Hola amigos, bienvenidos a este sitio que solo busca compartir todo aquello que llega a mi buzón, y nos ayuda a crecer en nuestra fe católica..
(casi todo es sacado de la red)

Si alguien comprueba que es suyo y quiere que diga su procedencia o que se retire, por favor, que me lo comunique y lo hago inmediatamente. Gracias.

Espero que os sirva de ayuda y comenteis si os parece bien...


Gracias


Maria Beatriz.



SI AL CRUCIFIJO Tu quita un Crucifijo y nosotros pondremos mil

En este blog rezamos por todos los cristianos perseguidos y asesinados

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NOTICIAS SOBRE S.S. FRANCISCO

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Hemos vuelto

Queridos hermanos en Cristo. Tras algunos años de ausencia por motivos personales. A día de hoy 24 de Marzo del 2023, con la ayuda de Dios Nuestro Señor retomamos el camino que empezamos hace ya algún tiempo. Poco a poco nos iremos poniendo al día, y trataremos de volver a ganarnos vuestra confianza.

Gracias de antemano y tenednos paciencia.
Dios os guarde a todos y muchas gracias a los que a pesar de todo habéis permanecido fieles a este blog, que con tanto cariño y tanta ilusión comenzó su andadura allá por el año 2009

Dios os bendiga y os guarde a todos.

CAMINATA DE LA ENCARNACIÓN

20 de octubre de 2014

LECTURAS DEL DÍA 20-10-2014

LUNES DE LA XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO. 20 de Octubre del 2014 . 1º semana del Salterio. (Ciclo A) TIEMPO ORDINARIO. AÑO DE LA FE.. Jornada mundial por la Evangelización de los pueblos (DOMUND) SS. Cornelio Centurión NT, Vital ob, Adelina ab, Andrés Calibia mj mr. Santoral Latinoamericano. SS. Laura, Irene, Marta.

LITURGIA DE LA PALABRA

Ef 2,1-10: Nos ha hecho revivir con Cristo 
Salmo responsorial 99: El Señor nos hizo y somos suyos 
Lc 12,13-21: Guárdense de toda clase de codicia


El ser humano no tiene en su poder la vida como dueño y señor. No puede contentarse con hablar consigo mismo; Dios interviene haciendo diálogo. El hombre debería tratar también con los demás hombres, pero muchas veces le importan tan poco como Dios mismo. Es insensato quien piensa así, como si la seguridad de su vida estuviera sólo en su mano o en sus posesiones. El que no cuenta con Dios lo niega prácticamente y es insensato (Sal 14,1). Que nuestra vida no se asegura con la propiedad y los bienes, lo pone al descubierto la muerte. La riqueza que el hombre acumula para sí, con la que quiere asegurarse la existencia terrena, no le aprovecha en nada. Tendrá que dejarla aquí, en manos de otros. Sólo el que se hace rico ante Dios, el que acumula tesoros que Dios reconoce como la verdadera riqueza de su criatura predilecta, saca provecho. El querer asegurar nerviosamente su vida por sí mismo, lleva al hombre a perder la vida; sólo la entrega a Dios y a su voluntad la preserva. Toda ansia de aumentar los bienes es enjuiciada como un peligro del que han de guardarse bien los discípulos. El ansia de poseer descubre la ilusión de creer que la vida se asegura con los bienes, y más con su abundancia. La vida es un don de Dios, no fruto de la posesión, abundancia o riqueza en bienes de la tierra. De hecho, no es el hombre el que dispone de la vida, sino Dios.


PRIMERA LECTURA
Efesios 2, 1-10 
Nos ha hecho vivir con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él

Hermanos: Hubo un tiempo en que estabais muertos por vuestros delitos y pecados, cuando seguíais la corriente del mundo presente, bajo el jefe que manda en esta zona inferior, el espíritu que ahora actúa en los rebeldes contra Dios. Antes procedíamos nosotros también así; siguiendo los deseos de la carne, obedeciendo los impulsos de la carne y de la imaginación; y, naturalmente, estábamos destinados a la reprobación, como los demás. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos has hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Somos, pues, obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.
Palabra de Dios

Salmo responsorial: 99 
R/.El Señor nos hizo y somos suyos.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. R.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.
"El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades." R.

SANTO EVANGELIO
Lucas 12, 13-21 
Lo que has acumulado, ¿de quién será?

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia." Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?"
Y dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno -ande sobrado, su vida no depende de sus bienes."
Y les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos anos; túmbate, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios."
Palabra del Señor


Reflexión de la Primera Lectura: Efesios 2, 1-10 Nos ha hecho vivir con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él
Pablo ha concluido el capítulo I de su carta con la estupenda oración que termina con tonos descriptivos y admirados por la realidad de Cristo. Ahora, de una manera directa, se dirige a los cristianos de Éfeso y les hace conscientes de haber vivido intrínsecamente en una realidad de muerte espiritual siguiendo a Satanás, llamado aquí «príncipe de las potestades aéreas» (v. 2) porque, según una creencia judía, se pensaba que esos espíritus malignos vivían en el aire, desde donde podían influir en la vida de los hombres. Inmediatamente, sin embargo, incluye Pablo entre los que seguían las corrientes de este mundo a él mismo y a todos los demás, que durante un tiempo fueron «rebeldes a por estar movidos por «nuestras apetencias desordenadas; siguiendo los dictados de la carne y de nuestra imaginación pecadora» (v. 3).
«Carne» es un término que aparece a menudo en el Nuevo Testamento, y debe ser comprendido bien. A veces significa la naturaleza humana en sus aspectos de gran fragilidad y debilidad. A veces significa las pasiones que más inclinan al hombre al mal. A veces alude a un estilo de vida completamente negativo y que conduce a la muerte espiritual. Con todo, hay que subrayar que, en el Nuevo Testamento, este término no alude nunca al «cuerpo» (o a la materia en general) como si se tratara de una realidad negativa en sí misma. Los «dictados de la carne» son, por tanto, actitudes negativas de todo el hombre, que emanan de un uso equivocado de voluntad libre. De ahí procede el hecho de que tanto los israelitas como los paganos («Como los demás»: v. 3; cf Rom 3,9) fueran «destinatarios naturales de la ira divina». No se alude a una pasión destructora en Dios, sino a su juicio de condena, dado que Dios nunca aprobará el mal.
En la argumentación de Pablo salta en este punto un «pero». Con él expresa el contraste entre seguir las corrientes de este mundo y la intervención de un «Dios que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor» (v. 4) y por ello nos ha trasladado de la muerte a la vida, en Cristo Jesús. Pablo subraya una vez más que todo el proceso de la salvación (ser perdonados, regenerados, tener una heredad en el cielo) tiene lugar en (Cristo y por Cristo. Por la fe hemos sido salvados y vivimos como salvados, no por eventuales méritos nuestros. Con todo, la fe no excluye las buenas obras; en efecto, Dios quiere que las realicemos, y nos da la posibilidad de hacerlas (v. 10).

Reflexión del Salmo 99 El Señor nos hizo y somos suyos
Es un himno de alabanza en el que se invita a toda la tierra y, en particular, al pueblo de Dios, a aclamar y celebrar al Señor, el único Dios.
Tiene dos pequeñas partes muy parecidas entre sí: lb-3; 4-5. Cada una de ellas empieza con las invitaciones en imperativo (lb-3a; 4) y sigue con la exposición de motivos (3b; 5). En total, tenemos siete invitaciones, la cuarta de las cuales («Sabed que sólo el Señor es Dios», (3a) constituye el eje de todas ellas y si motor del salmo.
La primera parte (1b-3) presenta cuatro invitaciones dirigida a la «tierra entera» (1b); estas invitaciones vienen formuladas mediante verbos en imperativo, como si se tratara de órdenes: «aclamad al Señor» (1b), «servid al Señor», «llegaos hasta él» (2), «sabed que...» (3a). El motivo es el siguiente: «El nos hizo y le pertenecemos, somos su pueblo y ovejas de su rebaño» (3b). Se presenta al pueblo mediante la imagen del rebaño. El salmo no desarrolla la imagen del Dios pastor, El ambiente que predomina es de alegría: «con alegría», «con gritos de júbilo» (2). El motivo sigue siendo el mismo: la toma de conciencia de que no hay más que un solo Dios, que es el Señor. Toda la tierra está invitada a festejar («¡aclamad!», (1b), a comprometerse en el servicio de este único Dios («servid») y a acercarse a él («llegaos hasta él»), para tomar conciencia de que sólo hay un Dios, creador de todos y pastor que conduce a la humanidad en su conjunto como a un solo rebaño (3).
La segunda parte (4-5) añade tres peticiones más, dirigidas probablemente al pueblo de Dios en procesión. Sumadas a las cuatro de la primera parte, hacen un total de siete. También se expresan aquí con verbos en imperativo: «entrad», «dadle gracias» y «bendecid» (4). El centro de estas tres invitaciones es «dar gracias». Estamos, por tanto, en el comienzo de una celebración de acción de gracias. ¿Por qué se celebra y se dan gracias? La respuesta viene inmediatamente. El ambiente en que nos movemos es el mismo que en la primera parte: «dando gracias» y «con cánticos de alabanza» (4). Se habla de «puertas» y de «atrios», lo que da la impresión de que se trata de una procesión. El pueblo está entrando en el templo de Jerusalén (la procesión recuerda vagamente a un pastor en camino con su rebaño), para celebrar y bendecir el nombre del Señor. El motivo, por tanto, es el siguiente: «El Señor es bueno: su amor es para siempre y su fidelidad de generación en generación» (5). Según algunos investigadores, el versículo 5 sería una especie de estribillo que cantaría el pueblo durante la procesión. En este estribillo se destacan dos cosas. En primer lugar, la bondad del nombre del Señor.
En segundo lugar, el binomio «amor más fidelidad». Estas son las condiciones del compromiso del Señor en la Alianza con su pueblo. Será un Dios fiel y amoroso. Por todo esto se dan gracias y se bendice por siempre.
El eje de este salmo viene constituido por la toma de conciencia de que existe un solo Dios para todo el universo: «Sabed que sólo el Señor es Dios» (3a). En el trasfondo de esta afirmación tenemos una crítica contra los dioses de las naciones o bien la superación de un conflicto religioso al respecto. Durante mucho tiempo, Israel creyó que los ídolos de las naciones existían realmente. Sólo en la época del exilio en Babilonia llegó al convencimiento de que existía sólo un Dios, creador y guía de toda la humanidad por los caminos de la vida.
No obstante, la invitación con que arranca el salmo se dirige a la «tierra entera», dejando así abierta la tensión: ¿Reconocerá o no todo el mundo lo que ha hecho este Dios? ¿Se acercará a él, lo servirá y celebrará, bendiciendo su nombre, que es bueno, y su amor fiel, que es eterno?
El contexto inmediato de este salmo es el de una celebración en el templo, precedida por una procesión que va aproximándose a sus puertas y atrios (4). El ambiente de fiesta y alegría, inundado por el deseo de una fraternidad universal, guía los pasos y orienta el corazón de cuantos se acercan a dar gracias y bendecir al Dios creador, bueno y eternamente fiel.
Del mismo modo que hay una relación de pertenencia recíproca entre las ovejas de un rebaño y su pastor, existe una estrecha relación de amistad entre el Señor y su pueblo («somos su pueblo»). Esto nos sitúa de lleno en el corazón de la Alianza. Al margen de esto, el salmo que nos ocupa supera la estrecha visión de un Dios que sólo pacta con Israel. Y lo hace invitando a la «tierra entera» a aclamar, servir y reconocer que el Señor es el único Dios. Israel, al vivir la experiencia de la Alianza con Dios, se convierte en una especie de «hermano mayor» de todos los pueblos, indicándoles el camino que conduce al encuentro con el Dios verdadero. La experiencia de Israel sirve de luz para las naciones, elemento este que se destaca en diversos textos del Antiguo Testamento.
Además, se presenta al Señor como el creador que establece un vínculo estrecho e indestructible con todas las criaturas. Pero el horizonte no puede ser más amplio, carece de límites: el Señor lo ha hecho todo, ha creado a todos, y no sólo al pueblo de Israel. Aquí también entra en escena el papel pedagógico del pueblo de Dios que, celebrando su experiencia de un único Dios creador, ilumina el camino de todos los pueblos hacia el encuentro con Dios.
Finalmente, tenemos que resaltar la bondad del nombre del Señor. ¿En qué consiste esta bondad? ¿Cómo la ha experimentado Israel y cómo podrá experimentarla la «tierra entera»? La respuesta reside en las dos características del Dios que sella su alianza: el amor y la fidelidad. O, si se prefiere, el amor fiel, un amor que, además, es para siempre.
Según el evangelio de Juan, Jesús es el amor fiel del Padre (Jn 1,17), aliado de toda la humanidad en la búsqueda de la vida un (10,10). Creyó y enseñó a creer en un único Dios (Mc 12,29-30), mostrando que la principal característica de Dios es la de ser Padre de todos («Padre nuestro», cf Mt 6,7-13). Las acciones de Jesús (sus milagros) ponen de manifiesto su bondad y la bondad del que lo había enviado, sin discriminar a nadie por razones de raza, sexo o condición social. Trató a todos como hijos e hijas de Dios. Mostró que servir a Dios es servir a todos para que tuvieran vida. Reaccionó enérgicamente contra un culto vacío, estéril y que no estaba comprometido con la práctica de la justicia.
Podemos rezar este salmo cuando queremos dar gracias y bendecir a Dios en unión con todo el mundo, con toda la creación, con un espíritu de fraternidad universal; cuando queremos fortalecer nuestra fe en un único Dios, que da la vida a todos y que conduce a la humanidad por los caminos de la vida; cuando queremos que nuestras celebraciones estén determinadas por la vida y no por el ritual o la rutina; cuando sentimos la necesidad de celebrar el buen nombre del Señor, su amor y su fidelidad que nunca se agotan...

Reflexión primera del Santo Evangelio: Lucas 12,13-21 Lo que has acumulado, ¿de quién será?
El corazón de la perícopa está constituido por la parábola engastada entre un hecho narrativo y dos afirmaciones sapienciales: la primera al principio y la otra al final. El hecho narrativo consiste en la petición que se formula a Jesús para que intervenga a propósito de una herencia. Justamente para estos asuntos se requería también a menudo la intervención de los rabinos. Jesús, aunque no se deja enredar en asuntos de este tipo, aprovecha la ocasión al vuelo para recordar la necesidad de mantener el corazón libre de la codicia de tener muchos bienes, porque no son ellos los que pueden garantizar la calidad y la prolongación de la vida.
Y aquí viene la parábola. El protagonista es un rico que, tras haber obtenido una abundante cosecha, decide almacenarla en unos nuevos y grandiosos graneros, saboreando ya el placer tanto de poseer muchos bienes como de disponer de muchos años para gozarlos alegremente. Sin embargo, Dios le despierta de su ignorancia haciéndole consciente de que no es él el dueño de su vida y de que, de un momento a otro (siempre muy pronto), será llamado a entregarla al Señor.
La afirmación sapiencial que cierra la perícopa es fuerte: quien piensa en acumular bienes para enriquecerse en vistas a un interés sólo personal es un necio, porque es ante Dios, realizando el precepto del amor, como se enriquece el hombre. En efecto, solo dando es como nos enriquecemos del amor de Dios y de su premio eterno.

