¡Quédate conmigo, Jesús! Convénceme de que la gran tarea de mi vida es la
búsqueda de la santidad y que ésta no puede desligarse nunca de la gracia. Sólo
Tú, Señor, puedes hacer posible mi transformación en el amor. Me pongo en tus
manos, moldéame a tu antojo, te amo y confío plenamente en tu misericordia,
porque soy débil, egoísta y soberbio, pero te amo y libremente te entrego todo
mi ser.
Señor, la meta de la perfección aparece como una utopía, una ilusión, porque racionalmente amar siempre, y a todos, es imposible. Hacer el bien sin descanso se antoja contrario a la felicidad. Ayúdame, Padre mío, a tener un encuentro contigo en esta oración, para que tu gracia cambie esta ilusión en una realidad.
Jesucristo, quiero ser un reflejo de Ti. Dame la sabiduría y la fuerza de voluntad para perseverar en mi esfuerzo. El medio es claro, «amar», pero concretarlo en el día a día, es lo difícil. Concédeme saber aprovechar tus gracias y ser dócil a tu Espíritu Santo, así podré hacer el bien a todos los que me rodean, especialmente a mi familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario