El tiempo de Adviento tiene un
cambio importante a partir de la octava anterior a la Navidad, pues tanto en la
Liturgia de las Horas como en la Eucaristía se celebra ya sólo el
acontecimiento dela venida en la carne del Hijo de Dios, leyéndose los llamados
«evangelios de la infancia de Jesús» junto con pasajes proféticos alusivos a
los evangelios de cada día. En las oraciones se pide generalmente la plena
participación en el misterio de la Encarnación del Señor mediante la vida
sacramental que comenzó en el bautismo y se acrecienta en la Eucaristía.
Semana 3: Martes
« El Mesías, que Juan nos anunció como Cordero,
vendrá como Rey. » (Antifona de Entrada)
« Le pondrán por nombre Emmanuel, que significa 'Dios-con-nosotros'. » (Antifona
de Comunión, Mt 1, 23)
Reflexión
Nuestro encuentro se sitúa en el tiempo litúrgico del Adviento, que brinda mensajes
sugestivos y profundos. Ante el Señor ya cercano -«Dominus prope!» (Flp 4, 5)-
y el Rey al que debemos adoración -«Regem venturum Dominum, venite adoremus»
(Breviario romano)-, tenemos que dejarnos interpelar por las grandes cuestiones
de la vida. Se trata de interrogantes siempre actuales, que atañen al origen y
al fin del hombre. Son preguntas que ya se planteó el concilio Vaticano II en
la constitución Gaudium et spes. Esos interrogantes nos acompañan
constantemente; más aún, podríamos decir que existen juntamente con nosotros.
¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Cuál es el sentido de mi existencia
y de ser una criatura humana? ¿Por qué siento esta perenne «inquietud», como
solía llamarla san Agustín? ¿Por qué razones debo responder constantemente a
las exigencias de la moral, distinguir el bien del mal, hacer el bien y evitar
y vencer el mal? Nadie puede dejar de plantearse estas preguntas. La sagrada
Escritura, comenzando por el libro del Génesis, les da respuestas exhaustivas.
Y esas respuestas constituyen, de algún modo, el contenido del Adviento de la
Iglesia, que actualiza el pasado y nos proyecta al futuro. (Sed Levadura
Evangélica, Homilía de S.S. Juan Pablo II durante la Misa de Universitarios
Romanos, 15 de diciembre de 1998).
Oración
Concede, Señor, a los que vivimos oprimidos por la antigua esclavitud del
pecado ser liberados por el nuevo y esperado nacimiento de tu Hijo. Que vive y
reina contigo. Amén.
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