No sólo para los israelitas y los paganos convertidos de Éfeso, sino también para mí, que vivo en una sociedad que ha vuelto a ser pagana, es importante que el camino de crecimiento espiritual se desarrolle sobre todo bajo la enseña de la vigilancia. Sólo si vigilo los “deseos” y los “apetitos de la carne” (siempre dispuestos a levantarse desde la raíz amarga de la codicia que anida en los rincones de mi corazón) podré ser un hombre libre, una mujer libre. Sólo si, a la luz del Espíritu Santo, me ejercito en discernir en mí entre los deseos buenos y los deseos malos, entre la voluntad buena y la voluntad mala, sabré administrar los dones de Dios —tanto materiales como espirituales: no en virtud de la avidez egoísta o del orgullo espiritual, sino en virtud del Reino de Dios y de su justicia que es santidad.
Jesús nos ha recomendado que no acumulemos tesoros en la tierra, sino en el cielo, y nos ha hecho conscientes de que allí donde consideremos que está nuestro tesoro, allí estará constantemente nuestro corazón (cf Mt 6, 19ss). En consecuencia, es importante que, especialmente en las profundidades del corazón, nos mantengamos libres de los «apetitos de la carne», aprendiendo a comprender —como decía Isaac de Nínive— «cuánta amargura hay escondida en la dulzura del mundo» (Cent. 1,35). Entonces, revigorizados por el Espíritu, nos será posible «crecer» en la vida espiritual, que consiste en «hacerse rico ante Dios es decir, en aprender el arte de vivir amando, en la entrega generosa y alegre de nosotros mismos.

Reflexión segunda del Santo Evangelio: Lucas 12,13-21Lo que has acumulado, ¿de quién será? 
La primera parte del texto (12, 32-34) constituye una continuación del tema de la riqueza, que había comenzado en 12, 13-21 y se había precisado en 12, 22-31. Rico para el mundo era el que estaba ahogado en su riqueza, era el gentil que pretendía asegurar su realidad en los haberes (bienes y dinero). Rico para Dios era el que estaba abierto a la confianza que conduce al reino y compartía sus bienes con los otros. Sobre ese fondo se decía: “Buscad primero el reino de Dios y todo lo demás sé os dará por añadidura” (12, 31).
En este contexto se sitúa una de las revelaciones fundamentales de todo el evangelio: «No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» (12, 32). El conjunto de Fieles que esperan, el grupo que no tiene nada y se asombra de todos los bienes del Cristo parece pequeño y es grande: «Ha tenido a bien darnos el reino». No se trata de darlo más tarde, cuando mueran los ricos y cambien las formas del mundo. En este mismo instante, los creyentes de la Iglesia están siendo ya creyentes porque aman, porque tienen en el centro de sus vidas la confianza, porque esperan. Son grandes, en fin, porque el mismo Dios se les presenta como “Padre”, ese tesoro en que se funda y enriquece su existencia.
Pero el hecho de que Dios sea su padre y vivan ya el misterio de su reino es a la vez una exigencia. Por eso se añade que es preciso “atesorar para ese reino”. ¿Cómo? Convirtiendo nuestros bienes en limosna. Haciendo que nuestra vida sea una alegría para el triste, ayuda para el pobre, fuente de comida para aquél que pasa hambre. Con vieja palabra se añade que el corazón del hombre anida allí donde se encuentra su tesoro. Es corazón para este mundo si sus bienes son del mundo. Corazón que está en el cielo si sus bienes son del cielo (los necesitados y los pobres).
Con esto penetramos en la segunda parte del texto (12, ,35-48). Mostrando al hombre su auténtica riqueza, Jesús le ha convertido en ser inquieto. Ya no puede descansar mientras anhela esa fortuna, ni dormir mientras espera al Señor hora tras hora. Por eso se precisa Tened ceñida la cintura...; estar como los que aguardan a que su Señor vuelva..., para abrirle apenas venga» (12, 36). No importa que el amo venga en una hora prefijada. Lo que se pierde es el vivir en la tensión de su llegada, el ocuparse en los misterios de ese reino que no llama abiertamente a nuestra puerta pero existe allá en el fondo de la noche y determina nuestra espera.
La vida vigilante no es una simple expectación, mantenerse en el vacío de un anhelo de futuro. Pedro ha preguntado, planteando este problema: « ¿Lo has dicho por nosotros o por todos?» (12, 41). Jesús no ha necesitado ampliar su exigencia. Vuelve hacia lo mismo y cuenta la parábola del administrador que puede ser fiel o malvado (12, 42-48a).
Esta parábola nos muestra que el tiempo de la espera se precisa para Lucas como tiempo de servicio, porque el reino se refleja ya de forma decisiva en nuestra vida. Es muy posible que el mayordomo a quien se ha puesto al frente de la casa sea un símbolo de los dirigentes de la Iglesia. La vigilancia que se le pide se traduce en un servicio en favor de los demás. El poder que se le ofrece es un deber de preocuparse por los otros.
Una vez que nos fijamos en la parábola descubrimos que la exigencia de los ministros se ha extendido a todos los miembros de la Iglesia. A todos se confía un tipo de servicio en el tiempo de la espera. La riqueza del reino se traduce para todos a manera de amor que dirige hacia los otros. Aquél que ha recibido el gran tesoro que le hace rico para Dios empieza a ser inmediatamente (tiene que ser inmediatamente) fuente de amor para los hombres.

