y genera compromisos. La salvación es gratuita, pero no barata; por más que parezca paradojal. Una vez que alguien se ha decidido por Jesús, hay que aceptar con libertad y gozo todas las implicaciones que ello implica: éticas, sociales, políticas, religiosas... Abrirse a la luz produce deslumbramiento, pero en forma progresiva se va asimilando el torrente luminoso. Aceptar a Jesús, Luz del mundo, es dejarse penetrar por sus rayos vitalizadores y, al mismo tiempo, convertirse en luz para los demás
REFLEXIÓN DE LA PRIMERA LECTURA: HECHOS DE LOS APÓSTOLES 12, 24-13, 5 APARTADME A BERNABÉ Y A SAULO.
-En esa época, en la Iglesia fundada en Antioquia, había profetas y
doctores. Desde un principio, las comunidades cristianas están estructuradas.
Hay «cargos» y responsabilidades diferentes, determinados sin duda por
competencias humanas diferentes, y por vocaciones del Espíritu Santo
diversificadas.
Los profetas eran cristianos especialmente capaces de discernir la voluntad de
Dios en los acontecimientos concretos de la vida humana y de la historia.
¡Ayúdanos, Señor, a saber leer los signos de tu Palabra, en los signos de los
tiempos! Tú nos hablas a través de lo que va sucediendo. Pensando en un
acontecimiento que acaba de producirse o que está a punto de ocurrir, trato
humildemente de descubrir lo que Tú, Señor, quieres decir al mundo...
Los doctores eran cristianos especialmente capaces de discernir la voluntad de
Dios en las Escrituras, comentando el antiguo Testamento y el Nuevo, que se
estaba elaborando entonces. Ayúdanos, Señor, a comprender inteligentemente lo
que quieres decirnos a través de las palabras de tu evangelio y de los demás
textos sagrados.
-Un día, mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el
Espíritu Santo...
Imagino a esos hombres y mujeres, reunidos en casa de uno de ellos, en
Antioquía. En aquella época no había lugares oficiales de culto. "Celebran
el culto del Señor". Sabemos que su reunión constaba de dos partes:
primero una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas de textos sagrados y
salmos cantados... luego una liturgia de la eucaristía que terminaba con la
comunión... Reconocemos, en esos ritos, el plan de nuestra misa actual.
Pero la cita añade ¡«y ayunando»! El «ayuno» es decir «la libre privación de
alimento» es un gesto de todas las religiones -Judaísmo, Islamismo, Hinduísmo,
Fetichismo, etc...- Los primeros cristianos también hacían regularmente ese
gesto, signo de sacrificio y penitencia por sus pecados. Un día, durante esa
«celebración» -de culto y ayuno- el Espíritu Santo les dijo... sorprende ver el
papel importante del Espíritu Santo en los «Hechos de los Apóstoles». Se diría
que no hay más que un "actor" que anima a los cristianos y a los
apóstoles. Esa comunidad cristiana no es una agrupación ordinaria. Es un grupo
consciente de poseer en su seno al Señor Jesucristo, vivo, resucitado,
glorificado, actuando y animando a su comunidad, la Iglesia, por el poder de su
Espíritu. Son hombres, ciertamente semejantes a todos los demás, con los que se
codean por las calles de Antioquía. Pero, esos hombres son portadores de Dios,
están a la escucha de Dios y movidos por El. Son hombres conscientes de que
¡«el Espíritu Santo les habla»! y les pide que hagan ciertas cosas.
-«Separadme ya a Bernabé y a Pablo para la obra a la que los he llamado».
Es el inicio de la gran «misión» de san Pablo, de la que saldrá la
evangelización de toda la cuenca del Mediterráneo: Chipre, Salamina, Grecia, el
Imperio Romano... El Espíritu Santo está en el origen de todo esfuerzo
misionero.
-Después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos...
Es también la Iglesia la que envía a misión. La «comunidad» acepta la
responsabilidad de aquellos a los que envía, «se sacrifica y ora» por ellos...
les da un «signo» -sacramento- que se halla en el origen de la ordenación de
los obispos y de los sacerdotes HOY: la imposición de las manos. ¿Es misionera
la comunidad a la cual pertenezco? ¿Sostiene, por la oración y el esfuerzo, a
los que ha enviado a ponerse «en contacto con los paganos»?
-Enviados por el Espíritu Santo... anunciaban la Palabra de Dios.
El concilio Vaticano II, ha repetido que hoy todo cristiano, -sacerdote, laico,
o religioso- debe ser «misionero».
Ayúdame, Señor, a ver de qué modo «soy enviado» yo también. Y de cómo, yo
también, he de «anunciar la Palabra de Dios».
