Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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NOTICIAS SOBRE S.S.FRANCISCO

Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

21 de octubre de 2014

Martes, 21 de Octubre de 2014. Comentarios de las Lecturas,

Ef. 2, 12-22. En el Nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, lo que nos une no es el cumplimiento de la Ley, sino el mismo Espíritu que habita en cada uno de nosotros, pues no somos una comunidad de fe, sino un Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo.

Y a este Pueblo de Dios no sólo están llamados los judíos, sino toda la humanidad, pues es por medio de la fe que entramos a formar parte de él.

Y la fe no es algo impuesto desde fuera, sino una decisión personal mediante la cual aceptamos unir nuestra vida a Cristo, que nos llama para llevar a cabo con nosotros una Nueva y Eterna Alianza, en la que el Padre Dios se compromete a ser nuestro Padre y nosotros a ser sus hijos, por nuestra unión a su Hijo unigénito, hecho uno de nosotros, Cristo Jesús.

Vivamos, pues, nuestra unión a Cristo como un serio compromiso de manifestarnos desde Él como hijos de Dios.

No queramos basar nuestra salvación en nuestras buenas obras, sino en el amor gratuito que Dios nos tiene y que, por pura gracia, nos llama a ser sus hijos y a participar de su Gloria.

Sea Él bendito por siempre.

Sal. 85 (84). Dios ha pronunciado su Palabra sobre nosotros y ha derramado en abundancia su Espíritu en nuestros corazones.

Ojalá y estos dones de Dios no encuentren en nosotros un terreno estéril. Dios quiere que, si su vida ha sido sembrada en nosotros, brote desde nuestro interior la justicia, la misericordia, la verdad, la paz y la felicidad; pues, efectivamente, de la abundancia del corazón habla la boca.

Si Dios nos transformó en árboles buenos no permitamos que surja de nosotros la maldad, la injusticia, el odio, la división.

Por eso pidámosle a Dios que nos ayude a descubrir sus caminos y a ir tras sus huellas para que, día a día, nos manifestemos con mayor perfección como hijos suyos, no tanto por nuestros débiles esfuerzos, sino porque sea Él mismo quien lleve a cabo en nosotros su obra salvadora.

Lc. 12, 35-38. El mejor tesoro que poseemos los creyentes en Cristo es tener a Dios por Padre. Y atesoramos para el Reino en la medida en que nuestra vida se convierta en motivo de paz, de alegría, de esperanza, de seguridad, de apoyo y de socorro para nuestro prójimo.

Por eso no podemos darnos descanso pensando que ya hemos hecho suficiente. Hemos de anunciar y hacer presente el Reino de Dios entre nosotros a tiempo y a destiempo.

Jamás se puede disminuir ni mucho menos apagar la luz de la fe en nuestras lámparas. El Señor, cuando venga, debe encontrarnos cumpliendo con nuestro deber, con aquello que Él nos ha confiado: anunciar su Evangelio y ser un signo vivo de su presencia salvadora en el mundo.

Dios quiere que permanezcamos con Él eternamente, ahí donde Él se encuentra sentado a la derecha de la Gloria de Dios Padre. Pero para que esto sea realidad es necesario que le permanezcamos fieles hasta el final, entonces se pondrá afanoso a favor nuestro, y hará que disfrutemos de los bienes eternos, que ha reservado para los que le seamos fieles.

Aun cuando en otro tiempo vivíamos lejos del Señor, Él no sólo nos hizo cercanos a Él, sino que hoy nos sienta a su Mesa y nos sirve el Pan de Vida eterna para que sea nuestra su promesa de salvación.´

Nuestra presencia ante Él se realiza después de que nosotros mismos nos hemos puesto al servicio de los demás, cumpliendo con el deber de anunciar y manifestar, desde la vida, el Evangelio de la Gracia.

Y volvemos ante el Señor no tanto buscando una recompensa o el pago por todo lo que hayamos realizado, pues la salvación para nosotros es un don gratuito de Dios. Venimos más bien como discípulos y siervos: dispuestos tanto a escuchar al Señor como a continuar trabajando en el mundo conforme a la voluntad salvífica de nuestro Dios y Padre.

Como Iglesia hemos de trabajar constantemente, impulsados por el Espíritu Santo, para reunir en un solo pueblo a los hijos que había dispersado el pecado. No podemos ser ocasión de alejamiento; no podemos ser ocasión de escándalo para los demás.

Vivir vigilantes en la presencia de Dios no es sólo una actitud que nos ha de ayudar a no alejarnos de Él; vivir vigilantes significará abrir los ojos para ser siervos que buscan el bien de todos, que se preocupan de que los demás lleven una vida conforme a su dignidad de hijos de Dios.

El que pase de largo ante la problemática de aquellos que viven en desgracia; el que ante las pobrezas y limitaciones de su prójimo se atreva a preguntar despectivamente: ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano? no podrá llamarse hijo de Dios por mucha dignidad que posea conforme a los criterios de este mundo, ni podrá decir que realmente esté preparado para cuando el Señor vuelva.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser un signo creíble de su Evangelio en el mundo para poder conducir a la humanidad entera al encuentro definitivo de Dios, que constantemente se acerca a nosotros. Amén.

Homiliacatolica.com

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