Reflexión tercera del Santo Evangelio: Lucas 12,13-21Lo que has acumulado, ¿de quién será? 
Tal vez este pasaje fue tomado de alguna fuente común a Mateo y Lucas y que Mateo omitió. La composición es lucana, por el fuerte influjo de su vocabulario y estilo. Pero se nota una prehistoria, ya que se notan ciertas asperezas y fracturas en el texto, como veremos. Se ha tomado como la primera parte de un díptico en torno a los bienes de este mundo. La otra parte serían los vv. 22-34.
El versículo trece de acuerdo con el derecho hebreo, la herencia de un hombre era considerada como un todo. En el caso ideal, la herencia se mantenía unida a través de la vida común de los herederos (Sal 132,1). En el Testamento de Sabulón, este ideal es confirmado. Pero la separación de bienes se podía exigir en cualquier momento. Entonces el hijo mayor recibía el doble, en comparación con sus hermanos. Por ello, él tenía que ocuparse del sustento de la viuda y de las hijas solteras. Con este trasfondo, se hace comprensible la pregunta de este hombre. Esta pregunta presupone que el padre murió y que el mayor se niega a hacer la división. En Jesús, él busca un mediador para aclarar el asunto extrajudicialmente, como era frecuente en aquellos tiempos, ya que las reglas concretas de la división de la herencia no estaban del todo claras.
En el versículo catorce, Jesús se niega a aceptar el papel de mediador Para entender esto, es decisiva la palabra “dividir” (v. 13) o, en su defecto, “divisor” (el que divide) (v. 14). Lucas conoce dos tipos diferentes de dividir: uno positivo y otro negativo. Se puede calificar de positivo cuando otros participan de ello (Hch 2,45; 4,34). Pero este hombre exige una parte de la herencia sólo para sí, para utilizarla en su propio interés. Este tipo de división no está amparado por la predicación del Reino de Dios. Por ello, en este caso, Jesús se niega.
Y en el versículo quince, Jesús retorna este caso concreto y llega a conclusiones generales al respecto: los verbos “vean” y “cuídense” exhortan a estar atentos. El versículo está formado en paralelo con el versículo uno. Allí, Jesús había advertido respecto a la hipocresía; ahora advierte respecto a la codicia. La codicia es el vicio de “querer tener”. Quien es presa de este vicio, nunca puede obtener suficiente; detrás de ello se encuentra el concepto irracional de que uno es lo que uno tiene. Al fin y al cabo, la actitud de “querer apoderarse de todo” representa el intento infructuoso de escapar a la muerte. La petición del hombre que habla a Jesús acerca de su herencia podría estar alimentada por estos motivos o por otros similares.
En los versículos del 16 al 20, la parábola clarifica lo hasta ahora dicho con una narración. El monólogo sirve para caracterizar a la persona; éste es un importante medio estilístico, propio de la retórica antigua.
En el versículo 16, el término griego utilizado por Lucas aclara que se trata de tierras muy extensas y que el hombre es un terrateniente. La riqueza del mismo se fundamenta en una extraordinaria cosecha.
Metidos ya en los versículos del 16 al 21, el hombre habla consigo mismo. Sus pensamientos circulan alrededor de sí mismo y de su propiedad. A otras personas, incluso a Dios, él los ha hecho desaparecer de su pensamiento.
Para asegurar su riqueza, recurre a una medida drástica: quiere demoler sus graneros y construir unos nuevos, más grandes. La meta es guardar allí todo el grano y todos sus bienes.
Este agricultor cree estar muy cerca del ideal de su vida. Esto queda claro con la sucesión de verbos: comer, tomar, estar lleno de alegría. Según el profeta Isaías, éste es el ideal de la vida de los que han olvidado a Dios (Is 22,12-14). Igualmente, la sabiduría judía critica una actitud de vida como ésta (Sir 11,18-19).
La contestación de Dios no se deja esperar. Él Califica al agricultor de insensato, como alguien que está atrapado en una fundamental actitud errónea. Le falta el entendimiento necesario de que toda su existencia, junto con su riqueza, las tiene gracias a Dios y de que Dios también puede volver a quitarle la vida. La riqueza que el hombre acumula para sí, y por la cual quiere asegurar su vida terrenal, no le da nada. Tiene que dejar su riqueza atrás. Otros disfrutarán lo que él acumuló (también Sal 37,7; 49,11; Qoh 2,18-22; 4,8; 6,2).
Solamente quien acumula tesoros ante Dios tiene una seguridad duradera, que también tendrá consistencia más allá de la muerte.