2. /Hch/13/01-14a
Comienza el primero de los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que llevará
al Apóstol a evangelizar primero la isla de Chipre y después algunas regiones
del sur de Asia Menor: Panfilia, Pisidia y Licaonia. Todo ocurrió entre los
años 44 Y 49. Un «sumario» (12,24) destaca la paz y libertad para expansionarse
que volvía a tener la Iglesia después de la muerte de Agripa, acaso como efecto
indirecto de las luchas entre judíos y procuradores. Con la vuelta de Bernabé y
de Saulo a Antioquía, tras el viaje de las colectas, tenemos ya en este centro
de irradiación misionera a los protagonistas de la gesta que está a punto de
comenzar. Los vv 1-3 nos hablan de su elección para la misión a los gentiles.
Primera etapa del viaje será la evangelización de la isla de Chipre (4-12),
adonde llegan desde Antioquía y Seleucia. Sólo se mencionan sus trabajos en
Salamina y Pafos, con el doble episodio del mago Bar Jesús y la conversión del
procónsul Sergio Pablo. Toda la misión sería facilitada por las numerosas
colonias judías, establecidas en la isla desde los tiempos de Herodes el
Grande. Después de pasar a Asia, cuando Pablo y Bernabé se disponen a marchar
hacia Antioquía de Pisidia para comenzar un nuevo campo de trabajo, Juan Marcos
los abandona y vuelve a Jerusalén ( 13-14)
Aunque ya iniciada antes (10,1 a 11,20-26), es la comunidad de Antioquía la que
se convierte en el centro propulsor de la misión entre los gentiles durante la
época apostólica.
Allí se vive una activa comunión con la Iglesia madre de Jerusalén, pero se
trabaja con autonomía y capacidad de iniciativa. El paso a los gentiles fue un
acto de obediencia al Espíritu Santo (13,2), que encontraría, sin embargo,
antenas más sensibles en esta diáspora que en la patria judía. Siempre hay
algunos carismas de Iglesia que germinan mejor en áreas fronterizas y que un
centralismo absorbente podría ahogar. Los escritos de Lucas siempre permanecen
atentos a los «predicadores del mensaje» (Lc 1,2) a los ministerios. En la
Iglesia de Antioquía, donde el vocabulario y los modelos ministeriales todavía
estarían muy lejos de las formas que cristalizarían más tarde, los jefes de la
comunidad se llaman "profetas y doctores", símbolo de la prioridad
dada a la tarea evangelizadora en un mundo pagano. ¿No habría de ser así hoy?
Por lo que hace a la imposición de manos (13,3), en este caso parece poco
adecuado pensar en una especie de consagración episcopal. Aun inspirándose
acaso en el gesto de las comunidades judías que enviaban delegados (el shaluah)
a la diáspora, les impondrían las manos para «encomendarlos al favor de Dios
para la misión» que iban a cumplir (14,26).
REFLEXIÓN SALMO 66 OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLOS, QUE TODOS
LOS PUEBLOS TE ALABEN.
Este salmo es una mezcla de diversos tipos: súplica colectiva (2- 3), himno de
alabanza (4 y acción de gracias colectiva (5.7-8). Nosotros lo consideraremos
como un salmo de acción de gracias colectiva. El pueblo da gracias a Dios
después de la fiesta de la Recolección, y toma conciencia de que él es el Señor
del mundo.
El estribillo, que se repite en los versículos 4 y 6, divide el salmo en tres
partes: 2-3; 5; 7-8. La primera (2-3) es una súplica. El pueblo le pide a Dios
que tenga piedad y lo bendiga, exponiendo el motivo de esta petición, a saber,
que se conozcan en la tierra los caminos de Dios y que todas las naciones
tengan noticia de su salvación. La expresión «iluminar el rostro sobre alguien»
significa mostrar benevolencia, mostrarse favorable. Tal vez tenga que ver con
los instrumentos que empleaban los sacerdotes para echar las suertes. Si
quedaba a la vista el lado pulido de la chapa o la moneda, entonces Dios
estaría haciendo brillar su rostro, es decir sería propicio. Aquí aparecen ya
algunos de los términos más importantes de todo el salmo: Señor (Dios),
bendición, naciones, tierra (las otras son: mundo, juzgar, gobernar).
El estribillo (4.6) formula un deseo de alcance universal: que toda la
humanidad (los pueblos) alaben al Dios de Israel.
La segunda parte (5) presenta el tema central: Dios juzga al mundo con
justicia, juzga a los pueblos con rectitud y gobierna las naciones de la
tierra.
En la tercera parte (7-8) se muestra uno de los resultados de la bendición de
Dios: la tierra ha dado su fruto. Y también se expresa un deseo: que esa
bendición continúe y llegue a todo el mundo, que temerá a Dios (8).
Este salmo está muy bien estructurado: un estribillo, repetido en dos
ocasiones, y dos partes que se corresponden muy bien entre sí. De hecho, si
comparamos la primera parte (2-3) con la última (7-8), podemos darnos cuenta de
que tienen elementos en común: Dios, la tierra (3 y 8b) y el tema de la
bendición (2ª y 7b). La segunda parte (5) no se corresponde con las otras dos.
