1. Preparación
Señor, aquí estoy delante de ti. Ayúdame a tomar conciencia viva de que tú estás conmigo siempre. Esté donde esté, tu presencia amorosa me envuelve. Dame tu gracia para que este rato de oración me sea provechoso. Que vea claro qué quieres de mí. Dame un corazón nuevo, que me guíe por tus caminos de amor. Me pongo en tus manos, Señor. Soy todo tuyo. Haz de mí lo que tú quieras. Amén.
Ahora lee despacio la Palabra de Dios y las reflexiones que se proponen. Déjate empapar de la Palabra de Dios. Si con un punto de reflexión te basta, quédate ahí, no prosigas.
2. La palabra de Dios
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano." (Lucas 6:39-42).
1. El evangelio de hoy recoge unas cuantas sentencias relacionadas con el precepto del amor al prójimo, que meditábamos ayer. Probablemente Jesús las pronunció en distintas ocasiones, pero san Lucas las recoge y las incrusta juntas en este sermón de la Llanura que estamos meditando. En primer lugar está la parábola del ciego que guía a otro ciego: "¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?” Los escribas y fariseos se tenían por guías religiosos del pueblo. Pero ¿cómo iban a ser buenos guías si estaban negándose a “ver” la Luz que se les revelaba en Jesús, y rechazaban su mensaje salvador? Son ciegos guiando a otros ciegos. Por eso, en adelante no serán ellos los guías, lo serán los discípulos de Jesús, que viviendo para los demás serán luz para todos. Pero, cuidado: también el discípulo puede volverse “ciego” e incapacitarse para cumplir su misión de guía de los demás, si se cierra a la Luz de la Palabra. Señor, que no me deje seducir por otras “palabras” que no son Palabra de Dios. Que tu Palabra me ilumine siempre, pues sólo así podré ser guía seguro para mis hermanos, en la comunidad, en la familia, en el grupo, en el barrio…
2. “Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.” Jesús es Maestro, no un mero profesor. El profesor da su clase y se marcha, no convive con el discípulo. Con el maestro sí se convive, como los apóstoles convivían con Jesús. Y la “materia” que el maestro enseña no es sólo su doctrina es él mismo, es decir, su vida, su testimonio, su estilo de vivir lo que enseña. De modo que el discípulo no sólo aprende unos contenidos, sino que ve cómo vive el maestro, y sigue sus pasos, tratando de conformar su vida con la de él. Por eso la meta del discípulo del Maestro-Jesús es identificarse cada vez más con él, hasta poder decir lo de san Pablo: "Vivo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí". De eso se trata: Vivir como Jesús y tener sus mismos sentimientos. Que ésta sea, Señor, mi aspiración y meta.
3. Jesús es el Maestro y él no vive condenando y despreciando al pecador sino acogiendo a todos los que se le acercan, buenos y malos. Por eso advierte a los suyos: “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” Efectivamente, parece que muchos vayamos por la vida examinando la vida de los hermanos con una lupa de muchísimos aumentos, para descubrir hasta sus más leves pecados, y condenarlos. Sin embargo, para ver lo nuestro somos “ciegos”, nos cuesta ver hasta nuestras faltas más graves. ¡Qué hipócritas y cínicos somos! A veces pienso que –cuando juzgamos al otro- el Señor debería plantarse ante nosotros y acusarnos como a aquellos que querían apedrear a la mujer adúltera: “El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”, a ver si nos sentíamos abochornados y nos marchábamos con la cabeza gacha... Gracias, Señor, porque tú no eres tan severo conmigo como yo lo soy con los demás. Que siempre que juzgue al hermano, escuche en mi corazón tu advertencia: “¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano." Sí, Señor, soy un hipócrita. Con tanta viga en mi ojo, me atrevo a juzgar y condenar a mi hermano por la mota de polvo del suyo. Señor, ten misericordia de mí, y dame un corazón misericordioso como el tuyo.
3. Diálogo con Dios
A la luz de esta Palabra y estas reflexiones, pregúntate qué te pide el Señor... Háblale como a un amigo. Pídele perdón, dale gracias. … Escucha en tu corazón qué te dice el Señor. Pide que te ayude para poder llevar a la práctica los deseos que han surgido en tu corazón.
12/09/2014
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