Reflexión cuarta del Santo Evangelio: Lucas 12,13-21
Texto: lo configura una negativa de Jesús a dirimir un litigio de herencia (vs. 13-14), un aviso sobre la codicia (v.15) y una parábola (vs. 16-21). El litigio es la ocasión para el aviso: Guardaos de toda clase de codicia. La parábola trata de hacer ver la inutilidad de la codicia y, en una moraleja final, formula la actitud sensata: Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. Una vez más nos hallamos ante un texto exclusivo de Lucas.

El litigio de herencia del que parte el texto de hoy me recuerda la obra de Hesíodo "Los trabajos y los días". El punto de partida de esta obra lo constituye un litigio semejante: Hesíodo ha sido desposeído por su hermano Perses. Esta evocación no pasaría de mera curiosidad anecdótica si no fuera porque Hesíodo representa, junto con Homero, el origen de la cultura europea escrita. Entre otras cosas, quiero decir con esto que nos hallamos ante un viejo problema humano. La cosa es muy triste, pero real.

A Hesíodo el litigio le sirve de pretexto para plantearse la cuestión general de las fuerzas que sustentan la existencia humana. Algo parecido hace Lucas cuando presenta a Jesús, prescindiendo del caso concreto y señalando a la codicia como motor del caso. Amasar riquezas para sí, afán de posesión exclusiva y excluyente. Esto es codicia. Ella es una de las fuerzas que sustentan la existencia humana. El análisis es muy triste, pero muy real. La parábola que sigue a este análisis nos hace ver, también de manera realista, lo absurdo e inútil de la codicia. ¿De qué nos sirve el acumular egoísticamente si resulta que morimos sin que esa acumulación, tan ansiosamente procurada, sea capaz de alargarnos, siquiera un minuto, nuestra querida vida? ¡Qué pobres desgraciado somos siendo acaparadores! Pero el texto de Lucas (¡qué gran psicólogo!) no se encierra en esta triste pobreza.

Se abre y nos abre a la esperanza, a la alegría, a la libertad. Nos abre a Dios. ¡Qué maravilloso es este Dios de Jesús! ¡Y qué increíble es Jesús!

Sentido del texto. Jesús comienza no aceptando el papel de juez que toda autoridad religiosa podía ejercer en la sociedad judía. Hoy diríamos que Jesús aboga por la separación de lo judicial y de lo religioso.

¿Responde en él a un planteamiento explícito? El texto no dice nada al respecto. Es bien sabido que los evangelios no son fuentes en este sentido.

En cualquier caso, la actuación de Jesús es en sí misma una actuación concreta de separación de campos.

Lo que a Jesús en realidad le interesa es la raíz generadora del conflicto. Lo importante es detectar y combatir la causa, el tratamiento en profundidad. ¿De qué serviría solucionar el caso concreto si no se ataca la raíz de la que pueden brotar otros mil casos más? Esta raíz es la codicia y constituye el tema central del texto.

Con fina ironía y gran sentido común y del humor, Jesús hace ver lo absurdo y ridículo de una actitud que es incapaz de prolongar, siquiera un segundo, la propia vida.

Pero aún da un paso más Jesús. La codicia no sólo es incapaz de hacer vivir más o menos, sino que además incapacita para el desarrollo de las propias capacidades. Jesús resalta una fundamental: la capacidad de relación con Dios. Matando esta capacidad, la codicia mata al propio codicioso.

La parábola expone la relación que debe tener el hombre con las cosas, con el ser y el tener. En apariencia el rico se comporta como un administrador sabio y prudente, pero ser rico ante Dios significa buscar el reino de Dios, aceptar su voluntad, entrar en comunión con Cristo.

Las lecturas de hoy parecen indicar que el interés por mejorar las condiciones de vida no tiene sentido. No es este sentido. Sólo quieren llamar la atención sobre la ambigüedad de las cosas temporales y afirmar que sobre ellas no se puede fundar el sentido de la vida. Las grandes conquistas técnicas y científicas pueden dar al hombre un sentido de seguridad y autosuficiencia. Tomar conciencia de la fragilidad y relatividad de las cosas tiene mucha importancia a la hora de escoger una escala de valores.