Tenemos, pues, el siguiente cuadro: en el centro, como eje o motor del salmo,
la segunda parte (5). Por delante y por detrás, el estribillo (4.6). En los
extremos, la primera parte (2-3) y la tercera (7-8). Lo que podemos interpretar
del siguiente modo: Dios juzga al mundo y a los pueblos con justicia y con
rectitud, y gobierna a las nociones de la tierra (5); por eso lo alaban todos
los pueblos (4.6); Dios ilumina con su rostro (su rostro brilla) (2), los
caminos son conocidos (3) y su bendición se traduce en que la tierra produce
frutos abundantes (7).
Cuando nos encontramos con una estructura semejante, tenemos que acudir al eje
central para encontrar el sentido del salmo. Se trata de un movimiento desde
dentro hacia fuera.
Este salmo pone de manifiesto las conquistas que fue realizando el pueblo de
Dios a lo largo de su caminar. En un primer momento, se creía que existían
muchos dioses, uno o más por cada pueblo o nación. Con el paso del tiempo, sin
embargo, Israel fue tomando conciencia de que, en realidad, existe un solo
Dios, Señor de todo y de todos, y así lo enseñó a otros pueblos. El Señor no es
sólo el Dios de Israel, sino el Dios de toda la humanidad. Israel tuvo que
llegar al convencimiento de ello para poder enseñárselo a los demás pueblos.
Por eso, en este salmo, se habla tanto de «naciones», «pueblos», «mundo» y
«tierra». Se había superado —o se estaba en proceso de superación— un conflicto
«religioso» o «teológico». No existen muchos dioses. Sólo hay uno y no puede
ser exclusivo de Israel. Todos los pueblos y naciones están invitados a aclamar
a este Dios.
El contexto en el que se sitúa este salmo es el de la fiesta de la Recolección
(7). El pueblo acaba de cosechar el cereal y, por eso, acude al templo para dar
gracias. De ahí que este salmo sea una acción de gracias colectiva. Una cosecha
abundante es signo de la bendición divina, una bendición que engendra vida para
el pueblo. Así, Israel confiesa que su Dios está vinculado a la tierra y a la
vida, convirtiendo la tierra en el seno donde brota la vida. Pero, por causa de
la tierra, Israel se preguntaba: ¿Acaso Dios, Señor de la vida y de la tierra,
es Dios solamente para nosotros? ¿No será también el Dios de todos los pueblos?
De este modo, surge el tema central del salmo (5). Dios juzga al mundo con
justicia, juzga a los pueblos con rectitud y gobierna las naciones de la
tierra. Es el señor de todo el mundo y de todos los pueblos. Así, la justicia
se irá implantando en todas las relaciones internacionales, de modo que todos
los pueblos puedan disfrutar de las bendiciones de Dios que, en este salmo, se
traducen en una cosecha abundante.
Partiendo de la recolección de los frutos de la tierra, este salmo llega a la
conclusión de que Dios es Señor de todos los pueblos y de todas las naciones, y
que Dios reparte sus bendiciones entre todos. Este salmo está muy lejos de la
mentalidad imperialista que, en nombre de Dios, pretende que todo el mundo se
someta a una nación determinada. El es el único que gobierna la tierra, el
único capaz de juzgar al mundo y a los pueblos con justicia y con rectitud (5).
Se trata, una vez más, del Dios de la Alianza, pero esto no es algo exclusivo
de Israel, no se trata de un privilegio suyo. El es el Dios de todos los
pueblos. Los juzga con justicia y rectitud. Todos los pueblos lo aclaman; y el
resultado de ello es la vida que brota de la tierra. En la Biblia, la bendición
es sinónimo de fecundidad. Además de lo dicho, se trata de un Dios
profundamente vinculado a dos realidades: la justicia y la tierra que da su
fruto. La tierra, al producir (para todos), le ha brindado a Israel la
posibilidad de descubrir que Dios es el Señor del mundo y de los pueblos, sin
imperialismos, sin que un pueblo tenga que dominar sobre otros. Todos los
pueblos se encuentran en torno al único Dios, aclamándolo y disfrutando de su
bendición, que toma cuerpo en la fecundidad de la tierra.
En el Nuevo Testamento, además de lo que ya hemos dicho a propósito de otros
salmos de acción de gracias colectiva, puede ser bueno fijarse en cómo Jesús se
relacionó con los que no pertenecían al pueblo de Dios, y cómo ellos creyeron
en Jesús, tratándolo con cariño (por ejemplo, Lc 7,1- Jn 4,1-42).
Hay que rezarlo juntos, soñando con la justicia internacional, con la
fraternidad entre los pueblos, con las conquistas en la lucha por la posesión
de la tierra. Podemos rezarlo cuando queremos dar gracias por el don de la
tierra...
