Meditación: Juan 20, 19-31
Cuando Jesús resucitado se les apareció a los apóstoles, Tomás no estaba presente. Cuando los demás le contaron lo sucedido, él no pudo aceptarlo. Habían estado juntos por tres años, pero él dudó.
¡Señor mío y Dios mío! Cada uno de los milagros que Jesús realizó, ya sea la curación del paralítico que bajaron a través del techo, la curación del ciego Bartimeo o la resucitación de Lázaro, apunta a estas cinco palabras. Cada enseñanza de Jesús, el Sermón de la Montaña, la parábola del hijo pródigo o la regla de oro, apunta a estas cinco palabras. Cada revelación de la misericordia y el amor de Dios señaló quién era Jesús y cómo él quiere que lo veamos.
Este relato sobre Tomás condensa la historia de todo creyente en la historia de la Iglesia. Tomás nos representa cuando alguno de nosotros dice: “Me resulta difícil de creer.” Pero, así como Jesús reanimó la fe de Tomás, también quiere reanimar nuestra fe cada vez que nos vemos atrapados en la duda. Jesús quiere que todos seamos como Tomás, es decir, una gente que supera sus dudas muy humanas y muy naturales. El Señor quiere ayudarnos a que cada uno de nosotros digamos: “Jesús, tú eres mi Señor y mi Dios.”
Así pues, hermano, hoy y a lo largo de toda la semana proclama estas cinco hermosas palabras, y observa cómo la gracia de Cristo te ayudará a creer aún más.
“Amado Jesús, hoy y siempre quiero proclamar con toda mi fe y mi fuerza que tú eres Señor mío y Dios mío.”
Hechos 2, 42-47
Salmo 118(117), 2-4. 13-15. 22-24
1 Pedro 1, 3-9
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