Elevación Espiritual para el día
VALORES/CRISIS: V/SENTIDO: EL HOMBRE DE HOY NO SABE YA POR QUÉ NI PARA QUÉ VIVE. NEUROSIS/SUICIDIO: LOS INDIOS DE LAS TRIBUS NO CIVILIZADAS NO PADECEN NEUROSIS. LAS "ISLAS DE LA OPULENCIA" REGISTRAN MAS SUICIDIOS Y ENFERMEDADES PSICOLÓGICAS. JUVENTUD/CRISIS. TRÁGICA SITUACIÓN LA DE NUESTRA SOCIEDAD SI LA MISMA JUVENTUD AMANECE YA A LA VIDA CON UN ESCEPTICISMO TAN RADICAL.

Por encima de todas las crisis que atraviesan de un lado a otro nuestro mundo (crisis económica, política, cultural...) hay otra gran crisis que atraviesa el corazón de los hombres. Es una crisis radical, vital, que afecta a la vida misma, a su sentido, a su validez, a su orientación funda- mental. El hombre de hoy, con mucha frecuencia, no sabe ya por qué ni para qué vive. Nuestro mundo, sobre todo en occidente, está lleno de muchas pequeñas cosas que pugnan por facilitar y hacer cómoda la vida del hombre. El confort y la comodidad llegan cada día a nuevos hogares. La industrialización y la tecnificación invaden diariamente nuevas áreas de la vida humana.

Dicen que los indios de las tribus todavía no civilizadas no padecen neurosis ni enfermedades psicológicas. Sin embargo, como por un trágico contraste, es bien fácil observar que las sociedades más civilizadas (?), las más desarrolladas, las "islas de la opulencia", son las que registran cotas más altas en cuanto a enfermedades psicológicas o suicidios se refiere.

Muchos hablan de la crisis de la juventud actual. Ya no se trata de una crisis moral o de afiliación a ideologías corruptoras. Ahora se trata de una crisis que podría llamarse de cansancio cultural o, más en el fondo, de cansancio vital. Aparece el escepticismo ya en los mismos jóvenes, como prematuramente. En lo poco que han vivido han percibido ya algo así como que la vida no conduce a nada, que no vale la pena luchar por nada, que todo es lo mismo y que todo es superficial y, lo que es peor, que no hay que buscar nada, porque nada hay que encontrar. Trágica situación la de nuestra sociedad si la misma juventud -su parte más joven y sin malear- amanece ya a la vida con un escepticismo tan radical. Paradójica y ridícula la situación de nuestro mundo, que, en las zonas más desarrolladas y confortables, junta al mayor desarrollo económico la mayor pobreza espiritual. Para mayor contradicción, esta pobreza espiritual se combina entre nosotros con una enorme producción literaria en torno a las más sofisticadas discusiones ideológicas.

Pero hoy ya -dicen muchos- no es problema de ideologías. El hombre occidental está cansado. No es ya hoy un problema de ideologías. El problema está en que el hombre comienza a descubrir que muchas ideologías no llevan a ninguna parte. Nos movemos en un círculo. No hay salida. Hay que alzar la mirada hacia otra parte. Muchas neurosis -bien disimuladas tras aparente diversión y frivolidad-, muchas violencias, muchas angustias, muchos suicidios, obedecen simplemente a que el hombre ha perdido contacto con lo vital. Ya no se sabe por qué ni para qué se vive. O, mejor dicho, se empieza a barruntar -y ésa es una tragedia que el hombre no puede soportar en paz- que no se vive por nada ni para nada. No, el hombre no puede vivir así. El corazón humano tiene demasiadas exigencias como para conformarse con un ir tirando o un mero sobrevivir, por muy confortable que sea. Después de todas las diversiones y las agitaciones, por más entretenidas que hayan sido, o en los momentos más serios de la vida, le rebrota al hombre una y otra vez, desde lo más hondo del corazón, la pregunta por el sentido de su vida. Querámoslo o no, al hombre le aparecerá siempre como inútil o perdido todo aquello que, una vez vivido, no lo puede reconocer como valioso para una causa.

Diríamos que en medio de la desesperación, el cansancio y la desorientación actual, el hombre siente desesperadamente la necesidad de un sentido, un camino, una causa por la que vivir. Nos parece que es lo duro y lo difícil lo que cansa al hombre, pero en realidad es lo fácil lo que desespera al hombre. Y en una sociedad como la nuestra, donde se quiere hacer tabla rasa de toda dificultad y llegar al estado de máxima comodidad, el hombre se ahoga si no tiene un motivo para vivir, una causa en cuyo servicio gastarse y desgastarse. El esfuerzo, el sacrificio, el dar la vida generosamente, pueden llenar la vida del hombre con un sentimiento de felicidad más profundo que el de la comodidad, el confort, la diversión. No es lo difícil, es lo fácil y sin sentido lo que angustia al hombre. El que se descarga acaba cansándose, y el que gozosamente toma sobre sí la carga de la donación y el amor permanece joven y lleno de sentido.