REFLEXIÓN PRIMERA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 12, 44-50 YO HE VENIDO
AL MUNDO COMO LUZ
Es la fiesta de la Dedicación, la que se celebra en Jerusalén durante el
período invernal. Jesús pasea por el pórtico de Salomón por el lado oriental,
que mira al valle del Cedrón. Se le acercan algunos y le plantean una pregunta
sobre su identidad mesiánica (v. 24), una pregunta que tiene la apariencia de
un interés sincero, aunque en realidad es insidiosa y provocativa. Jesús
responde en dos momentos sucesivos: en primer lugar, sobre el mesiazgo (vv.
25-31) y, a continuación, sobre la divinidad (w 32-39).
Estamos ante la magna polémica que enfrentaba a Jesús con sus enemigos. Jesús
ya había presentado antes de varios modos sus propias credenciales de Hijo de
Dios y de enviado del Padre, especialmente a través de sus obras
extraordinarias. Hubieran debido captar su mesiazgo y creer en su misión, pero
todo intento había resultado inútil (vv. 25s). Si muchos no aceptan su
testimonio, la verdadera razón de ello consiste en el hecho de que no
pertenecen a su rebaño. En cambio, quien escucha da pruebas de pertenecer al
nuevo pueblo de Dios (vv. 27s). Juan pone en boca de Jesús tres afirmaciones
que señalan la identidad de las ovejas y sus características con respecto a
Jesús: «Escuchan mi voz», «me siguen» y «no perecerán para siempre».
Los creyentes, que caminan en la verdad y en la luz, tendrán que sufrir, pero
la vida de comunión con Cristo, vencedor de la muerte, les da la seguridad de
la victoria. Su vida es asimismo para siempre comunión con el Padre, cuya mano,
más poderosa que todo, los sostiene y los protege con la donación de su Hijo.
La seguridad plena y definitiva que Jesús y el Padre garantizan a los creyentes
se fundamenta en su profunda unidad y comunión: «El Padre y yo somos uno» (v.
30).
Nosotros pertenecemos a Jesús porque Jesús pertenece al Padre. Somos una sola
cosa con Jesús porque Jesús es una sola cosa con el Padre. Creemos en las obras
de Jesús porque Jesús realiza las obras del Padre. Jesús quiere establecer
conmigo la misma relación que él tiene con el Padre. Por eso escucho su voz,
que es eco de la voluntad del Padre. Por eso le sigo, porque él me conduce al
Padre. Por eso me aferro a él, para no perecer nunca, porque sé que me conduce
al Padre.
Las afirmaciones de Jesús son imponentes, en especial para un judío: dice que
es uno con el Padre, con Dios, con el Altísimo, con el creador del cielo y de
la tierra, con el ser que está por encima de todos los otros seres. Estas y
otras afirmaciones, particularmente numerosas en el evangelio de Juan,
sorprenden, aturden, dejan sin aliento, y así debió de ocurrirles a sus
interlocutores.
También hoy le ocurre lo mismo a quien se queda perplejo frente a tamaña
pretensión o presunción o luz deslumbrante. Pero Juan no atenúa nada, no hace
descuentos; procede sobre la cresta de afirmaciones que dan vértigo, que
requieren valor, pero que también permiten «no perecer para siempre».
Precisamente porque toman su luminosidad de la luz misma de Dios.
REFLEXIÓN SEGUNDA DEL SANTO EVANGELIO: JN 12, 44-50. EL TESTIMONIO DE
LAS OBRAS.
Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. La vida pública y toda la actividad
de Jesús pende de esta pregunta. Toda la historia de Israel es mesiánica, llena
de espera en la gran promesa. Además, en el tiempo de Jesús había una gran
tensión política y social, y en el pueblo crecía cada vez más la idea de que
aquel era el período adecuado para la llegada del Mesías.
Pero, ¿cómo sería el Mesías? ¿Acaso un libertador político, social o nacional?
Jesús es consciente de que antes de declarar- se abiertamente como Mesías tiene
que aclarar el concepto de Mesías, el modo como Dios lo había prometido.
Entonces dice que es Hijo del Padre. Esta es una definición que decepciona a la
gente, que se esperaba otra cosa. Sin embargo, precisamente este es el título
que da sentido al desarrollo de toda la historia mesiánica anterior. Dios ha
elegido como hijos a los hijos de Abrahán, para ser como un padre para el
pueblo de Israel. Parece sólo una metáfora, que, sin embargo, la aparición del
Mesías, verdadero Hijo del Padre, desvela en su sentido profundo. La historia
de Israel se refleja en nuestra vida, También nuestra vida alcanzará su
plenitud cuando comprendamos totalmente que somos hijos del Padre.
Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí. Una
persona prudente desconfía de quien promete grandes cosas sólo de palabra. Para
creer hay que ver los hechos. La gente quiere ver los hechos del Mesías. Los
que esperan en el progreso social se entusiasman cuando Jesús da de comer
milagrosamente a la muchedumbre (Mt 15,3 2-39). Pero se les regaña porque esta
no es la misión del Mesías.
