«Exulta, cielo; alégrate,
tierra, porque viene el Señor y se compadecerá de los desamparados. » (Antífona
de Entrada, Cf.
Is 49, 13)
«Vendrá el deseado de las naciones y se llenará de gloria el templo del
Señor.»
(Antifona de Comunión, Ag 2, 8)
Reflexión
"Populus, quí ambulabat in tenebris, vidit lucem magnam - El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una luz grande" (Is 9, 1)
Todos los años escuchamos estas palabras del profeta Isaías, en el contexto
sugestivo de la conmemoración litúrgica del nacimiento de Cristo. Cada año
adquieren un nuevo sabor y hacen revivir el clima de expectación y de
esperanza, de estupor y de gozo, que son típicos de la Navidad.
Al pueblo oprimido y doliente, que caminaba en tinieblas, se le apareció
"una gran luz". Sí, una luz verdaderamente "grande", porque
la que irradia de la humildad del pesebre es la luz de la nueva creación. Si la
primera creación empezó con la luz (cf. Gn 1, 3), mucho más resplandeciente y
"grande" es la luz que da comienzo a la nueva creación: ¡es Dios
mismo hecho hombre!
La Navidad es acontecimiento de luz, es la fiesta de la luz: en el Niño de
Belén, la luz originaria vuelve a resplandecer en el cielo de la humanidad y
despeja las nubes del pecado. El fulgor del triunfo definitivo de Dios aparece
en el horizonte de la historia para proponer a los hombres un nuevo futuro de
esperanza. (Misa de Medianoche, Homilía de S.S. Juan Pablo Navidad, 24 de
diciembre de 2001).
Oración
Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada
aceptando, al anunciárcelo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo: tú que la
has transformado, por obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad,
concédenos siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con
humildad de corazón. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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