En este contexto social es donde hoy sigue teniendo vigencia como nunca la parábola evangélica del tesoro escondido. El hombre moderno sigue buscando inconscientemente un tesoro, un tesoro que vale más que todo lo que le rodea, un tesoro que salve su vida dándole una causa para vivir y para morir, porque las grandes causas para vivir son a la vez grandes causas para morir, para dar la vida por ellas. Lo malo es que hoy en día el tesoro puede estar escondido y sepultado en medio de tanto confort y facilidad como nos rodea.

Reflexión Espiritual para este día
Lo vía de acceso a las profundidades del corazón, o saber, lo interioridad, nos la enseña de una manera ejemplar santa Teresa de Ávila con todo lo que ella pone en el ámbito de lo oración de recogimiento. El recogimiento es para la santa la oración personal, pero ya bojo el influjo del Espíritu Santo y tal que nos vuelve atentos o la presencia de Jesús vivo en el fondo de nuestra alma. Esta forma de oración, más allá de todo esfuerzo de la imaginación, debe ponernos en contacto profundo con Jesús, que hace revivir y actualiza en nosotros coda uno de los misterios de su amor salvador.
Con todo, el término recogimiento indica de un modo aún más marcado las condiciones prácticos necesarias para acceder a la interioridad espiritual, es decir; a un desprendimiento de todo lo que no es Dios. Una mirada de amor constantemente renovada sobre Jesús obra en nosotros la purificación del corazón a través de la renuncia a todo lo que no sea la voluntad del Padre. Para que eso tenga lugar, el recogimiento debe formar una solo cosa con lo libertad del espíritu de posesión y la aceptación de la pobreza personal. El hombre interior no es la reflexión sobre una estructura abstracta, sino la expresión de lo presencia de Dios en el corazón y, por consiguiente, el camino hacia la pureza del corazón o imitación de Jesús.

El rostro de los personajes, pasajes y narraciones de la Sagrada Biblia y el Magisterio de la Santa Iglesia:


EL «CARISMA» EN LA BIBLIA.

El término «carisma» proviene del griego (charis) y hace referencia a un objeto u operación que Dios regala a los seres humanos y que les provoca bienestar. De la misma raíz vienen las palabras «gratis, gratuito, gracia, gracioso» y «caridad». Siempre se refieren a dones generosos por parte de Dios e inmerecidos por parte del hombre.

En todo el Antiguo Testamento, muchos personajes reciben el don del Espíritu, con lo que son investidos de una fuerza que les capacita para realizar una misión a favor del pueblo (Jc 11, 29; 1Sam 11, 26; etc.). En el Nuevo Testamento, S. Pedro utiliza el término una vez: «Cada uno ha recibido su don. Ponedlo al servicio de los demás, como buenos administradores de los carismas recibidos de Dios» (1 Pe 4, 10). S. Pablo lo usa 16 veces para hablar de aquellas capacidades particulares que Dios reparte entre los creyentes para el bien de la comunidad y para la extensión de la misma Iglesia. Son manifestación de la única gracia que el Padre nos ofrece por Cristo en el Espíritu de manera generosa y gratuita y que se diversifica en cada persona singular.

1 Cor 12-14 es un tratado sobre los carismas y su significado: «Hay diversidad de carismas, pero un solo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero un solo Dios que las activa todas. A cada cual se le concede un don del espíritu para el bien común. Porque a uno el Espíritu lo capacita para hablar con sabiduría, mientras que a otro el mismo Espíritu le concede una doctrina superior...» (1 Cor 12, 4ss). «La caridad no pasará jamás. Desaparecerá el don de profecías y desaparecerá el don de hablar en lenguas...» (1 Cor 13, 8).

En las varias listas que nos ofrece, sin ser exhaustivo, S. Pablo llega a citar hasta 20 carismas distintos: apostolado, diaconía, don de gobierno, poder de hacer milagros, capacidad para enseñar, sabiduría, ciencia, fe, curaciones, profecía, discernimiento de espíritus, don de lenguas, interpretación de lenguas, etc. Son valorados muy positivamente: «No extingáis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1 Tes 5, 19-21). Sin embargo, se rechaza categóricamente toda apropiación individual de estos dones. Quien quiere apropiarse de ellos los convierte en estériles y perjudiciales. Por eso interviene con su autoridad apostólica para discernirlos y encauzarlos al bien común. Todos los carismas que Dios regala, los da para el bien de la comunidad y la extensión de la Iglesia. Si no cumplen con estos cometidos es porque son falsos o están siendo mal utilizados. Todos son útiles, pero no imprescindibles. Dios puede suscitar unos u otros en cada momento.

Para S. Pablo, el criterio último y definitivo, que nunca puede faltar, es la «caridad», la que de verdad impulsa el crecimiento continuo y ordenado de la Iglesia hasta la medida del hombre perfecto, que es Cristo. Los demás carismas pueden ser pasajeros o permanentes, normales o extraordinarios, pueden aparecer unos y desaparecer otros según las capacidades de los individuos y las necesidades de las personas, pero todos estamos llamados a vivir la plenitud del amor. +

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