Jesús nunca habla de política ni de una eventual liberación. Sólo dice que El y
el Padre son uno (Jn 10,30) y que sus obras son las del Padre. A menudo,
también nosotros nos vemos llevando a cabo obras que no son nuestras, sino de
otros. Esto sucede de un
modo evidente en los sistemas totalitarios, donde un solo partido concibe y
realiza programas en los que ningún ciudadano tiene derecho a intervenir
libremente. Las obras que se realizan a través del trabajo de los ciudadanos
dan un testimonio exclusivo del partido. ¿Qué diferencia hay entre tal
obediencia y la obediencia a Dios? La primera hace al hombre esclavo, lo
humilla y hace de la persona un simple instrumento. La obediencia a Dios, por
el contrario, es liberadora. Quien hace las obras de Dios se hace más hombre y
al mismo tiempo se hace hijo del Padre.
Mis ovejas escuchan mi voz, y yo les doy la vida eterna. Incluso cuando somos
nosotros los que realizamos las obras, estas obras no son nuestras, no son mi
«yo». El escultor no es la estatua, que puede venderse o cambiar de sitio sin
él. Y, sin embargo, el artista y su obra son inseparables. El es escultor
precisamente porque esculpe la estatua, pintor porque pinta el cuadro, músico
porque compone música, sastre porque cose un vestido. Del mismo modo, el que
realiza la voluntad de Dios, se hace divino. Mediante sus obras, el hombre
consigue proyectarse más allá del tiempo, superar su transcurso. Platón murió
hace más de dos mil años, pero vive todavía en sus escritos, que se traducen,
se publican, se estudian. En sentido metafórico, los grandes filósofos,
artistas, científicos llegan a ser «eternos». El que hace la voluntad de Dios,
se convierte en hijo de Dios y eterno en el pleno y verdadero sentido de la
palabra: tiene la vida eterna porque se hace uno con la obra de Cristo, eterno
Hijo del Padre eterno.
REFLEXIÓN TERCERA DEL SANTO EVANGELIO: JN 12, 44-50. EL PASTOR Y LA
PUERTA.
La alegoría del pastor refleja directamente la persona y la misión de Cristo.
Parte de datos comunes que pueden registrarse en la vida de un pastor al frente
de un rebaño. Nos encontramos en ella, sin embargo, con rasgos que únicamente
convienen a Jesús. No todos los pastores dan su vida por las ovejas. Ni están
obligados a ello. Ni siquiera aquéllos que guardan rebaño propio. Primero es la
vida del pastor, y en tanto se afana por sus ovejas en cuanto que de ellas
proviene el bienestar para su propia vida y la de su familia.
El rasgo de la alegoría, que menciona este detalle del pastor entregando su
vida por sus ovejas, ha sido recogido por la aplicación que de la misma se hace
a Jesús. Acabamos de decir que no es obligación de cualquier pastor entregar la
vida ni introducir en el aprisco ovejas que no sean las suyas. Más aún, esto
debe evitarlo (v. 16). Esto explica que, en la analogía, la misma persona sea pastor
y puerta (vv. 11. 14). Se trata de afirmar que Cristo, el Señor, es no sólo
quien da la vida (y. 10), sino que él mismo es el camino o medio para entrar en
la vida (14, 6).
En esta pequeña sección hay que notar que en el substrato sobre el que se edifica
la alegoría, Antiguo Testamento y tradición sinóptica (ver el comentario a 10,
1-10), se introduce una novedad importante. Tanto para el Antiguo Testamento
como para la tradición sinóptica el rebaño es la casa de Israel, el antiguo
pueblo de Dios. En este capítulo de Juan, aunque el rebaño sigue siendo Israel
(v. 16), hay, sin embargo, una diferencia notable: no todas las ovejas que hay
en el rebaño le pertenecen. Se ha establecido un nuevo principio de
pertenencia: pertenecen al rebaño aquellas ovejas que escuchan su voz (ver el
v. 3 de este mismo capítulo).
El nuevo principio de mutua pertenencia al rebaño ha sido ya formulado. Es un
principio de mutua pertenencia, de verdadera comunión entre el pastor y las
ovejas. Jesús se remonta, para explicar esta comunión, a la misma que existe
entre el Padre y él. Así debe ser la comunión entre Jesús y los creyentes.
Comunión nacida e impulsada desde la fe y traducida en la obediencia.
En esta unión o comunión deben participar no sólo los miembros «natos» de Israel,
sino también el mundo no judío, los paganos. A los judíos creyentes deben
añadirse los creyentes que proceden del mundo pagano. Así surgiría un nuevo
Israel, el cuerpo de Cristo, integrado por miembros de todas las posibles
procedencias.
Termina esta sección afirmando Jesús que esta entrega voluntaria de su vida por
las ovejas es la causa por la cual el Padre lo ama, Al fin y al cabo, las
ovejas, el rebaño, pertenecían al Padre. No es extraño que Aquél que exponga la
vida por ellas sea amado por su auténtico dueño.
La muerte y resurrección de Jesús fueron vistas siempre por los creyentes como
una aceptación incondicional, por parte de Jesús, de la voluntad del Padre.
Aceptación y auto-entrega de la vida por quien es el autor de la vida y tiene
el poder para darla y para volver a tomarla: es la muerte y la resurrección.
REFLEXIÓN CUARTA DEL SANTO EVANGELIO: JUAN 12, 44-50 YO HE
VENIDO AL MUNDO COMO LUZ
Este pasaje, en el evangelio de san Juan, sigue a la resurrección de Lázaro y a
la unción en Betania. Es una colección de palabras muy características de Jesús
que parecen haber sido agrupadas aquí para concluir la primera parte del
evangelio, antes de abordar la segunda, que es la Pasión y la Resurrección.
-El que cree en mí, no es en mí en quien cree.
Jesús no atrae a sí, remite a otro.
-Sino en el que me ha enviado.
Jesús se define a menudo como "el enviado" = missus, en latín...
apóstoles, en griego...
Jesús, misionero del Padre.
Jesús, "apóstol" del Padre, "enviado" por el Padre.
Humildad profunda del misionero: no es nada por sí mismo... esta allí en nombre
de otro... quiere conducir a los demás a descubrir a este otro. Conducir a
Dios. Llevar a nuestros amigos a experimentar su relación con Dios.
Pero en primer lugar tener nosotros esta experiencia: ¿cómo pretender ser
misionero si uno mismo no vive su profunda relación con Dios? La
"misión" no es ante todo una empresa, ni una cuestión de métodos...
es un "envío"
-El que me ve, ve al que me ha enviado
Sin palabras, sin "empresas", el verdadero misionero "hace que
vean" a Dios... así sencillamente, a través de su propia persona. ¡Quien
ve a Jesús, ve al Padre! ¡Qué exigencia extraordinaria y maravillosa! ¡Qué
Gracia! Oh, Señor, hazme transparente, como Tú lo eras.
"Vosotros sois el Cuerpo de Cristo" traducirá san Pablo.
Debo ser el rostro de Cristo, como Jesús era el rostro del Padre.
A través de mi vida, hacer ver a Dios.
-Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca
en tinieblas.
Transparencia... luz... belleza... seguridad...
Opacidad... tinieblas... miedo...
Evocar imagen de sol... de día... e imágenes de noche...
-Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no le condeno, porque no he
venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo... El que me rechaza y no
recibe mis palabras, tiene ya quien le juzgue: La palabra que Yo he hablado,
esa le juzgará en el último día.
Jesús sabe que llega el fin de su vida: es una especie de balance negativo. Los
hombres no han querido la luz, no han escuchado sus palabras. Es el fracaso,
globalmente... aparte el pequeño núcleo de discípulos, unos pocos en número.
Pues bien, ¡Jesús reafirma que no condena! Que ha venido para salvar.
Son solamente los hombres los que se condenan, cuando rehúsan escuchar. La
condenación no es obra de Dios. La "salvación" ofrecida se transforma
en "juicio", no por voluntad de Dios, sino por las opciones negativas
de los hombres. Todo está ahora a punto para la Pasión.
-Las palabras que Yo hablo, las hablo según el Padre me ha dicho.
Siempre la profunda dependencia y humildad del misionero. Jesús no ha inventado
lo que nos ha dicho.
¿Y yo? ¿Digo las palabras del Padre, o las mías?
ELEVACIÓN ESPIRITUAL PARA EL DÍA.
He aquí, hermanos, un gran misterio que hace pensar. El sonido de nuestras
palabras impacta en nuestros oídos, pero el verdadero Maestro está dentro de
vosotros. Que nadie piense que puede aprender algo de un hombre. La enseñanza
exterior es sólo una ayuda, un reclamo. El que enseña a los corazones tiene su
cátedra en el cielo. Que sea, pues, él quien hable dentro de vosotros, allí
donde ningún hombre puede penetrar, puesto que, aunque alguien pueda estar a tu
lado, nadie puede estar en tu corazón.
REFLEXIÓN ESPIRITUAL PARA EL DÍA.
El aran misterio de la encarnación es que Dios tomó en Jesús la carne humana, a
fin de que toda carne humana pudiera revestirse de la vida divina. Nuestras
vidas son frágiles y están destinadas a la muerte; ahora bien, puesto que Dios,
a través de Jesús, ha compartido nuestra vida frágil y mortal, ya no tiene la
muerte la última palabra. La vida ha salido victoriosa.
Escribe el apóstol Pablo: «Cuando este ser corruptible se revista de
incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se
cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido devorada por la victoria,
¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1
Cor 15,54). Jesús ha suprimido la fatalidad de nuestra existencia y le ha dado
a nuestra vida un valor eterno.
EL ROSTRO DE LOS PERSONAJES, PASAJES Y NARRACIONES DE LA SAGRADA BIBLIA Y EL MAGISTERIO DE LA SANTA IGLESIA: ORIGEN DE LA COMUNIDAD DE ANTIOQUÍA.
El “recorrido” de los “dispersos” deja claro que su llegada a Samaría, Judea,
Damasco y Antioquía no fue en etapas sucesivas, sino paralelas. Faltan los
nombres de las comunidades se Fenicia, el actual Líbano, que se enumeran más
Hch 11,19-30 tarde (Hch 2 1,2-6). Un grupo se dirigió hacia Samaría, el segundo
hacia Judea, el tercero hacia Damasco, el cuarto hacia Fenicia, el quinto hacia
Antioquía. En todas partes encontraron discípulos o simpatizantes de Jesús.
Fenicia tenía una comunidad en Tiro (Lc 6,17; 10,13.14; Hch 21,3). Seguramente
Felipe ya había misionado en Samaría partiendo de Jerusalén, antes de la
persecución (Hch 8,4-25); otro tanto debió de haber hecho Pedro en Judea (Hch
9,32-11,18); Damasco había recibido el mensaje de Jesús desde Galilea (Hch 9,31).
En Antioquía misionaron antes judeo-cristianos procedentes de “Chipre”, entre
quienes el representante más conocido era el levita Bernabé (Hch 4,36-37); los
representantes más conocidos de los judeo-cristianos de Cirenaica, en el norte
de África, fueron Simón, el que ayudó a Jesús a cargar la cruz, y sus hijos (Lc
23,26; Mc 15,21), además del prosélito Nicolás (Hch 6,5). El evangelista ofrece
ahora por su cuenta una distribución organizada. Sólo los judeo-cristianos de
Chipre y Cirenaica misionaron en Antioquía a los pagano-helenistas; los otros
judeo-helenistas cristianos pasaron por alto a sus coterráneos no judíos y
predicaron el Evangelio sólo a los judíos. Los casos particulares del etíope
temeroso de Dios y de la persecución en Damasco se pasan en silencio. La meta
es, claramente, poner en marcha la “misión de los pueblos” a partir de la
conversión de Cornelio por Pedro.
La comunidad de Jerusalén rio se preocupa luego de ir a los gentiles. Por eso,
después de la intervención de Pedro, los discípulos de Jesús provenientes de
Chipre y Cirenaica toman la iniciativa de misionar a sus coterráneos gentiles
en Antioquía, la tercera ciudad más grande del Imperio romano. No se puede
llevar a cabo la idea del evangelista de misionar primero a partir de Jerusalén
a los judeo-helenistas y luego a los pagano-helenistas en las provincias de
Judea y Siria. El lector puede darse cuenta sin dificultad de que en Galilea,
Samaría, Judea, Fenicia, Damasco y Antioquía siguieron existiendo varias
comunidades o surgieron otras nuevas independientemente de Jerusalén, y de que
los pueblos gentiles encontraron el camino de la fe por obra del Espíritu
Santo, también independientemente de Jerusalén. Por otra parte, estas
comunidades se preocuparon por entrar en contacto con Jerusalén o por
mantenerse en él a través de los judeo-helenistas expulsados y de los
apóstoles.
ç“Las manos del Señor estaban con ellos” es una expresión común en el AT (2 Sm
3,12; Lc 1,66). “Un crecido número recibió la fe” hace pensar una vez más en el
lenguaje de los relatos de conjunto (Hch 5,14; 6,7). “Convertirse al Señor” es
una manera de hablar del bautismo (Hch 2,37-42). El término “Señor” tiene un
doble sentido: se usa una vez para hablar de Dios (la mano del Señor) y una
para hablar de Jesús. El Resucitado tiene parte en la soberanía de Dios.
La comunidad de Jerusalén tiene noticia de los éxitos misioneros, pero no
“envía” a ningún miembro del grupo de los Doce para transmitir el Espíritu
apostólico, sino al levita Bernabé, quien igualmente “está lleno del Espíritu
Santo”. Bernabé no es enviado como apóstol de la comunidad con un encargo
especial, como los dos miembros de la comunidad de Lida (Hch 9,38), sino como
apóstol que posee el poder del Espíritu del grupo de los doce apóstoles. La
comunidad de Jerusalén reconoce la condición especial de Bernabé por estar
dotado del Espíritu, lo considera uno de los apóstoles y le confía en
consecuencia el encargo de transmitir el Espíritu y la fe (exapostello) a
Antioquía.
Bernabé llega a Antioquía, ve la obra de la fe y se alegra. Respecto al
problema aún no solucionado de si los pagano-helenistas se pueden admitir en la
Iglesia, él anuncia la “exhortación” apostólica. Lo que vale es la decisión del
“corazón”. El “Señor” Jesús es quien ha creado la comunidad.
Como argumento para aceptar la decisión de los apóstoles se da una breve
caracterización de Bernabé. Él es un “hombre bueno”. La kalokagathia, la
belleza y la bondad, corresponde al ideal de todo griego. La primera mitad, la
belleza, la omite conscientemente el evangelista; con ella se expresa la buena
formación del cuerpo; la bondad expresa la buena formación del carácter. El
culto del cuerpo de los griegos no tenía gran importancia para los judíos y los
cristianos. Por eso se omite el adjetivo “bello”. Bernabé puede, basado en la
bondad, la fe y la plenitud del Espíritu, dejar en la comunidad a los
helenistas paganos y judíos bautizados. No se menciona el ritual de la
imposición de manos. De todas maneras, Pablo lo emplea más tarde (Hch 19,6). El
evangelista no pone aquí todavía de relieve la igualdad de categoría de Bernabé
con el grupo de los doce apóstoles. En el primer viaje de misión se da como
algo evidente el carácter apostólico de Bernabé y Pablo (Hch 14,4.14).
Bernabé va a Tarso en “busca” de Saulo (anazeteo), llamado al apostolado por el
Señor resucitado. “Lo encuentra”, como el pastor encuentra a la oveja perdida,
y lo hace regresar a la comunidad. Bernabé da participación a Pablo en su
competencia de enseñar como apóstol (didasko) y trabaja un año con él. Saulo
aprende de Bernabé y recibe al mismo tiempo el derecho de enseñar en las
grandes asambleas públicas. Los habitantes de Antioquía dan por primera vez a
los numerosos discípulos de Jesús el nombre de “cristianos”, conforme al título
honorífico “Cristo”.
El contacto entre Jerusalén y Antioquía continúa. Bernabé no regresó ya a
Jerusalén. De allí llegan por cuenta propia algunos “profetas”; el evangelista
menciona por primera vez a este grupo de cristianos. Pablo conocía el carisma
de la profecía (1 Cor 12,10) y a los profetas: “Dios ha asignado a cada uno un
puesto en la Iglesia: primero están los apóstoles, después los que hablan en
nombre de Dios, luego los encargados de enseñar” (1 Cor 12,28). Un profeta Juan
escribió el Apocalipsis (Ap 1,1-3). Todavía en el siglo II existían profetas
ambulantes. En el acontecimiento de Pentecostés se había concedido, es cierto,
el don de la profecía a todos los seguidores de Jesús, pero algunos lo habían
desarrollado de forma especial.
Entre éstos descuella sobre todo Agabo (Hch 19,10-14). Él reconoce los signos
que anuncian una gran hambre. Con el nombre de “Claudio” se presenta por
primera vez en el segundo libro a un personaje de la historia universal. El
evangelista usa un “sincronismo”, como usó ya otros en el primer libro (Lc 1,5;
2,1; 3,1-2; 23,1). Claudio rigió entre 41-54. La expansión de la Iglesia hasta
Antioquía debe haber ocurrido en el año 41. Una gran hambre bajo Claudio no es
conocida, pero sí una gran sequía en Palestina, exactamente en los años 46-48.
El dato “por aquellos días” abarca toda una serie de acontecimientos. La
conversión de Pablo debió suceder en los años 33-36. En los años 35-37 pasó a
Jerusalén, regresando en seguida a Tarso. Su búsqueda por Bernabé habría sido a
más tardar en 42-43. El primer viaje de misión junto con Bernabé habría sido,
después de un año de “aprendizaje”, entre 44-47. En el año 48 van Pablo y
Bernabé juntos al “concilio” de los apóstoles en Jerusalén. En el año 44 muere
el rey Agripa 1, que hasta poco antes de su muerte persiguió a los apóstoles
(Hch 12), La colecta para aliviar el hambre en Jerusalén debió ser hecha en el
año 43 o principios del 44 y llevada en seguida por Pablo y Bernabé a
Jerusalén. Ambos, en efecto, son víctimas en Jerusalén de la persecución de los
apóstoles por Agripa I (Hch 12). La profecía habría sido hecha tres o dos años
antes del hambre. Para el evangelista no es ningún problema una predicción con
tanto tiempo de anticipación.
La comunidad cuenta con miembros pudientes. Según el principio griego de la
euergesia (beneficencia), la comunidad les pidió enviar una “ayuda” (diakonia)
a Jerusalén, petición a la cual ellos acceden. No se organiza con ello una
comunidad de bienes con Jerusalén, pero sí una acción de solidaridad. Bernabé conoce
las “mesas”, las condiciones de vida de los hermanos en Jerusalén, y bien se le
puede confiar a él el llevar la colecta. Saulo pasa a ser acompañante de
Bernabé, según el principio de enviar dos mensajeros. La comunidad aprueba la
elección de Bernabé y de Saulo. La diakonia se entrega a los “ancianos”
(presbíteros). Una vez recibida por éstos la diakonia para las mesas en
Jerusalén, los apóstoles, inclusive Bernabé y Saulo, se dedican sólo al
servicio de la palabra en las regiones de Judea y Siria. +
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